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No dispongo de mucho tiempo para contar que me ha alejado de escribir pero no se trata de falta de inspiración o que me haya olvidado de mis historias, se trata de la escuela, la carrera me está consumiendo entera y si no cuento ni con tiempo para dormir ni comer menos tengo para esto. Me duelen hasta los huesos de tanto que he hecho. Ahora que si se preguntan de mi proyecto de NO NAME cuando publique la actualización de ella explicaré todo lo que deba y espero pasar todas mis materias para poder volver con NO NAME porque es de mis favoritas ya que veo no soy la única a la que le gusta Jarmusch.
Esta historia es la precuela de The Crystal Palace Ride sin el trio shiganshina sino solo Levihan, tiene absoluta conexión con la primera que escribí solo que me concentro en la pareja porque son el eje central de la historia. Me habían preguntado en The Crystal Palace Ride como es que se habían conocido y la verdad me encantó la idea de narrar esa parte que solo se boceta bajo la perspectiva de Eren en The Crystal Palace Raid y yo quería una historia solo para Levi y Hanji. Bueno, creo que lo conseguí.
Supongo que me iré alternando entre publicar esta y NO NAME, pero espero termine este mes y mi calvario para sumergirme por completo en escribir, eso si no en verano me tengo que conseguir un trabajo porque en serio, no me ha ido nada bien (odio mi vida).
En fin, espero llenar sus expectativas con esta precuela donde por supuesto que habrá romance. LEVIHAN!
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Fabulam profani amoris:
La epopeya de un amor maldito
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1) Sacrificio
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Las vestimentas de los dos es sumamente rica; de holanes, escarolas, pañuelos, gemas y plumas, hay gemas reales, otras no, guantes, zapatos de brocado, chaqueta de terciopelo y grandes sobreros llenos de adorno, mangas voluminosas. Llevan máscaras porque la tradición así lo dictamina. El origen de la celebración remonta a los nobles que se disfrazaban para ocultar su identidad y poder mezclarse con el pueblo. Las máscaras son sumamente bellas. Esta es Venecia
Ella lleva una máscara completa, blanca, de labios pintados de rojo, decoraciones en las mejillas y la frente; y cual señal de sus sentimientos hay lágrimas en ella como parte del patrón que la distingue. Él en cambio porta solo un antifaz.
Son un hombre y una mujer. Unos sumamente longevos.
Los dos son extranjeros en ese festejo y el disfraz de la mujer y el de la compañía con la que ha asistido intentarán los asistentes al Festival por años tratar de imitarlo rindiéndose ante lo estorboso del tan famoso traje. Solo pocos individuos en Venecia han logrado llevar el disfraz 'alado' tan perfectamente como lo hace ella. Esto porque las alas a su espalda no son una extensión de su atuendo sino de su cuerpo. Sujetas están por cuerdas decoradas, inmovilizadas con ganchos para hacerlas artificiosas, embellecidas con cuentas y algunas bisuterías para hacerlas fantasía. Son pesadas y llega a arrastrarlas.
Las telas, las joyas, las alas y ella son reales. Lo irreal es la escena que vive con el hombre que la acompaña y que quiere quitarle la máscara.
Están bajo los ojos de docenas de retablos religiosos compuestos de puros ángeles donde el mal es representado en grotescas maneras, siempre desmerecedor de atención, terrible y horrendo. Todo lo contrario al hombre que está frente a ella de rostro armonioso aunque mirada dura, frígida, aterradora.
La luz de los festejos se cuela por el parteluz del arco central donde están metidos.
Están rompiendo leyes antiquísimas, leyes que se castigan con condenas como perder la cabeza o el eterno encierro. Pero para ellos Venecia será el lugar donde rompan toda regla, dónde se pregunten el objetivo de sus vidas, donde pierda sentido todo lo vivido en solitario si no es con el otro. Donde en medio del Festival de Máscaras pierdan la mente ante el cuerpo guiados por una debilidad que nunca habían sentido: la del corazón.
