Primer encuentro
El repiqueteo de la lluvia golpeando contra mi ventana me despertó en mitad de la noche, impidiéndome conciliar el sueño una vez más. Me giré a la derecha, aun envuelto en mis cobijas- en mis gruesas y abundantes cobijas- para poder observar la hora en el pequeño reloj que tenía sobre la mesa de noche. Las 6 a.m. Puedo jurar que desde anoche a las 9 p.m está lloviendo sin descanso.
Llevaba tres días en este pueblo y ya empezaba a deprimirme. No es que no estuviera acostumbrado al frío ya que viví toda mi vida en Chicago, pero el frío en este lugar era diferente. Era como si estuviera húmedo, mojado todo el tiempo y no te diera descanso para tomar una bocanada de aire puro, fresco y seco. Y qué decir de la lluvia. Chicago también tenía sus precipitaciones, pero al menos había sol gran parte del año, no como aquí. En Forks, Washington-mi nuevo hogar- el sol aparecía tantas veces como mi padre en casa: poco y nada.
Mi padre, Edward Masen, era un oficial de policía especializado en homicidios, encargado del Departamento de Homicidios número 11 en Chicago, Illinois. Aunque en este pueblo sería conocido como "Jefe Masen", ya que tomaría poder de la jefatura del único departamento policial de Forks, aun no sé cómo consiguió este trabajo en el momento en el que más lo necesitábamos, tal vez fue suerte, o quizá sólo tuvo que mover algunos de sus contactos.
Meses atrás, luego de que mi padre lograra encarcelar al líder de la mafia rusa de Illinois, mi madre, Elizabeth fue atacada por uno de sus hombres, y si un humilde sereno de la gasolinera en la que ella había sido agredida no hubiese intervenido poniendo en riesgo su vida para salvar la de mi madre, hoy, ella, sería una más de las tantas víctimas y números de la mafia rusa.
Mi padre enloqueció luego de aquel suceso, y no lo culpaba, cuando supe lo de mi madre estaba dispuesto a matar al desgraciado que había intentado dañarla. Él decidió empezar de cero en otro lugar, lejos y a salvo.
Y así fue como terminé en un pueblo olvidado por la mano de Dios.
Extrañamente, el cambio fue bueno. No tenía muchos amigos en mi ciudad, me gustaba estar solo, así que las pocas personas con las que socializaba eran consideradas compañeros. Además, por mucho que vaya a extrañar las calles de mi ciudad sabía que ir a un pueblo sería mil veces mas tranquilo, seguro y mejor.
Mi madre estuvo de acuerdo en venir a Forks, así que el viernes pasado nos mudamos definitivamente. No hubo problemas con nuestros apellidos, ya que no podíamos ser encontrados por nadie si teníamos el resguardo del FBI, definitivamente mi padre se había esforzado mucho en su trabajo. Aunque siempre hay algo a cuestas: él jamás pasaba tiempo en casa con nosotros. Antes solía molestarme, pero ahora ya no importaba. Sólo me molestaba cuando mi madre salía lastimada, pero si eso no ocurría para mí estaba bien.
Aunque con lo de mi madre, mi padre cambió radicalmente. Desde que se dio cuenta que pudo haberla perdido ha estado mucho más atento con ella de lo que ha demostrado en toda su vida. Y desde que estamos aquí, pasa más tiempo en casa, y se muestra más dispuesto a reparar las cosas que sabe que ha hecho mal.
Fuera de eso, él es un gran hombre; sé que la única razón por lo que lo hace es por nosotros. Cuando yo nací ellos eran muy jóvenes, y no creo que se les haya hecho fácil, en ningún aspecto.
Hoy empezaría el bachillerato el la Preparatoria de Forks, a mediados de Mayo, genial.
Decidí levantarme, no tenía sentido seguir acostado sin hacer nada, así que seleccioné la ropa que utilizaría hoy y me dispuse a tomar una ducha caliente.
Ya vestido con una camisa negra, mis cómodos jeans algo gastados y mis converses negras decidí bajar por algo para desayunar.
-Buen día hijo- dijo mi madre desde la barra de desayuno color caoba con superficie de mármol rosada, ubicada al final de la cocina, separando el comedor de esta.
-Buen día- le dediqué una sonrisa mientras me acercaba para besarle la frente- ¿tan temprano?
