¿Se han preguntado alguna vez qué pasaría si las decisiones que han tomado fueran diferentes? ¿Qué pasaría si el mundo no avanzara como hace?

Las posibilidades se vuelven infinitas.

Quizás existe un mundo paralelo donde yo soy un chico con una vida tranquila, lejos de la guerra y el odio. Quizás soy un campesino o tal vez un estudiante de los números que solo quiere obtener una profesión digna con la cual poder mantener a su familia. Quizás estoy casado con una bella mujer que me mira con un profundo amor cada vez que despierta junto a mí e incluso podría tener hijos con los que jugar cada tarde y...

Y todo eso importa una mierda.

Considerando que la vida no se arma con un montón de "quizás"es, me conformo con pensar que todas mis decisiones me han traído aquí.

Pero para poder comprender el trasfondo de lo que hablo, debo comenzar desde un principio.

Mi nombre... Edward Cullen

Edad... veintiséis años.

Profesión... Conocido músico y exitoso abogado alemán, pero la vida es un conjunto de cambios a los que debemos adaptarnos y tal como el gran Darwin describió en su teoría evolutiva, en la lucha por la existencia, solo el más fuerte sobrevive.

Se que a pesar de no ser lo correcto, esto es lo más conveniente y por eso no con orgullo debo decir que actualmente... formo parte de las tropas nazis.

-EIN!

Cascos fijos

-ZWEI!

Rifles cargados

-DREI!

Filas cerradas

-VIER!

Hora de la caza... Tomar mi humanidad para poder enterrarla en lo más hondo que mis manos cubiertas de sangre inocente me lo permitan.

März!, ¡März!, ¡März! – oigo como si una música ambiental inundara todo el campo abierto donde los jefes de tropa dan ordenes a los soldados más jóvenes.

-¡Oficial Cullen! –habla-grita un soldado pidiendo permiso para dirigirse, poniéndose rojo del esfuerzo que realiza para hacerse oír por sobre el alboroto.

-¿Sí soldado? –pregunto desde mi posición con la voz dura, transmitiéndole quien es el que lleva el orden de este pelotón.

-¡Señor, las filas están listas! -grita a todo pulmón sin mirarme a los ojos, temeroso de recibir un golpe porque ha faltado el respeto a un superior.

-¿Cuántos son? –digo sin siquiera intentar recordar su nombre, no porque no me interese, sino porque eran tantos y tantos los que morían a diario en el campo de batalla, que no valía la pena. Porque cuando la muerte es parte de tu día a día nadie importa realmente.

-¡Son 239 soldados señor!

-Envía 200 al frente, los más jóvenes vienen conmigo... vamos a buscar algo de basura y a forjarles un poco el carácter a estos niños- expreso con gracias mientras me doy la vuelta para ver los cientos y cientos de hombres que se desplazan de un lado a otro en lo que resulta el caótico pedazo de tierra que usamos para distribuir las tareas entre los participantes del ejercito.

-¡Señor, sí, señor!

Lo veo dar instrucciones para organizar rápidamente y cumplir las órdenes que yo he dado, porque yo soy el Hauptscharführer*, suboficial superior de las escuadras de defensa.

A veces me cuesta comprender que es lo que piensa la gente, los seres humanos a diferencia de otras especies no nos movemos en conjunto por la sobrevivencia, sino motivados por el egoísmo y el deseo de pasar por encima del resto, ahora, no creo que aquello nos haga malvados, para poder comprenderlo sin criticarlo hay que tener visión respecto a lo que la humanidad busca.

Se que muchos no estarán de acuerdo conmigo, pero tampoco busco convencerlos. Se que los conceptos de perfección y la marcada autorreferencia de nuestra ideología no es más que relleno para convencer a los cientos de personas que se encuentran ajenas a todo en sus casas, pero nuestra sociedad busca el poder, que me jodan con que Churchill quiere ganar esta guerra para establecer la paz en la jodida bola de fuego que se ha vuelto la tierra, que Stalin y Franklin me besen el culo.

También soy consciente que todo ya no luce como cuando comenzó, se que estamos perdiendo dominio y que nuestros ejércitos a penas están resistiendo las bajas. Veo los rostros de miedo en los soldados que parten cada día y se que la cosa no va a terminar como se nos prometió en un principio.

¿Hay una crueldad sin límite?

