Era un viernes por la tarde en el colegio Hogwarts de magia y hechicería, en el cual dos jóvenes brujas habían coincidido en la habitación de una de ellas, encontrándose con estados de ánimo bastante parecidos...
- No sé, Hermione, es tu amigo y todo... pero a veces siento que o le falta aumento en los lentes o simplemente tiene muy mal gusto... porque ¿Cho? ¿Qué le ve? - suspiraba una pelirroja con la cara apoyada en la almohada, roja también, encima de sábanas rojas, en un cuarto donde primaba el dorado y rojo, como intentando fundirse con el color.
- Bueno Ginny, si somos objetivas, Cho no es fea, en inteligente, es graciosa, es... - Hermione se calló al ver la cara de indignación que le dirigía su amiga - ...pero ahora que se la pasa llorando definitivamente no se ve bien. No señor. No, no no. Fea.
- Ay, Mione, a veces pienso que tienes tanta habilidad social como uno de tus libros... pero gracias por intentarlo – dijo Ginevra "Ginny" Weasley, suspirando nuevamente y volviendo a enterrar la cara entre todo ese rojo.
- Si... puede ser... - siendo el turno de la aludida de suspirar.
- Oh Mione, ¿Estás bien? Todo este rato hablando de mi y Harry, Harry y yo y no te había preguntado qué había pasado en el Gran Comedor con Malfoy... - la castaña miró a su amiga y su cara adquirió un escarlata casi tan marcado como las paredes, lo que intentó hacer desaparecer enterrándose también en la almohada.
- ¿Malfoy? ¿Qué tiene que ver Malfoy aquí? - preguntó, intentando sonar despreocupada.
- No se, lo saludaste, eso no pasa siempre.
- No sé, de que hablas Ginny – murmuró Hermione escondiendo el rostro aún más.
- Herm– se levantó la pelirroja – tú me estás ocultando algo.
- Nada, nada.
- No te creo.
- No es nada Ginny, mejor sigamos hablando de Harry, ¿desde cuándo dijiste que te gusta?
- ¡Hermione Jean Granger! ¡Me vas a decir ahora mismo qué te hizo ese hurón! O te prometo que voy y aún así no me digas, le doy una buena patada en los...
- ¡Me gusta, Ginny! - confesó la castaña, levantándose momentáneamente de la almohada, para luego hundirse con más fuerza y hablar con un hilo de voz – Me gusta Draco Malfoy.
- Jajajajaja, buen chiste Mione – comenzó a reirse Ginny, deteniéndose al no ver respuesta por parte de su amiga – Por favor, dime que es un chiste.
Mione se limitó a negar con la cabeza.
- ¿¡Desde cuándo, por lo calzones de Merlín!? ¿¡Por qué!? Ese maldito – gesticulaba Ginny, marchando de un lado para otro dentro de la habitación – Hermione, te ha echo la vida imposible desde que lo conoces ¿y ahora sales con que te gusta?
- No es ahora, Ginny, me gusta desde hace un tiempo, es inteligente, guapo, cortés, gracioso... bueno, con la gente que le agrada, claro – decía con voz cansada la castaña mientras se sentaba al borde de la cama – pero tranquila... yo sé que nunca me va a ver de esa manera.
- Ay, amiga – Ginny se sentó a su lado y la rodeó con un brazo – elegiste el peor espécimen del colegio para enamorarte.
- Si se – dijo Mione, haciendo puchero – Pero no digamos tampoco que Harry es el mejor partido.
- Hmm – asintió la pelirroja – estúpida Cho.
- Querida, esto no tiene que ver con Cho; es culpa de los hombres, que solo se fijan en el físico de una mujer.
- Sí, toda la razón, ¿dónde estarán esos hombres que se fijan en el interior, pero que cuidan su propio exterior? - dijo dramáticamente Ginny, levantándose de la cama.
- ¡Jajajajaja, claro! Si son guapos, son superficiales; pero si se fijan en el interior, no son los más agraciados.
- Además, necesitamos a un hombre valiente, un buen mago, que nos proteja en caso de necesidad.
- Pero que también sepa cuándo darnos nuestro propio espacio – agregó una soñadora Hermione, levantándose y dando un giro de bailarina.