-Tu padre ha ido a trabajar hace un rato, y ya sabes lo ruidoso que es, así que decidí darte fuerzas para tu primer día- dijo sonriendo mientras me alcanzaba una tortilla con un vaso de jugo de naranja.
-Sí, me imagino, aunque aprecio el gesto mamá, no creo que ayude demasiado- le dije sonriendo apenas- ¿ya desayunaste?
-Sí cariño- dijo con suavidad antes de suspirar pesadamente- sé que es difícil todo esto, pero…
-Mamá, sólo estaba bromeando. No debes preocuparte por nada- le aseguré sosteniendo su blanca mano. Ella me sonrió con esa deslumbrante sonrisa suya mientras algunos mechones de su corto cabello cobrizo caían sobre su frente.
Ella pasó una mano por mi cabello- del mismo color que el suyo- negando lentamente con la cabeza.
-¿En serio te peinaste?
-Lo intenté mamá- dije resignado.
-Genes- dijo en el mismo tono que yo, refiriéndose al desordenado cabello de mi padre, antes de reír con dulzura.
Terminé mi desayuno unos minutos más tarde mientras mi madre me contaba sobre cuánta gente chismosa había conocido, y destacó sólo a una mujer que le pareció honesta y amable de verdad, la Sra. Cullen, y cuán hermosa le pareció.
Miré mi reloj de mano, viendo que se me haría tarde si no me apresuraba. Tomé mi mochila que descansaba sobre la banqueta contigua a la mía, y me despedí de mi madre con un beso en la mejilla.
-El suéter Edward- me regañó mi madre. Me contuve a rodar los ojos, aunque sabía que tenía razón, el frío de afuera me helaría. Tomé el abrigo azul oscuro que me ofrecía y salí por la puerta trasera, hacia el garaje, para subir a mi auto.
Luego de abrir, y posteriormente cerrar, las puertas automáticas del fastidioso garaje, me dispuse a ir a la escuela en mi querido Volvo S60 R-Design plateado. Noté que hacía más frío de lo que había pensado, así que me agradecí mentalmente por haber olvidado la cazadora de cuero negra dentro del auto la tarde pasada.
Encontrar la escuela no fue difícil, aunque no lucía como una preparatoria debería lucir. La Preparatoria de Forks se encontraba, como todo aquí, a un costado de la carretera, rodeada por verde, demasiado verde.
Estacioné en el primer lugar libre que vi, ya muchos autos habían sido estacionados, sirviendo de asiento para sus dueños y amigos. Noté, también, que mi Volvo parecía algo fuera de lugar, ya que los demás autos eran normales, y variaban entre los modelos más comunes de Chevy, Ford y Chevrolet, con excepción de un enorme jeep color metal que parecía monstruoso y un BMW descapotable rojo. Aquellos coches sí que se destacaban –y desencajaban- en este pequeño pueblo. Claro que en Chicago sería de lo más común ver incluso mejores autos que esos.
Me bajé del coche algo apurado, luego de recoger la cazadora de la parte trasera del asiento. Cuando estuve de lleno en el estacionamiento el frío hizo que un escalofrío involuntario me recorriera el cuerpo mientras me dirigía hacia las oficinas.
No pasé desapercibido el hecho de que todos los estudiantes miraran asombrados mi Volvo, ni que me siguieran con la mirada hasta el punto tal de hacerme creer que llevaba algo raro o ridículo en mi espalda.
Llegué a la oficina principal y conocí a la Sra. Cope, que me dio un mapa del lugar y los horarios de mis clases junto a los nombres de mis profesores.
La primera hora era de Español, y por suerte la campana que daba inicio a las clases sonó indicándome que debía apresurarme a encontrar el edificio dos.
Iba muy concentrado tratando de memorizar los horarios y los edificios cuando sentí que algo chocaba contra mí. El impacto no fue tanto, incluso me quedé de pie, pero la peor parte la recibió la persona que estaba del otro lado. Frente a mí, en el piso, sentada por el golpe, estaba una chica delgada, de tes pálida y cabello negro recogiendo los papeles que se le habían caído. Inmediatamente coloqué una de mis rodillas en el piso y la ayudé a recoger sus libros.
-Lo lamento- dijo acomodando sus gafas de bordes blancos sobre su pequeña nariz.
-Fue mi culpa- dije con voz suave- muchas distracciones- señalé los mapas en mi otra mano. Ella los vio atentamente.
