Bridgette era como un día soleado. Era cálido, radiante. Uno que con una palabra, gesto o acción podías hacer que te deje cegado por su brillantez. Para algunos los cielos soleados son los días más felices. Félix no lo creía así, un día soleado aun podía ser triste, no cambiaba el hecho de que todo esté más "iluminado". Pero al poco tiempo se dio cuenta que de verdad los cielos soleados eran los más felices, estos, te brindaban su alegría.

Cuando cerraba los ojos, el, podía ver sus sonrisas, su incondicional apoyo y oír sus amables palabras.

Se dio cuenta que con esos gestos, palabras y acciones, las personas cálidas te reconfortaban, te hacían sentir mejor. También te hacían creer que todo estaría mejor.

Y mucho tiempo después, se dio cuenta de que necesitaba ese calor. Necesitaba ver que todos los días, sean soleados.

.

.

.

— Félix —Llamó Bridgette al verlo tan ensimismado regando el girasol. Él se giró poniendo su mano en su frente en un intento de ver ante los fuertes rayos de sol que brindaban ese día— ¿Tanto te gustan los girasoles?

Él esbozó una leve sonrisa.

— Si... —Declaró— Porque son como yo.

Bridgette se sonrojó, lanzándose a sus brazos con infinita alegría, aun, seguía comparándola con un día soleado.