Entré sigilosamente a su
cuarto... No deseaba encontrarme cara a cara
con otro berserker, menos aún con los seres extraños que se
alimentaban de tus sentimientos positivos.
Perfecto, aún no notaba mi presencia. Más lo que vi me dejó sin
aliento.
Ahí estaba él, en su cama, una mano acariciando lánguidamente su
pecho, la otra perdida entre las rojas sábanas de su cama.
Sonreí mientras sentía como el color escarlata brotaba en mi cara.
¿Cómo era posible que aún me hiciera sentir así?
Hacía casi un año que no lo veía, pero no dejaba de pensar en él, en
lo que me enseñó, en las muchas barreras que rompió a golpe y
porrazo, del enorme peso que me quito de encima aquel día en que yo
cociné la cena... Mas dejaré que él relate lo
sucedido en alguna otra
ocasión.
Me recargué contra la pared, sintiendo mis piernas débiles, y la
sensación de que estaba haciendo algo malo, algo que me quemaría, era
extasiarte.
Y verlo así, gimiendo tan quedamente, con la cara brillando por el
sudor. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, más aún cuando lo escuché
murmurar mi nombre...
Me quedé sin aliento. Aún me recordaba!
Y por lo que veía, aún añoraba nuestras tardes.
Me acerqué a la cama, solo lo suficiente para poder respirar su
aroma, y que él captara el mío.
Su espalda dejó de tocar la cama por un momento, mientras sus labios
se separaban y aspiraban largamente, como un gato.
Giro la cabeza hacia mí y entre abrió los ojos... Y se quedó helado.
Su cara era tan cómica, mezcla de hambre lujuriosa y sorpresa.
Tranquilamente me subí en la cama, lo monté y comencé a recorrer con
los labios su cuerpo, musculoso y bien torneado.
Por un momento pareció a punto de quitarse, más cedió ante la mano
que lo empujaba contra la cama, parecía confundido, pero dispuesto a
ver que haría.
Mis manos recorrieron su cuerpo, como aquellas tardes y noches tanto
tiempo atrás. Arqueó su cabeza, dejando parte de su cuello y nuca
expuestos.
Aproveché su movimiento y mis dientes encontraron su oreja, mientras
me recostaba sobre él.
Sacó la mano de su escondite y la puso sobre mi espalda, haciéndome
estremecer.
Hacía tanto que deseaba esto...
Lentamente recorrí su cuello, su pecho, su estómago y vientre con mis
labios. Mi lengua recorría cada músculo que encontraba, mientras daba
juguetonas mordidas aquí y allá, y mis manos acariciaban sus partes
más sensibles, creando fricción o simplemente haciendo cosquillas.
Sus gemidos me erizaban la piel, mientras mi corazón latía con fuerza.
Mis labios bajaron más, hasta la parte de Ikki que necesitaba más
atención en ese momento.
Sus manos se clavaron en mi espalda, al tiempo que el aire salía en
un resoplido forzado... Al parecer hacía tiempo que no disfrutaba de
una sesión como esta.
Mi lengua recorrió su miembro mientras mis manos jugaban con su ingle
y su pecho.
Rocé con un colmillo su punta y el chico casi me hace atragantarme;
sostuve con ambas manos su cadera que amenazaba con dejarme la
garganta lastimada.
El fénix gemía bajo mi roce, y eso era algo mágico para mí, que
siempre fui la parte pasiva del juego. Jamás pensé que las reglas
dictadas hace miles de años, estuvieran tan
equivocadas... Como podía
ser esto un error? Esta sensación de completo
control, de complemento
perfecto, como si estuviéramos hechos para embonar... era más que mi
alma gemela.
Sonreí mientras Ikki se arqueaba una última vez. Ya lo conocía bien:
sacudiría la cabeza, subiría la cadera mientras su mano bajaba mi
cara y su cuerpo se pondría rígido. Después... después todo
terminaría, él adormilado y yo feliz, así había sido antes, y así
sería siempre.
Era bello, muy varonil, con su voz rasposa y grave, preguntándome que
hacía aquí.
No estaba enojado, solo consternado y asombrado.
Que yo hubiera podido burlar a la guardia, a las bestias que me
presentaba como dementores, a los generales... Reí por lo bajo.
-Ingenuo...
Se limitó a mirarme, y esa risilla ahogada que me encantaba se dejó
escuchar cuando le conté que el licor que había traído de contrabando
me había abierto las puertas.
