La herida no dejaba de sangrar. Después de salir del Señorío, Kirika había palidecido; su caminar era torpe, respiraba lentamente y con dificultad. Mireille sabía que esto se pondría peor. No era la primera vez que sucedía, pero jamás le había dolido tanto… Al llegar al vehículo Kirika sólo arrastraba los pies, perdía la conciencia y después de varios intentos de no cerrar los ojos, no pudo contenerse más y en el breve lapso en el que se encontró lúcida vio lágrimas en los ojos de Mireille mientras ésta conducía y desesperadamente rogaba que no se durmiera. ―Por favor no llores, estaré bien ―dijo Kirika con apenas un audible hilo de voz.

―¿Estará bien verdad? ―dijo la rubia en voz baja pero con insistencia.
―¡Por supuesto! Ha llegado muy a tiempo. Es normal que la pérdida de la conciencia te haya asustado pero está fuera de peligro. A pesar de ser éste un lugar improvisado, podemos atender estos casos con bastante facilidad. Recuerda que para eso existimos ―dijo mientras caminaban por un pasillo estrecho y apenas iluminado para entrar en otra habitación a unos pasos de dónde se encontraba recuperándose Kirika. La que ahora necesita ser atendida eres tú. Aunque tus heridas son superficiales, por lo que vas a pagar creo te mereces un trato especial.

Mireille era consiente a lo que se refería Marie. Sabía que Le Soldat las había seguido y que ponía en peligro la continuidad de aquella clínica clandestina; por su descuido, tendrían que movilizarse y tendría que pagar por ello una sustanciosa cantidad de dinero pero no importaba, Kirika estaba a salvo.

Durante todo tiempo en el que era atendida, Mireille se encontraba un tanto distraída, pensativa sobre lo que había sucedido apenas unas horas y aún no podía creer que… ―¡Ouch! ―se quejó mientras Marie frotaba un poco de iodo con un algodón sobre su rostro.
―Tienes una hermosa piel, tuviste suerte de que esto sólo haya sido un rasguño y no algo más profundo. No quedará marca. Puedes vestirte y no te preocupes, tu cama está lista en la misma habitación que la de tu amada ―dijo esto mientras cerraba un ojo y sonreía con complicidad. Esto sorprendió un poco a la rubia que la única reacción que pudo tener fue sonrojarse y sonreír mientras en su mente decía: "Es verdad, la amo". —Mañana podrán marcharse a la hora que más les convenga y te daré instrucciones sobre los cuidados que debes tener.

Al llegar a la habitación, Mireille vio el pequeño cuerpo de Kirika frágil y vulnerable. Se acercó a ella sin prender la luz. La habitación apenas iluminada por la Luna y el sonido hueco y monótono que emitían los aparatos que describían los signos vitales de aquella pequeña figura, hacían que la atmosfera se tornara triste y melancólica. Mireille comenzó a llorar en silencio. Después de un instante comenzó a acariciar el cabello de la morena con suavidad; con la misma dulzura, poco a poco se fue acercando para depositar un beso el la frente y decirle en voz baja al oído "te amo…".

Una vez habiéndose despojado de sus ropas y quedarse tan sólo en ropa interior, se dispuso a dormir en la cama contigua. Al estar acostada se encontraba libre y relajada; sabía que hoy era de esas noches en las que ambas podían dormir tranquilas, sin necesidad de montar guardia y al lado una de la otra. Sería una noche de paz y Mireille esbozó una sonrisa antes de caer en un profundo sueño.