El hombre intenta quitarle la máscara. Ella se estremece ante su intención procurando alejarse para no ser descubierto su rostro. Ya saben su identidad pero la gente allá afuera no. Tampoco la saben los de sus especies porque si lo supieran sería un gran problema, uno que solo tendría como resultado una lluvia de fuego y sangre. Sin embargo su acompañante que casi le llega a la estatura por el tacón de las botas hechas para montar no desiste y vuelve a acercar la mano a retirar la máscara sujetándola de un hombro para que no huya ni vuelva a alejarse tan cobardemente como la vez anterior. Así, el listón es desanudado de un leve tirón dejándola caer hasta el suelo porque no quiere volver a verla resguardando aquel rostro que lleva siglos volviéndolo un demente. Hans Zöe queda expuesta ante él, igual de vulnerable que en Florencia e igual de inmóvil que en el nevado norte.
Los ojos son castaños de largas pestañas, bellos, la nariz griega, labios ovales, el inferior un poco más grueso. Las mejillas suaves. La armonía perpetua y simétrica de sus rasgos.
—Levi —quiere ella desviar la vista pero este sujeta su cara. Después se harta de no tocar su piel con la suya y se quita los guantes arrojándolos al suelo. Toma sus manos mirándola, le quita los guantes de igual manera sin pedirle permiso de retirarle ninguna prenda. La castaña sujeta el rostro masculino entre sus palmas ahogando un suspiro porque no ha sido secreto para nadie desde hace mucho tiempo que ellos se aman aún si han tratado de evitar aquella verdad una y mil veces.
Levi besas sus delgadas y alargadas manos de dedos afilados y uñas brillantes. Las venas de la muñeca, las líneas de la palma, los nudillos.
—Hanz, responde —le sujeta con sumo aprecio recogiendo su cabello cobrizo. Hay tanto desprecio como amor en sus ojos, pasiones muy contrarias y obsesivas.
Para Levi Hanz Zöe es una obsesión desde que intentó matarla la primera vez.
—Ya basta. No sigas… —pide ella. Sabe que no detendrá sus palabras ni los besos que deposita en su muñeca.
—No podemos hacer nada por detener el odio entre nuestras especies. La vida no tiene sentido si sigues huyendo de esta manera. En un momento me sigues y al siguiente te vuelves humo. No soy lo paciente que me crees. Acabará conmigo si esto continúa
Los ojos castaños miran los verde olivo de Levi un instante. Están en el punto de la derrota mutua. Nadie había cedido en las ocasiones anteriores cuando todo comenzó.
Ese día se rinden al mismo tiempo en un beso prohibido y hasta tímido. Las manos se unen. Es un beso tan delicado que apenas si se acarician mutuamente las bocas. Las plumas de su sombrero se mueven grácilmente, las de sus alas presas también.
Podrían morir con solo besarse, tocarse también está prohibido…
Cuando se separa Hanz quisiera huir, solo que Levi la tiene sujeta de la cintura entre la enormidad y dispendio de su ropaje. Le prohíbe marcharse porque ya lo ha hecho varias veces. Y quiere volver a besarle. Levi quiere que ella sea la que se acerque por otro de sus besos.
—Vamos a morir —susurra ella temblándole los labios —ellos van a matarnos… no quiero que te maten Levi…
En respuesta él besa su frente, acaricia su cabello y el cuello, los hombros descubiertos de las mangas de su vestido. También besa un hombro y luego sus labios.
—Soy capaz de morir por ti —responde a la excusa—. ¿Y tú?
Hanji sonríe bajando la mirada ocultándose medio rostro por el ala del gran sombrero. Aún en el momento más solemne podrá surgir la ironía en su causa. Hanz ha nacido con ese humor. Negro como la comedia que disfruta.
—¿Acaso no te he permitido matarme las suficientes veces para saber la respuesta a esa pregunta?
