Disclaimer: Los personajes les pertenecen a Kubo, Sayo, MAPPA, y un montón de gente que no tienen la cabeza retorcida, como yo.
Información que cura: Este fic es del género food-chain verse. He visto que muchos se preguntan de qué va esto, puesto que no es tan conocido. Es un tema donde los humanos se dividen en razas, al igual que el omegaverse, basadas en la dieta alimenticia. De modo que existen carnívoros, omnívoros y herbívoros. Los carnívoros pueden llegar a comerse a los herbívoros (si pensaron en sentido sexual, ¡vayan a la iglesia, pecadores!). Es un tema muy poco desarrollado, por eso: ¡por favor, escriban más sobre esto!
Advertencia: Cuando ponga mi lemon mal hecho, yo les aviso. Pero vayan haciéndose a la idea de que esto tiene desde sexo bonito, hasta BDSM.
Notas de autor: Bueno, el final de este capítulo pasa cuando abusan del OoC jajaja. ¡No me culpen! En el anime, me pareció que Yuri tiene sus momentos de sádico. Si no, ¿cómo explican que se sintió mejor, en el capítulo 7, cuando vio la cara de Víctor? ¿O su primera reacción al verlo llorar? Ah, ¿ven? Me gusta más imaginar que Yuri tiene un lado agresivo, que es fuerte, y no una nenaza.
Al principio, cuando vio a Yakov acercarse con un papel y una expresión aterrada, Víctor se echó a llorar. De la forma más digna posible para un hombre de 27 años, claro. No quería ir a la cárcel. ¡Ni siquiera había querido lastimar a nadie! Siendo carnívoro, había caminado junto a cientos de herbívoros sin sentir deseos de hincarles el diente y comérselos. ¡Que casi devorara a la chica con la que estaba saliendo fue un desliz! Ella se cortó, y el olor dulzón de la sangre lo atacó de forma inesperada. Y ahora por ese acto instintivo lo iban a enviar a la cárcel. Chris le había contado cosas horribles de ese lugar: eran comunes los golpes, las violaciones y burlas. Víctor no soportaba ni que se le partiera una uña, e imaginar profanada su entrada - sobre todo a manos de criminales - le pareció motivo suficiente para matarse.
Yakov tuvo que esforzarse para hacerse escuchar por encima de los sollozos.
- Lo siento, Vitya. Intenté evitarlo, pero el tribunal te condenó a un año con El Domador de bestias - había dicho, sosteniendo en alto el papel que declaraba con lugar la sentencia.
Inmediatamente, Víctor dejó de llorar.
- ¿No voy a la cárcel?
- Vitya, ya desearías ir a la cárcel. ¿Acaso no sabes lo que significa ir con El Domador?
Por supuesto que sabía. Todos los carnívoros hablaban del Domador Katsuki. Lo tenían por una persona tan cruel y despiadada, que nadie bajo su cuidado mantenía la cordura por más de 6 meses.
- Al menos te atenuaron la pena, gracias a que confesaste y porque no poseías antecedentes penales. ¡Querían sentenciarte a dos años! Eso es inhumano.
- Lo bueno es que no iré a la cárcel.
- No seas inmaduro. Esto es mil veces peor. Tienes dos semanas para preparar tus cosas. Sólo debes llevar lo básico. Iré...iré preparando los papeles necesarios.
Yakov habló sobre otras cosas. Algo sobre una apelación y demás términos jurídicos que ni entendía ni le interesaban. ¿Qué más podría importarle, si no pasaría un año de su vida pudriéndose tras las rejas?
El tiempo pasó. La apelación fue un fracaso y, aunque con dos meses de retraso, llegó el día de cambiar su apartamento por la residencia del Domador. Ahora que estaba frente a las puertas de la mansión de Katsuki, tan majestuosa y refinada como en donde se había criado, Víctor estaba más que convencido de que Yakov le ganaba en dramatismo y exageración.
