ORIGAMI.
DISCLAIMER: El universo de Naruto, incluyendo a sus personajes, no me pertenece. Todos ellos son propiedad de Masashi Kishimoto; Kishitroll para los amigos.
Prólogo.
—«Vaya mierda de vida» —no puedes evitar pensar. Tienes los labios fruncidos, el maquillaje corrido y la falda desgarrada. El persistente chasquido que provoca el agua al caer al sucio piso de cerámica es lo único que te indica que aún estás viva. Quizás no por mucho tiempo, piensas. La palabra «suicidio» se cuela juguetonamente por los pliegues de tu cerebro, y resuena con fuerza entre las paredes de tu cráneo. Meneas la cabeza, riendo tontamente. Deslizas la falda por tus huesudas piernas —cortes, cortes, cortes— y te sumerges en la tina. Hundes tu cabeza en el agua; los mechones rosas flotan en la superficie, al igual que tus ganas de vivir. Tus pulmones parecen volverse más pequeños y, decidiendo que ya es suficiente, vuelves a la superficie.
El rímel escurre por entre tus pestañas y tus ahuecadas mejillas. Muerdes tu lengua, ahogas tus gritos y cierras tus piernas; el ardor en tu pubis es cada vez más abrasador. El agua helada no parece hacer efecto, tus labios vaginales lucen hinchados e irritados. Maldices en voz baja y lloras en silencio. Sasuke no ha sido cuidadoso hoy —nunca lo es, en realidad—, y te ha lastimado con saña. Tienes el cuello amoratado y el corazón destrozado. Y no lo entiendes. ¿Qué es esa extraña fuerza que te ata a él? Podrías alejarte de él en cualquier momento; eres un pájaro libre —la jaula de oro en la que te haz aprisionado jamás estuvo cerrada—.
Lloras cual niña pequeña, te resguardes en la fragilidad de sus propios brazos. Las cicatrices parecen arder como nunca antes, la inflamada carne de tu vagina palpita dolorosamente. Gimoteas, y tus uñas se entierran en tu blanca piel —esa que está cubierta de cicatrices y dolorosos recuerdos—. Gimoteas y suplicas silenciosamente por ayuda. Y pronto sientes que vuelves a ser esa indefensa chiquilla asustadiza de dientes torcidos y rodillas raspadas. Te sientes indefensa y perdida; al igual que Alicia en el País de las Maravillas.
Pero existen dos pequeño detalles: tú no eres Alicia y ese infierno —al que todos llaman «realidad»— no es el País de las Maravillas.
Notas de la autora: ¡Hey! ¿Cómo estáis? Soy nueva por aquí y me he animado a postear una de las ideas que tenía bien guardada en las profundidades de mi PC. Y, pues nada, agradecería muchísimo recibir vuestras opiniones; comentarios, preguntas, críticas constructivas, etc.
