Hola de nuevo!..

Espero que les guste este fanfic.

Declaimer: Los personajes son propiedad de J.K Rowling. Pero la historia y el contexto donde se desenvuelven ellos es de mi propiedad. Alto al Plagio!

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El estridente sonido de un despertador interrumpió el corto momento de descanso de Harry Potter. Sin abrir los ojos estiro su brazo hacia donde se encontraba aquel aparato que se le había dado por armar un tremendo barullo. Cada vez que intentaba tocarlo el despertador saltaba y se movía a centímetros para que no lo pueda apagar y a su vez sonaba más y más fuerte. Tardo varios segundos en enfocar su mente y recordar que ese despertador no lo iba a dejar en paz hasta que esté completamente despierto, por fin abrió los ojos y por unos segundos mantuvo su mirada fija en el techo de madera de su habitación.

Era definitivamente un muy mal comienzo de semana pensó Harry, con lo mucho que le costaba conciliar el sueño, ahora ese aparato endemoniado hacia que su dolor de cabeza matutino madrugue igual que él. Agarro la varita que estaba debajo de su almohada, con un movimiento circular de esta el aparato dejo de saltar de un lado para el otro, tembló por un segundo y dejo de sonar.

Ese tintineo espantoso todavía resonaba en su cabeza, respiro profundamente y se levantó con bastante pesadumbre de su cómoda cama, cuando sus pies descalzos tocaron el suelo un escalofrió recorrió todo su cuerpo y lo hizo estremecer, camino de puntillas hacia el enorme ventanal abriendo de par en par las cortinas y dejando que la tenue luz del día ilumine su desordenada pero lujosa habitación. Observo por un momento la basta visión de la calle adoquinada y de los edificios vecinos que se dejaba apreciar desde su ventana. El sol estaba siendo opacado por densos nubarrones y la calle se encontraba vacía debido a la ola de frio que azotaba al país. Harry vivía en un lujoso edificio en el centro de la capital búlgara, el frio país había sido su lugar de estancia por los últimos diez años

Cuando termino la segunda guerra, una vez que Harry derroto al señor oscuro. El primer ministro búlgaro no tardo en ofrecerle el puesto de Auror en su país y Harry vio este ofrecimiento como la oportunidad de escapar de aquel lugar y poder dejar en el olvido todo aquel dolor que vivió en aquellos tiempos. Por diez años Harry ha tratado de borrar de su mente todo aquel pasado tormentoso.

Se dirigió con toda la pereza del lunes reflejada en su rostro al baño, donde tomo una breve ducha, y se acicalo un poco. Abrió el botiquín detrás del espejo, estaba repleto de pociones y medicamentos muggles, tomo un frasco pequeño de donde saco dos píldoras. Al cerrar el botiquín reparo por unos momentos la visión de sí mismo que le mostraba el espejo. Ahí estaba el un hombre de veintisiete años con un indomable pelo negro el cual había dejado crecer últimamente buscando más abrigo para el frio implacable de aquel tiempo, sus profundos ojos verdes reflejaban ahora una sombría mirada, su rostro estaba cubierto de una espesa barba que lo hacía ver mucho mayor de lo que era. Se separó un poco el cabello de la frente y observo la extraña cicatriz en forma de rayo que se mantenía oculta debajo de su largo flequillo, la recorrió lentamente con el dedo índice y volvió a poner un mechón encima. Todos los días hacia lo mismo, su cicatriz era la única cosa visible que lo mantenía atado a su pasado, pero en este caso no le importaba, porque esta le daba más razones para estar ahí, le recordaba porque no quería volver y porque su estante estaba lleno de pociones que mantenían sus sueños en blanco profundo o en una oscuridad sin fin.

Al salir del baño se abrió paso entre el desorden de su habitación y se vistió rápidamente con una ropa muy abrigada y unas botas. Se dirigió a la pequeña cocina de su apartamento donde preparo un rápido desayuno que constaba de unas tostadas a la francesa con un café negro muy caliente. Comía lentamente apoyado en el mesón de la cocina mientras soportaba el insistente latido en su cabeza producto de las pastillas que había tomado.