Me miró con sus ojos de cobalto, sus penetrantes ojos llameantes, y
levantó mi cara, examinándola con cuidado.
-Te ves mal...
Subí los hombros en un gesto de no saber nada
-Ha pasado mucho tiempo...
Asintió al tiempo en que me jalaba para un beso, el primero beso de
una noche larga...
Un escalofrío intenso recorrió mi cuerpo, como si una descarga de
miles de voltios lo atravesaran...
Su lengua exigió entrar a mi boca, y no hubo forma de que lo
resistiera. Sus labios rozaban los míos, causándome una intensa
excitación. Se que sonrió, no lo veía, pero lo sentía.
De un movimiento rápido me volteó en la cama; la fiereza de sus ojos
me dejó sin aliento. Sin romper el contacto visual se acercó
lentamente.
Mi piel se erizó al imaginar lo que seguía, al recordar la rutina por
la cual pasábamos cada noche... o día... o tarde... pero eso era
punto y aparte.
Sus manos, lentas y perezosas, comenzaron a recorrerme, utilizando
los puntos sensibles que conocía tan bien. Mi cuerpo se arqueó por si
solo, reconocía su toque y lo exigía a gritos. Mi corazón martilleaba
en mi pecho como si fuera a salirse, mi respiración se volvió
laboriosa.
Sus mordidas, la fuerza de succión que aplicaba sobre mi piel, sus
dedos rasguñando mi espalda, la fuerza de sus besos... Y yo solo
flotaba durante todo esto.
Decidí no oponer resistencia ante lo inevitable, y me dejé llevar por
el sentimiento.
Eternos segundos pasaron, durante los cuales Ikki se dedicó a hacer
todo aquello que yo había extrañado, y todo terminó muy rápido, con
un relámpago atravesándome.
Me quedé mirando el techo, mientras él me besaba. Aún hoy se me hacía
tan extraño probar mi sabor en sus labios...
Mi cuerpo aún temblaba, y cualquier brisita me enchinaba la piel,
cosa que mi compañero aprovechaba.
Dormitamos un rato hasta que unas manos juguetonas me hicieron
despertar. Sus labios se deslizaban por mi cuerpo como si fueran de
mantequilla, resbalando de aquí a allá. Sus manos me hacían
estremecer, mientras me acomodaba para el round final.
Murmuró algo a mi oído, soplando levemente dentro de él. Un
escalofrío de expectación me recorrió, mientras se posicionaba sobre
mí.
Y fue muy extraño... Me penetró lentamente y con cuidado, cosa que no
hacía desde nuestro primer encuentro.
Gemí en éxtasis, mientras mi espalda abandonaba la cama, y mis brazos
y piernas se aferraban a él. Mordí su hombro al momento que me jaló
sobre él, dejándome encima de su regazo. Lentamente comenzó a
moverse, instándome a hacer lo mismo, más sentía que mi cuerpo no
respondería jamás si no me detenía en este momento. Al parecer él lo
notó.
Sus dientes y labios buscaron mi hombro, dejando una enorme y morada
marca en él. Mi cuello sufrió el mismo tratamiento, y yo sólo atinaba
a estremecerme con cada estocada.
Su piel, suave y cálida, hacía que mi cabeza girara, mientras que su
olor, ese vaho tan personal me dejaba volando. Sus brazos, fuertes y
protectores, me tomaban posesivamente, y sus ojos... esos ojos que me
penetraban hasta el alma, dejándome a su merced y a sus caprichos.
Sus labios, ardientes y posesivos, laceraban los míos, sus dedos se
incrustaban en mi espalda, y yo solo sentía el éxtasis de estar con
él, con él, con él...
Susurró mi nombre de nuevo, mientras él llegaba a su límite.
Me acurruqué contra él, mientras caíamos en la suave y blanda cama.
Las sábanas, empapadas, nos enfriaban el cuerpo mientras nuestros
labios se fundían.
Suspiró de pronto, dándome un último beso, suave y delicado, mientras
hundía su cara en mi cuello y tomaba un respiro profundo, inhalando
el aroma acre y dulzón que había extrañado tanto.
-Ikki...
-Mh?
Sonreí mientras le acariciaba el cabello con ternura. Mi corazón
comenzaba a latir lentamente, mientras mi cuerpo retomaba su normal
frialdad.
-... te extrañé...
Sonrió contra mi cuello y me dio un pequeño beso.
-Yo también Hyoga, yo también...
Esa noche dormí como hacía años no lo hacía…
