Disclairmer: Los personajes no me pertenecen, son de la genial Suzanne Collins, sólo los uso para el argumento del fics.
Summary: Katniss Everdeen, una adolescente de diecisiete años, comienza el instituto en donde su vida da un giro de...muchos grados al conocer a sus compañeros: amistosos algunos y a otros que les partiría la cara. Después de la muerte de su padre, Katniss, no creía que volvería a ser feliz pero ¿Se había equivocado? Mal . T por lenguaje adulto
Capítulo 1: Vergüenza
El limpia parabrisas no dejaba de resonar en mi cabeza, cada tuc que sonaba al compás del vaivén de las escobillas era como cada puntazo de dolor en mi sesera. La lluvia era intensa, muy común en invierno, no había parado de llover en cuatro días y no parecía que el temporal quisiera menguar nunca. El Sol todavía no hacía uso de presencia en el oriente y los nubarrones negros afirmaban todavía más la oscuridad de la noche. A pesar del mal tiempo las luces del camino iluminaban el traficó agitado de las siete de la mañana, en el cual me encontraba yo, atascada a mitad de camino yendo a mi primer día de clases –sí, a mitad de año- y para peor…en una nueva escuela.
Mi nombre es Katniss Everdeen; Vivo en City Bell, un barrio muy bonito y osado del norte del gran La Plata que sólo está a unos diez kilómetros del casco urbano de la cuidad. Nací en Buenos Aires, pero al poco tiempo mis padres decidieron trasladarse a un lugar menos ajetreado y pequeño en donde podrían criarme, sin contar con que luego de unos cuantos años nació mi hermana, la personita más dulce que hubiera conocido nunca.
Vivimos mucho tiempo felices hasta que, a principio de éste año, murió mi padre y fue como si la burbuja en la que mi vida había girado desde siempre se rompiera y me dejara completamente expuesta a la intemperie. No solo fue un golpe fatal para mí, sino que Primrose, mi hermana pequeña, sufrió muchísimo. Hubo muchas noches en las que tuve que estar en vela cuidando sus sueños. Aunque ella no estuviera tan apegada como yo a nuestro padre, Prim se encariñaba mucho a las personas aunque fueran las más desagradables, ella siempre encontraba la bondad dentro; comprendía su dolor. Sin embargo lo peor que tuvimos que sufrir fue la reacción de mi madre –si pudiera borrar de la memoria de mi hermana esos sucesos podría consagrarme una persona casi feliz- se había convertido en lo que llamamos un zombi. Los primeros cuatro meces fueron los peores, casi había que arrastrarla por el suelo para que saliera de la cama. No comía, no hablaba, no hacía nada, sólo miraba el portarretratos en donde contemplaba a su esposo llorando y hundiéndose. Nunca olvidaría esos días en los que me había convertido en la madre que se tragaba el llanto y ella en la hija a la que se consolaba. Fue así hasta que Effie Trinkett, su mejor amiga, nos ayudó a ponerla en pie y a levantar a nuestra familia ahora con un integrante menos.
Las cosas habían cambiado muy rápido desde aquella horrenda fecha. La casa era un desastre ya que nadie la cuidaba, había que reparar muchas cuestiones eléctricas de las que siempre se encargaba nuestro padre además de que se sentía mucho más fría y oscura sin su voz cantante. Prim y yo no habíamos podido comenzar el instituto en la fecha que tocaba, Effie fue la que se encargó de dar explicaciones y cambiarnos de escuela, también nos había conseguido un buen psicólogo familiar al que todas acudíamos una vez por semana –Había sido clave para nuestra madre, aunque se resistió al principio- y se pasaba unas cuantas veces por casa para ver los avances de las tres.
Recordar aquellos momentos de mi vida me cortó la respiración pero ya me había acostumbrado a soportar el dolor en silencio así que seguí mirando a través del vidrio del coche. Haymitch Abernathy, el esposo de Effie, conducía soltando palabrotas cada vez que miraba el reloj del salpicadero –Como no, íbamos retrazados- y la pequeña Prim, dormitaba en el asiento trasero. Ella se parecía mucho a nuestra madre, las dos con el cabello rubio muy claro, la piel como el papel y los ojos azules como el cielo. Era bajita para su edad, en unos meses cumpliría los catorce, y muy menuda al igual que mama.
