Prólogo.
Tengo responsabilidades.
-¡Estás despedido!- Gritó furibundo. Por Dios, tenía la cara más roja que un tomate.
-¡Mejor para mí!- Grité igual de enojado... o más.- ¡Mejor trabajar limpiando vidrios que para un hombre como tú!- dije señalándolo con desdén... si a ésa cosa se le puede llamar humano.
-¡Maldito! ¡Veremos quién te contrata con una actitud así!
Já, créanme, tenía unas ganas tremendas de agarrar a ése viejo cerdo y darle un puñetazo en la cara... pero si lo hacía de seguro iba a prisión.
Se preguntarán, ¿qué está pasando? Bueno, fui despedido en mi segunda semana de trabajo, pero oigan, ¡aguanté una semana con ése viejo!, fue todo un logro, pero el único problema es que necesitaba ese trabajo... vaya que lo necesitaba. Para que entiendan mejor lo que pasa debo contarles todo lo que sucedió hasta llegar hasta aquí, mi nombre es Natsu Dragneel, pero todos me llaman Salamander y esta es la historia de un chico que deseaba algo con tanto anhelo y todo lo que tuvo que pasar para poder lograrlo.
Todo comenzó hace dos meses, el 28 de febrero, una fecha en donde cambió mi vida completamente. El cielo estaba e nublado por completo, los vientos soplaban violentamente. Un sacerdote daba la homilía, pero solo había dos personas en el público. Un chico sostenía la mano de su hermana que lloraba desconsoladamente. En ése entonces ella tenía tan solo catorce años, yo no podía hacer nada, me sentía tan solo, tan impotente, lo único que podía hacer era sostener la mano de mi hermana, mientras escuchaba al sacerdote hablar. Alcé la cabeza para ver los ataúdes donde mis padres descansaban. Cuando el padre terminó de hablar, bajó la cabeza tristemente, luego los ataúdes comenzaron a descender. Miré a mi hermana, en ése entonces se veía tan triste, tan delicada. Su cabello azulado se balanceaba con el viento, sus ojos color celestes estaban rojos e hincados de tanto llorar. Abracé a mi hermana con todas mis fuerzas, deseando que dejara de llorar. Cuando los ataúdes bajaron por completo, los sepultureros pusieron manos a la obra. A lo lejos, atisbé a un hombre mirando la escena, estaba recostado por un árbol, mirándonos detenidamente. Apreté los dientes, lleno de ira, luego dejé a mi hermana con el padre y me dirigí al hombre.
-No puedo creer que te atreviste a venir- dije preparándome para darle un puñetazo.
-He venido para llevarlos conmigo- dijo mirándome fríamente.
Él es nuestro tío Joey. Es un hombre bastante alto, esbelto y de cabello rubio. Su semblante siempre está serio. ¿Por qué lo odio? Simple, siempre odió a mi padre y a mí, cada vez que lo veía me trataba indiferentemente. Nunca tuvimos una relación estable como tío y sobrino, ¿por qué? Ni idea.
-No actúes como si te importamos. Estamos bien sin tu ayuda.
Joey arqueó una ceja.
-Dije que he venido por ustedes, no te pregunté.
-¡No me importa!- grité enojado-. Saldremos adelante sin tu ayuda, cuidaré de Wendy.
-Sabes que ella necesita tratamiento...
-Buscaré un trabajo, haré lo que sea por el bien de mi hermana, pero NO iremos contigo.
Joey me miró detenidamente, luego dio la vuelta.
-Eres igual de terco que tu padre- dijo mirándome por sobre los hombros, luego se alejó de a poco.
Apreté los puños, irritado, luego miré al cielo. Una gota cayó en mi rostro, seguida de varias más, había empezado a llover. Hasta el cielo lloraba ése día.
-Protegeré a Wendy, lo prometo.
