¿Sorpresa?
— ¿Entonces, quedamos así? —preguntó Amanda mientras empacaba el resto de su ropa. Había dejado todo a último momento, se suponía que debía tener sus maletas listas hace dos días, pues ella y su hermana Charlotte se irían de viaje apenas saliendo.
Pero como toda Diva, Amy, nunca estaba lista a tiempo.
— Si, así quedamos. —Asentí de acuerdo. Mis dedos tecleaban rápidamente en mi teléfono móvil, respondiendo al mensaje de Jasper. — Entonces, yo me retiro. Tengo un gran camino por delante. —Me levanté de mi cama que ahora sólo vestía una sábana verde agua y me despedí con un beso y un gran abrazo de mis dos amigas.
— ¡Cuídate! —Me recomendó Charlotte— y llámanos cuando llegues —advirtió con su pequeño dedo. Ella era quien nos cuidaba a las dos. Rodé los ojos.
— Si mamá —dije con burla— ¡Y diviértanse en Paris! —Chillé— que cuando regresen, no les daremos tregua. —Alcé las cejas sugerentemente. Ambas rieron y Amanda negó con la cabeza.
— Ya vete, vete, nos distraes. —Bromeó de vuelta. Yo salí de la habitación no sin antes despedirme otra vez y enviarles un beso al aire. Amanda prácticamente me echó pues le distraía de su atrasada labor. Reí por su ahora concentrado rostro, tratando de no olvidar nada en la habitación.
El edificio estaba casi vacío, las vacaciones de verano habían comenzado ayer por la tarde, sin embargo, cómo toda tradición desde que conocí a mis alocadas amigas, nos habíamos quedado a pasar la noche en la habitación, llevando a cabo la pijamada más explosiva de todo el año escolar. En este caso, del semestre. Usualmente, todos los veranos era la misma rutina. Charlotte y Amy se iban a algún lugar hermoso con su madre, a disfrutar de unas vacaciones veraniegas en pura compañía femenina, después visitaban a su padre en Canadá, para terminar rematando el último mes de vacaciones con fiestas y alcohol en compañía de nuestro grupo. Yo en cambio, como todos los veranos, pasaría los primeros quince días sola en la gran Mansión que tenía como "casa", pues tanto Jasper como Jacob y el resto, pasarían los primeros días de vacaciones en familia, para después como Charlotte y Amy, disfrutar con los amigos. No me quejaba, pues suponía que la familia era la familia. Yo en cambio, no tenía más que decir pues, apenas sabía lo que era estar en familia. Algo triste para algunos, a mí… a estas alturas del juego me daba igual.
Salí al estacionamiento y efectivamente, el campus estaba casi desierto. Sólo tres autos más a excepción de los de mis amigas y el mío estaban ahí. Sonreí. Esto sabía y se veía a verano.
Rodeé el auto pues mis maletas ya estaban en este desde la noche pasada y lo necesario lo llevaba en el bolso de mano. Subí a mi precioso Audi blanco y me puse en marcha.
Del campus a New York, en dónde se encontraba la Mansión Swan, eran casi unas tres horas. Sonreí al recordar cuando me presentaron el campus por primera vez. ¡Estaba casi en medio de la nada! La Academia St. Meyer no era cualquier escuela, era una de las mejores y más prestigiadas del país en su campo. El arte. En cada esquina de este enorme campus te encontrarías con alguien talentoso practicando lo que más le apasionaba practicar. Un cantante, una bailarina o un excéntrico guitarrista. Amaba ese lugar. Pero más que eso, ahí había conocido a las mejores personas que jamás en mi vida me hubiese imaginado conocer. Charlotte y Amy eran mi apoyo incondicional y yo, por supuesto, era el de ellas. Por otro lado estaban Ethan, Andrew y Jasper. Los dos primeros novios de las hermanas West, respectivamente y este último uno de mis mejores amigos. Y también estaba Jacob y Paul. Y Jared, Emily, Sam y Rebecca. Y aunque a estos seis últimos no les agradasen mucho los primeros cinco (y el sentimiento fuese mutuo) daba igual pues ellos no tenían problema en compartir la amistad que tenía entre todos. Yo los quería a todos por igual, eran mis hermanos. Aunque cuando tuviese que ver a unos, no pudiese ver a los otros y viceversa. ¿Los mejores? Jasper y Jacob, definitivamente. Aunque, como el resto, ambos no se soportasen por los choques en su actitud, pensaba que después de todo, eso era lo que necesitaba. Un balance. Jasper tan tranquilo y relajador como una llovizna ligera y agradable. Jacob tan imponente y lleno de vida como el mismísimo sol.
