LA DAMA DEL ARCANINE

Pandora Lover


La vida de Gary Oak se basaba prácticamente en tres fases: entrenar duramente con los pokémon, viajar para enfrentarse a líderes de gimnasio y ganar (o quedar segundo, como solía ocurrir normalmente) en ligas pokémon y volver a Pueblo Paleta para celebrar sus casi-victorias.

Pero aquellas fases de su vida quedaron truncadas en algún lejano país, cuando se encontró con la desconocida dama del Arcanine.

Había quedado, esta vez, tercero en la liga pokémon, habiendo sido superado únicamente por Ash y una entrenadora cuyo nombre no recordaba. Le enojaba haber sido derrotado por su enemigo natural, por aquel con el que compartía una enemistad desde hacía tantos años atrás. Aunque, en realidad, no sentía tanto odio hacia Ash Ketchup, más bien agradecía aquella competitividad, porque le daba pie a superarse, a continuar entrenando para ser el mejor, su anhelo, su ilusión, su sueño.

Sí, Ash era el motivo por el que lograba superarse día a día, el que le daba pie a trabajar con mayor ímpetu para poder regodearse ante él mostrando su victoria. Sabe que, de no haberse mostrado tan arrogante y competitivo, tal vez en aquel momento Ash y él serían grandes amigos. Pero como no lo son, no se muestra apresurado por volver a Pueblo Paleta y recibir palmaditas en la espalda acompañados de "otra vez será, Gary".

De modo que decidió permanecer un periodo más largo de tiempo en tierras desconocidas, forzando a sus pokémon a entrenar, a superarse como él mismo trataba de hacerlo. Le gustaba entrenar sólo, concentrado y distante del resto de humanos. No estaba seguro de poder soportar la compañía de alguien más junto a él, a diferencia de su rival, que siempre viajaba acompañado, apoyado en sus amigos.

Y allí se encontraba, en un descampado a las afueras de la ciudad donde residía en aquel tiempo, a sus dieciocho años, implicado en que Nidoqueen mejorara su ataque arena, cuando la vio.

Subida a lomos de su Arcanine, con el pelo ondeándole al viento, visiblemente feliz, extasiada por la velocidad de su pokémon, orgullosa de sus actos y bella y elegante como ella sola. Fueron a penas unos segundos, pero Gary jamás olvidaría su silueta en la distancia, su expresión de gozo, su castaño pelo largo siguiendo los trotes que Arcanine marcaba, su concentración, sus ganas de superarse.

Y todo aquello con una simple mirada rápida.

La segunda vez que la vio, salía de su humilde morada para pasear por el pueblo, distraído y concentrado al mismo tiempo, planeando distintas jugadas para el próximo combate pokémon. Caminaba sereno cuando alcanzó a verla a lo lejos, siempre a los lomos de Arcanine, elegante y con nervios de acero, una imagen tan increíble que se detuvo inconscientemente en su paseo, provocando que un chico chocara contra él, interrumpiendo su espléndida visión.

- Perdón – se apresuró a decir, algo avergonzado -. Estaba distraído…

- No pasa nada – repuso el muchacho -. Ésa suele ser la reacción que causa la dama del Arcanine.

- ¿La qué?

- La dama del Arcanine – repitió -. Hace un par de meses que se la suele ver por aquí, nadie sabe cómo se llama, dónde vive ni por qué siempre cabalga sobre su Arcanine. Sólo sabemos de ella que está totalmente concentrada en su entrenamiento con los pokémon y que suele andar por los descampados de la ciudad.

Increíble cómo su corazón se había acelerado con aquella definición, seguro como que los pokémon existían que Gary y aquella desconocida conectarían a la perfección. ¿Acaso no tenían las mismas ambiciones, los mismos sueños e ilusiones?

Si algún día Gary Oak se sintió fascinado por ella, en aquel momento su fascinación daba paso a algo más profundo, más intenso. Más si contamos con el hecho de que, cuando Gary volvió la mirada a la lejanía y creyó encontrarla con los ojos posados en él. Una mirada fugaz pero intensa y llena de emociones que produjo que mariposas recorrieran el estómago del entrenador.

No quería reconocer que retrasaba su viaje por volver a verla, pero lo cierto era que así era. Llevaba más de un mes allí, en aquel pueblo perdido sin nada que hacer salvo entrenar en los prados, con la esperanza de volver a toparse con ella. Y lo había hecho, al menos otras diez veces más, pero jamás había sentido la valentía de acercarse a preguntar, de conocerla más a fondo.

- Gary, tienes que volver pronto – le había dicho su abuelo por teléfono -. Hace más de un año que no te vemos, y las Navidades están al caer…

- Lo sé, abuelo, pero aquí estoy bien. Tengo una casa y mucho que entrenar, estos terrenos son magníficos para…

- Gary – lo interrumpió el profesor Oak -. Ash ya ha partido de nuevo, no tienes por qué retrasarte para no ser objeto de sus regodeos.