-Ya veo- dijo casi en un susurro.
Casi no quedaban estudiantes en el corredor en el que nos encontrábamos. Definitivamente me había perdido. Tal vez esta chica podría ayudarme, al menos que esté enojada por el golpe que le causé.
-¿Estas bien?- le pregunté mientras me ponía de pie y le ofrecía mi mano para ayudarla. Ella me miró entre intrigada y sorprendida.
-Seguro- dijo mientras tomaba mi mano para ponerse en pie- Angela, Angela Webber- dijo algo tímida. Le sonreí a penas.
-Edward Masen- debía preguntarle dónde encontrar esa estúpida clase- oye, sé que es mucho pedir después del golpe que te he dado, pero ¿podrías decirme dónde está Español con Martínez?
Ella me miró con una chispa de diversión en sus ojos café.
-Exactamente en la dirección opuesta a la que te dirigías- dijo con la cabeza gacha.
-Oh- dije haciendo una mueca. La muchacha, Angela, parecía indecisa en decirme o no algo, creo que quería pedirme algo.
-Yo también tengo Español, puedes ir conmigo si no te molesta- dijo aun mirando el piso. Por fin algo bueno.
-Claro, gracias- le dije sonriendo.
Caminamos en silencio volviendo por el camino que había tomado, me sentía algo estúpido por malinterpretar el tonto mapa.
El silencio hasta el salón de clases no fue incómodo, esta chica podría agradarme en verdad.
Entramos juntos al salón, y luego de presentarme con el profesor y hacer que firme mi ficha me entregó el libro que necesitaría y me envió a un asiento vacío, solo.
La clase pasó rápido, ya que llegué algo tarde y me dediqué a observar a cada uno de los estudiantes; había tenido una evaluación del tema que estaba explicando el profesor unos meses atrás.
La mañana transcurrió entre clases aburridas y miradas odiosas. Aquí estaba la parte mala de vivir en un pueblo, ahora entiendo aquella frase de "Pueblo chico, infierno grande". Todo el mundo comenzaba a susurrar cada vez que me veían. Era irritante.
Claramente, en un pueblo de tres mil ciento veinte personas es una novedad impresionante la llegada de tres personas de ciudad desde casi al otra punta del país. Ya quería oír qué historia de vida me inventarían a mí o a mi familia. O a ambos.
La hora del almuerzo llegó y me acerqué a la cafetería, donde me decidí por una manzana y una soda, no tenía mucha hambre.
Ya con la bandeja en la mano vi cómo la chica con la que tropecé hoy hablaba en lo que supuse que serían susurros con un chico morocho, con un poco de acné y a penas más alto que ella. A medida que hablaban Angela parecía estar explicándole algo con mucho esfuerzo a su compañero y de vez en cuando ambos me miraban. Qué raro, aquella muchachazo me había parecido del tipo chismosa. Tal vez me equivoqué.
Menos de un minuto más tarde, ella se acercó a mi lado, siempre mirando el piso.
-Uhm, ¿Edward?- dijo mirándome dudosa.
-¿Sí?- contesté levantando la vista de mi bandeja, luego de acomodar las cosas mejor.
-Tal vez te gustaría sentarte con nosotros- dijo señalando una mesa llena de chicos y chicas.
Definitivamente esa no era una opción. Estar al alcance de preguntas personales y de interacciones sociales con un grupo de adolescentes hormonales no entraba en la lista de quehaceres.
-No te preocupes Angela, estoy bien- le dije sonriendo a medias.
-Si te preocupan los chicos, tranquilo, ya les he dicho que se comporten, después de todo, alguna vez todos hemos sido "el nuevo"- dijo comprensivamente.
Miré mi reloj de mano, eran solo treinta minutos. Y era esto o comer en mi Volvo, por mucho que odie socializar no me arriesgaría a ensuciar mi auto. Suspiré audiblemente.
-Claro.