Ellos comparten otra mirada, la última antes de abrazarse buscando un beso más donde sus alientos se mezclan y los sabores se vuelven uno solo de seriedad distinta, tan arcaico e ilícito que cuando saltan sobre el otro no deja de exacerbarse el ritmo de sus corazones mientras las manos recorren sus cuerpos palpando en caricias jamás dadas con tanta ansiedad.
Cuando el sol despunte Levi podría arder en cenizas y no le importa si en esos instantes está con la mujer que ama. Cuando a Hanji la encuentren la juzgarán a muerte por haber estado con un demonio, pero como es un ángel de alas castañas y esta raza de su especie está casi extinta a ella la mantendrán viva y quizás la obliguen a casarse con alguien más si no quiere ser víctima del ostracismo de su sociedad, más como es tan regia y necia y es seguro que no aceptará, deberán encerrarla en alguna cripta renegada a la oscuridad como una Vestal en la misma condena pero manteniéndola viva, no dejándola morir de hambre como en la Roma Imperial solía hacerse a una sacerdotisa que hubiere manchado su código de honor privada de los ojos masculinos.
A Hanji su especie la quiere intacta porque como muchas féminas de la variante castaña de su especie ella también es un oráculo además de su espléndida inteligencia; pero aún sigue el mito seguido a la leyenda y el poder: Si un oráculo se entrega a un hombre perderá la facultad de ver el futuro…
Hanji jamás en su vida fue tocada por hombre alguno siendo para los ángeles uno de los oráculos más confiables y acertados, esto hasta que conoció a Levi cayendo los dos a una espiral de caos y pasión entre si debían matarse, proseguir su amistad o volverse amantes.
De esta historia van ya muchos años sin un cierre pese a haber visto la luz la tercera opción. La cifra temporal se formaría ya con tres números.
Y este recuerdo de Venecia emergiendo en el Festival es visto en un sueño. uno que le pertenece a Levi, Levi Ackerman, quién sin haber planeado así fuere por ser un demonio o no acabaría con el titulo de Conde en la monarquía imperial inglesa y Hanji como su condesa.
Ahora el sueño se ha terminado y vuelve a su realidad...
La crueldad de los sueños es lo efímeros que son, engañosos, reales y una fantasía, una falacia por si mismos, extraños.
La dueña de sus noches para Levi es una mujer, una que no durmió con él anoche. Todas las mañanas despertaba siempre a la misma hora un poco antes del almuerzo, giraba en la cama en su rutina a buscar el calor de un segundo cuerpo que solía desvelarse y desmañanarse por igual. Llevaban siglos casados y las malas maneras tomadas desde el principio eran difíciles de olvidar porque fue así desde el comienzo. No había remedio. No se habían dado la oportunidad de conocerse mejor antes de lanzar se fundirse en una pasión a la que todos denominaban pasajera, razón por la cual sus especies intentaron disolver su relación en cuanto decidieron darse una oportunidad siendo enemigos naturales. Un ángel no podría amar a un demonio y viceversa, era una unión maldita.
Pronto pese a todas las irregularidades, las persecuciones, las batallas y las amenazas, dos obstinados y cabeza dura como ellos se hicieron necios en su corazón procediendo a cruzar la línea que no debía cruzarse. Lo único a lo debían negarse era a soltarse de las manos. Después de década tras década solitarios por voluntad o sus mismas circunstancias hicieron de seres extrapolados en sus universos una mezcla de lo más rica, única y seductora al unirse. Era brillante, capaz, invencible, y aunado a la falta de miedo que los representaba con el rostro de la locura silente y declarada en cada uno quiénes temieron de lo que esas nupcias pudieran darse —no solo por la singularidad de la pareja sino por sus características más sobresalientes— fueron sus propios congéneres. Ellos no se detuvieron hasta querer verlos muertos, y esto, para quienes eran tan decididos y bizarros, fue lo que quisieron darles si se los pedían. Con esto se realizó un último espectáculo lastimoso que sirvió para abrir un capítulo nuevo en sus vidas donde vivirían ocultos y renegados a volverse ciegos en la oscuridad.