Cuando regresé, un hombre me estaba esperando protegiéndose con un paraguas. Me miró compasivamente, luego forzó una sonrisa y me pasó otro paraguas. Macao era el mejor amigo de mi padre. Trabajaban juntos en la empresa Javiers, mi padre trabajaba como el abogado de la empresa, pero su jefe no era el más... amable que digamos. Macao es un hombre bastante alto, de piel color blanco y su pelo color azulado era teñido para disimular las canas que comenzaba aparecer por toda su cabellera.
-Problemas familiares, ¿eh?-preguntó-. Sé cómo te sientes, mi tío también era un pobre diablo.
-¿Y Wendy?-pregunté desganadamente.
-Está esperando en el auto- dijo mirando hacia la izquierda, donde un auto negro esperaba estacionado en la calle-. Se veía realmente desbastada.
-¿Puedes llevarnos a casa?-Desvié la mirada. -Necesito pensar las cosas con más claridad.
Mcao me miró detenidamente, luego asintió. Antes de salir del cementerio, miré la tumba, los sepultureros estaban a punto de terminar el entierro. Una lágrima se resbaló de mi mejilla, luego la sequé rápidamente. Debía ser fuerte, por Wendy... por mí... por nosotros.
En el camino, Wendy se había quedado dormida. Se veía realmente agotada. Desde niña, sufría de múltiples enfermedades, los doctores nunca nos daban una respuesta concreta acerca de qué enfermedad sufría, ni siquiera ellos estaban seguros. Todas las semanas iban al médico para el tratamiento de mi hermana. Mis padres gastaban todo lo que podían en el tratamiento de Wendy, pero ahora que ellos no están, es mí deber cuidarla.
-¿Qué planeas hacer ahora?-preguntó Macao seriamente.
-No lo sé- contesté, mirando por la ventanilla-. Buscar un empleo, tal vez.
-Eso estaría bien- dijo sonriendo-. ¿Y los estudios?
-Los abandonaré.
Macao arqueó una ceja, luego miró por el retrovisor. Hizo una mueca al ver mi cara totalmente seria.
-Eso no me parece una buena idea. No debes descuidar tus estudios.
-No tengo tiempo de estudiar, trabajar y cuidar de Wendy, todo al mismo tiempo- dije despectivamente.
-Tu padre no querría eso...
-Papá sería el primero en decir que mis responsabilidades vienen primero- miré a Wendy, la cual dormía recostada por mi hombro- y ella ahora es una de ellas.
Macao detuvo el auto a pleno camino, luego volteó y me miró detenidamente.
-Sabes, a veces odiaba la moralidad de tu padre. -Sonrió y se rascó la nuca. -Pero era mi amigo. Eres igual a él Natsu-revoloteó mi cabello paternalmente-. Si crees en lo que haces está bien, entonces para mí lo está también. Jack siempre tenía razón.
Después de eso, el viaje continuó acompañado de un silencio sepulcral. Cuando llegamos a casa, Wendy se había despertado. Sonreí al ver su expresión tan inocente al mirar a su alrededor, preguntándose dónde estaba.
-¿Estarán bien? -preguntó Macao al vernos bajar del auto.
-No te preocupes- dije saliendo del auto-. Sobreviviremos.
Luego cerré la puerta del auto y entré a casa.
... ... ... ...
Cuando entré a casa, no pude evitar suspirar. Las cosas iban a ser tan diferentes a partir de ahora. ¡¿Qué mierda se supone que iba hacer?! Tan solo tengo diecisiete años... ¿quién contrataría a un joven de diecisiete años? Apreté los puños con fuerza, luego agité la cabeza.
-No deberías abandonar la escuela- habló Wendy seriamente.
Miré sorprendida a mi hermana, luego suspiré.
-¿Escuchaste todo?
-No pude evitarlo- dijo acercándoseme-. Sabes lo curiosa que soy.
-No me harás cambiar de opinión- dije firmemente-, ya tomé una decisión.
Wendy negó con la cabeza, luego apartó una silla y se sentó en ella.
-Si lo abandonas, me pondré triste- dijo poniendo cara de cachorrita triste.
Me acerqué a ella y le tapé la cara con mi mano.