El nuevo instituto se encontraba cerca del centro, aunque decir cerca en un lugar como el casco urbano de La Plata era lo mismo que decir: quince cuadras. La fachada del edificio era pequeña, pintada de blanco, con rejas, también blancas, por todas partes (en el portón, las ventanas y bajo el escudo), lo único que le daba motivación eran las letras verdes que simbolizaban al colegio. Unos pocos chicos se amontonaban intentando resguardarse de la lluvia bajo un techo medio transparente de policarbonato que hacía muchísimo ruido al caer las gotas sobre él. Seguramente aquellos chicos habían llegado tan tarde como nosotros.
Gracias a la tardanza del viaje Haymitch encontró estacionamiento al otro lado de la calle y salimos corriendo del coche. Prim y yo con el uniforme blanco y verde y unos zapatos horrendos de color marrón fuimos evadiendo charcos hasta llegar al lado de los otros alumnos, igualmente ataviados con la vestimenta del la escuela, que nos recorrieron con la mirada de arriba abajo. Segundo indicio de que el instituto era pequeño, odiaba los lugares pequeños.
Haymitch llamó por el portero pero el ruido del techo era tan aturdido que no pude entender lo que decía él ni lo que le contestaron del otro lado, lo bueno fue que nos abrieron (la puerta era automática) y no solo nosotras fuimos las que le agradecimos.
-Muy bien niñas, las acompañaré hasta sus aulas…- dijo el hombre mientras buscábamos la recepción.
-No es necesario, Haymitch, haya haz echo mucho por nosotras hoy- lo corté antes de que terminara.
-Acompañaré a Prim si no te molesta- apuntó y se detuvo frente a una puerta- ella no es tan dura como tú- me susurró para que la pequeña no lo oyera, sin embargo Prim estaba muy distraída mirando por el pasillo.
La recepción era tan blanca como la fachada, dentro se encontraba un hombre con un poco de pelo negro que no le alcanzaba a tapar la nuca.
-Buenos días ¿en qué puedo ayudarlo, señor?- preguntó amablemente cuando nos vio.
-Katniss y Primrose Everdeen- respondió el aludido sin siquiera contestar al saludo y apuntándonos a nosotras. La sutileza no se le daba nada bien a Haymitch, como me hubiese gustado que en su lugar estuviera la delicada Effie- es su primer día, lamentamos el retrazo- prosiguió.
-Claro, las señoritas Everdeen- canturreó el hombre y se puso a buscar en un viejo ordenador- sí, aquí tengo sus horarios y en donde cursan- nos tendió unos papelillos de color limón- Primrose…
-Prim- susurré imperceptible para el hombre.
-…tu aula se encuentra en planta baja al final de éste corredor, te incorporamos en el 2do A- explicó dándole las indicaciones a mi hermana con un bolígrafo-. Y Katniss…tu salón está en la plata alta. Al final del pasillo encontraras la salida al patio techado, allí hay una escalera, súbela y la primera puerta a la derecha es en donde cursas. Te incorporamos al 5to B- terminó de decir el señor de la recepción, parecía algo frenético.
-Gracias- respondí y sin más nos fuimos con Haymitch por el corredor.
Al final terminamos acompañando los dos a Prim ya que debía pasar por su aula para encontrar la ubicación de la mía. Había retenido el aire en mis pulmones al escuchar la palabra patio y visualizar en menos de un segundo mi entrada al salón empapada por que los arquitectos de aquel instituto habían hecho la escalera fuera del edificio, sin embargo lo expulse al instante cuando el hombrecito termino su discurso con la hermosa palabra: techado.
Como era de esperarse en el salón de los estudiantes del 2do A ya habían comenzado sus clases. Me asomé con Prim a la puerta mientras Haymitch nos flanqueaba desde atrás. Me imaginé la vergüenza que pasaría mi hermana al ponerse delante de un puñado de chicos y chicas desconocidos recién entrados en la pubertad, en cierta forma me alegraba de no ser yo pero sabía que lo mío sería aún peor, además de que no tendría a ningún Haymitch que me respalde el retraso.