Empero, fue de esta manera desde siempre, con espadas en las manos dispuestos a matar o las manos enguantadas vestidos para ir a un baile. Vivían ambos mundos, quizás Levi mejor que ella lo cual era una de las principales dificultades de su matrimonio incrustados en un mundo donde ella no podía ser vista nunca sino quería cambiar la historia como se conocía, las creencias y enviar al mundo a una decadencia de fe. El mundo aún no estaba preparado para no creer en su Dios por lo que preferían guardar los secretos en su casa.
Como matrimonio él se encontraba hecho a pasar varios de esos días en lo que amanecía solo, pero si debía confesar muy íntimamente lo que se sentía verse abandonado en la habitación principal del gran chalet que había comprado en Yorkshire para albergarlos a ambos tanto de la sociedad como del exterior Levi podría acabar por describirlo como una desgracia.
Viendo las cortinas abiertas a la mitad asomándose un poco con los pies desnudos en la alfombra persa y el torso descubierto podía ver el cielo sin ápice de luz solar libre que no fuera disminuida por el clima lluvioso de la comarca. Era el clima perfecto, Britania siempre fue el oasis en el desierto para su maldición.
Se lavó la cara con la jarra de agua en la pileta junto al espejo y llamó al servicio mientras se afeitaba.
—Señor —apareció un valet al poco tiempo.
—¿La señora se encuentra en casa Erd? —se rasuraba frente a su reflejo con la vieja cuchilla que le había sido regalada por un socio con todo un estuche de aseo personal para viajes, era su favorita por el mango de plata y la bolsa de cuero curtido, todo embellecido con varios patrones vegetales en el metal y animales místicos en la tela. Tenían que pasar muchos meses para que Levi necesitara rasurarse, a Hanji le gustaba acariciar su barba creciente aunque en cuanto su persona a él no le gustaba.
—Si señor, se encuentra en el solario investigando sus… especímenes
Limpiando la navaja para terminar su cara Levi no retiraba los ojos del espejo.
—¿Solo los de la casa o ha traído más?
—No ha recibido nada de sus contactos señor ni ha salido en el transcurso del día —lucía parco y serio en su trabajo de valet.
Aplicándose loción Levi daba paso a que lo terminara de vestir. Erd se aproximó con las prendas que había cepillado y tratado desde el día anterior, las colocó sobre el masculino y marcado cuerpo del amo de la casa cuya corta estatura no rompía con la elegancia, garbo y brío de alguien que se asumía era de abolengo pese a no ser ni humano. Lord Levi Ackerman, Conde de Rivaille, era impresionante, respetable y admirado, pero de lo que podría dejar boquiabierto hasta al más escéptico sería no solo él para provocar miedo sino el misterioso caso y especie de quién y qué era su esposa la condesa.
—¿Trabaja con el reino animal o el vegetal? —le era hecho el cuello.
—El vegetal mi señor —decía con sumo respecto y cuidado a la vez que alivio. Era una pesadilla cuando sus reptiles o roedores escapaban de sus jaulas, a todos ponía los pelos de punta —Ha estado tranquila toda la mañana, solo hizo una pausa para un refrigerio y prosiguió.
La ropa de Levi quedó lista colocándose las mancuernillas en los puños.
—¿Está hecho mi equipaje?
—Para tres días como ordenó. Gunter está preparado para llevarlo a la estación en cuanto diga milord —mencionó al chofer.
—Excelente —agradeció con su frío y serio ceño perpetuo. Debía bajar al comedor.
Al cruzar las puertas había colocado solo un puesto, la mesa de comida y el carro de postres, algo que él no había pedido y si no lo había hecho él había sido Hanji. No tendría invitados, ella saldría. Era una idea pésima pero él no se la prohibió, era casi imposible hacer algo así con su esposa.