La sala y la cocina del departamento reflejaba bastante bien como sentía su vida, vacía y oscura, no tenía muchas cosas y las pocas se encontraban en completo desorden. A pesar del toque fino y moderno de los colores del departamento, el ambiente era frio y un bastante tétrico. Al terminar de desayunar se dirigió a la otra habitación de su apartamento que funcionaba como un despacho.

Era como entrar a un lugar completamente diferente, estaba totalmente ordenado y limpio, dos estanterías repletas de libros de todo tipo, una chimenea que contrastaba con el moderno estilo general del apartamento, un escritorio de madera lustrosa con muchos pergaminos ordenados en pilas y un asiento de oficina estilo imperial. A lado del escritorio estaba una jaula donde reposaba una lechuza parda a la que Harry nunca le había puesto nombre. La habitación era iluminada por un gran ventanal. El único aspecto de su vida donde Harry era ordenado y enfocado era en su trabajo, en todo lo demás Harry solo se podría decir que subsistía.

Se sentó en su silla pero un insistente ruido de picoteo había hecho levantar y dirigirse a su ventana. Abrió el ventanal rápidamente dejando pasar una ráfaga de aire frio que le congelo los pulmones, la lechuza paso rápidamente y dejo caer un montón de papeles y sobres en el piso, Harry la miro con odio por el desorden causado, esta sin inmutarse estiro la bolsita donde recibía su paga, Harry tiro cinco knuts en ella y la lechuza se posó de nuevo frente a la ventana, él la abrió y una vez que la lechuza salió por ella la cerro rápidamente.

La correspondencia de Harry, siempre era la misma, papeles del trabajo, informes que le había pedido a los Aurores que estaban a su mando en alguna misión y el ejemplar del diario mágico local.

Reviso uno por uno los papeles, la mayoría los dejo encima del escritorio, solo se quedó con uno que le sorprendió bastante, era del primer ministro búlgaro, era su jefe, no inmediato pero si era su superior por supuesto. EL nunca le había enviado una carta y menos tan temprano, no había necesidad de ello, podría esperar hasta que llegue al ministerio y hacerlo llamar. ¿Que podría ser tan urgente?

Rompió el sello y saco la carta del sobre, el mensaje era corto y claro, muy poco sofisticado viniendo de un hombre él cual Harry reconocía por su estilo y su manera de ser estricta y burocráticamente correcta.

A penas llegues al ministerio no pases por el cuartel, ve directamente a mi oficina. Mientras más temprano mejor.

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-Buenos días primer ministro, apenas recibí su carta viaje por la red flu a la chimenea más cercana a su oficina-, dijo Harry, con una voz parca en un búlgaro bastante ensayado, mientras entraba al despacho del primer ministro una vez que su secretaria le haya dicho que lo estaba esperando.

Harry recorrió con la mirada la lujosa oficina, muy pocas veces en los años que había trabajado para él había entrado, la mayoría de las cosas las trataba con su superior más próximo, el jefe del cuartel de aurores. Después se fijó en el hombre que se acercaba a lentamente hacia él, era alto y delgado con una enorme barba blanca y cejas espesas del mismo color, vestía una capa de pieles igual que la de Harry, aunque era blanca no oscura como la de él y se notaba mucho más fina.

-¡Harry Potter¡-, exclamo con bastante entusiasmo, mientras le estrechaba fuertemente la mano. –Que gusto verte muchacho, a pesar de que he seguido tus pasos desde que te traje aquí hemos tenido muy pocas oportunidades de vernos. Claro que eso cambiara cuando seas el jefe del cuartel.

El primer ministro le guiño un ojo y se apartó de Harry, se sentó en su silla y le hizo un gesto con la mano para indicarle a Harry que se siente en la silla enfrente de él.

El primer ministro mantuvo sus ojos negros puestos en Harry unos segundos sin decirle absolutamente nada, después sonrió de lado.

-Te estarás preguntando porque te llame.

-Me inquieto un poco su carta-, respondió Harry, con un tono menos formal y más inquisidor, al notar su falsa sonrisa. -¿Tiene acaso alguna queja sobre mí o mi desempeño?