Me lo pregunto mientras observo como llenan los transportes de ganado con los judíos que se han vuelto el foco de nuestro experimento, una sociedad que avanza necesita hacer sacrificios, e insisto en que debemos ser visionarios para poder comprenderlo. ¿Por qué ellos y no cualquier otro? Sencillo, porque esos perros eran quienes adquirían cada vez más el poder económico en Alemania, sin contar con cuanto se beneficiaron de nuestra derrota en la primera guerra.

Soy un cínico hipócrita, cínico porque no me importa decirlo e hipócrita porque finjo que tengo consciencia respecto a lo que pasa, lo admito y me conformo con ello, porque se que solo me justifico y no siento ni la más remota culpa por hacerlo. ¿Me creo superior? No... bueno, quizás sí, al menos soy consciente de todo lo que ocurre realmente y no soy una oveja del rebaño que solo sigue ordenes de un líder egocéntrico, se que cuando lo digo sueno como si lo fuera, pero créanme que tiene mucho sentido en mi cabeza.

-¡Señor, los candidatos y reclutas ya fueron divididos y avisados, los Bewerber** que lo acompañaran lo esperan para seguir sus instrucciones, señor!

-Muy bien, tu dirige a los que van al frente de batalla –digo siendo consciente de que probablemente no volvería. Muy pocos han sobrevivido a los avances soviéticos de los últimos meses.

-¡Señor, sí, señor! –dice haciendo el saludo propio a la situación, a lo que respondo de inmediato.

El joven de ojos claros, cabello rubio y una altura considerable –perfecto ejemplar del estereotipo militar que por allí hay –sale trotando para enfrentar su estúpido destino que él mismo se ha forjado, idiotas, todos unos incompetentes.

Volteo a ver las filas, tres perfectas paralelas de trece personas, cada una esperaba mis indicaciones. Con rigidez comienzo a caminar frente a ellos, se que nada les sube más la adrenalina que observar a un superior en silencio, se que me admiran y al mismo tiempo me temen–¡soy el Hauptscharführer Cullen! Y óiganme bien cabrones que quien manda aquí soy yo, las ordenes se dan una vez y más vale que presten atención si no quieren acabar como cualquier puto judío en un horno crematorio ¿fui claro?

-¡SEÑOR, SÍ, SEÑOR! –se oye a coro todas las voces y siento como mi cuerpo empieza sintonizarse con el ambiente, despertando mis sentidos uno a uno.

Entonces lo veo, un crío de no mas de 10 años con la cara cubierta de tierra camina entre las tropas completamente desorientado. Grita, llama a su madre que ha desaparecido y no necesito darle más vuelta para saber que de algún modo se ha salido del grupo de judíos que están subiendo al transporte. Tirita levemente y su mano derecha se refriega el ojo con nerviosismo, mientras se acerca al pelotón que estoy dirigiendo.

Nadie se voltea, porque no pueden arriesgarse a que yo los vea saliendo de su formación, entonces llega ese maldito punto en que toda mi ideología se ve cuestionada, ese momento en el que no estoy tan seguro de que hacer, porque es un niño y no tiene la culpa ¿pero quien tiene realmente la culpa en una guerra?

"Por favor vete de acá" pienso, porque no quiero tener que ser quien le hable primero, porque prefiero que cualquier otro suboficial se encargue de él.

Sus brazos como alambre le dan imagen de un espantapájaros carcomido por los buitres y ya está junto a mi pelotón cuando se pone a llorar, asustado, solo y perdido.

"Es solo un crío" pienso mientras el corazón se me aprieta a penas ante la leve punzada de culpa, pero no es mucho lo que queda por hacer. Lo observo lleno de rabia, porque no se ha alejado, porque a venido hasta estar junto a mí delegándome la total responsabilidad de lo que le ha de pasar.

"Él se lo ha buscado"

Me intento convencer antes de sonreír con sorna en dirección al pequeño. Veo a los candidatos debatiéndose entre mirar y no hacerlo, algunos observando de reojo y se que ya está, lo que sucederá es inevitable -¿se te ha perdido tu madre? -cuestiono con gracia mientras veo algunas sonrisas dentro de los treinta y nueve candidatos que forman filas.

El niño hipando asiente y decido como el cobarde que soy que yo no lo guiaré a la condena, me acerco hasta el candidato más próximo y a pocos centímetros de su rostro hablo con ácido en la lengua -el niño quiere a su madre -sonrío al soldado raso -llévalo con ella ahora.