- Que sea justo – respondió la pelirroja, siguiendo a su amiga y comenzando a bailar.
- Inteligente – le replicó la castaña, dando saltitos.
- Con el cabello desordenado pero con estilo.
- Con el cabello bien arreglado y peinado hacia atrás.
- Ojos verdes.
- Ojos grises.
- Con el cabello negro – la energía de la Weasley decaía con cada palabra.
- Obviamente rubio – se detuvo Hermione con una mueca.
- Harry... - suspiró abatida Ginny.
- Malfoy... - murmuró Mione.
Y las dos se dejaron caer nuevamente en la cama.
- ¿Sabes Mione? - habló la pelirroja después de un momento – Deberíamos ser nosotras las valientes.
- ¿A qué te refieres? - le respondió ésta.
- Que nosotras deberíamos conquistarlos a ellos.
- ¿Y cómo pretendes hacer eso?
- Sí, sí – se levantó Ginny entusiasmada, como si no hubiese escuchado la pregunta de su amiga – Y así nosotras nos sentiríamos bien, que hicimos lo que pudimos para ser felices.
- Pero Ginny – interrumpió Hermione, levantándose también – ¿Cómo vamos a hacer eso? Yo no tengo el coraje suficiente como para plantarme delante de Parkinson y decirle "Mira, cara de mono, Draco es mío y te lo quitaré"
- Jajajajajajajaja, pero Mione, te has enfrentado a Lazos del Diablo, a un ajedrez mágico, descubriste lo del basilisco, en tercero te enfrentaste a un supuesto convicto y a un hombre lobo, el año pasado saliste con Krum, este año has estado practicando hechizos ilegalmente antes las narices de Umbridge, ¿y aún así te da miedo la cara de mono? - enumeró la pelirroja con una sonrisa.
- Vale, vale; pero es distinto – Se rió Hermione, y agregó con un ligero rubor – son chicos... yo no sé nada de chicos.
- Hermione, eres la bruja más brillante de nuestra época, una de las más valientes, así que tú solo actúa... no pienses tanto. ¿Te gusta Draco? Entonces conquístalo. ¿Cuáles son sus puntos débiles?
- Le gustan las mujeres...
- Eso ya lo suponía – se rió Ginny – continúa.
- Emm, las mujeres atrevidas, que no se detienen a pensar qué dirán los demás.
- Perfecto, nos pondremos bonitas, iremos al Gran Comedor y cada una se plantará delante del patán que le gusta hasta hacer que nos mire.
- Uff, a esto le falta soundtrack y es casi una película... Eso nunca resulta, Gin, no en la vida real – dijo Herm dudando.
- Confía en mi, me encargaré de todo – respondió Ginny mientras le guiñaba un ojo y salía de la habitación.
Un poco antes de la cena, Ginny se acercó a la habitación de Hermione para, como había dicho, ponerla bonita, pero sobretodo para comunicarle sus planes.
- Herm, si no te quedas quieta te pondré el maquillaje quién sabe donde y parecerás más mono que Pansy Parkinson.
- Lo siento, Ginny, es que estoy un poco nerviosa. ¿Funcionará? ¿Cómo lograste esto en tan poco tiempo?
- Soy yo – guiñó Ginny – te sorprenderías; ahora mejor cose esa falda.
- ¿Segura que quieres que sea tan corta? Yo opino que antes estaba bien.
- Mione, tu falda te llegaba casi a los tobillos – se rió la pelirroja, mientras le aplicaba rubor a su amiga – ahora estará un poco más normal y se te verán tus hermosas piernas, tranquila.
- ¿Y con quien te pusiste de acuerdo...?
- Por Merlín, ¡tranquilízate! Solo preocúpate de dejar esa falda como corresponde y armarte de valor.
- Pero Ginny, los profesores, Filch... es normal que esté nerviosa.
- No entrarán, alguna emergencia que requiera la presencia de todos, un hechizo silenciador en la puerta, hechizos repelentes y problema solucionado. Fred me prometió algo grande en el pasillo del tercer piso para distraer.
- Bueno, bueno... - dijo Hermione, para nada segura.