- No para nada-, dijo el primer ministro, no sorprendido con su pregunta. Harry era un excelente mago y un magnifico auror, pero tenía graves problemas para acatar la autoridad y no confiaba en nadie más que en sí mismo así que muy pocas veces trabajaba en grupo y si lo obligaban a hacerlo el buscaba la forma de desligarse.

El ministro dejo atrás su falsa sonrisa y estiro hacia Harry un sobre-, Quiero que observes esto y me des tu opinión… profesional.

Lo que vio Harry al abrir el sobre le revolvió el estómago. En el sobre había unas fotos, eran de una joven que había sido brutalmente asesinada. Su cuerpo estaba ya en proceso de descomposición y de lo poco que se podía notar es que era una joven de unos veintiocho años, tenía cortadas en el rostro y el cuerpo, le habían cercenado los parpados y extraído sus corneas y tenía vetas negras en todo el cuerpo. Las imágenes eran perturbantes, en sus años como auror había visto y estudiado la lógica de dementes criminales como estos, se había acercado mucho a ellos y había visto cosas horribles muy similares a estas pero nunca llego a acostumbrarse a ellas.

-¿Perturbado señor Potter?-, dijo el ministro con un tono inusual al ver los gestos de Harry. –Dígame que piensa por favor-, continuo con tono más impaciente.

-La joven ha sido asesinada por un mago-, dijo Harry ya más tranquilo. –la chica es muggle, ¿estoy en lo correcto?

-Si-, respondió el primer ministro serenamente. – ¿Algo más que decir?- añadió mirando fijamente a Harry.

Harry lo miro extrañado por un momento pero luego dedujo lo que el primer ministro quería de él.

-Por la posición del cuerpo, la chica fue ultraja sexualmente después de haber fallecido o murió instantes antes o después que el agresor la violara-, dijo Harry como si aquellas palabras fueran de las más normales en una conversación. –El mago ha utilizado magia básica para provocar las heridas en los parpados y solo lo hizo con el fin de extraer sus corneas de manera más fácil, estoy casi seguro que lo hizo manualmente, lo que da a pensar que es un fetiche del autor, quizás es un ritual de excitación para él. Con respecto a las demás heridas fueron provocadas en el momento de capturarla. Las manchas negras en el cuerpo si no me equivoco son causadas por alguna poción oscura, algo que la haga más dócil pero sin dejar de estar consciente de sus acciones.

El primer ministro miraba impávido mientras Harry hablaba, y cuando termino lo miro con satisfacción, cogió las fotos y las volvió a guardar en el sobre con descarada parsimonia, lo puso de nuevo sobre su escritorio y tomando una bocanada de aire hablo.

-Es impresionante ver a un genio en acción-, le dijo el ministro con una enorme sonrisa.

-Sigo sin entender de qué se trata esto-, dijo Harry ya en tono disgustado e impaciente. – ¿Es una clase de prueba?

El ministro rio por un segundo, cosa que a Harry lo enojo más, al notar el mal genio de Harry el ministro tosió un par de veces y se dispuso a hablar jugando nerviosamente con una pluma muy elegante y con filos de oro.

-Ayer en la noche el primer ministro inglés…, me imagino que lo conoces-, Harry hizo un leve gesto aprobatorio con la cabeza. -Bueno el vino a visitarme y a pedirme cierto favor.

El ministro volvió a quedarse callado parecía que en su mente afrontaba una desesperante lucha interna, y comenzaba a agitar su pluma más fuerte en lo que Harry no pudo distinguir entra un gesto de nerviosismo o uno de furia.

-La chica de la foto es una de las treinta muggles que han sido asesinadas en los últimos dos meses en toda Inglaterra, el ministerio Ingles esta algo contrariado ya que acaba de aprobar políticas protectoras hacia los muggles-, dijo esto último como si de una tontería se tratase-. –El ministro de magia está buscando algo de ayuda internacional y lo más practico es reforzar en algo el cuartel de aurores y….

En ese momento las piezas se unieron bruscamente en la cabeza de Harry, ya entendía todo, pero no podía aceptarlo nunca, el nunca volvería, no podía volver, se lo había jurado a si mismo millones de veces.

-¿Por qué yo? -, interrumpió Harry todavía en voz calmada pero brusca mientras respiraba lentamente tratando de disipar el fuerte dolor de cabeza que se avecinaba. -Puede enviar a cualquier otro auror.

