-Historia editada el 16/06/2018-
El drabble que van a leer a continuación es un regalo de navidad exageradamente atrasado para The wings of sakura, mejor conocida como Mary xD La inspiración me falla más seguido de lo que quisiera y a veces me cuesta un mundo escribir incluso relatos cortos. Espero que les guste a pesar de su brevedad, porque está hecho con amor :3
Advertencia: Spoilers del After Story.
—Tomoya-kun —le susurró Nagisa, despertándolo de su plácido sueño.
—¿Mmh? ¿Qué pasa? —preguntó él, abriendo los ojos con cierta dificultad.
—Ya son casi las doce.
Okazaki levantó la cabeza para echar una mirada a su alrededor, vislumbrando las siluetas de los escasos muebles que tenía el cuarto y las sombras que danzaban a la luz de la vela roja que su esposa sostenía sobre un plato. El joven se incorporó para acercarse a ella, quien se había colocado en cuclillas a un lado de la cama. Aguardaron en silencio a que el reloj digital marcara la hora esperada, y cuando pudieron comprobar que el día anterior ya había quedado atrás, Nagisa le entregó un pequeño paquete rectangular a la vez que le deseaba:
—Feliz navidad, Tomoya-kun.
—Gracias, Nagisa —sonrió, recibiendo el presente en sus manos—. Feliz navidad.
Tras haber rasgado y retirado todo el papel, descubrió que se trataba de una libreta de cuero y un bolígrafo.
—Pensé que lo necesitabas —explicó ella—. Además… tiene un dibujo muy lindo.
Al oír aquello, el joven notó que en la esquina inferior derecha de la tapa había un grabado de una avecilla, y no pudo evitar reír.
—Qué típico de ti.
Nagisa bajó la mirada, sintiendo un poco de vergüenza.
—¿De verdad soy tan predecible?
—Siempre lo has sido.
Tomoya hojeó las páginas de la libreta, las cuales apenas podía ver con tan escasa iluminación. Luego, miró a Nagisa a los ojos con muchísimo cariño y depositó un beso sobre sus labios. Ambos se sonrieron con dulzura.
Con solo un regalo, un beso y la silenciosa compañía de la pequeña vida que surgiría en unos meses más bastaba para que su navidad fuera especial.
Nagisa acomodó a un costado de la cama los dos peluches de dango que había recibido de parte de su marido —uno, por su cumpleaños, y el otro, por navidad—, y cuando Okazaki estaba a punto de encender el interruptor, la habitación se vio ligeramente alumbrada desde el exterior de la ventana por un curioso resplandor. Dirigieron sus miradas hacia aquel punto y pudieron ver una pequeña luz flotante, la cual, por algún motivo, les transmitía una mezcla de paz y felicidad.
Nagisa acarició su barriga y sintió cómo su bebé se movía en el interior. Lo más seguro era que también les estuviera deseando una feliz navidad.
