Aquí está el primer capítulo del segundo año de Gillian Scott en Hogwarts. Es un capítulo muy corto, pero ya sabéis que los comienzos son difíciles y más bien de relleno.
Disfrutad de la lectura :D
La Habitación Polvorienta
Gillian, a pesar de llevar casi un año entero rodeada de magia, aún no terminaba de asimilar el hecho de que existieran tales poderes, y éso que cada día se veía a sí misma practicándolos. En el pasado, ni en sus mejores momentos de inspiración absoluta pudo siquiera imaginar todo el poder que puede llegar a alcanzar una bruja o un mago, ni los extraños efectos que causan algunas pociones o los secretos que se esconden tras varios encantamientos. Aún se viera sorprendida al descubrir algo nuevo, ya fuera leyendo un interesante libro en la gran biblioteca del castillo, preparando una nueva poción elaborada de forma distinta (provocando así nuevos efectos), investigando las profundidades del castillo... o simplemente aireando peligrosamente su varita en los terrenos del colegio.
Tampoco habría imaginado jamás pasar unas vacaciones lejos del orfanato de Camden Town y de la gente que lo habitaba... al menos no en un futuro tan próximo. Aún soñaba, o más bien, tenía pesadillas con que se encontraba en su antigua y húmeda habitación y que cada mañana tenía que soportar las malas caras de sus compañeros de colegio, con que se peleaba a diario con Greta, con que volvía a sufrir el constante maltrato psicológico por parte de todos, exceptuando unos chicos que ya dejaron el orfanato hacía años por alcanzar la mayoría de edad, y con tener que soportar el nauseabundo olor de la comida servida allí.
Por suerte para Gill, vivir en Hogwarts le recordaba cada día que nunca más volvería a pisar aquella casa de acogida. Sin embargo, aún residía en ella el temor de tener que regresar algún día y por mucho que se esforzara en mitigarlo no desaparecía. Conseguía olvidarlo, quizá durante unos días, pero nunca durante el tiempo suficiente como para vivir completamente en paz. Pero, como era costumbre en Gillian, ocultaba sus verdaderos miedos y sentimientos negativos tras una amplia sonrisa. No le gustaba hablar de lo que había en su interior y lo último que quería era hacer que la gente a su alrededor se sintiera mal, y menos aún por su culpa.
Las vacaciones de verano en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería eran cuando menos inusuales, al menos para Gillian, cuya curiosidad era casi insaciable. Su rutina fue perturbada desde la despedida de sus amigos. Segundos después de ser sorprendida por el profesor Severus Snape en el embarcadero, tras desearles unas maravillosas vacaciones a sus amigos, se ejecutó el primer cambio.
—Acompáñeme al castillo— ordenó él.
La niña obedeció sin poner objeción alguna. Atravesaron el embarcadero y comenzaron a subir las escaleras hacia el castillo.
—El profesor Dumbledore me pidió que la acompañara a su nueva habitación.
—¿Nueva habitación— preguntó ella sin esperarlo—? Y, ¿quién es usted? ¿Mi niñera? Siempre es usted quien se encarga de llevarme aquí y allí o de venir a buscarme esté donde esté...
Snape respiró hondo para evitar caer en las provocaciones de la chica y contestó:
—Éso parece— dijo siendo realista. Su respuesta causó una carcajada en Gill.
Una vez se hubo tranquilizado...
—Sabiendo que es usted mi niñera— dijo fingiendo un tono arrepentido—, creo que debería disculparme con usted— a juzgar por la cara del profesor estaría pensando "A ver con qué me sale ésta ahora"—. Soy muy revoltosa y controlarme debe ser una tarea muy difícil. Le prometo que éste año me portaré bien y no me meteré en líos.
Snape levantó la ceja izquierda.
—Aún sabiendo que su comentario es sarcasmo puro, le contestaré: Si consigue hacer todo aquello el curso que viene, le pondré la nota máxima en pociones hasta que se gradúe.
—Bah... No merece la pena. Lo iba a hacer igualmente.
—Se cree realmente buena... Tenga cuidado, no vaya a vanagloriarse en exceso, señorita.
—Oh, sabe que nunca me vana-como-se-diga lo suficiente, profesor— dijo levantando las cejas.