- Vinieron a pedirte precisamente a ti-, dijo tranquilamente el ministro, notando el carácter de Harry. – No lo tomes tan mal es solo un préstamo.

- ¿Acaso ahora soy un objeto ahora? Esto es miarda para mí. Ya les salve el culo una vez y deje que mi vida se vuelva un infierno por eso. Yo creo que he dado más a ese estúpido país que cualquiera. ¿No les basto con la muerte de mis padres?-, levanto la voz Harry, mientras se ponía de pie y golpeaba fuertemente con el puño el escritorio del primer ministro. -¿No les basto con saber que nunca pude disfrutar mi niñez?, que fui perseguido por sus propias leyes e injuriado por todos. ¿Cómo llegaron a llamarme?- pregunto Harry a un primer ministro que seguía calmado y lo miraba fijamente. -¿Cómo permitieron que se me llamase?... ''Indeseable número uno'', ¿no es así? No sé cómo tienen cara para pedir que les ayude, ellos no pueden obligarme a nada.

-Ellos no pero nosotros si-, interrumpió inmediatamente, al parecer Harry había llegado al punto que quería el ministro. -La misión fue escrita por mí desde este ministerio y está asignada para ti y tienes el deber de cumplirla.

Harry había hecho un juramento de lealtad al ministerio búlgaro y por ende al ministro de magia de ese país, por lo que estaba obligado a cumplir con las misiones que se le asignen. Podría renunciar, pero se le obligaría a cumplir con la última misión así que el resultado era el mismo, estaba atado de manos. Harry respiro profundamente, tenía que calmarse si se salía de sus estribos podría…

-Usted nunca se ha llevado bien con Scrimgeour-, reflexiono Harry. – ¿Por qué hacerle un favor ahora?

La expresión del ministro se tensó rápidamente.

-Se podría decir que le debo un favor.

-Deberían de comenzar a preparar mejor a sus aurores y dejar de depender de una sola persona-, dijo Harry furioso. -Y mucho más cuando esa persona de la que creen que pueden depender está a kilómetros de distancia y sin ningún deseo de volver.

-No solo se trata de depender de ti-, dijo el ministro tratando de calmar la situación. –El ministro intenta calmar en algo a la prensa y a la comunidad mágica en general.

-Así que de eso se trata todo, ¿no? Intentan utilizarme como un escudo para tapar su deficiencia. Ya el incompetente de Scrimgeur lo intento una vez y al parecer sigue con la misma estúpida idea de que lo que piense la comunidad mágica de él y de su labor es lo mas importante. No me sorprendería si en unas semanas más intentaran encarcelar a alguien inocente solamente para callar lo que diga el profeta.

-Yo lo entiendo un poco, se trata de política, la misma razón por la que yo te traje aquí desde un comienzo, tapar la boca a mis detractores.

-¡Por favor! ¿Entenderlo? Estamos hablando del hombre que permitió que se mataran impuros día tras día bajo su nombre. Que permitió que se creara ese estúpido registro de los nacidos muggle y, ¿por qué no?, el que permitió que se me persiguiera como una rata. Puede ser que al final haya engañado a gran parte del mundo mágico llevándose los meritos de personas que verdaderamente dieron sus vidas en la guerra y alegando que estaba siendo obligado a permitir todos los abusos que se cometió.

-La guerra nos afectó todos de manera diferente-, concluyo el ministro con voz sombría, mientras Harry no podía entender porque defendía tanto a Scrimgeur.

-¿Existe alguna manera en la que usted…?

-No-, le interrumpió tajantemente el primer ministro con su calmado tono de voz. –Yo puedo entender lo que sientes. Pero lamentablemente en este caso no puedo dejarme llevar por la estima que te tengo. Desde el punto de vista de este ministerio, simplemente es una muestra de nuestro respaldo a la Unión internacional de magos. El ministerio ingles después de la guerra se preocupó más es políticas amonestadoras, y eso es un error. Yo en cambio trate de tener el mejor equipo de Aurores para asegurarme que esto no vuelva a ocurrir-, dijo el primer ministro de manera soberbia. –Además ten claro que si no te hubieran pedido a ti, igual serias el escogido para la misión.