Se sentó en su puesto siéndole entregado el periódico después de ser planchado así como con el correo con el que hizo uso de un abrecartas de plata con el escudo Rivaille. La carta era de un viejo amigo suyo con el que debía encontrarse en Londres al día siguiente si es que el viaje de este no tenía contratiempos. En la correspondencia habían dos nombres, el remitente firmado como Mr. Ackerman, el destinatario el Conde Rivaille. Eran parientes los dos individuos.
A medio plato las hojas de las puertas vieron pasar una figura cuasi fantasmal vestida con suave y ligera seda de colores claros y brillantes, broches a los hombros, una tiara a la cabeza de cobre sujetando su cabello que apenas alzado por quién sabe qué peinado desordenado, antiparras en la frente y un cordón amarrado por todos los dedos de una mano hasta el hombro en diversos entramados. Aunque llevaba las muñequeras de alguna armadura y brillaban como joyas eran más estuches de herramienta para ella con todas las modificaciones que le había hecho, además calzaba cómodas sandalias. El clima no la afectaba en lo absoluto. Había acudido no tan puntual al almuerzo.
—Buenos días. Podría jurar que te había escuchado tocar el clavicordio a la media noche amor, ¿Qué te distrajo?
Levi la vio arribar a la mesa cuidando de no tirar con las alas los adornos, jarrones o estatuas. Se sentó del otro lado con los modales que algunas eras muy atrás habían aprendido y conservaban por enseñanza humana a los que estaban dispuestos a seguir si se parecían tanto a sus propias especies. Había mucho de su sociedad anglical también.
Menos formal que su esposo Hanji subió las piernas cruzadas a otra silla tomando una manzana que mordió.
—No estaba distraído querida, estaba aguardando a que fueras a la cama, nunca te vi dejar tu estudio. Dormí solo, aún y cuando sabías que hoy partiría a Londres
La castaña mujer parpadeó masticando su fruta dirigiendo la mirada a la lámpara de araña. Levi hizo una seña a el hombre junto a la mesa de comida indicándole que los dejara solos.
—No eres el único que se va. El joven Berthold Fubar que conocí en el campo se marchará en unos cuantos días, prometí mostrarle la campiña, es de las pocas personas de su edad que le interese la agricultura, quiere ver los campos de cebada. Le hablé sobre el sistema de riego subterráneo que aún no he terminado de diseñar, me ha prestado oídos así que me dediqué a dibujar anoche
Con una mirada molesta Levi bebió de su té sujetando la taza del cuerpo sin necesidad de sostener el plato. Su esposa parecía no comprender su molestia y eso le irritaba más. Pero a su vez ella sabía que aún había tiempo para estar juntos.
—¿Todos los de la rama Ackerman del Este son así? —quiso quejarse —Descuida querido, tomarás el tren hoy pero habrá tiempo de sobra para nosotros, tu amigo llegará a Londres hasta mañana —le arrojó la manzana que había mordido haciendo una parábola perfecta sobre la mesa hasta Levi que la capturó sin ninguna emoción o esfuerzo. Hanji ya había tenido una visión sobre su encuentro en Londres.
Viendo las marcas de los dientes de su esposa en la cáscara de la fruta el conde preguntó:
—¿Estás viendo el futuro de nuevo Hanji?
Ella le miró acomodándose el cabello y recargándose en un codo. Recogió sus piernas y alas sueltas poniéndose de pie, habían aún asuntos para ser atendidos antes de que Levi tomara el tren.
—Le pedí a Nifa que preparara el baño, cuando termines de comer quizás quieras acompañarme en mi habitación—llegó hasta su asiento para susurrar un poco más cerca de él—, hay un par de cosas que me gustaría mostrarte
Y con una risa divertida abandonó el comedor.
Atrapado en un suspiro de resignación y deseo Levi dejó la taza vacía de su té limpiando sus labios con la servilleta, iba a seguirla por el pasillo viéndola deshacerse de la diadema de su cabello con los ojos entrecerrados y los labios abiertos levemente detrás de sus alas. Él paso las palmas por su cintura envolviéndola entre sus brazos, aspirando el perfume natural de su cuello.