Se bajaron del carro, arrastrando las tres maletas que Víctor se empeñó en llevar. Desde el jardín, notaron a dos personas que los esperaban en la puerta, vestidos con un frac que sólo usaría el personal de servicio Dos carnívoros. Lo supo por el aspecto fuerte de sus mandíbulas, y por los filosos colmillos que exhibieron al hablar. Uno de ellos, un muchacho moreno y sonriente, fue quien les dio la bienvenida.
- ¡Un placer! Somos Phichit y Yurio, los asistentes del Domador Katsuki. ¿Quién de…?
- Que me llamo Yuri, maldición. No Yurio - masculló el otro chico.
Se notaba más joven que Phichit; un adolescente, cuyo cabello rubio y ojos de un vivo color esmeralda lo diferenciaban por mucho de su compañero. Salvo esas palabras, no dijo nada, dedicándose a observar a los visitantes de arriba abajo, con el ceño fruncido. Como si le dieran asco.
- Bueno... ¿quién de ustedes es el señor Nikiforov? - retomó Phichit.
- Él - respondió Yakov, señalando a Víctor - yo soy su abogado, Yakov Feltsman. Quisiera hablar un momento con el Sr. Katsuki.
Yurio chasqueó la lengua.
- Será mejor que vaya por ese cerdo…
Antes de moverse, ya le habían lanzado las maletas. Phichit se rio por lo bajo, decidiendo buscar al Domador y haciendo pasar a los dos visitantes.
- Pónganse cómodos mientras esperan - les gritó desde la escalera, siempre en tono alegre.
Víctor comenzó a examinar el vestíbulo con la mirada. No le sorprendió, al igual que muchas cosas en su vida. Las paredes blancas, las enormes lámparas reluciendo aun estando apagadas, dado que la luz del sol, entrando a raudales por las ventanas, les daba de lleno. Cada objeto, cada mueble producía un efecto luminoso y brillante. Sabía que esa vivienda no le pertenecía sino al Estado, que sólo ellos la concedían al Domador durante el tiempo que este trabajara, y aun así nada sugería que allí viviera el sádico que la gente gustaba retratar. Su inspección se vio interrumpida con el regreso de Phichit.
- Yuri...perdón, el Sr. Katsuki bajará en un momento. Yurio, él me dijo que fueras mostrándole su cuarto al Sr. Nikiforov.
Yurio volvió a chasquear la lengua. En su forma de actuar, se apreciaban sus ganar de llevar el equipaje a patadas. Víctor, por su parte, hubiese preferido quedarse ahí y espiar la conversación entre Yakov y el tal Katsuki. Sin embargo, le ganaron sus deseos de explorar la casa, además que sería ventajoso sacarle algo de información al chico. Enfilaron por un pasillo alargado, cuyo lado derecho proporcionaba una vista increíble al invernadero, gracias a los ventanales que abarcaban desde el piso hasta el techo. Yurio se mantenía al frente, envuelto en un silencio sepulcral.
- Entonces, trabajas aquí.
- ¿No es obvio, cabeza hueca?
¡Este mocoso!
- Me refiero a que, siendo carnívoro, no tendrías que trabajar así. ¿Acaso pasaste por las manos del Domador? ¿Realmente es tan horrible que te transformó de un tigre a un gatico doméstico?
- ¡Cállate! Si yo quise quedarme con Yuri es mi maldito problema. Ocúpate de tus asuntos y no se te ocurra meterte en mi vida privada, ni en mis decisiones, anciano.
Continuaron caminando bajo un ambiente tenso, hasta que Yurio se detuvo ante una puerta, tirando las maletas con rabia. Abrió la habitación, y en ese corto periodo de tiempo, Víctor olvidó aquella confrontación, pensando en lo maravilloso que debía ser su cuarto. Porque entre tanto lujo y belleza, su cuarto tendría que ser precioso, aunque tal vez no fuera excepcional, ¿verdad?
Pero en cuanto Yurio dejó de taparle la visión...la alcoba realmente lo dejó impresionado. La imagen que se le presentaba bastó para abrirle los ojos como platos y dejarlo boquiabierto.
El chico soltó una risita al ver la expresión de Víctor.