-¿Cuándo supuestamente tengo que ir para allá?-, dijo Harry resignado.

-Mañana a las siete de la mañana estará listo tu traslador. Si hay algo bueno de esto- acoto el ministro reparando en el rostro pálido y la mirada asesina de Harry. –Es que no tendrás que tratar directamente con Scrimgeur y el jefe de aurores parece una persona muy capaz. Potter solo haz tu trabajo lo mejor y más rápido que puedas. Míralo como una breve visita a casa.

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Harry camino el largo tramo que separaba la oficina del primer ministro y la suya tratando de ordenar su mente. Después de diez años regresaría a Londres, se imaginaba a todo el ministerio en conmoción por el regreso del elegido. Recordó que la última vez que estuvo hay tuvo que enfrentarse a un grupo de dementores y a algunos mortifagos. Todos los recuerdos de ese lugar de alguna u otra manera siempre se tornaban sombríos.

-Buenos días Señor Potter-, le saludo amenamente su secretaria.

Harry se sobresaltó, sin darse cuenta había llegado a su oficina y tenía a su joven secretaria por delante. Agnis había trabajado con él desde que llego a Bulgaria, siempre fue muy atenta y, aunque él y muchos otros no podían entender como alguien podría fijarse en un muerto en vida, que era la manera más correcta de definir su estado, Harry sabía muy bien que ella guardaba sentimientos para con él, pero claramente él no tenía espacio en su vida para ninguna clase de apego hacia nadie y mucho menos algún sentimiento del tipo amoroso.

En realidad Agnis era una bella mujer de un largo cabello negro y unos hermosos ojos grises fuera de lo común, la mujer irresistible para cualquier hombre. Claro para cualquier hombre normal.

-Buenos días Agnis-, dijo Harry con la voz parca y el búlgaro ensayado que lo caracterizaban, –Mañana voy a salir de viaje, quiero que pases por el departamento de control de criaturas mágicas y tramites el traslado de la lechuza, también…

-¿Se va a llevar a la lechuza?-, le interrumpió Agnis sorprendida.

-Si no me la fuera a llevar no te estaría pidiendo que tramites su traslado, ¿no crees?-, Agnis bajo la cabeza y asintió. –también encárgate de que el equipaje llegue a tiempo. Mi traslador sale para Londres mañana a las siete de la mañana, lo tendrás listo aquí a las seis que yo llegue al ministerio, así que mi equipaje tiene que llegar a las siete y cinco en punto, ni un minuto antes no quiero que nadie revise mis cosas sin yo estar presente.

Agnis asentía levemente mientras encantaba una vuela pluma que escribía todo lo que Harry le había pedido.

-¿Cuánto tiempo se va Señor Potter?

-Tampoco puede llegar más tarde, no quiero estar esperando como idiota todo el día-, siguió Harry sin escuchar la pregunta de Agnis.

Agnis levanto lentamente la mirada hacia Harry, que inmediatamente la dirigió hacia otro lado.

-Lo voy a extrañar-, susurro poniéndose ligeramente roja. –Es decir, todos en el cuartel lo extrañaremos mucho.

-Lo dudo-, respondió Harry y sin más se dirigió a su oficina. Antes de entrar volvió a dirigir su mirada hacia Agnis que no le había quitado los ojos de encima.

-No quiero que nadie me moleste hoy.

-Está bien Señor Potter- dijo Agnis todavía roja como un tomate.

Harry entro y cerró fuertemente la puerta de su oficina, tenía que descargar todos esos sentimientos encontrados que tenía. Apoyo su cabeza en la puerta mientras que con los puños le daba golpes que aumentaban su fuerza gradualmente, respiro profundamente y se detuvo tan impetuosamente como comenzó, tenía que tranquilizarse no podía dejarse llevar por la ira otra vez ni aquí ni en ningún lugar.

-¿Por qué no están funcionando las malditas pastillas?- se preguntó a si mismo con rabia. La cabeza le daba vueltas, se sentía mareado. Se sacudió mientras se tomaba la cabeza con las manos. Abrió los ojos recorriendo la habitación con la vista empañada.