- No es por eso…

- Siempre lo ha sido.

- Pero esta vez es diferente.

- Está bien – cedió Oak -, pero vuelve para Navidades, aunque sea de paso.

De modo que, no podía retrasarlo más. Cada segundo que pasaba estaba más cerca del día de su partida, podría volver pasadas las Navidades, lo sabía. Pero temía que cuando volviera la dama del Arcanine ya no estuviera y perdiera el conocimiento de que en su interior habitaba algo más que odio y rencor por Ash Ketchup, algo más hermoso, más grande, como lo eran los sentimientos relacionados con el amor.

Armándose de valor y esperanza, Gary se dirigió a los descampados a lomos de Dodrio para continuar entrenando en su último día de estancia en aquellas tierras, para disfrutar de los verdes campos y de la mirada intensa de aquella desconocida por última vez.

Se instaló en un descampado distinto aquella vez, cerca de un lago que le producía mayor campo de visión y posibilidades para entrenar a sus pokémon. Las horas pasaban y cansado y decepcionado, dejó de dirigir la mirada al horizonte esperando ver al verdadero motivo por el cual se había instalado allí, fue entonces cuando el verdadero entrenamiento dio comienzo.

Blastoise practicaba duramente un ataque en el agua mientras Gary lo animaba a continuar, sabía que estaba cansado, pero necesitaba llegar a Pueblo Paleta con aquel ataque aprendido, necesitaba pruebas de que su estancia allí había servido para algo.

- ¡Sí! – exclamó feliz cuando Blastoise logró realizar el ataque a la perfección, había merecido la pena el constante esfuerzo, el cansancio y que se encontrara mojado de pies a cabeza.

Unos aplausos provenientes de su espalda le hicieron dar un respingo. Y allí estaba, a unos pocos metros de él, más cerca que nunca (aunque tal vez demasiado lejos), con el pelo mojado por las salpicaduras de Blastoise y una sonrisa en el rostro. Su Arcanine se sacudía el agua como un perro y ella sonrió más.

- Felicidades – dijo con una voz aterciopelada que aceleró el corazón de Gary -. Tu Blastoise ha estado impresionante.

Gary no pudo evitar sonrojarse mientras ella se acercaba. Si de lejos le había dado la impresión de que era bella, de cerca las palabras se quedaban cortas para describir su hermosura. No pudo evitar desviar la mirada a su ropa mojada, que se pegaba al cuerpo mostrando con descaro todas y cada una de sus flamantes y perfectas curvas, sus kilométricas piernas fortalecidas por montar a Arcanine.

- Gracias – murmuró Gary haciendo acopio de todas sus fuerzas para contestar -. No sabía que alguien estuviera mirando.

- Siempre suelo entrenar aquí, pero hoy mi parcela estaba ocupada – bromeó con una sonrisa capaz de quitar el aliento a cualquiera -. Aunque veo que ha merecido la pena, me ha encantado verte entrenar. Por cierto, me llamo Cloe.

- Yo Gary.

Tal vez fuera el acercamiento de sus rostros para los ya conocidos dos besos de saludo, o tal vez por el perfume que Cloe desprendía, incluso por su hermoso rostro, con una nariz pequeña, una boca totalmente utópica y unos ojos grandes de color azul cielo, pero la entrepierna de Gary comenzó a doler de pronto, pidiendo a gritos ser vista, avergonzando al entrenador pokémon.

- Encantada. Sé que es algo precipitado, pero me gustaría entrenar contigo, ¿te hace un combate?

Gary la observó con los ojos como platos, pero no tardó en recomponerse y sonreír con verdadera gana.

- No hay nada que me apetezca más.

- Apostemos algo – propuso Cloe.

- Está bien, si gano yo, te invito a cenar a mi casa – se atrevió a decir Gary.

- Y si gano yo, vemos una película en la mía.

- Hecho.

Y así, ambos sonriendo, se prepararon para el combate que no sólo decidiría un ganador y un perdedor, sino el transcurso de aquella noche, aquella última noche.


Notas de la autora: Aunque algunos no se lo crean (posiblemente la gente que me conoce jamás lo diría) me encanta Pokémon. Desde el primer capítulo, desde el primer juego. Y aún soy una friki incondicional de éstos.

Siempre he querido hacer un fic de este tema, pero jamás he tenido la inspiración suficiente para hacerlo. Sin embargo, aquí está. Una mezcla entre aventura y amor, totalmente unido a los pokémon y a sus personajes, algo que sin duda podría pasar, por lo que describirlo como canon sería una opción.

En principio el fic durará dos capítulos, pero dependiendo de cómo esté mi inspiración y el éxito que tenga la historia, tal vez pueda ser un longfic :)

De mientras, podéis decirme lo que opináis pulsando el botoncito verde de abajo, ha sido clínicamente provado que no te entra alergia por hacer sobre él un click de ratón ^^

Un beso!