Las conversaciones entre Severus Snape y Gillian Scott eran siempre un constante desafío, tanto para el uno como para la otra. Sin embargo, se lo tomaban con buen humor. Era el juego que tenían entre ellos. Su, poco usual, relación profesor-alumna estaba basada en lanzarse pullas sin descanso, era divertido e, incluso, agradable.
Snape la condujo a través del puente del viaducto, y por un momento Gillian recordó su primer día en Hogwarts; fue seleccionada para Gryffindor, sin embargo, sin saber el porqué (aún seguía sin saberlo) la cambiaron a Slytherin haciéndole atravesar aquella noche el mismo puente que atravesaba en aquel preciso instante. Un escalofrío le recorrió la espalda. "No se le ocurrirá mandarme de vuelta a las mazmorras y a Slytherin, ¿no? ¡Gillian, no pienses gilipolleces! Es verdad, es imposible".
—¿A dónde me lleva exactamente?
—Al ala este del primer piso.
—¡Oh! ¿Es ese pasillo que está lleno de ventanales que dan al patio de Transformaciones?— preguntó emocionada, siempre le gustó esa zona por ser muy luminosa.
—Ni que lo hubiera visto ya. Es exactamente allí. En uno de los despachos en desuso muy cerca de los aseos de las chicas. La profesora McGonagall sugirió que se alojara allí. Está bien comunicado y así la tendrá vigilada...
—Oh, es verdad. Su despacho está en el primer piso... Pero...
Snape la miró esperando la pregunta.
—¿Por qué la cambiamos de habitación?— se adelantó.
—Sabe leer la mente, ¿verdad?— la niña entrecerró sus pálidos ojos azules mientras decía aquello.
—Le molestaría, ¿cierto? La trasladamos por motivo del cierre de las salas comunes en vacaciones de verano.
—Aaah... ¿Y no podían, simplemente, no cerrar la Torre de Gryffindor?
Entraron en el vestíbulo del viaducto y subieron unas escaleras.
—No es sencillo encontrar a alguien que sustituya a la Dama Gorda en verano.
—¿Cómo?— Gillian alucinaba—. ¿La Dama Gorda se va de vacaciones? Ja, ja, ja, ja... Qué fuerte...
—No sólo ella. Muchos de los retratos aquí en Hogwarts, suelen quedar vacíos durante las vacaciones.
—No es que piense que no deban tener vacaciones. Simplemente no lo había pensado nunca. Es curioso— dijo mientras dejaban atrás un pasillo cuyas paredes estaban completamente cubiertas por tapices antiguos.
—Nunca se acostará sin haber aprendido algo nuevo, señorita.
Avanzaron en silencio por el pasillo bien iluminado, gracias a los ventanales, hasta que se detuvieron frente a una puerta. Snape la abrió con llave y entraron en una amplia habitación inundada de luz vespertina y polvo. Había muebles viejos perfectamente colocados pero infestados de telas de araña. La niña al ver tanta telaraña puso una cara de horror y su piel comenzó a adoptar un pálido color malva. Pero ver el polvo bailar en los rayos de sol que entraban por el gran ventanal, que casi ocupaba toda la pared izquierda según se entraba por la puerta, y el altísimo techo, la alivió.
—Es... es extrañamente bonito. Siempre y cuando ignoremos la posible plaga de arañas y el olor a cerrado— dijo mirando a su alrededor.
—Como esperaba, Filch tendrá que encargarse de limpiarla.
Gillian salió al pasillo.
—Me pondré insoportable si permanezco ahí dentro durante mucho tiempo... Las arañas y yo no congeniamos. Por mucho que yo intente evitarlas ellas acuden a mi como si me conocieran de toda la vida.
El profesor Snape, pensativo, salió de la habitación cerrando la puerta.
—Debimos preverlo. Me temo que no podrá dormir aquí esta noche.
—¿Por qué? No me malinterprete, no es que quiera dormir ahí después de ver lo que hay, ya sabe, simple curiosidad— él puso una cara dando a entender que podría haberse ahorrado la última frase.
—Por el simple hecho de que no estará lista para esta noche.