- ¿Te gusta? ¿Por qué no entras? - propuso en tono zalamero, pateando su espalda aunque no consiguió moverlo ni un centímetro.
Y es que la habitación era... ¡era horrible, carajo! Las paredes estaban pintadas con el peor tono de marrón, como el color de carne de hamburguesa descompuesta, y el armario de madera oscura no ayudaba a identificarlo entre tanta oscuridad. La cama semejaba una tabla que alguien hubiese cubierto de trapos, junto a un almohadón de plumas deshilachado. Los escasos objetos se apilonaban en el reducido espacio. Y visto lo visto, la bombilla desnuda que colgaba del techo no alumbraba nada. Tendría que conformarse con luz natural, pero…
- Dios mío… - susurró Víctor, al descorrer las cortinas y hallar la ventana tapiada.
Tras él, Yurio se carcajeó a sus anchas. Sólo lo detuvo el llamado lejano de Phichit.
- Yurio. Yuri quiere ver al Sr. Nikiforov en su oficina.
Aun entonces, le quedó cierta sonrisa fiera.
- Andando, viejo. Ya admirarás tu suite después.
En cuestión de segundos, Víctor había preparado un listado de quejas que planeaba soltarle al tal Katsuki apenas entrara. Y éstas aumentaron al descubrir que su oficina era enorme, repleta de sillones acolchados, adornos coloridos y una vitrina rebosante de medallas de plata y oro. ¡Cómo era posible que, entre tantos lujos, su habitación fuera una porquería! No obstante, las palabras que planeó soltar murieron en su boca. Tras el escritorio, se encontraba la pared tapada bajo muchos reconocimientos, y un muchacho concentrado en sus papeles. El reflejo de sus lentes ocultó sus ojos, hasta que levantó la vista. Ojos oscuros, capaces de atraerlo con cierto brillo bondadoso. También le esbozó una sonrisa dulce que, pese a todo, Víctor catalogó como hermosa. ¿De verdad ese era el temido Domador de bestias?
- Un gusto conocerte, Víctor. Mi nombre es Katsuki Yuri. Estuve charlando con tu abogado sobre…
El lado racional de Víctor le gritaba sobre la importancia de lo que dijera Yuri, sea lo que sea. Aun así, cualquier intento de concentración fracasaba estrepitosamente. Por el olor. La oficina entera estaba impregnada de un olor dulzón. Olor a herbívoro. Inconscientemente, Víctor se relamió los labios.
- ¿Vas entendiendo? - intervino Yuri.
- Ah, sí. Perfecto – respondió. Rogaba porque no sonara desorientado, cuando en realidad llevaba rato sin prestarle atención.
- Vale, el horario de rehabilitación durará de 10am a 6pm. Espero que seas puntual, o sino…
¿Tantos carnívoros "peligrosos" habían entrado a esa oficina, y ninguno había tratado de devorar a Yuri? No lucía muy fuerte, y considerándolo con cabeza fría, la solución a sus problemas radicaba en dejarse dominar por los instintos esta vez, sólo esta vez. Podría devorar a Katsuki y escapar. Pero devorarlo bien, porque sería su primera vez probando la carne que su naturaleza le pedía; y porque ese aroma, sumado a lo adorable de su apariencia, no permitía que fuese un bocadillo ligero. Debía degustarlo. La simple idea le hizo agua la boca…
Víctor conocía sus propias fortalezas y debilidades. Su parte racional, ya desistiendo a oír las instrucciones del Domador, analizó la sala. Él mismo bloqueaba la puerta, y además era rápido. Si lograba abalanzarse sobre Yuri por sorpresa, no tendría tiempo de huir. Ah…Aunque la ventana estaba cerca. ¿Podría lanzarse a través de ella, no importando caer desde un segundo piso? Posiblemente, sería una opción para Yuri. El instinto era cosa asombrosa. Y sino, que le preguntaran al mismo Víctor, quien se acercaba con la excusa de leer los lomos de algunos libros, cuando su objetivo era eliminar un escape por la ventana. Todo siguiendo un lado depredador que no reconocía.