-Todo estará bien Prim, si necesitas algo estaré arriba- la animé antes de tocar la puerta y dejarla pasar con Haymitch. Quise mostrarme más segura de lo que estaba, sabía que eso la ayudaría.
Mientras me alejaba escuché la voz de Haymitch, no estaba del todo convencida de si había sido una buena idea que él entrara con Prim pero era mejor que nada.
El famoso patio techado no era muy grande, nada comparado con mi anterior instituto, el piso era de balsas grises bastante oscurecidas, había unos cuantos asientos de madera a los costados y en uno de los extremos se encontraba la escalera, también rodeada de banquitos. Era de hierro y estaba pintada de gris brillante, debía de contar con unos veinte escalones que se dividían en dos partes una yendo de abajo hacía el centro del patio y otra retomando el curso hacía los pasillos superiores.
No quería llegar más tarde de lo que ya iba así que subí corriendo los peldaños que temblaban con cada pisotón de mis pies. Era una suerte que estuviera en forma ya bastante vergonzoso sería llegar tarde peor aún si llegaba resollando. El pasillo superior era exactamente igual al de la planta baja: con el piso gris, las paredes blancas y lleno de puertas rellenas con vidrió por los cuales podías ver desde afuera hacía dentro y viceversa. Dado este punto llegué a la conclusión que aquel edificio iba muy acorde al horrendo clima del día: todo gris.
La primera puerta a la derecha tenía un cartel, que casi no aprecié, que rezaba "5to B". Toqué la puerta antes de entrar y como había esperado todos los estudiantes se me quedaron viendo.
-Llega muy tarde, señorita…- regañó con voz potente la profesora que estaba ya escribiendo en la pizarra el trabajo del día. La mujer no me reconoció.
-Katniss, Katniss Everdeen- contesté mientras cerraba la puerta. Mantuve mi mirada firme en la profesora que llevaba un conjunto de ropa negro muy formal y el cabello gris atado en un rodete. Tenía la cara rígida, el típico aspecto de una persona estricta –Genial-. Evité cualquier contacto visual con mis desconocidos compañeros aunque estaba segura de haber visto unas cuantas cabezas rubias de refilón.
-Haré una excepción por ser su primer día de clases, señorita Everdeen. Pero tenga en cuenta que por futuros retrasos mi castigo es una sanción- dijo severa la mujer.
-Sí, profesora- respondí con la voz seca. Estaba claro que no nos íbamos a llevar muy bien.
-Profesora Coin. Matemática- puntualizó ella, definitivamente esa clase sería la peor- siéntese por favor- ordenó luego de recorrerme con unos ojos grises muy bonitos para luego darse vuelta y seguir anotando en la pizarra.
Tenía las mejillas ardiendo de vergüenza y rabia, estaba claro que Coin me había dejado en ridículo frente a todos los estudiantes, así que sin prestar atención a los rostros de mis compañeros me instalé en el primer asiento libre que avisté, no muy cerca del pizarrón.
El aula era estrecha y alargada, al frente había un escritorio para los profesores, la pizarra y la puerta de salida, luego comenzaban dos hileras de asientos dobles en los que se ubicaban los alumnos. ¿Y cuándo no? el piso gris, las paredes blancas y las ventanas, al fondo del aula, con rejas le daban el toque final al lugar: una cárcel.
Un cuchicheo recorrió el aula sin embargo no llegó a ser un murmullo, al parecer la profesora Coin se había esmerado mucho para tener a unos cuantos chicos de diecisiete años a raya.
Saqué mi cuadernillo y comencé a copiar la tarea, no fue una gran sorpresa que no entendiera ni pío de lo que estaba escribiendo no sólo por que odiaba la materia si no también por que iba retrazada un trimestre, pero fue bastante humillante ver como una chica rubia, sentada en la fila opuesta, con la falda muy corta y la camiseta bien ceñida al cuerpo se daba más maña que yo con los ejercicios.