—¿Qué pasa, con magia no se limpia en un tris?— preguntó confusa.
—Sí— dijo sin querer añadir más información.
Gill hizo un silencio analizando su "Sí.". No sabía exactamente a qué se refería el profesor.
—... Vale...— contestó al fin moviendo los ojos en varias direcciones.
—Hoy se cierran las salas comunes, de modo que puede dormir en la enfermería— dijo abriendo el paso hacia las dependencias de Filch.
—O en la biblioteca, total, no sería la primera vez ja, ja, ja.
—Ya puesta, ¿por qué no duerme en las mazmorras?
—¿En el aula de pociones— Snape dio a entender con su cara "Mismamente"—? Bueno, por poder pod-... Nah, no podría. Empezaría a hacer una poción, mi cerebro funciona así— se rió.
—Por éso se quedó dormida en la biblioteca.
—... E-exactamente. A la biblioteca se va a dormir de toda la vida...— dijo intentando sonar lo más convincente posible.
Tras comunicarle al conserje Argus Filch que tendría que limpiar uno de los despachos en desuso del primer piso, separaron sus caminos.
Gillian en un principio no sabía qué hacer, quedaba poco tiempo para la cena y si se alejaba mucho del castillo llegaría tarde. Vagaba por los pasillos mientras pensaba en algo, pero su mente estaba bloqueada, sólo le permitía divagar. Le asaltaban miles de pensamientos distintos a la vez. Sin embargo, a medida que subía a la torre de Astronomía, siguiendo a Gato,su cabeza se iba centrando en un mismo tema; Las preguntas que rodeaban su vida.
Quería con locura darle respuestas a sus preguntas, pero, por alguna razón, su cerebro bloqueaba temporalmente ese tema. Ella era consciente de aquel hecho, no era difícil darse cuenta de que rara vez se acordaba de que necesitaba saber sobre su familia, sobre cómo llegó a aquel orfanato, sobre lo que le ocurrió a su madre... Gillian pensaba que su cerebro actuaba de aquella forma porque quería evitarle sufrimiento. Pero hasta una niña de once años podía darse cuenta de que lo que su cabeza hacía no estaba bien.
—"Es mejor saber y sufrir que sufrir por no saber"— pensó mientras recogía a Gato del suelo en lo alto de la torre.
Lo abrazó y se sentó al borde del altísimo abismo apoyando su espalda en una de las columnas. Realmente no había gran riesgo de caída, había barandillas a las que sujetarse. Observó el maravilloso paisaje que la rodeaba; altas montañas verdes plagadas de inmensos árboles, el brillante gran lago negro (que desde tanta altura no parecía muy negro), bandadas de aves ("Probablemente sean águilas" pensó Gill.) volando libremente muy por encima de donde ella se encontraba... Y todo aquello bañado en una cálida y espectacular luz que se asomaba entre las nubes. No pudo evitar sonreír de felicidad, era realmente afortunada. Pensaba que era bastante egoísta por su parte martirizarse de la manera en que lo hacía, parecía buscar razones para ser infeliz, pero en realidad no había ninguna; sus amigos, a los que podía escribir siempre que quisiera, volverían en unos meses y, mientras, tenía la compañía de unos profesores que la valoraban... y, ¡qué coño! Tenía todo un fantástico castillo para ella sola. ¿Su vida estaba rodeada de misterios que la frustraban? Sí, pero no era razón suficiente para no apreciar lo que tenía a su alrededor.
Estuvo dándole vueltas al tema durante toda una hora entera, en aquel sitio de lo más inspirador. Entonces miró a Gato a los ojos, unos grandes ojos verde esmeralda llenos de vida y en aquel instante algo cambió en su interior. Aprendió una valiosa lección, o al menos parte de ella. Pasó de vivir fingiendo ver el lado bueno de las cosas a vivir viéndolo de verdad.
Llegó la hora de bajar a cenar y Gillian, que estaba enseñando a Gato cómo bailar Break-Dance (no lo hacía nada mal, por cierto), recogió al felino y casi voló al Gran Comedor. Una vez hubo llegado y soltado al gato, se encontró con una única mesa en el centro del comedor, allí sentados estaban el profesor Dumbledore y la profesora McGonagall que charlaban alegremente sobre el final del curso.
