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Una mujer avanzaba a caballo por un lugar sin nombre. El amplio cielo se extendía sobre ella, y los rayos del sol arrojaban luz sobre aquella mañana, mientras el animal se desplazaba por el borde del desfiladero, sin temor. La mujer mostraba una expresión de triste serenidad, como si algo terrible acabase de sucederle, pero se negase a exteriorizar los sentimientos que aquello le causaba. En la parte trasera del caballo, sujeta a ella, se encontraba una joven, que se aferraba a ella por la cintura, mientras miraba insistentemente la parte trasera del caballo, preocupada porque la carga que llevaban pudiese caerse y rodar por el precipicio.

_ Está bien sujeta. Agárrate tú o te vas a caer. Y ella no me lo perdonaría.

La joven, de mala gana, se aferró con más fuerza a la amazona, que mantenía un ritmo lento con su caballo, debido a la cercanía con el desfiladero. No obstante, cuando terminaron de avanzar por él, un gigantesco puente lo sustituyó, y no había mucha más amplitud para maniobrar, además de que el desfiladero se extendía a ambos lados. No obstante, y para sorpresa de la más joven, espoleó al caballo, que comenzó a correr por aquel puente rumbo a un gigantesco templo, el lugar en el que terminaba aquella enorme construcción.

Dio un tirón a las riendas para retenerlo al entrar, sin embargo no se bajó del caballo hasta haberse adentrado en él. El animal, entendiendo su función, se quedó completamente quieto mientras su amazona ayudaba a bajar a la joven y cogía el paquete que llevaba en la parte trasera del caballo.

Con verdadero cuidado se dirigió a un altar, al que llegaba luz desde tres grandes ventanales. Dejó allí aquel objeto, formado por tejido y multitud de nudos, que comenzó a deshacer con delicadeza. Se trataba del cuerpo de otra mujer, completamente inerte, sin vida. La amazona le dio un beso en la frente y se dio la vuelta.

_ ¿Y ya está?_ Preguntó la joven.

_ Ahora debemos esperar instrucciones.

_ ¿Después de tanto tiempo, vas a quedarte aquí sin hacer nada, simplemente esperando?

_ Tú misma has dicho que ha pasado mucho tiempo. No me importa tener que esperar un poco más.

Un tiempo antes...

Regina Mills

Lo que había construido en aquellos 10 años no duraría para siempre. Había conseguido aislar una parte de la ciudad, levantar un hechizo lo bastante poderoso como para que ella no pasara. Pero no sabía por cuánto tiempo iba a poder resistir. Una parte de mí, me decía que aquello aún no había reventado por la sencilla razón de que mi hermana no lo quería, como si le divirtiese ver cuánto tiempo podíamos aguantar, e ir eliminándonos uno a uno cuando salíamos en busca de recursos. Al verla, al contemplar aquella sonrisa pérfida en mi propio rostro, entendía a la perfección como la gente había llegado a temerme con tanta facilidad. De haber sabido cuando la hicieron desaparecer de mi vida en lo que ambas acabaríamos convirtiéndonos, probablemente no lo hubiesen hecho.

_ ¿Interrumpo otro de tus diálogos internos?

Di un respingo y dejé la foto de Henry que estaba observando de nuevo en su lugar, había estado a punto de caerse y hacerse añicos. Allí estaba aquella mujer de cabellos pelirrojos, aquel rostro tan similar al de mi propia madre tiempo atrás. Llevaba su habitual cara de pocos amigos, y esa mirada que parecía despedir fuego, a pesar de lo fría que ella solía ser.

_ ¿A qué has venido, Anzu? ¿Vienes una vez más a culparme de tu desgracia?

_ Jefferson murió por tu culpa, Regina. Igual que todos los demás.

_ Si te consuela pensar eso, puedes seguir haciéndolo. Yo intento seguir adelante, por los que quedamos. Es lo que Henry hubiese querido.

_ No he venido a escuchar tu historia otra vez, Regina.

_ ¿A qué has venido entonces?

_ He venido a por Lianne.

_ ¿Con qué propósito?_ Pregunté.

_ Cuando llegue el momento, lo sabrás.

_ ¿Pretendes que te deje llevarte a una niña de 10 años al mismísimo infierno sin saber si quiera por qué?

_ No, te reto a que trates de impedírmelo. _ Los ojos de la mujer relampaguearon.