Luego de unos minutos, los que me tomó darme cuenta de mi fracaso, me entretuve mirando a mis compañeros más cercanos. A mi derecha, en la otra fila de bancos, se encontraba la chica rubia, tenía el cabello largo hasta la cintura, se notaba que era alta, sus piernas blancas y descubiertas hasta medio muslo lo decían todo: soy una puta. Un chico se sentaba a su lado, llevaba el cabello claro tan corto que parecía rapado y desde mi asiento podía notar que era musculoso y grande, tenía la mandíbula recta y los ojos como rajas, llegaba a ver que eran verdes; Daba un poco de miedo mirarlo así que aparté la vista lo más pronto posible. Delante de ellos había otros dos chicos rubios –¿Por qué tantos rubios en aquel colegio?- uno alto y razonablemente delgado, a comparación del anterior, y el otro más bajo y fornido, tenía la espalda muy ancha, como los nadadores.
Hubiera seguido con mi entretenido análisis de no ser por mi compañera de banco.
-Oye ¿necesitas ayuda con los cálculos?- preguntó susurrando. Su voz era clara y leve, se notaba que no hablaba mucho.
Me volví a verla, ella al igual que los otros chicos, era rubia pero su color era más apagado, un rubio ceniciento, tenía la cara en forma de corazón y sus ojos, clavados en la mesa, eran celestes claros. Lucía avergonzada.
-Eh, sí, no entiendo mucho- le respondí también en susurros, el aula estaba en silencio y no quería otra llamada de atención por parte de la profesora.
-Puedo ayudarte, sí quieres- vaciló y se sonrosó.
-Claro, muchas gracias- al menos había rubias buenas.
Primero que nada me explicó que tema estábamos viendo en la materia –yo siquiera sabía eso- sistema de ecuaciones, al parecer no era muy complicado para ella.
-Me llamo Madge Undersee- se presentó al final mi compañera, cuando ya estábamos terminando la clase. Muchos chicos ya habían acabado los ejercicios así que se habían puesto a conversar.
-Encantada Madge…y gracias por ayudarme, la verdad es que estoy muy atrasada- agradecí sin entrar en detalles.
-De nada…- estaba diciendo pero su voz fue reemplazada por una más potente y jovial.
Un muchacho ubicado en el asiento delantero a nuestro banco se dio la vuelta. Era muy apuesto, alto y fornido, tenía el cabello oscuro corto hasta la mandíbula, su piel era trigueña y tenía unos ojos grises como el plomo que invitaban a quedárseles viendo todo el día. Tenía la nariz recta, los pómulos altos y las mejillas hundidas, cosa que le ensombrecía el rostro.
-¡Mad, por fin tienes compañera de banco!- gritó el chico cortando la pequeña charla entre nosotras- soy Gale Howthorne, un gusto- me tendió una mano para estrecharla mientras me miraba muy interesado. Estaba claro que el chico sabía que era un galán y no sentía ninguna vergüenza en presentarse de la nada.
-Katniss- respondí tomando su mano, era grande y como una lija.
-Sí, creo que todos te escuchamos cuando entraste- sonrió, tenía los dientes delanteros un poco separados pero le daba una expresión tierna a su sonrisa.
Alcé un ceja al escucharlo, tal vez era muy lindo y todo pero se me hacía bastante idiota, típico de los chicos de instituto privado ¿Cómo he terminado aquí?
-Eres un entrometido, Gale- le dijo Madge mirándolo con el labio inferior fruncido.
-Claro que no, solo me alegro de que por fin tengas a alguien a tu lado- afirmó dulcemente apuntando hacía mí- no me gusta que estés todo el tiempo sola… o con La Comadreja- opinó el chico. Me toqué la nariz ¿Se estaría refiriendo a mí con aquel apodo? De ser así ya se había ganada una buena bofetada.
-No la llames así- se enfadó Madge, pero no pudo ocultar su sonrisa- ella no tiene la culpa de parecerse tanto a ese animal-.
