Advertencias:

-Puede haber Ooc en ciertos personajes.


Capítulo I


Su familia consideraba al dinero como la unidad básica de la subsistencia humana. Ella, difería de ellos, a diferencia del 99.9% de los Hyugas. Pero, cabe decir que ser la excepción no representaba algo positivo o a su favor, más todo lo contrario, a veces pensaba que ser ¨diferente¨ era la razón por la cual su padre se encargaba constantemente de dejarle en claro que no valía la pena.

Ni siquiera para ser la heredera por derecho de la Sociedad Hyuga.

Era patetica. Vamos: Ser la heredera de una inmensa fortuna y no merecer serlo, apestaba. Solía tratar de acostumbrarse a vivir con toda la presión de su familia sobre sus hombros, a escuchar las grandes expectativas que tenían sobre sí, y no cubrir ni la mitad de ellas con el doble de esfuerzo promedio; A recibir miradas reprobatorias por doquier ante la alegación de: ¨No saber lo que era correcto¨, que por supuesto, estaba dentro del ¨Margen limitado de error Hyuga¨

Y lo más desalentador de todo era que, cuanto más pasaba el tiempo, o cuanto más se esforzara, acababa estropeándose a sí misma y siendo señalada por el dedo de su padre como una decepción. Incluso ella misma se tachaba de la misma forma, no haciendo nada por levantar su moral por sobre los suelos.

Eso era caminar constantemente con el pie izquierdo.

Y entonces se preguntaba, ¿Cómo cambiar?

Pesimistamente, y muy ciertamente, tenía un largo camino por recorrer si quería ser como su padre. Entonces divagaba sobre el gran trecho entre lo correcto y no correcto dentro su propio margen de error. Ese dilema calaba en su cabeza con frecuencia, ¿Acaso el dinero valía lo suficiente como para dejar de ser quién era?

No le tomo mucho tiempo encontrar la respuesta a esa pregunta. Era sencilla: El dinero no lo valía.

El primer paso que dio bajo ese nuevo descubrimiento fue mudarse de casa de sus padres y renunciar a su apellido. Había sido extraño en aquel entonces, ni ella misma se lo creía. ¿Quién hubiera intuido que una cobarde como ella tuviera sus momentos de valentía?. El escenario que se vivió en su casa se asemejo a un conejillo de indias retando al más feroz león a que se quitase de su camino. Contra todo pronóstico, pareció que la presa finalmente había conseguido escapar del depredador.

Obviamente nada de ello fue fácil. Prácticamente le tomo 6 meses poder masticar con sus propios dientes, 9 meses poder caminar sobre sus frágiles piernas, 13 meses articular ¨Papᨠ,15 años esbozar una mueca ante su padre y 17 años levantarle la voz, y pedirle amablemente que no se entrometiera en su vida.

Eso había sido liberador hasta que su padre, con una hostil y alterada voz, le preguntó terminantemente: ¿O vives bajo este techo y mi dominio, o buscas la calle y haces lo que quieres?

Para mayor sorpresa de él, y de sí misma, tomó la segunda opción. Un momento de valor que de inmediato se desvaneció en cuanto comenzó a empacar su ropa. Fue en ese momento en que fue consiente y se preguntó sobre si habría hecho lo correcto, porque digamos, ¿A dónde podría ir alguien como ella?

Eventualmente su madre no la dejaría bajo su suerte en un mundo lleno de peligros, así que, luego de pedirle formalmente el divorcio a su padre, la tomo de la mano y le pidió que la acompañara a un lugar mucho mejor.

Fin de la historia. O al menos así parecía.

—Cariño, nadie nunca podría odiarte. Tú eres… ¿In-odiable?

— ¿Existe esa palabra?

—Para mi querida hija si existe—Ella sonrió cálidamente, dejando entrever las leves arrugas que comenzaban a formarse en su rostro. ¿Sería producto de la edad o el estrés? Hinata no sabía, pero, cierto o no, se había sentido menos estresada al ver el vano intento de su madre por darle una dosis de ¨actitud¨

Suspiró y tomó la taza de café sobre la mesa, dándole un pequeño sorbo y divagando su vista sobre la humilde mesa sobre la cual desayunaban. Definitivamente todo había cambiado. Olvidémonos de tupidos desayunos diseñados por los mejores nutricionistas del país y preparados por los más reconocidos chefs, lo que ahora tenían solo cumplía con el claro objetivo de alimentarlas y nutrirlas lo suficiente para sobrevivir. Era simple supervivencia.

Pero, ¿Para qué quejarse si eso era lo que podía pagar el salario de una profesora de Kinder?

Hinata agradecía ínfimamente que la directora de la escuela privada para niños ricos de Konoha accediera a darle trabajo y a otorgarle una beca para continuar con su próximo año de calvario.