Si había algo que Levi no podría rechazar sería estar con Hanji ni tomar un baño caliente.
Juntos cerraron la puerta de sus habitaciones en el segundo piso compartiendo un beso aún con la diferencia de estaturas, era de lo más notable en su matrimonio además de ser inmortales, el sacar fuego por los ojos y ella tener alas en la espalda.
En la tina salpicando apenas perceptible anémonas cortadas del jardín acristalado flotaban en el agua metidos entre la espuma los dos amantes, se recargaban en el borde. En el piso de mármol solo quedaban los vestidos de Hanji que pasaba la mano mojada por el hombro de su esposo.
—Si no sales de la bañera ahora no alcanzarás el tren —le advertía del tiempo que le había robado después del almuerzo.
Levi abrió los ojos de su descanso viendo a la mujer divertirse con sus palabras.
—Osas cambiar tanto de parecer de un momento a otro. Fuiste tú la que me atrajo a desvestirme de nuevo y una vez me usas quieres que me marche como si te quitaras la cofia
—Oh, era imperante desvestirte de lo contrario no te habría gustado viajar sin haber tomado otro baño —tallaba su espalda —y el que yo no pueda leer la mente como tú no significa que no pueda contarte un par de cosas de lo que yo pueda ver
Tomando la mano de Hanji para que tocara sus mejillas pudiendo sentir la piel suave que solo podría pertenecer a un inmortal sin rasgos de edad, marcas que el tiempo no borra, sin cayos que cualquier otro trabajador poseería. Levi remembraba que las de ellas parecían igual de intactas que la cerámica cocida en sus hornos.
—Están tan equivocados los ángeles, todos ellos —la toma de la barbilla recordando Venecia y su sueño de la mañana —la virginidad no tiene nada que ver con ser un oráculo
Riendo ella acarició sus labios con delicadeza.
—En realidad sí, he terminado de asumir que mi mente funciona de otra manera Levi. Mírame, pude volar de nuevo. Supongo que soy una de esas raras y extraordinarias excepciones
Recordar momentos grises y amargos que habían pasado precisamente en Britania a Levi no le generaba buenos pensamientos. En Britania Hanji había erguido su castillo y cavado hasta lo más profundo de la tierra a cimentar con enormes piedras y tallar sus grutas de panteón romano, todo esto para olvidar con sus distracciones tanto las heridas que habían sufrido como a Levi mismo que no sabía como ayudarla o apoyarla si recién casados corrían peligro mortal de ser perseguidos hasta la muerte o bien ser separados y encerrados en distintos puntos del mundo.
Levi prefirió cambiar el tema porque acabaría de mal humor si Hanji volvía a hablar de sus peligrosas actividades frecuentando humanos haciendo acto de presencia con todo el poderío de sus alas y majestuosidad de su origen. Hanji sabía lo que hacía y la pareja había pasado por las dificultades de la diferencia de opinión sobre convivir o no con mortales si para ella el asunto era más complicado, más al estar aburrida e inconsolable, Bertholdt Fubar, un cazador que había encontrado perdido en sus tierras, había acabado por convertirse en su entretenimiento más novedoso esos días.
—Tengo algo para ti —recogió una caja de rapé del mueble de al lado entregándosela a la condesa. Hanji la miró con detenimiento con todos los elementos que la decoraban. Levi le dijo que la abriera, adentro se encontraba un broche de oro en una cadena.
—Que maravilla —lo detallaba viendo y sintiendo su antigüedad, debía de tener por lo menos un siglo de haber sido fundido en aquella figura. Otra de los factores que lo hacían tan singular era su tamaño, parecía un pendiente. Era pequeño—. Me encuentro confundida, ¿de qué se trata? —la joya parecía verdaderamente sencilla, casi incompleta.
Al retornar los ojos a su esposo este tenía en las manos una enorme peonia blanca que sobrepasaría su mano debiendo ser cubierta por dos. Era parte de un arreglo floral. Hanji estaba encantada.