-Solucionado.
-¿No te haré cambiar de opinión?-preguntó apartando la mano.
La miré a los ojos. Se veía realmente sentida, pero aunque no quisiera dejar los estudios, debía hacerlo...
-Lo siento,pero ahora eres mi responsabilidad- dije acariciándole el pelo. Wendy esbozó una sonrisa, luego bajó la cabeza.
-Dejaré también el colegio. Te ayudaré en todo lo que pueda.
-No. -Dije seriamente-. Haré todo lo posible para conseguir un trabajo estable. Continuarás estudiando.
-¿Por qué eres el único que debes sacrificarse?-preguntó haciendo un mohín.
-Porque eres mi hermanita- dije sonriendo-. No puedes hacer mucho esfuerzo. Además, dentro de un mes cumplo dieciocho, seré mayor de edad ante los ojos de la ley y podré trabajar.
-Presumido...- susurró.
-¿Qué?
-Nada, nada- dijo negando con las manos.
Arqueé las cejas. Decidí dejar pasar eso, luego me rasqué la cabeza. Miré la hora en el reloj de pared: las 21:00 hs.
-¿Quieres comer algo?-dije dirigiéndome al refrigerador-. Puedo prepararte un sándwich... eso es lo único que sé hacer.
-No gracias- dijo negándose completamente, aunque intentaba disimular con una sonrisa-. La última vez que comí algo preparado por tus manos... no terminé bien.
-Eso me dolió- dije fingiendo dolor-. Sólo es un sándwich.
-Eso dijiste la última vez...
-Está bien- dije abriendo el refrigerador-. Prepararé solo para mí.
Saly sonrió, luego se levantó y dio la vuelta, despidiéndose de mí con la mano.
-Iré a dormir, así que no hagas ruido con tus vídeos raros...
-JA, JA, JA, muy graciosa- dije con sarcasmo.
Wendy rió y comenzó a subir la escalera. Miré detenidamente a mi hermana, luego cerré la puerta del refrigerador.
-Deja de contenerte.
Wendy se detuvo en el tercer escalón.
-¿De qué hablas?-preguntó apretando la barandilla de la escalera.
Caminé hasta las escaleras, luego giré a mi hermanita. Sus ojos estaban rojos y una lágrima amenazaba por resbalarse en su mejilla. Limpié la mejilla de mi hermana.
-No te contengas, llora todo lo que debas llorar.
Wendy me miró a los ojos, luego me abrazó y comenzó a llorar desconsoladamente. Abracé a mi hermana con todas mis fuerzas. Tenía ganas de llorar, de gritar y romper todo a mi paso, pero no podía... ahora me tocaba cuidar de mi hermana. Lloró hasta quedarse dormida, presa del cansancio. La dejé recostada en el sofá y la tapé con una sábana.
Suspiré y me senté en la silla. Verla recostada en el sofá me recordó a mamá. Ella siempre dormía en el sofá cuando esperaba a papá, a veces la tapaba con ésa misma sábana. Wendy es muy parecida a mamá, la única diferencia es el color de ojos, mamá tenía color marrones y Saly celestes, después de eso eran muy parecidas.
Me levanté pesadamente y me dirigí a la ventana. La abrí porqué necesitaba un poco de aire fresco. Afuera todo estaba calmado. La lluvia había cesado y el cielo comenzaba a despejarse. Una estrella apareció en el cielo, brillaba con toda su magnificencia, eso me hizo recordar una antigua historia que nos relató papá: Antes, se creía que todas las estrellas eran ángeles que nos observaban desde el cielo. Cada ángel protegía a una cierta persona, los libraba de espíritus malignos, de desastres y maldiciones. También se creía que los ángeles podían cumplir el deseo más anhelado de las personas que cuidan, y yo me pregunto, ¿por qué no? Todas las leyendas pueden ser ciertas si se desea con todo el corazón. La estrella volvió a taparse por las nubes.
-Ojalá fuera cierto- dije para luego cerrar la ventana.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Continuará.