Si había una cosa que tenía clara, era que no quería un enfrentamiento físico con un vampiro. Ella podía destrozar mis huesos sin pensarlo dos veces. Y sabía que no dudaría. Estaba furiosa conmigo por lo de Jefferson, su marido. En cierto sentido no se equivocaba al decir que había muerto por mi culpa, y probablemente no me había asesinado porque el estar con vida mantenía el hechizo de protección sobre esta parte de la ciudad.

_ Júrame que no vas a dejar que la maten._ Le dije, tajante.

_ Eso dalo por hecho._ Dijo ella, sonriendo de una forma que me daba escalofríos.

_ Está con tu hija. No creo que te sea difícil encontrarlas.

Grace Valentine

Lianne estaba siempre muy sola. No había gente de su edad con la que pudiera jugar, ni hacer amigas. Desde que mi madre nos había dejado, en cierto sentido, tiradas a ambas, había sido como una hermana mayor para ella. Intentaba esforzarme porque no se diera cuenta de lo horrible que podía llegar a ser el mundo en el que nos había tocado vivir. Pero esa no era una tarea simple, dadas las noticias que nos llegaban sobre lo que pasaba fuera de la cúpula. Aquel día, sin embargo, había algo que hacía distinto aquel día, un escalofrío que había notado en mi espalda durante todo el día. Pero no fue hasta que la vi que me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. Allí estaba ella, con aquella melena encendida al viento, aquella mirada que aterraba a los que se atrevían a desafiarla, pero no a mí. Porque yo sabía, que una vez había sido una gran persona, y que eso aún estaba en algún rincón de su interior.

_ Hola, Grace_ Me saludó, con cierta simpleza.

_ Anzu, ha pasado mucho tiempo_ Le contesté, manteniendo su mirada.

Noté cierto aire de desagrado en ella al notar que la llamaba por su nombre de pila. Pero hacía demasiado tiempo que había perdido el derecho a que la llamase madre. No habría abrazos, ni sería un reencuentro emotivo. Hacía tiempo que me había convertido en una desconocida para aquella mujer obsesionada con la venganza.

_ ¿A qué has venido?_ Le pregunté, cruzando los brazos.

_ Vengo a llevarme a Lianne. Tenemos cosas que hacer.

_ ¿Te la vas llevar ahí fuera? ¿A ese reino de terror de Arciria? ¿Has perdido la cabeza?

_ No. De hecho, hace tiempo que no tengo algo tan claro. Llevármela es el único modo de que solucionemos esto de una vez.

_ ¿Solucionar qué? Esto no tiene solución._ Le dije, enfadada.

_ No recuerdo que te enseñásemos a perder la esperanza.

_ No pretendas hacer de madre ahora. Llevas 10 años sin serlo. Sé que no puedo hacer que hagas lo que quieras, nadie aquí dentro puede. Pero eso no significa que nos guste.

_ Has hecho bien en señalarlo, Grace. No me puedes detener. Cuando haya terminado, entenderás esto. Pero hasta entonces, vas a tener que confiar en mí.

_ ¿Por qué habría de serlo?

_ ¡Porque no quiero que te pase lo mismo que a tu hermana y a tu padre!_ Exclamó, llena de rabia.

No me dejó contestarle. Se apartó de mi vista, hacia donde estaba Lianne, y yo pensé que quizá me había excedido. A pesar de todo era mi madre.

Lianne Jones

No sabía a dónde íbamos. Había echado mucho de menos a Anzu en su ausencia, pero no podía disfrutar de volver a verla sabiendo que acabábamos de atravesar la cúpula y que ya no estábamos bajo la protección de Regina. Aquí fuera, en el páramo desolado donde nos encontrábamos, estábamos bajo los caprichos de su malvada hermana. La persona que había causado la muerte de mis padres.

_ ¿Para qué necesitas que venga contigo?_ Me atreví a preguntarle.

_ Todo a su debido tiempo, Holly.

Yo quería saberlo, pero tenía claro que Anzu era una testaruda y no iba a decírmelo por más que insistiese. Me dediqué a observar los edificios que en su día, formaron parte de la ciudad de Storybrooke. La naturaleza los había devorado, también había unos extraños vehículos, los coches. Anzu me había contado, que antes los se usaban para transportarse, pero que desde que Arciria había bloqueado la ciudad, se habían quedado sin combustibles y por eso habíamos vuelto a los caballos, como el que ahora mismo nos transportaba.

Lo cierto es que, por el momento, la ciudad mostraba una extraña paz, lo cual no casaba con lo que me habían contado. Sin embargo, Anzu estaba alerta, y eso me ponía nerviosa. Me pareció notar algo moviéndose entre las sombras, pero quizá sólo era cosa de mi imaginación. O al menos eso pensé hasta que Anzu detuvo el caballo y se bajó lentamente.