—Es hermosa —la admiró acariciando sus pétalos sinuosos.
—Debía ser un boutonier solo que no sueles usar nada que lleve ojales
Hanji inclinó el cuello complacida.
Levi acomodó el arreglo en su muñeca usando la cadena de oro para sujetar la flor. Era un corsage hecho con una peonia blanca que en el lenguaje de las flores simbolizaba prosperidad y romance aunado al matrimonio por su color blanco donde se hablaba de fidelidad, felicidad y buena providencia. Su nombre provenía de Peón, el médico de los dioses en el Olimpo, que para una mujer que aún portaba un nombre griego en reconocimiento era de lo más excelso posible.
En un suspiro conmovido Hanji agradeció el regalo dándole un beso a su esposo que se conformó con tenerla en sus brazos un rato más antes de abandonar la tina y sus perfumadas aguas con sales.
Vistiéndose Hanji volvía a ponerse los broches de los hombros mirando la peonia en su muñeca si un mensaje secreto de Levi para darle esa flor demostraba también celos de su parte por haberse estado entrevistando a solas con otro hombre humano o no, amante o no porque de que Hanji pudiera serle infiel o a él ella estaba descartado, sino que se trataba de celos del tipo de infidelidad emocional y mental donde Levi podría sentirse desplazado si su esposa frecuentaba más otras compañías por el ámbito intelectual en el cual estaba tan embebida. Para la condesa era risible, no era así como resultaban sus salidas.
Despidiéndose de él en el umbral de la mansión Hanji le entregaba la chistera para que se marchara. De toda la servidumbre formada para despedir a su amo que partía su esposa era la única que tenía restringido poner un pie fuera de la residencia de la que solo podía salir por medio de un túnel que llegaba a un jardín secreto por el laberinto detrás de la mansión que permitía a la fémina alada volver a surcar el cielo como un ave o cualquier otro animal alado está hecho al nacer.
Dándose un último beso de despedida Levi le hacía unas últimas promesas y advertencias a Hanji.
—Si regreso antes de lo planeado te traeré un nosegay
—Un tussie-mussie sería adorable —barría la tela de su traje implecable.
—Hanji, no te obsesiones tanto con ese cazador que conociste, no sabes de donde viene ni lo que busca
—Tengo la sensación de que es una buena persona, no he visto ni sentido nada malo proveniente de él
—No siempre predices cosas malas contigo misma
Hanji no respondió, se puso unos espejuelos en la nariz.
—¿Gafas? ¿Se trata de un asunto peor?
La condesa giró la muñeca donde llevaba el corsage.
—No es como si deseara alarmarte, mi vista está algo cansada por la falta de sueño, eso es todo
Acariciando su rostro de nuevo preocupó.
—Toma una siesta, necesitas dormir, no has cuidado tu sueño
—No te preocupes por mi Levi, volveré para tomar el té y jugar a las cartas
A la puerta Levi bajo las escaleras con el bastón bien sujeto, entró al coche y los caballos anduvieron. Desde el interior Hanji lo veía alejarse entre sus tierras hasta pertenecer al camino, volvió adentro a prepararse para salir, se pondría ropa más cómoda y abrigadora por si llovía, así como botas.
En la estación de trenes Levi sacaría de su bolsillo una de las anémonas que había tomado del agua y con la cual había recorrido las espalda y brazo de Hanji mientras se bañaban, la había envuelto en un pañuelo y guardado, junto a su foto sería su único recuerdo que tuviera de ella mientras estuviera de viaje.
Estaba de mejor humor aunque callado eternamente. Por la ventana de su camarote privado veía como se alejaban más de las planicies de Yorkshire, oía el silbato y la locomotora solo en sus cavilaciones pero de espíritu se imaginaba en su hogar donde seguramente Hanji estaría haciendo diagramas de las plantas y animales que encontrara para estudiar o quién sabe que otros menesteres la entretuvieran, pero lo que más le ponía incómodo era imaginarla arriesgándose a verse con un humano como no había podido convencerla de dejar de hacerlo si era parte de su naturaleza actuar así.
