James Potter nunca ha sido bueno calculando. Sí, el mismo que está perdidamente enamorado de Lily Evans y el mismo que daría su vida por salvar a cualquiera de sus amigos, es terrible calculando. Cualquiera que tuviese un acercamiento, por más mínimo que sea, podía darse cuenta. Por lo que es de esperar que, cuando su mejor amigo presenta claros signos de un profundo y claro enamoramiento por Remus Lupin, no se dé cuenta.

No se da cuenta cuando Sirius deja de quejarse por la música que pone Remus. Los típicos ''no me puedo creer que conviva con un anciano y peor aún, que sea mi amigo" o sus míticos "podrías poner a gente que no esté muerta como, por ejemplo, Los Beatles o los Rolling Stones. No sé, solo es una sugerencia, Lunático" dejaron de romper el ambiente calmado, para Remus, y aburrido, para un iperactivo Sirius, que gobierna en la habitación desordenada de los Merodeadores. Claramente seguían habiendo pequeñas puyas, pero nada comparado con la lluvia de quejas que empapaba a cada uno en esa habitación cada vez que Remus escuchaba jazz o música clásica. James lo atribuyó a que el gramófono era de Remus y que Sirius, finalmente, se había rendido. Que cuando le tocase el turno ya podría poner todos los grupos de rock muggle que quisiese. Pero un Black nunca abandona tan fácilmente y no darse cuenta de eso debería ser diez puntos menos para Gryffindor.

Igualmente, James siempre ha sabido que Remus era diferente para Sirius. Siempre ha sabido que le respetaba mucho más que a cualquiera de los integrantes del grupo más reconocido de todos los tiempos de Hogwarts.

Cada luna llena, cuando Remus dejaba de ser el ser humano más racional que James ha llegado a conocer nunca y el hombre lobo que dormitaba en su interior se apoderaba de esa cordura tan característica de Remus, era Sirius, en su forma animaga, quien conseguía domar con mayor facilidad al lobo. Era Sirius quien a final de la noche, cuando los primeros rayos de sol rompían la noche cerrada, llevaba a un malherido y débil Remus a la enfermería, mientras Peter y James aprovechaban las pocas horas que les quedaban para dormir, para acompañarlo hasta que se recuperara. Mientras Remus le riñe por saltarse las clases, como si fuese la primera vez que Sirius se las salta, y le sermonea con la importancia de sacar buenas notas, mientras que el animago simplemente suelta comentarios que dejan entrever su desmedido ego.

O cuando simplemente le echan de la enfermería porque el horario de visita ya se ha agotado, y Sirius toma apuntes como nunca a hecho en su vida, para luego, cuando Remus se recupere completamente se los dé. Así es más fácil ponerse al día, suele decir Sirius mientras se encoje de hombros, intentando quitarle importancia.

Tampoco es capaz de pararse a pensar cuando, una mañana James se queda dormido y casualmente al bajar a desayunar, Peter y Sirius han intercambiado el sitio, quedando Peter al lado de James y Sirius al de Remus. James tardó unos segundos en asimilar que se había roto una costumbre que solo puede forjarse a partir del tiempo y las convivencias de seis largos años. Sirius siempre ha sido muy impulsivo por lo cual James no le dio la importancia que el pequeño acto merecía. Simplemente le habrá apetecido sentarse al lado de Remus.

Aunque siendo Remus parte de la relación, es de esperar que las demostraciones que hagan en público sean sigilosas y discretas. Por eso James se sorprende cuando, después de un entrenamiento de quidditch, vuelve al vestuario de Gryffindor porque se ha dejado su corbata y se encuentra a Remus contra la pared y a un Sirius besandole como si no hubiera un mañana.

Es por esa misma razón por la que cuando alguien dice que James no es bueno sumando dos más dos, nadie lo puede negar.