aviso: Este fic participa del Reto "Casos sobrenaturales" del foro "221B Baker Street".

Disclaimer: los personajes de esta obra no me pertenecen. Pertenecen a Sir Arthur Conan Doyle (salvo los OC, que son enteramente míos)

- Repetidlo otra vez.- Greg sacudió la cabeza extrañado, y contempló a las dos estudiantes que le miraban con expresión aterrorizada. Tenía el día libre y se había dejado caer por Baker Street para visitar a Sherlock y John, y entregarle a este último un par de libros que el médico llevaba tiempo buscando. Y como siempre, cuando ponía un pie en cualquier zona alrededor de Sherlock, algo extraño tenía que pasar. Un par de chicas de no más de 18 años, con el uniforme de una escuela privada de color azul, habían aparecido allí. Una tenía el pelo rubio, largo hasta los hombros, la piel suave y ojos azules; la otra era pelirroja y tenía el rostro salpicado de pecas, el pelo corto y ensortijado y ojos verdes. Quizá en otro momento, su expresión hubiera sido más resuelta pero no esa vez. "¿Por qué a mí?" Era una pregunta que el inspector se hacía con frecuencia, aunque jamás encontraba respuesta.

- Estábamos en casa... anoche... y vimos cómo de la casa de enfrente salía una luz parpadeante... - explicó la joven rubia.

- … y pasó una mujer cerca de la ventana.- completó la muchacha pelirroja.

- Podría ser que alguien se haya mudado... - apostó John, que había asistido a la llegada de ambas chicas tan sorprendido como Sherlock y Greg. La joven rubia negó.

- Esa casa está sellada desde que el señor Hoffmann murió... vivimos enfrente, sabríamos si alguien se ha mudado...

- No si estáis en clase. De hecho, ¿no deberíais estar allí ahora? - dijo Sherlock sin ningún tipo de delicadeza, sin moverse del sofá donde había decidido sentarse esa mañana.

- Estamos en época de exámenes, se suspenden las clases...

- Ya. Y en vez de estudiar, perdéis el tiempo miserablemente con historias imposibles - replicó el detective con hostilidad-. ¿Por qué me hacéis perder el tiempo?

- ¡No, señor Holmes, Karen dice la verdad! - exclamó la joven pelirroja. Sherlock dirigió su mirada incisiva hacia ella.

- La verdad... ¿de qué? Sería una sombra reflejada, o alguna fantasía propia de vuestra edad, o el resultado de la ingesta de alcohol en cantidades descomunales, ¿no es lo que hacen las chicas de vuestra edad?

- Sherlock... - John le dedicó una mirada seria a modo de advertencia.

- ¿Cómo tengo que tomarme esto si no es como una burla? Me aburren. Fuera.- dijo levantándose del sofá.

- Esa casa está maldita, señor Holmes... - Karen cogió a Sherlock del brazo para detenerle. El detective se quedó inmóvil al instante.

- Sin embargo, tú no pareces asustada - replicó él sin mirarla -. Pulso firme, respiración normal, pupilas sin contraer... Has dormido bien, has desayunado como de costumbre y has venido aquí. No hay presencia de temblores, ni en la voz ni en tu cuerpo. ¿De qué te preocupas? Vives enfrente.- Karen le soltó inmediatamente. Mientras, el móvil de Greg empezó a sonar y el inspector desapareció escaleras abajo.

- No tengo miedo... pero no me gusta que mi casa esté enfrente de algo así.- replicó desafiante.

- No es tu casa, vives de alquiler - Sherlock se giró hacia Karen de entrar a la universidad y compartes piso con tu amiga, es vuestro primer año y habéis elegido un lugar confortable, puesto que estudiáis en una universidad privada. Por el uniforme y el escudo, diría la Saint John Bosco. La casa a la que te refieres está situada en una zona donde generalmente vive la gente con un nivel económico medio-alto, así que no me creo que no tengas persianas para usar. En caso de que jamás hayas cerrado una, es muy sencillo. Investiga, así aprenderás algo útil para hacer. Largo. Me aburres.- replicó el detective antes de marcharse a la cocina. John suspiró y se acercó a ellas.

- Lo siento, chicas... que tengáis un buen día.- dijo con una sonrisa suave, intentando animarlas. Ellas se miraron entre sí, pero no dijeron nada más. Una vez se marcharon, Greg subió de nuevo.

- ¿Qué ha pasado, ha aceptado? - preguntó mirando a John.

- No...

- ¿Qué voy a aceptar? ¿Qué tengo que hacer, ir a una casa abandonada a hacer qué? ¿Demostrar que no hay fantasmas? Se lo han inventado.- replicó Sherlock volviendo con ellos.

- Sea o no sea cierto, Sherlock, debes mostrar más tacto cuando hables con la gente.- replicó John.

- Eso lo dices porque te gustan.- Sherlock clavó los ojos en el médico. Greg se giró hacia John con los ojos como platos.

- ¿Qué? ¡No! - se defendió John – No seas ridículo. ¡Eres la reina del drama! - espetó señalándole con el dedo. Sherlock hizo una mueca ofendida.

- Bueno, en cualquier caso, yo sí tengo que ir a esa casa - comentó Greg con calma guardándose el móvil en el bolsillo del pantalón -. Por si os interesa...

- ¿Qué ha pasado? - preguntó John.

- Parece que nuestra casa está maldita de verdad... alguien ha muerto allí dentro. No hay marcas de que hayan entrado por ningún sitio, pero los vecinos se quejaron del mal olor y ha habido que forzar la cerradura.

- ¿Y qué quieres que haga allí? - espetó Sherlock. Greg se encogió de hombros.

- Ven... a ver si averiguas algo sobre lo que nos han dicho ellas.

- ¿Sobre una casa maldita? ¿En serio te crees eso? - preguntó el detective con una sonrisa burlona. Greg asintió.

- Bueno, algo tiene que haber, ¿no? Yo creo... - Greg no pudo seguir; escuchó un ruido seco tras él y una risilla burlona. Cuando el inspector se giró para decirle algo, se encontró al detective tirado en el sofá, abrazado a sí mismo y pataleando al aire. John se encogió de hombros al ver la expresión de Greg, como pidiéndole paciencia, y ambos abandonaron la habitación. Para entonces, las carcajadas de Sherlock podían escucharse desde la calle.