—Ah, Gillian— dijo Dumbledore al verla en el umbral de la enorme puerta del comedor—. Ven, siéntate. Charlemos mientras esperamos a los demás.
Gill obedeció. Estaba cortada, nunca había cenado en la misma mesa que los profesores, exceptuando al profesor Snape. Tampoco tenía mucha confianza con el director, sin embargo afrontó la situación con madurez, al fin y al cabo le tocaría vivir esa misma situación cada día el resto de las vacaciones.
—Buenas noches— saludó.
—¿El profesor Snape te ha enseñado ya tu nueva habitación?— preguntó el director.
—Sí. Es muy bonita— sonrió mirando a McGonagall—. Pero está sucia y el profesor Snape dice que no estará lista para hoy...— Gillian recordó el "Sí." seco del profesor, seguía sin saber a qué vino aquello.
—Oh, sí... Con todo el embrollo de los últimos días olvidé ese pequeño detalle— se excusó Dumbledore refiriéndose al enfrentamiento de Harry con Voldemort—. Pero no te preocupes, estará lista para mañana.
Poco a poco, todo el personal de Hogwarts, excepto Filch y la profesora Trelawney, que prefería cenar en su torre, se fue sentando a la mesa. El último en llegar fue Snape, quien trajo el frasco de vino de ortigas que le regaló Gill. Cenaron muy a gusto charlando de mil temas distintos pero sin dejar de ser interesantes. Hacia el final de la cena, cuando la gente empezaba a levantarse, después de probar un poco del vino, Dumbledore le comunicó a Gillian que los únicos que se quedarían en el castillo serían: él mismo, la profesora McGonagall, el profesor Snape, Hagrid, la profesora Trelawney, Madame Pomfrey y Argus Filch, y que probablemente casi cada uno se ausentaría durante un tiempecillo para tomar el aire.
Fue algo incómodo pero a pesar de aquello se lo pasó bien, hasta se rió. Cuando sólo quedaron el profesor Snape y ella...
—¿Podría servirme un poco de ese vino— preguntó ella acercándole la copa—? Me gustaría saborearlo después de todo lo que hice por él.
Snape desvió los ojos y le sirvió un poco del vino.
—Luego no vaya diciendo por ahí que contribuyo a su adicción al alcohol...
—Pues lo está haciendo— dijo con los ojos muy abiertos acercándose la copa.
—No se equivoque. Este vino no contiene ni una gota de alcohol.
—Ja, ja, ja... Vale, mejor...
Después de un rato en silencio, Gillian arrancó con un buen tema de conversación.
—Su acertijo estuvo muy bien— el profesor levantó la vista de su copa para mirarla un segundo y desviar la mirada de nuevo—. Cuando leí la primera línea palidecí, no quise que Harry lo supiera, pero después de leerlo entero y analizarlo un poquito pude sonreír porque lo había pillado— rió.
—¿Cuál fue la pista más evidente?
—Ninguna realmente. La tercera era la mejor para empezar pero sólo con ayuda de la cuarta podías descubrir que una de las dos era vino de ortigas— dijo levantando la copa—. Exactamente el que estamos tomando ahora.
Siguieron charlando un poco, Gillian tan simpática como él frío y sarcástico. Hasta que a ella le dio por valorar el curso:
—Ha sido un buen año: he tenido unas asignaturas que jamás habría imaginado, he comido como nunca, no me he tirado de los pelos con nadie, aunque estuve a punto, me han castigado sólo dos veces, he encontrado buenos amigos, he aprendido muchísimas cosas, hemos castigado a un malo y hemos pasado de curso. ¿Qué más puedo pedir? ¡Oh! Y hemos tenido unos fantásticos profesores... bueno menos uno— Gillian miró pícara a Snape—... el profesor de pociones no era muy bueno, deberían cambiarlo ja, ja, ja...
El profesor Snape sonrió sarcásticamente.
—Muy graciosa, señorita.
—Bah, si ya sabe que lo digo con cariño.
Se hizo un silencio en el que se dedicaron a saborear el vino y a pensar cada uno en lo suyo. Gillian de pronto recordó el tema de su familia y esta vez, únicamente para saciar su curiosidad, decidió preguntar.