-¿Quién es La Comadreja?- quise saber.
-La chica que se sienta sola delante de la fila, es una cerebrito- explicó el muchacho bajando la voz como si fuera un secreto- una muy mala influencia para Mad, ella ya sabe bastante- consideró mientras los tres ojeábamos la primer mesa del salón.
La Comadreja, como Gale la había llamado era una chica menuda y pequeña, con el cabello pelirrojo cual zanahoria no podía verle el rostro desde donde estaba pero lo haría en algún momento. Se sentaba sola en la primera fila y su banco estaba medio alejado del los otros, me dio un poco de pena, estaba claro que la excluían.
-Y, Katniss ¿Por qué te has cambiado de instituto a mitad de año?- preguntó Gale sin limitaciones mientras volvía la mirada a mí.
-No me he cambiado, recién empiezo- contesté casi sin pensar. Error.
-¿Cómo? Recién empiezas el año escolar ¿Por qué?- interrogó él muy sorprendido y curioso.
Por suerte para mí, Madge interpretó muy bien mi mirada de incomodidad.
-Gale, ya déjala- le ordenó con ojos severos.
Unos instantes después la campana del descanso sonó y los estudiantes del aula comenzaron a salir. Vi como la chica rubia, la de piernas largas y blancas, se levantaba pomposamente y bamboleaba las caderas hasta salir del recinto, la falda corta dejaba muy poco a la imaginación.
-Dios- susurre medio asqueada haciendo una mueca.
-Sí, Glimmer- afirmó con puro asco la chica que se sentaba al lado de Gale, la cual recién se había dado la vuelta para escuchar nuestra conversación y no me hubiera dado cuenta de que era una chica si no hubiese hablado antes de verla.
Llevaba el pelo negro muy corto y desaliñado como si no lo hubiese peinado antes de salir de su casa, su rostro era muy afilado, con la barbilla en punta, labios carnosos que no cuadraba en su perfil y tenía los ojos muy negros. Era el antónimo de la chica llamada Glimmer. Miró a la rubia con desprecio y se volvió, tenía una mirada feroz y estuve segura que, de poder hacerlo, escupiría el suelo que la rubia había pisado.
-Katniss, ella es Johanna Mason- dijo Gale mientras le tocaba el hombro a su compañera- Johanna, ella es Katniss Everdeen.
La aludida cabeceo en forma de saludo y se fue sin decir ni una sola palabra más.
-Es un tanto desconfiada con las personas que no conoce- explicó su compañero dándole poca importancia al asunto- pero ya verás que es muy divertida- insistió.
-Genial- respondí sin mucho animo y me levanté- tengo que hablar con el preceptor…-no sabía por que les estaba dando explicaciones pero no me parecía educado salir por la puerta sin decirles nada, al menos no a Mad que se había comportado muy bien conmigo.
-Te acompaño- se postuló Gale con una sonrisa de lado muy pagado de sí mismo.
-No gracias, puedo encontrarlo yo sola- contesté rápidamente y casi corrí al pasillo para perderlo de vista. No me gustaba que me tratasen como un idiota. Pude oír la risa de Mad antes de irme.
Holaaaaa! nuevamente con otra historia. La verdad es que no suelo hacer este tipo de cosas (usar personajes y ponerlos en la escuela) pero es que como quería leer algo de este estilo con Katniss de protagonista y no encontraba por ningún lado, decidí crear mi propio fics.
¡Espero que disfruten leyéndolo tanto como yo escribiéndolo!
Una cosa que quería explicar antes de irme. La cuidad en la que transcurren los sucesos es de Argentina (lo digo para los que no lo sepan) ya me he hartado de que todo sea en EEUU, además de que conozco muy bien la cuidad para no equivocarme en las descripciones (es una manía mía buscar en internet todo acerca de las cosas que describo) y facilitar el trabajo.
Una cosilla más, no suelo actualizar con frecuencia, se que es un bajón leer esto. Sepan perdonarme.
Bueno hasta aquí llegamos, si quieren hacer alguna critica buena o mala, son recibidas!
Besos, nos leemos. Scarlet!
