Imitatore

La luz de la luna se reflejaba a través de la ventana en una de las tantas celdas de confinamiento en esa prisión. L miró al hombre que tenía frente a sí, una imagen indescriptible por simples palabras humanas. Se estaba viendo a sí mismo, reflejado en el espejo del alma a través de esos rojos ojos, y la tristeza y humillación reflejados a la vez en estos.

Imperturbable. L se quedó ahí parado, imperturbable, inmóvil, con su clásica postura encorvada, la cual el impostor adoptaba también a la perfección.

L lo miró fijamente, de no ser por las espeluznantes quemaduras esparcidas por todo su cuerpo, dándole una tonalidad rojiza y arrugada, podría jurar que se estaba mirando al espejo.

L no dijo nada, ni su fantasma lo hizo. Simplemente se veían. Observando cada pequeño detalle del otro. L curioso, su fantasma desafiante; lo miraba con odio, con un rencor inefable, porque sabía que había perdido, no había logrado su objetivo, no había superado a L. Había fracasado, y todo a causa de la joven mujer. La mujer que él subestimo por enfocarse tanto en su objetivo. Qué gran error.

L sabía lo que él pensaba. El también tenía muy en claro que si no hubiese sido por Naomi Misora, él habría perdido, porque jamás hubiese atrapado al asesino, su plan habría sido perfecto. Hasta cierto punto pensaba que incluso el fantasma frente a él sabía lo que él mismo estaba pensando. Era fascinantemente colosal.

Se contemplaba a si mismo demacrado, vencido por el hambre de superarlo. Y a la vez sabía que él otro se contemplaba de la misma manera, viéndose en los zapatos de L. Cada uno creyendo sentir lo que el otro sentía, cada uno creyendo pensar lo que el otro pensaba. Era espléndido.

El perfecto doble se dejó caer al suelo ante la inexpresiva mirada de L, por fin derrotado. Agachó su cabeza y sus rojos ojos se ocultaron tras su cabello por un momento.

― Tú no comprendes nada― sentenció por fin el escuálido hombre, sin mirar hacia arriba.

L se mantuvo callado, aún sereno se acercó a los barrotes y extendió su mano entre ellos hacia delante.

Quería tocarlo, inmutable por fuera, pero desesperado por dentro. No entendía lo que pasaba dentro de sí. Y eso lo incomodaba.

Beyond Birthday alzó la mirada y contempló el cuadro frente a él. El impávido detective observándolo desde el otro lado de la celda. Idealizado se colocó en pie, queriendo acercarse a su utopía, deseando tocarlo también. Le agarró la mano con fuerza, extasiado.

Ambas manos se recargaron una sobre la otra, al instante hicieron lo mismo con las otras dos. Ahora sus frentes reposaban una sobre la otra, mirándose directamente a los ojos. L tenía una mirada curiosa, BB lo miraba maliciosamente con una sonrisa en sus labios.

Lo había logrado, lo había tocado, supo y confirmó que esa criatura idéntica a él en todos los aspectos de verdad existía, de verdad era humano. Era otra persona y no él mismo.

Sin decir nada se hizo hacía atrás, se alejó y se giró sobre sus talones, comenzando a caminar hacia la salida.

BB lo observó andar en su típica doblada postura y sus manos en los bolsillos. Hacia allá se alejaba su tabú, la única persona en la vida que en verdad admiró. Lo admiró tanto que toda su vida la dedicó a querer derrotarlo. No, no sólo derrotarlo. Lo admiró al punto de querer ser él, pero a la vez superarlo. El mismo fue el antihéroe de su propia triste historia.

Esa fue la última vez que BB tuvo la oportunidad de ver a L, y fue la única vez que tuvo la dicha de tocarlo.

Beyond Birthday murió en el año 2004 de un inexplicable ataque al corazón.

- Finito -

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