Poco después del mediodía la condesa y Fubar estarían en el campo entre dalias ivorys y hortensias caminando discretamente entre tierras de profunda maleza para pasar desapercibidos mientras Fubar le contaba a su anfitriona sobre haber roto su promesa de silencio con otro hombre, uno mayor, Sir Arlert, quién le había respondido con una historia de su infancia donde había sido su rescatador de un pozo abandonado —al que había caído por un descuido propio de su edad— nada menos que un ángel de alas castañas, una mujer alada, un ser mítico. Hanji se emocionó con la historia confirmándole la veracidad de la memoria del viejo y aceptó gustosa verse con él al día siguiente. Bertholdt tuvo una reacción de alivio al ver que no estaba en problemas y así se relajó de nuevo con su reciente amistad.
—Aunque me temo que no vendría solo, nuestro convidado lo acompañaría preocupado por su edad. Es un lord, Lord Leonhardt, ¿le conoce?
Escuchar el nombre de aquel individuo le dio mala espina a Hanji pero era más su emoción de querer ver al niño Arlert que había rescatado hacía más de medio siglo que lo pasó por alto. Aceptó la entrevista.
Levi en lo más intrínseco de su corazón no se sintió bien mientras esto pasaba.
En el tren leía para pasar el rato cuando al pasar la hoja sintió el filo del papel querer cortar su carne. Un demonio como él no podía ser herido tan fácil, más cuando observó con cuidado el dedo que quería ser lastimado en su yema halló un camino de sangre que tan rápido como soltó una gota color rojo carmesí así mismo se cerró.
Los ojos de Levi se incendiaron en una llama liviana, pensó en Hanji inmediatamente, en las gafas que se había puesto porque su vista fallaba, en la edad de ambos, en el fuego que podría inducirla a la muerte y también en los siglos que llevaban juntos desde que se habían conocido. Así también recordó su sueño sobre Venecia y en lo profundo de los anales de la historia oculta sobre las razas que no debían existir ni saberse de ellas sonó sin tener oídos para ser escuchada una sola frase de boca de su esposa que iría a ser para alguien cuyo nombre aún no había registrado en ningún lado para su propia pesquisa futura:
"Eren, ¿te contó Levi cómo fue que nos conocimos?"
Levi cerró su libro preocupado por el mañana donde se encontraría con un viejo familiar lejano de su misma raza tanto como por su esposa a la que dejaba con una actividad tan descuidada en casa.
El nombre de Eren Jeager estaba conectado con otro, el de una jovencita, y este a su vez estaba conectada con Levi sin saberlo. Era difícil de explicar, pero lo que no era tan complicado de adivinar era que en realidad esta historia no era de ellos, Jeager o Arlerts, sino del Conde Rivaille y su esposa antes del título nobiliario, antes aún de mudarse a Inglaterra, antes aún de huir juntos. Otro capítulo de la historia hubo de ser abierto para entender Florencia, Venecia, Yorkshire y Londres. Era uno más antiguo.
Antes de hablar de la Incursión del Palacio de Cristal donde un matrimonio ya establecido se debía reencontrar por donde primero se debería comenzar sería por el primer encuentro que tuvieron donde ni siquiera sabían los dos habían estado en el mismo tiempo y lugar pero que fue el primer indicio de su futuro tal y como llegó a Yorkshire antes de la aventura de Londres.
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Como esta es una precuela este capítulo es el enlace con The Crystal Palace Raid, los siguientes serán enteros de aquí y seguirán con como se conocieron, etc. etc. ... LEVIHAN!
y perdón por la tardanza, quisiera cambiar mi vida para hacerla más sencilla pero ahora ir a dormir porque tengo en serio mucho trabajo al cual volver dentro de unas cuantas horas.
Bye
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