—Hinata, ¿En qué piensas? —

—Pienso en las diferentes formas de bullying, estos días las personas gozan de un gran desarrollo en el hemisferio derecho de su cerebro, son muy creativos—Hizo una mueca de aflicción y se hundió en su asiento. Era absurdo, ¿Para qué temer ir presencialmente a la escuela si internet era el mejor medio para destruir su vida?

—Hinata, ¿Qué te dije sobre revisar Facebook o cualquier red social? —Su mirada fue severa, pues su madre mejor que nadie conocía el daño que le causaba echarle una hojeada a lo que decían de ella. Nadie parecía superar la idea de que había pasado de ser una heredera a una… ¿Perdedora?

¿Acaso nadie podía interpretar su acto de valentía como eso, como algo que solo los triunfadores podían hacer?

Claro que no, solo era un puñado de adolescentes con dinero en los bolsillos y diversión en mente.

—Dijiste que no perdiera mi tiempo en un sin número de comentarios llenos de errores ortográficos—dejó escapar el aire de sus pulmones y se levantó de su asiento, tomando su mochila.

—Supongo que el autobús no tardará en pasar, ¿no? — dijo su madre mientras se levantaba de la mesa, colocaba los platos sucios sobre el fregadero y tomaba su bolso por sobre la mesa. Su madre, como profesora ahora, debía de estar temprano en la escuela.

Hinata la observo con curiosidad, notando su ropa formal y como desenllavaba la puerta con porte profesional y sin hesitar, era la primera vez que veía a su madre actuar como un verdadero adulto, sin ofenderle por supuesto, pero su madre siempre había sido una ama de casa con todas las de la ley. Su padre, a pesar de contar con millones en bancos suizos no dejaba de ser un fiel seguidor de la estructura estándar de los matrimonios: Mujer en casa, hombre en el trabajo. Quizás esa fuera la simple razón por la cual Hiashi nunca le confiará el puesto de heredera a su primogénita, después de todo también era una mujer.

—Supongo…—tragó saliva cuando vio la hora del reloj colgado sobre la pared, estaba a 30 minutos de retomar su rol como estudiante activa en Konoha High School.

Su mayor problema no era el autobús o las comidas poco excéntricas, lo que le preocupaba era volver a pisar esa escuela y encontrar que ya nada sería igual, hablando socialmente: Porque el dinero tenía poder, y Hinata sin su padre...no tenía poder alguno.

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Apretó los colgadores de su mochila entre sus puños, tratando de mantener su respiración acompasada mientras entraba a la escuela. Sus mayores temores se cumplieron, todos le miraban como si se tratase de un bicho raro, y por sobre todo…un bicho pobre.

Sabía que había muchos rumores sobre su partida de la familia Hyuga. Muchos creían que estaba embarazada, otros que era algún tipo de drogadicta de la que nadie de los Hyuga quería tomar responsabilidad y una muy gran cantidad de personas pensaban que su mamá era una adultera y Hinata un estorbo. Golpe bajo. Ese tipo de especulaciones solo conseguían bajar su autoestima a niveles escalofriantes. Aunque no podía evitar preguntarse sobre cuándo su persona se había convertido relevante para el cuerpo estudiantil, antes habría podido jurar que era invisible.

Y, oh Dios… ¡Cuánto amaba ser invisible!

—La Hyuga que echaron de su casa. Qué pena. Tengo curiosidad, ¿Qué tal se siente dormir bajo un puente?—Se burlaron tras su espalda, y ella solo se limitó a pensar en que harían si les dijera que fue ella quien salió de su casa voluntariamente y no la echaron, tal como ellos aseguraban—Dicen que su madre le puso los cuernos a su padre y por eso él le pidió el divorcio—Corrección: Ella le pidió el divorcio. —Y bueno, siendo un fastidio a como es, ni su propio padre deseo cargar con Hinata y por eso se la dejo a la adultera de su madre, así las dos pueden drogarse juntas. Aunque, ¿tienen dinero para eso?—Y estallaron en carcajadas.

No importaba cuanto se quejara en su mente, al final solo quedaba el eco de las risas en colectivo de sus compañeros de clase.

Suspiró, y se acercó a su casillero. Podría aprender a vivir con ello. O al menos eso intentaría.

Sacó sus libros en silencio y pensó en lo diferente que eran las cosas en comparación a un año atrás. Solía tener muchos amigos, bueno, unos cuantos, incluso podía contarlos con los dedos de una mano. El solía no estaba de más en esa frase, o quizás sí, porque sencillamente ninguno de ellos fueron verdaderamente sus amigos una vez que supieron que dejaba de cargar una mina de oro tras su espalda.

Cerró su casillero, revisó su horario de clases y, con pesadumbre, tomó el camino que la llevaría al salón que le asignaron. Se mordió el labio inferior al observar los rostros llenos de burlas dirigidos hacia sí durante el trayecto. Cuanto deseó poder defenderse, pero no podía: Su carácter pasivo no se lo permitía.