Sonreí al recordar a mis amigos.
Miré el reloj del auto, apenas pasaba del medio día y ya tenía unas cuantas horas conduciendo, estiré mi cuello algo cansada. Sin embargo, sonreí satisfecha al ver que me acercaba a las afueras de la gran ciudad. Tal vez me había hecho menos tiempo, tenía que hacerme una nota mental de no conducir como una maniaca… ¿A quién iba a engañar? ¡Amaba la velocidad! A unos treinta minutos de llegar a casa, mi móvil sonó anunciando una llamada entrante. Por el tono pude adivinar que era Jasper, coloqué los auriculares, me los puse y contesté.
— No me digas que ya me extrañas, cariño. —bromee.
— Ja-ja, que graciosa, sabes que si —dijo Jasper con humor del otro lado de la línea— quería saber si ya has llegado a casa.
— No, estoy a treinta minutos más o menos, —respondí bajando las ventanillas y apagando el aire acondicionado— ¡Dios! Me siento como una pequeña, no es necesario ¿Sabes? se me cuidar sola, he conducido muchos años la misma ruta. —Me quejé.
Escuché como Jasper reía al otro lado de la línea.
— Lo sé, lo sé —intentó calmarle, aunque muy dentro de todo, sabía que bromeaba— quería saberlo porque mis padres se han atrasado. Me llamarón y me dijeron que llegarían mañana, así que pensé que podríamos salir hoy. Ya estoy en casa, pero… ¿Te parece si te espero en tu casa y vamos por algo de comer? —Preguntó— Si estás demasiado cansada, sabes que no hay problema, yo sólo…
Amaba cuando Jasper divagaba. Eso solo acentuaba su carácter reservado y hasta algo infantil. Para los demás probablemente Jasper sería de esos tipos serios que imponían, para nosotros, Jasper no era nada más que el chico callado, tímido y correcto. El consejero de todos. Era increíble. Reí para que se callase de una vez por todas.
— Jasper, para. —Sentencié— Me gustaría ir a comer contigo, no tienes porque preguntarlo, —le reprendí cariñosamente— Uhm… —medité por unos segundos— ¿Te parece si te vas yendo a casa? Probablemente te tome más o menos el tiempo que me tome a mí llegar, ¿Bien?
— ¡Seguro! —aceptó entusiasmado. Yo sabía por qué. Yo también lo estaba. No vería a Jasper hasta dentro de unos quince o veinte días y no estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo alegada de él o de Jacob… o de cualquiera de los chicos, sin embargo, a diferencia de Jasper, Jake se había ido a Forks, él pueblo en dónde su familia vivía, desde hace dos días, antes de que comenzaran las vacaciones. — Te veo ahí. ¡Conduce con cuidado!
Y colgó. Pues sabía que me quejaría, todos se empeñaban en cuidarme y darme recomendaciones en exceso. Negué con la cabeza y miré el teléfono con odio antes de desconectar los auriculares y guardar todo en mi bolso.
Tenía que planear que haría estos últimos días. Tal vez añadiría un tatuaje a mi persona, aunque sólo tenía tres ahora. O pasaría por el centro de rapel a diario. Me agradaba la segunda idea. Podría viajar a algún lugar y comprar y comprar y comprar, más no sería divertido sin Charlotte y Amanda. Bufé frustrada, odiaba estas primeras semanas de verano.