Una vez en la mesa, luego de un corto silencio incómodo todos comenzaron a presentarse. Escuché la presentación de Jessica Stanley, la de mi clase de Química, y me dio la sensación de que lo que salía de su boca era completamente diferente a lo que pasaba por su cabeza. Luego le siguió Lauren Mallory, a quien no había visto en clases pero que se mostró bastante dispuesta a mostrarme la escuela, parecía alguien que deseaba atención todo el tiempo. Ben Cheney fue después, y fue el que parecía más sincero al hablar conmigo, aunque se veía un poco reacio por mi cercanía con Angela, tal vez se gustaban. Luego vino Mike Newton, un niño de mamá en toda su gloria, desde su cabello con excesivo gel hasta sus palabras que destilaban celos. Eric Yorkie fue el último, y parecía más interesado en su cámara fotográfica que en cualquier otra cosa. Sin embargo, más tarde llegó un tal Tyler y solo nos saludamos con un simple "qué hay".
Me sabía todos sus nombres y características, en situaciones como estas odiaba mi memoria fotográfica. La única que me caía realmente bien era Angela.
Allí, tratando de no recordar los problemas hormonales de cinco personas que no conocía, me encontraba yo la primera vez que los vi.
Eran cinco, dos varones y tres chicas inusual y extraordinariamente hermosos. Uno de los hombres era enorme, en verdad era grande. Tenía cabello rizado, era alto, de ojos negros, musculoso y más pálido que la pared blanca pura que estaba detrás suyo. El otro era rubio, casi del color de la miel, y sus rizos le caían sobre la frente, era medianamente alto, musculoso, aunque no tanto como el otro, sus ojos también eran negros y parecía estar sufriendo. Dos de las chicas eran dos polos completamente opuestos. Una era algo baja, no mediría más de un metro sesenta con mucha suerte, su cabello corto negro azabache terminaba su recorrido en puntas que se disparaban hacia cualquier lado, sus facciones eran finas, delicadas y pequeñas, como las de un duende. La otra era, como mínimo, diez centímetros más alta que la morocha, rubia con su pelo en ondas hasta la mitad de su espalda. Sus facciones eran finas y hermosas, y su cuerpo era típico de una mujer que ves en esos calendarios de modelos, y no en una preparatoria de un pueblo olvidado por la sociedad. La otra chica era una mezcla de ambas. Una mezcla perfecta, debo agregar. Su pelo era castaño, caía lacio hasta la parte baja de su espalda, donde se formaban suaves rizos, medía más que la morocha, pero no tanto como la rubia, sus facciones eran simplemente hermosas, parecían tranquilas y suaves. Sus ojos eran de un marrón chocolate, hipnotizador, a diferencia del color de sus acompañantes que eran negros. Su cuerpo tenía las medidas perfectas, era realmente bella. No era exageradamente llamativa como la rubia, pero definitivamente era mucho más hermosa. Ese tipo de mujeres que ves en las películas de Hollywood y de las que crees imposible su existencia. Simple y hermosamente perfecta.
Cada uno era diferente, eso era obvio, pero tenían ese tono de piel blanco casi traslúcido, esos ojos oscuros y esas sombras violetas debajo de sus ojos que los hacían muy semejantes.
-Los Cullen- anunció una voz en la mesa. Me giré un poco aturdido.
-¿Disculpa?- le pregunté a Angela, quien había hablado. Ella bajó un poco la voz para que solo yo la escuchara.
-Los que acaban de sentarse junto a la puerta- dijo moviendo su cabeza- son los Cullen. Había oído ese apellido antes.
-¿Todos ellos?- pregunté frunciendo mi ceño. Los demás seguían con su charla.
-Casi- dijo Jessica incluyéndose sin invitación en la conversación- los rubios, Rosalie y Jasper Hale, son mellizos- echó una mirada rápida a su mesa- el grandote es Emmett, y la pequeña es Alice, ellos sí son Cullen, al igual que Bella, la castaña. Alice y Emmett son hermanos de sangre. Todos ellos son hijos adoptivos del Doctor Cullen y su esposa, que es la madrina de Bella. Se mudaron hace algunos pocos años. Los dos son muy jóvenes, el Dr no debe pasar los treinta y cinco y su esposa igual.
Bella. Incluso su nombre tenía belleza.
-Oh- dije simplemente sin ánimos de hablarle. Recordé que mi madre me había hablado sobre la Sra. Cullen esta mañana.
-Son pareja- añadió. Okay, eso me intrigó, y Jessica vio la duda en mi rostro por lo que agregó:- Emmett y Rosalie son novios, al igual que Jasper y Alice- a esta altura todos estaban prestando atención- ni siquiera sé si eso es legal- dijo casi con repugnancia. Levanté la ceja sin poder evitarlo, podía notar los celos desde mi lugar.