—¿Sabe usted dónde podría encontrar información sobre mi familia?— "sé perfectamente que no me responderá si le hago una pregunta directa".
El profesor se puso un poco tenso con la pregunta y parecía estar pensando bien qué contestar.
—... Hmm... El profesor Dumbledore sabe más que yo sobre este tipo de temas. No obstante, un buen comienzo sería mirar en el Ministerio de Magia. En el Censo de la Población Mágica.
—En el ministerio...
—Es hora de acostarse. Suba a la enfermería, tendrá una cama preparada y a su lado sus pertenencias.
El profesor se marchó sin decir nada más, entonces Gillian un poco extrañada dejó el Gran Comedor atrás también y se dirigió al cuarto piso. Allí encontró todas sus cosas perfectamente colocadas y con la cama lista para meterse dentro a soñar. Antes de irse a dormir, buscó en el interior de su baúl el cuaderno donde escribía sus visiones. "Aquí está"— dijo al encontrarlo debajo del libro de Transformaciones. Lo dejó sobre la mesita, ya que se había acostumbrado a tenerlo cerca, y se acostó después de ponerse el pijama en el baño.
Dejando a un lado que el colchón de la enfermería era peor que el suyo en Gryffindor, tuvo una noche en paz. Durmió del tirón, sin preocupaciones ni visiones en su mente para atormentarla.
A la mañana siguiente Madame Pomfrey tuvo que despertar a Gillian porque se había quedado dormida y estaba a punto de perderse el desayuno. Se levantó dando un brinco sobresaltando a Gato, que dormía a los pies de la cama. Corrió al Gran Comedor sin siquiera haberse cambiado de ropa. Allí se encontró de nuevo al profesor Dumbledore y a la profesora McGonagall compartiendo un té matutino. Los demás profesores ya habían desayunado y, la mayoría, partido hacia sus casas.
—Si ya ha terminado— decía la profesora McGonagall—, la llevaré a ver su habitación. Está completamente limpia y libre de arañas para su tranquilidad. Su baúl ya está allí aguardándola— Gillian asintió y siguió a la profesora hasta el ala este del primer piso.
De camino al despacho se encontraron con Nick casi decapitado que las saludó muy cortésmente y quién quiso acompañarlas hasta su destino.
—Gracias por acompañarnos Sir Nicholas. ¿Quiere quedarse a ver la nueva habitación?— le preguntó la profesora.
—Será un placer.
La puerta se abrió, Nick la atravesó antes, y Gillian pudo comprobar que ya no había ni rastro de telas de araña ni polvo para hacer estornudar a un gigante, ni aquel olor a cerrado. Ahora se veía bien el color beige de la piedra de las paredes a juego con el suelo que también parecía haberse aclarado. Los muebles antiguos del día anterior parecían haber rejuvenecido; la cama, frente a la puerta, era bastante grande y también había un escritorio (con su silla), a la izquierda de la puerta, a juego. Una gran lámpara de velas colgaba del altísimo techo y estaba impoluta y apagada. Sus cosas estaban al pie de la cama y ella pensó que seguramente se volvería a encontrar el cuaderno debajo del libro de Transformaciones.
Gill corrió a acercarse al grandísimo ventanal, el cual dejaba entrar muchísima luz, y se apoyó en el espacioso alfeizar para admirar las vistas.
—Es muy acogedora— opinó Nick.
—Sí— sonrió la chica.
—Me alegro de que le guste su nueva habitación. El profesor Dumbledore me dijo que, si quería, podía hacer cualquier modificación en ella, ya que es suya. Siempre y cuando, dichas modificaciones estén dentro de las normas de la escuela, claro— la niña se rió.
"Ya que es suya", aquellas palabras le gustaron.
—Muchas gracias por todo, profesora.
McGonagall y Nick abandonaron el despacho para dejarla a su aire. Abrió la ventana, era tan grande que sin necesidad de agacharse demasiado podría cruzar el umbral, y pudiera ser que algún día lo hiciera pero con una escoba al otro, lado no un abismo de cuarenta metros.