-¡Señor, sí, señor! -dice cuadrándose para poder romper filas, camina con rigidez hasta el niño que le tiende su mano confiado en que el uniformado lo guiará en la dirección correcta, pero se queda con la mano estirada porque el candidato le empuja con la culata del rifle para que avance por el camino de tierra que lleva a los trenes.

Se lo que pasará con él, se que no se encontrará con su madre y que morirá dentro de las próximas 24 horas creyendo que ha llegado a un campamento para comer galletas de merienda, no entiendo del todo porque de todas las posibles maneras indoloras en las que podemos acabar con el problema judío, específicamente con los niños, elegimos el envenenamiento que resulta largo y doloroso, pero yo no estoy capacitado para poner en duda las metodologías de mis superiores.

Me quedo unos segundos ahí observando como se aleja confiando en que verá a su madre, y me muerdo la lengua un par de segundos mientras mi razón establece nuevamente el orden de mis pensamientos. No puedo dejarme llevar por sentimientos infantiles.

Se que debo avanzar y es lo que hago, nos toca ir de expedición, en busca de las ratas que se esconden en las residencias abandonadas que aún quedan en Polonia. Mientras los soldados suben a los camiones observo la polvareda que nos rodea, hemos de ir al sureste de Lublin, un pueblo llamado Piaski, porque es terreno aún no barrido.

El viaje hasta allá tarda unas seis horas sin contratiempos, seis horas que dedico a mirar mis manos pensando, como siempre, en por qué he decidido formar parte de esto. El fin de la guerra se avecina, y sin importar como acabe lo agradezco, porque día a día siento como el espíritu se me seca.

Las casas de tres pisos a forman un sendero entre el largo césped que medio esconde las puertas raídas de las entradas, la madera corroída y un tanto podrida le da un aspecto completamente tétrico al bosque que aparece tras ellas. Las piedras de las paredes se caen a pedazos y más que un pueblo, parece que solo fuesen restos de un terremoto. Y lo se, lo siento, se que hay gente escondida entre los escombros.

Estos dos años de experiencia siendo suboficial me han desarrollado el instinto suficiente para identificar donde se esconden como cucarachas, entonces meto en una caja todos los pensamientos, todas las dudas y comienzo a hacer lo que debo.

Divido a los treinta y nueve soldados en tres grupos de diez y uno de nueve al que me uniré, llamo a uno por equipo para hablarles dentro del camión -quien consiga más perros recibirá ración doble de alimento hoy -sonrío a lo que ellos se ríen bajo -Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer***- digo y veo sus brazos derechos alzarse en un ángulo de cuarenta grados a penas inclinados hacia la derecha.

Heil Hitler! -los oigo responder antes de que todo comience.

Los Bewerber bajan con sigilo sosteniendo sus rifles y esperando indicaciones. Pegando mi arma al pecho indico con dos dedos de la mano izquierda que camino ha de tomar cada grupo, el primero al sur, el segundo al oeste, el tercero al norte y nosotros al este.

Avanzamos de prisa, de lo contrario es probable que quienes se escondan nos vean y se desplacen antes de que los atrapemos, llegamos a una bifurcación en el camino de tierra y nuevamente divido al peloton en dos, se que no se esconden en grupos grandes, la mayoría son individuos aislados o partes de familias que de algún modo han sobrevivido, así que yo junto a cuatro candidatos más tomamos el sendero que lleva a la derecha, una corrida de tres casas abandonadas aparece y entonces me detengo cinco segundos, analizando, si hay gente refugiada en más de una casa solo podremos atrapar a quienes estén en la misma residencia, si vuelvo a dividir al grupo, conociendo la inexperiencia de estos chicos probablemente la misión falle, por lo que decido que todos entraremos a la casa de en medio, dos cuidarán las esquinas de la estructura para ver que nadie salga de las casas contiguas, si alguien intenta escapar se disparará a quema ropa, los otros tres limpiaremos los pisos individualmente.

.

..

"Que me lleve el demonio"

Es todo lo que pienso cuando oigo el ruido que se forma fuera y mi pulso aumenta de sopetón, Dios por favor no ahora.

"no dejes que nada le pase, promételo"

Observo a mi hermana hecha un ovillo en el suelo mientras duerme acurrucada a unas mantas apolilladas que le han permitido abrigarse durante la noche.

"Lo prometo"

Me resuenan en la cabeza una y otra vez las últimas palabras que oí de mi padre antes de que desapareciera de nuestra vida para siempre, he visto lo que son capaces de hacer por eso no puedo evitar el pánico que me inunda al punto de vomitar. A gatas me acerco a la ventana que hay en el tercer piso que es donde nos encontramos para observar desde aquí como un grupo de diez hombres de vestimenta militar rodea la residencia donde mi hermana y yo nos escondemos.