-Jess, ellos no son hermanos- dijo Angela.
-Pero debes admitir que son raros- dijo Lauren con acidez.
-Entonces los conoces- le dije suspicaz.
-No demasiado pero es obvio- dijo riendo en lo que ella creía adorable.
-Eso pensé- dije entre dientes. Definitivamente, gente de un pueblo chico.
Volví mi cabeza una vez más e inmediatamente mis ojos fueron hacia la castaña y para mi sorpresa ella estaba mirándome. Pero su mirada no era como la de los demás, no estaba inspeccionando ni buscado defectos, se veía… sorprendida. Antes de que pudiera asimilar que ambos nos habíamos atrapado observándonos ella ya había ocultado su rostro detrás de una cortina marrón de cabello. Absurdamente, me embargaron unas ansias enormes por acariciar ese cabello y comprobar si era tan suave como aparentaba.
-¿Qué hay de ella?- dije ausentemente.
-¿Bella?- dijo Tayler con burla.
-Ella no tiene pareja- dijo Angela suavemente.
-No te hagas ilusiones amigo, parece ser que nadie de aquí es suficiente para ella- dijo Mike chasqueando la lengua. Era obvio su despecho. Sonreí de lado.
-¿Cuántas veces te ha rechazado?- pregunté esperando que se lo tomara a mal, lo cual sucedió ya que su cara de hombre superado se vio afectada por un ceño fruncido. En cambio, Tyler comenzó a reír y contestó por Mike:
-Las suficientes para dejar de intentarlo, créeme hombre- y siguió riendo, probablemente recordando todas esas veces en las que su amigo se puso en ridículo para conseguir la atención de la bella castaña.
-Es muy rara, creo que peor que los demás- dijo Lauren, la envidia era demasiado obvia.
Aun seguía mirándola, y sin pensar dije:
-Es realmente hermosa.
-Y sexy- dijo Tyler. Por alguna extraña razón me molestó que hablara así de ella.
-Aunque yo me preocuparía por sus protectores- dijo por primera vez Ben.
-Cierto- agregó Tyler riendo, seguro seguía recordando- tienes que ver cómo salta el grandote para defenderla cada vez que algunos- sugestivamente con sus cejas y ojos señaló a Mike- se ponen pesados. Hale muy pocas veces interviene, pero cuando lo hace es mejor no acercarse- su risa llegó a carcajadas. Definitivamente ver a Mike siendo amenazado por aquellos dos sería algo muy difícil de recordar sin reír.
El aludido estaba malhumorado, por lo que se dedicó a hablar del partido del domingo con Eric.
-Sólo es algo tímida y reservada- dijo Angela sólo para que yo escuche.
Asentí mirando la manzana, a la que le di algunas mordidas antes de agregar en nuestra pequeña conversación:
-Los señores Cullen deben ser muy considerados, es decir, adoptar a tantos niños tan jóvenes.
-Son muy amables- dijo Angela sonriendo.
-Aunque creo que la esposa del Dr Cullen no puede tener hijos- añadió Jessica sin ser invitada, una vez más. Ese comentario me cayó realmente mal.
-Lo que no quita que sean amables y buenas personas, ¿verdad?- dije con algo de mal humor.
-Edward tiene razón Jess, ambos son muy buenos a pesar de eso- dijo suavemente Angela.
Jessica rodó los ojos y siguió en una conversación banal con Lauren.
El almuerzo terminó, lo que agradecí con muchas ganas.
Tyler fue conmigo al edificio tres, en donde teníamos biología junto a Mike y Eric, que venían detrás nuestro.
Al entrar todos tomaron sus respectivos lugares, y yo le entregué las fichas al profesor, quien me dio los libros de textos que necesitaría.
-Tienes un lugar libre allí- dijo señalando la segunda mesa de la fila pegada a la ventana.
Me quedé observando el lugar. Lo interesante no era la ubicación, sino mi compañera. Sentada con parte de su torso inclinada sobre la mesa de trabajo, sus ojos extrañamente negros y su postura tensa estaba Bella Cullen, que estaría sentada a mi lado durante cincuenta minutos y me ponía incómodamente nervioso.
Definitivamente, esta hora sería interesante.
Y? Qué les pareció mi nueva historia? Espero sus comentarios.
Nos leemos, A simple human.