Hacía un día soleado como para ir a la playa, y lo que más le apetecía hacer era meterse en el agua o correr por el campo. No se permitió privarse de aquello y se bañó en el lago y se secó su larguísimo pelo castaño corriendo hasta la cabaña de Hagrid para hacerle una visita. Él la invitó a un té y a un trozo de bizcocho de calabaza que, para venir de Hagrid, no estaba mal. Charlaron sobre las calabazas del huerto de éste, que al parecer sufrían algún tipo de plaga, sobre Harry, Ron y Hermione y tuvo que consolarlo cuando salió el tema de Norberto, pero fue un rato muy agradable.
Durante la tarde escribió sus primeras cartas a todos sus amigos para contarles las pocas novedades de su vida y lo del extraño "Sí." de Snape, entre otras palabras de cariño. Y, ahora que podía, firmó cada una con una calve de Sol. Fue a la lechucería y le pidió a cuatro lechuzas, que parecían fuertes y saludables, que llevaran sus cartas. La de color marrón se encargaría de llevar dos cartas, una para Ron, y otra para Fred y George.
Durante la cena; eran aún menos sentados a la mesa pero la conversación seguía siendo buena además de instructiva. Gillian siempre aprendía algo escuchando a sus profesores, aunque no tuviera nada que ver con sus asignaturas.
Lo malo de aquel día fue tener que dormir en su nueva cama. En un principio bien. Pero a diferencia del día anterior no estaba ni la mitad de tranquila: las sábanas, a pesar de ser muy suaves y fresquitas para el calor que hacía, le hacían cosquillas, escuchaba al viento rugir fuertemente y sentía que estaba rodeada de arañas y cuanto más pensaba en aquello último más se convencía de ello. No pudo aguantarlo, se emparanoió demasiado y no tuvo otro remedio que salir de allí y dormir de nuevo en la enfermería.
Así pues, los días fueron pasando lentamente y no sólo durmió un par de noches en la enfermería, lo suyo le costó dormir en la cama nueva. Hacía muchas cosas cada día pero casi siempre a solas, sentía un pequeño vacío en su interior, pero no olvidó lo que aprendió las primeras horas sin sus amigos. Además, mantener una relación epistolar no estaba tan mal, al menos con Hermione, Ron, Draco, Fred y George. Por alguna razón Harry no contestaba ninguna de sus cartas, sin embargo ella no cesaba en escribirle alguna de vez en cuando.
Ya habían pasado dos semanas desde el final del curso y ya había tenido unas cuantas visiones, no reconoció ninguna de las que vio, la mayoría eran muy desagradables y quiso olvidarlas nada más verlas. Sin embargo, en una de ellas salía ella; debía ser pocos años después, Gillian se veía a sí misma algo más alta y mayor, estaba en Hogwarts hablando con una chica rubia muy guapa y bastante más alta que ella. La chica parecía fascinada con el guardapelo de Gill pero no consiguió saber el por qué exactamente. "Es muy bonito, seguramente le gustara"— pensó observándolo sentada en el alfeizar del gran ventanal de su habitación. Le dio la vuelta y escrutó la parte trasera del colgante. Pudo ver un bosque de plata encerrado en un óvalo de símbolos que desconocía completamente, "Será sólo parte del diseño... Bueno, quizá sea una especie de idioma antiguo... Nah seguro que son sólo dibujitos".
Gillian tenía demasiadas cosas en la cabeza y habiéndose dado cuenta de aquello quiso restarle importancia a su última visión y centrarse en su objetivo de visitar el Ministerio de Magia en un futuro próximo. Seguramente lo dejaría para después de su cumpleaños, quedaban únicamente cuatro días para cumplir doce años... Nunca le gustó su cumpleaños, siempre había vivido situaciones desagradables o inexistentes los dieciocho de julio. Ahora que estaba en Hogwarts se preguntaba cómo sería vivir uno rodeada de magia, la idea la excitaba un poco.
Se acabó por hoy. Espero que no haberos dejado con ganas de más, aunque sería completamente comprensible xD
Espero que os haya gustado, al menos un poco ja, ja, ja. No tengáis miedo de comentar lo que queráis, os lo agradeceré mucho. Y en breve volveré con el segundo capítulo.
Hasta pronto y gracias por leer :D