"Vamos que algo se me ha de ocurrir" pienso deseando llorar como un bebé pero manteniendo tanto autocontrol como me es posible para no perder la cabeza. Vuelvo tan silenciosa como puedo junto a ella y con un suave movimiento para no asustarla la despierto mientras me acerco a su oído para susurrar -Nessie levanta...

Oigo como la puerta del primer piso se abre de golpe logrando que mi hermanita salte asustada. Abro los ojos llena de terror unos segundos al darme cuenta que se nos acaba el tiempo. No puedo histeriquear, debo cuidarla, así que le pongo un dedo flaco sobre los labios y le indico con un gesto que me siga.

Llego hasta el sucio y oxidado catre que hay en la habitación donde meto a mi hermana, son silenciosos pero mis sentidos se han agudizado demasiado como para no notar sus pasos que suben la escalera hasta el segundo piso.

-Despejado- dice alguien desde el piso inferior y se oye como los pasos avanzan por las escaleras que llevan al tercero. Me arrastro hasta el armario justo al tiempo que oigo las pesadas botas de los soldados detenerse frente a la puerta de la alcoba y entonces ruego, le pido a Dios poniendo mi alma en ello que por favor no me hayan escuchado, que por favor no nos encuentren.

La puerta se abre de golpe mientras desde el segundo piso se vuelve a oír un "despejado".

Desde la ranura que hay en el armario veo dos pares de botas caminando dentro de la habitación. Mi respiración se detiene unos segundos mientras ruego que no vean a Nessie.

-¿Estas putas del infierno quieren jugar a las escondidas? -una voz masculina llena de dureza se eleva dentro de la habitación y yo comienzo a temblar levemente, porque en el fondo del corazón se que me ha encontrado. Y quiero desaparecer, quiero rendirme y salir de allí para que todo acabe de una vez, pero no lo hago por me he quedado congelada al escuchar el leve sollozo que brota desde abajo del catre y se lo que se siente cuando el corazón se detiene.

Involuntariamente me inclino para poder ver mejor y observo como su rostro joven sonríe con maldad, pero sin alegría, con hipocresía, sus ojos verdes apagados no expresan nada mientras se inclina con lentitud y mete la mano bajo la cama tirando del cabello con una fuerza brutal a mi hermana pequeña.

Nessie llora y alza sus manitas intentando sostenerse de algo o de apartarle las manos porque le hace daño -¿Cuál es tu nombre? -pregunta él mientras un tercer soldado entra a la habitación, ella no contesta porque sigue soltando un mar de lágrimas al tiempo que tirita como si tuviese un ataque epiléptico y yo, yo sigo petrificada como la cobarde que soy -Te pregunté cuál-es-tu-nombre -repite sin mucha paciencia, levantándola en vilo como si se tratase de un trapo.

-¡Renesmee! -grita atragantándose con su saliva mientras se aferra al brazo del hombre que parece ser un general o algo por el estilo para disminuir el dolor que le genera el fuerte agarre del cabello-Renesmee Swan -repite hipando.

-Bien Renesmee ¿Quién más está acá? -la interroga siendo consciente de que una niña de 4 años no puede andar sola. Pero mi hermana pequeña no le contesta y comprendo de inmediato que se calla no por el dolor que siente, sino porque a sus cuatro años tiene el valor suficiente para enfrentarse sola a aquello para poder protegerme, para no delatarme -¿saben qué? -lo oigo nuevamente hablar con ligereza, como si no estuviese maltratando a una pequeña indefensa -practiquen puntería -finaliza arrojándola al suelo en dirección a la puerta donde el último soldado que ha entrado se inclina para levantar a mi hermana.

En ese momento, en aquel preciso momento salgo de mi letargo, meto el terror en lo más escondido de mi corazón y de un solo movimiento salgo del armario aterrizando sobre mis palmas mientras grito que por favor no se la lleven. Siento los ojos de todos observándome y de pronto un disparo suena fuera de la casa, el ruido de aves volar me cala los oídos mientras todos voltean a la ventana por la cual me asomaba yo hace unos minutos.

-Señor, alguien a intentado escapar de la casa contigua -dice el soldado en dirección al hombre que arrojó a mi hermana.

-¿Lo mataron? -pregunta observándome desde arriba mientras Nessie se seca las lágrimas con la mano libre dado que el otro uniformado le sostiene la muñeca izquierda.