Opté por encender la radio y animarme un poco con las canciones de gustos comerciales. Coree varias, canté e incluso agité mi cabeza como loca. Al llegar a la Mansión, saqué el control que abría el portón y teclee la clave. Este se abrió cuando el sensor recibió la contraseña correcta.
Escuché un claxon a mis espaldas, sonreí al fijarme por el espejo retrovisor y ver el auto negro de Jasper. El me guiñó el ojo pues sabía que le veía. Negué con la cabeza y arranqué el auto para entrar a casa. Jasper entró detrás de mí y el portón se cerró detrás de él.
Cruzando el portón aún había unos cien metros que recorrer, el camino estaba tapizado de gravilla roja y a sus costados, había pinos altos y delgados. Más allá del camino era todo un manto de pasto de un verde y altura regular. Los límites de la casa apenas se veían, divididos por una barda alta de color gris, fundada casi en una enredadera.
Después de unos metros recorridos, alcancé a vislumbrar la casa de un color coral muy alegre. Los ventanales eran enormes y había un porche con diez escalones. A los costados de la casa, se podía ver que seguía el jardín por detrás, tenía que reconocer que era una casa muy hermosa. Rodeamos la fuente que formaba una glorieta frente a la puerta y me estacioné frente a esta última. Jasper aparcó su auto a un lado del mío. Bajé de este y pude ver como Jazz bajaba del suyo. Le sonreí cómplice.
— ¿Qué me invitarás para la comida? —pregunté con sorna mientras él se acercaba. Jazz negó con la cabeza, divertido y me rodeó con sus brazos.
— Lo que quieras, pero me apuntó para el postre. —Elevó sus cejas sugerentemente mientras caminábamos y yo lo alejé de un empujón.
— Eres un idiota. —Me burlé. Metí la llave a la cerradura y abrí la puerta. Entré y el entró detrás de mí, cerrando la puerta a sus espaldas. Caminamos dirigiéndonos a la sala, quería descansar un poco antes de ir a comer. — Odio estas primeras semanas, ¡No sé qué hacer! Quiero decir —comencé con mi parloteó, escuchando las risillas de Jasper atrás— todos se van ¡Y joder! ¿Qué hago yo? Tal vez me vaya a las Vegas y me case un tanto ebria con un gay, —murmuré. No iba consciente de que había delante de mí, yo sólo caminaba, quería llegar al sofá y tirarme en él— o tal vez agregué otro tatuaje a la lista, ¿Te dije que quería hacerme otro? Tal vez un…
— ¿Otro tatuaje? —dijo una voz que hace años que no escuchaba. Elevé la mirada y me topé con varios pares de ojos mirándome fijamente. Yo sólo me centré en tres de estos pares. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y sentí que me desvanecería ahí mismo. Odio, tristeza, frustración, coraje… todo en un solo minuto. — ¿Mi hija se tatúa y yo ni en cuenta? —dijo la severa voz de Charlie.
Más no me interesaba su regaño, o lo que sea que fuese. No pretendía esconder mis tatuajes porque significaban algo para mí. Tampoco pretendía dar explicaciones, pero ¡No podía ser! Mis padres, a quienes en tantos años no había visto, estaban ahí. Aunque hacía años que les había dejado de considerar "mis padres" y Emmett, el que "era" mi "hermano" también. Junto con otras personas que no me paré a examinar. ¿Por qué?, ¿Por qué ahora? ¡Ellos me habían abandonado! Se habían ido dejándome con unos extraños, dejándome con unas personas que, con el tiempo llegué a querer, si, pero eran unos extraños en aquel momento después de todo. Me dejaron. No podía hablar, no podía moverme. Hacía años que había dejado de tratar de mantener el contacto al no obtener respuesta alguna de ellos. Hacía años que había dejado de extrañarlos. Ahora ellos no formaban parte de mi vida.
— Mierda. —fue lo primero que salió de mi boca.