- ¿Alguna pregunta? Puedes hacer las que quieras - dijo Yuri.
Ya casi. Ya lo sentía a su alcance…
Cuando miró de reojo al herbívoro, captando su figura enfrascada en la lectura de unos documentos, reconoció la oportunidad. Se lanzó hacia él, con las manos extendidas para apresar su cuello e inmovilizarlo. Pero antes de si siquiera de tocarlo, Yuri le propinó un puñetazo en la mandíbula, que lo hizo apoyarse contra el escritorio. Tal vez fuese porque nunca lo habían golpeado, o quizás Yuri ocultaba mucha fuerza en ese cuerpo delgado; lo cierto es que la mente de Víctor quedó en blanco unos segundos, asimilando las ráfagas de dolor que cruzaban su rostro.
Sin embargo, ahora estaba a poca distancia de Katsuki, quien continuaba sentado en su silla, ceñudo. Víctor se repuso e hizo un nuevo intento, sólo que esta vez Yuri conectó una patada con su nariz. Lo primero que vio el carnívoro fue la sangre manchando la alfombra, antes de sentir un dolor agudo. Se alejó, y al chocar contra la mesa, pensó que subirse en ella sería buena idea.
No fue como si al Domador le gustase eso. Ya de pie, volvió a lanzar otra patada, impactando contra la sien de Víctor. Necesitaba alejarlo de su espacio, de modo que siguió golpeando hasta que su oponente alcanzó el borde de la mesa. Por puro reflejo, Víctor se aferró a Yuri al notar su caída. Ambos terminaron en el suelo, con Víctor debajo de quien tendría que ser la presa. Dios, cómo le dolían su nariz y cabeza. El mismo instinto que le ordenó atacar ahora le suplicaba por retirarse. Se arrastró como pudo, empujando el cuerpo de Yuri con los pies, y se levantó.
La salida.
Necesitaba ir con urgencia hacia la salida.
Sin embargo, fue muy tarde. Apenas dio la vuelta, Víctor notó algo frío y áspero enroscándosele en el cuello. Y al bajar la vista, apreciando una cosa negra, entendió de qué se trataba. Un látigo. Sacado de algún escondite, Yuri le había atado un látigo. Con un jalón, consiguió derrumbarlo de cara contra el suelo. Víctor trató de quitárselo; no obstante, se detuvo al notar un peso encima de él. Yuri lo pisaba, mientras tiraba de la soga hacía arriba. El cuero le estaba cortando la respiración, y a ello se sumaba el dolor provocado por la posición antinatural que tenía, su cabeza levantada unos milímetros de la alfombra. Probablemente la presión no fuese mucha, pero la desesperación le ganó, obligándole a tomar grandes bocanadas de aire sin que pudiese satisfacer sus pulmones.
Lo iban a matar. Yuri lo iba a matar sin que nadie fuera a detenerlo.
- No intentes pasarte de astuto, Víctor. Sé un buen chico, y no tendrás que atravesar situaciones tan...vergonzosas.
Un movimiento de manos, y el látigo abandonó la piel de Víctor con una última caricia. Intentó recuperar el aire perdido y calmar el temblor en sus manos. Tenía miedo. Tenía miedo de casi morirse. No deseaba mostrarle su expresión de terror, pero cuando giró la cara para observar a Yuri, comprendió que había fallado.
El Domador le observaba desde arriba, desplegando una expresión de confianza y diversión, su pie todavía ensuciándole la ropa. Y Víctor no pudo sino sentirse vulnerable bajo aquella mirada. Igual a una presa.
- Vamos a llevarnos bien, Víctor - añadió, curvando los labios en una mueca afilada. Ni rastros de la sonrisa amable del inicio. Y lo peor, es que halló esa mueca violenta más deslumbrante que la anterior.
Sin ser consciente, a Víctor le quedaron claras dos cosas: 1) se había fijado devorar a Yuri, no sólo para escapar antes que él lo matara, sino como meta personal; 2) no la tendría nada fácil: Katsuki Yuri era aún más salvaje que él.