-Al parecer señor -responde, entonces sonríe con suavidad alzando los ojos al techo medio destartalado que nos cubre las cabezas.

Camina lento hasta mí y se pone en cuclillas para estar de frente, es joven, demasiado, más de lo que parecía a primera vista, sus ojos Verdes impenetrables me miran directo, robándome el aliento porque siento que me lee por completo.

"Por favor Dios protégela, por favor no dejes que nada le pase"

Esta vez es a mí a quien coge del cabello para que no le mueva la vista, pero lo que no sabe es que incluso sin sostenerme no habría corrido la mirada, porque espero pesarle en la consciencia el resto de la vida.

-¿Estabas intentando burlarte de mí? -pregunta a centímetros de mi cara mientras sonríe con asco -¿Creías que podrías burlarnos? -pregunta antes de que una risa profunda le brote de los labios con crueldad -¿no se dan cuenta? No son más que unas ratas -me dice con un rostro de algo similar a la tristeza -sois mierda -finaliza con la mirada perdida, susurrando como si se lo dijese más a él mismo que a mí.

No se que ha hecho pero de pronto siento que la mitad de mi cara se estampa contra la madera del piso y la casa retumba en todos lados, la vista se me nubla un par de segundos antes de dar vueltas y comprendo que ha azotado mi cabeza contra el suelo.

-La niña junto con los críos, la puta esa -dice indicándome con la cabeza -a Auschwitz-Birkenau****.

-Nessie -susurro sin comprender la situación por completo.

Es cuando el soldado empuja a mi hermana fuera de la habitación y ella se lanza hacia mí para no dejarme -¡Bellaaaa! -grita mi nombre cuando el chico la coge por el cuello de su vestido para luego atraparle los brazos. Se agita e intenta estirar sus manos hacia mí pero no se lo permite, en lugar de eso la aprieta contra sí mismo para que se rinda.

-¡No! -grito intentando soltarme del otro soldado que ha venido a por mí -Por favor, por favor no se la lleven, se los ruego -grito soltando lágrimas, cogiéndolo del pantalón con desesperación.

-¡BELLA! -vuelvo a escucharla mientras la dirigen a la escalera, yo me paro y medio tropiezo sobre mis rodillas, pero me retienen con tanta fuerza que no puedo seguir avanzando por más que quiero. Intento morderlo, doy patadas y lloro mientras siento que el alma se me cae a pedazos porque los pesados botines dan escandalosos pasos escalera abajo.

Me tiran al piso al ver que he dejado de luchar cuando los gritos de mi hermana se han mezclado con el aire frío que se extiende por el lugar, repito su nombre una y otra vez como una demente al comprender que ha desaparecido.

-Venga, dejen de jugar y llévenla -avisa el superior sacándome del cuadro abstraído en el que me he sumergido los últimos minutos, recuerdo que no estoy sola siendo miserable, que es él quien me ha vuelto miserable y lo odio, con todo el corazón lo aborrezco y se lo expreso así, alzando el rostro le escupo a los pies.

-¡Que te quemes en la tumba perro maldito!- Él observa por la ventana el atardecer como si se tratara de una portada vacacional y nada malo ocurriera.

-No soy precisamente yo el que va a arder- menciona dándome la espalda.

-¡Te vas a arrepentir todos los días de tu miserable vida! - sentencio mientras me arrastran fuera de allí bañándome en una rabia infinita al no poder hacer nada, ante la impotencia que me genera su comentario -¡NOS VEREMOS EN EL INFIERNOOO! -grito a todo pulmón antes de perderlo de vista, segundos antes de echarme nuevamente a llorar.

Quizás yo ardería, pero me aseguraría de que él lo haría conmigo.

SS: organización militar de Alemania nazi.

Hauptscharführer*: suboficial superior de las SS.

Bewerber** : rango militar más bajo en la Alemania nazi, candidatos a la SS.

Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer***: eslogan político muy utilizado entre los nazis, significa "Un pueblo, un imperio, un líder"

Auschwitz-Birkenau****: Campo de exterminio ubicado en Polonia donde murió la mayor parte de las víctimas del holocausto.


Chan, bueno, esta historia ya fue publicada y todo eso, pero he decidido reeditarla y dividirla en dos partes, también consideraré las solicitudes de una tercera parte así que estén mega atentossss. espero que las modificaciones les gusten y esooo, besitos para todes. Peace out.