Era de cobardes culpar a los demás por sus acciones, pero ella lo haría sin remordimiento alguno: A su familia le atribuía su carácter sumiso, tímido e inseguro. Durante toda su vida se había visto encogida de hombros, viendo como todos se limitaban a tomarle como una chica torpe, de estatura promedio y de ojos extraños. Nada más, ni nada menos. La triste realidad le daba una bofetada al rostro al afirmar que era un cero a la izquierda sin la fortuna de su padre pisándole los talones. De verdad, lo era.

Aunque, viéndolo desde un punto de vista positivo: Su independencia podría ser un sinónimo de cambio. Quizás era hora de abrir los ojos y solo permitir en su vida a personas que le quisieran por quién era.

— ¡Naruto! —escuchó la voz de su antes mejor amiga Sakura Haruno tras su espalda, y no pudo evitar apresurar sus pasos al escuchar ese nombre que la hacía temblar de pies a cabeza.

Durante años vivió en la oscuridad de su propia sombra. Bueno, hasta que lo conoció a él.

A Naruto Uzumaki.

Él había sido una de esas pocas personas que le infringían envidia. Si, envidia. Envidiaba su capacidad de sonreír sin que sus músculos faciales se atrofiaran; Sus cálidas palabras de apoyo para quienes las necesitaran en los momentos tanto oportunos como inoportunos, porque si había algo que lo caracterizaba, era su insistencia y el que muchos lo llamaran un ¨Dolor en el…¨ Ugh, no era necesario terminar la oración. Pero volviendo a la lista de cosas que envidiaba de él, estaba su dedicación hacia sus personas preciadas; Su valor de nunca dar vuelta atrás a su palabra; Su ambición que suspendía más por el camino positivo que negativo; Su amabilidad…

Sintió como alguien chocaba su hombro, intencionalmente, contra el suyo, justo cuando entraba al salón de clases. Perdió el equilibrio y , siendo tan torpe a como era, termino en el suelo, y por si no fuera suficiente, con Naruto Uzumaki dirigiéndole una mirada despectiva, y de más decir, hostil.

—Cuidado por donde caminas, Hinata—siseó entre dientes, apenas dirigiéndole una mirada y tomando asiento a lado de Sakura, sin remordimiento alguno.

Lo había hecho a propósito, y Hinata tristemente no estaba en la capacidad de devolverle el gesto ni con un par de palabras inteligentes. —L-lo siento—se disculpó, cuando claramente no debía; Algo típico en ella. Entonces, se agachó para recoger sus libros desparramados sobre el suelo, observando de reojo la sonrisa burlona y suficiente en su rostro.

Si, Hinata lo sabía, cruel y desconsiderado, ¿no?

Pues bien, él era el chico que le robaba el aliento, quien le sacaba uno que otro suspiro con frecuencia y ocupaba la mayoría de su mente: Él chico de quién estaba enamorada desde que tenía uso de memoria. Él había significado casi todas las cosas buenas de su vacía vida. Y aunque a ella misma le costará creérselo, solían llevarse bien cuando tenía una cuenta bancaria de 7 dígitos.

Hinata lo observo de reojo, desde el suelo, notando con poca indiferencia el cómo sus facciones lucían atractivas inclusive con la hostilidad que lo rodeaba. Y siendo tan tonta como era, esquivó su mirada con un inoportuno rubor sobre sus mejillas, no pudiendo alejar todos sus pensamientos con respecto a él de su mente, y no logrando deshacerse de ese cegador brillo en sus ojos.

Suspiró, dirigiéndose a pasos pesados hacia su asiento, ubicándose al fondo del salón y a lado de la ventana: Lo más lejos posible de él.

Cerró fuertemente sus ojos, empuñó ambas manos y sintió rabia contra sí misma: Durante las últimas vacaciones escolares se prometió que la próxima vez que lo viera le haría sentir su despreocupación y le dejaría en claro que tenía una vida muy importante de la que encargarse; Algo que claramente no era el caso luego de rememorar la forma en que actuó.

Actuó como una total…patética. La confirmación de ello era el rubor insistente sobre sus mejillas.

Cuanto dolía. Cuanto dolía no poder odiarlo, incluso cuando le dio la espalda en el peor momento de su vida. Era una decepción, Naruto Uzumaki fue la mayor decepción de su vida. Ahora se limitaría a sentir pena por él, por ser tan débil y dejarse engatusar por la superficialidad de este mundo.


Notas

-Este fic lo había borrado de FanFiction, pero decidí re-escribirlo y mejorar ciertos aspectos que me hicieron borrarlo. Espero que me quede al menos un poquito mejor :)

-Para quienes leyeron la versión anterior del fic, esta es 70% diferente.

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25 de Septiembre del 2014