_ Coge las riendas. Si se te acerca alguien, corre y no mires atrás.

_ Pero si no sé a dónde vamos._ Le dije.

_ Sabré encontrarte._ Me indicó, mientras llevaba la mano a la empuñadura de su espada y desenvainaba.

Me aferré a las riendas, mirando hacia el frente. Rodeando una esquina, había aparecido lo que parecía un grupo de personas. Sin embargo, sus movimientos eran erráticos, descoordinados, como si cada parte de su anatomía tuviese voluntad propia. Como si estuviesen muertos. Sentí verdadero pavor y me aferré a las riendas. Anzu, mostraba una calma fría, mientras se adelantaba con la espada en la mano hacia aquellas criaturas. Cuando se encontró a su altura, dio un mandoble, y vi como le rebanaba la cabeza a uno. Por algún motivo no me sentí impresionada, estaba en cierto sentido insensibilizada ante aquello. Lo que sí me impresionó, fue aquel hombre, aquella criatura o lo que fuese, volvió a ponerse en pie a pesar de haber perdido a la cabeza.

Di un respingo, y el caballo se puso en marcha. Mi pequeño susto me iba a costar caro. Me aferré, sin mirar siquiera donde iba. Notaba cosas rozarme, y aún peor, manos intentando agarrarme. En algún momento aquello cesó, y el caballo se detuvo. Me encontré frente a una casa, y pensé que no podría encontrar mejor refugio por el momento. Aquellos seres que perfectamente podría llamar zombis no habían llegado hasta aquí. Al parecer Anzu les interesaba más que yo. Lo que me llevaba a preguntarme si lo conseguiría.

Anzu Stealer

Tuve que cambiar de estrategia. Cortar cabezas era inútil en aquel aspecto, puesto que incluso sin ellas aquellos entes volvían a levantarse. Actuaban por guía directa de Arciria, que guardaba sus corazones. De modo que el único modo era quemar sus cuerpos, borrar todo rastro de su existencia. Y eso había hecho. Estaba tirada en el suelo, aferrando la espada y rodeada de ceniza. Esta era una de aquellas veces en la que me preguntaba si lo que hacía tenía sentido. Mi reflexión se vio interrumpida por un aplauso y una risa casi infantil.

_ Supuse que Arciria te habría enviado a buscarme. Mi respuesta sigue siendo la misma.

Una figura cayó delante de mí, esparciendo la ceniza que perfectamente podría haber respirado involuntariamente. A ojos de muchos se trataría de un niño. Pero yo sabía que era un demonio. Un demonio maldito que no había traído más que desesperación desde su llegada, que no había hecho más que aumentar la desesperación que Arciria había generado.

_ Le quitas la gracia al juego, Anzu. Siempre los matas a todos.

_ Esto no es ningún juego, Peter. Es la cruda realidad. Es la bazofia que tú y tu amiga habéis creado.

Peter Pan. Le odiaba, casi tanto como odiaba a Arciria. Se lo había ganado, después de todo. Tantas vidas inocentes, tantas pérdidas, causadas sólo para poder sobrevivir. Tal deseo de venganza, guardado sólo para poder matar a Henry y conseguir ser inmortal. Me apoyé en la espada y me puse en pie. Pudiendo mirarle desde arriba, con genuino odio.

_ Arciria es un monstruo, y tú eres uno peor. No tenéis nada para mí, o para nadie.

_ ¿Debo interpretar que sigues sin querer unirte a nuestra causa?_ Me preguntó, casi con burla.

_ Debes interpretar que voy a mataros a los dos, de un modo tan atroz que ni tan siquiera podría describírtelo.

_ Para ser una "heroína" tus palabras se parecen mucho a las que un villano utilizaría.

_ No soy una heroína._ Dije, mirándole, con mis ojos teñidos de rojo.

_ ¿Entonces? ¿Qué eres?

_ Un soldado.

_ ¿Cuál es la diferencia?

_ No necesito un código, no necesito moral, y no necesito mirar atrás. _ Le dejé claro._ Puedes decirle a tu reina que duerma con un ojo abierto.

_ Le diré que sigues siendo igual de terca que siempre.

Pan se elevó por los aires, y me dejó allí, sola con mi ira. Un sentimiento que no dejaba de crecer, devorando los demás. Pero ahora, debía centrarme. Lianne estaba sola y perdida, y era la pieza fundamental para resolver este rompecabezas. No sería difícil encontrarla, lo que me preocupaba, es el estado en que iba a encontrarla después de su pequeña escapada.