Su oficina, exceptuando por el ventanal y la lechuza, era una copia exacta de la oficina que tenía en casa, las estanterías, el escritorio de madera lustroso con pergaminos ordenados en pilos y la silla de porte imperial. Harry camino lentamente y se agarró del escritorio mientras lo rodeaba para dejarse caer en la silla.

Masajeaba con sus manos su frente, a esa hora del día ya ese efecto molestoso que les causaban las pastillas debía haberse terminado, pero su cabeza seguía latiendo a ritmo pulsante.

Las palabras del primer ministro revoloteaban por su cabeza, junto con imágenes de Londres destrozada y consumida por la guerra. Reparo en una de sus últimas palabras, el ministro había llamado erradamente a todo esto una visita a casa. Harry no tenía a nadie en Londres a quien visitar, no tenía amigos ni familia, ese nunca fue su hogar. Nunca pudo significar eso para él.

Apenas al año de haber nacido un loco sediento de poder había matado a sus padres y había sellado el destino de Harry de ser el elegido, de convertirse en la única persona que podría detenerlo y acabar con esa etapa oscura que vivía toda la comunidad mágica. Mientras que todo el mundo celebraba y bebía porque pensaban que el señor tenebroso había muerto, Harry sin saberlo lo había perdido todo, sus padres, su casa y su vida.

El mundo mágico vivió en supuesta paz y tranquilidad durante diez años, en los cuales él había tenido una vida espantosa sin saber quién era realmente, obligado a vivir con personas que no lo querían y siendo humillado y maltratado. A los once años todo joven mago de Inglaterra recibía una carta donde lo invitaban al colegio Hogwarts de magia hechicería. Cualquier niño mago normal iría al Callejon Diagon donde compraría su primera varita y su lista de útiles para después viajar en un flamante tren rojo que salía del andén nueve y tres cuartos que los conduciría a un hermoso castillo donde al llegar serían elegidos para alguna de las casas de Hogwarts por el sombrero seleccionador y pasaría la mayor parte del tiempo conviviendo con magos de su edad. Pero para Harry no hubo ni carta, ni varita, ni castillos, ni sombrero. Apenas cumplió once años un semigigante llamado Hagrid interrumpió la casa de sus tíos en Privet Drive explicándole a breves rasgos sobre lo que él era y la trágica historia de su pasado. Esa noche había un complot por parte de los mortifagos para asesinarlo y Harry tenía que irse con Hagrid lo más pronto posible. A la mañana siguiente se enteró que sus tíos y su primo habían sido asesinados.

Harry nunca pudo ir a Hogwarts el plan para asesinarlo corroboraba el hecho que el señor tenebroso nunca había muerto. Harry vivió oculto en Hogsmade, era el lugar más seguro en ese momento, estaba cerca de Dumbledore quien fue su mentor y quien se encargó de su educación personalmente, ayudado por su hermano Aberforth y Remus Lupin, un hombre lobo que había sido amigo íntimo de sus padres.

Harry a veces se asomaba desde la ventana alta de la cabeza de puerco, el bar donde vivía, observando como los chicos de su edad que asistían a Hogwarts daban alegres paseos con sus amigos y reían mientras se dirigían a la tienda de bromas o a Honeydukes, lo cual Harry siempre hacia solo y a escondidas, debajo de la capa de invisibilidad de su padre. Siempre se preguntó cómo sería la vida en ese hermoso castillo que el solo pudo ver de lejos un par de veces, convivir con otros magos, quizás tener una novia, ser normal.

Pero esos sueños se esfumaron rápidamente. Cuando cumplió dieciséis años Dumbledore fue asesinado y con eso la guerra resurgió, dejando una mancha de sangre y destrucción implacable en todo el país. Harry fue perseguido y obligado a salir de su anonimato y luchar. En la guerra perdió lo poco de sensibilidad que le quedaba, Harry mato a Voldemort, pero la guerra lo dejo marcado. Perdió a su padrino Sirius, con el quien muy pocas veces tuvo contacto y a Remus. Solo le quedaba Aberforth, pero a pesar de que con él vivió cinco años nunca crearon algún lazo verdadero.

Londres nunca fue su hogar, regresar era solo volver a revivir todo lo sufrido, todas las pérdidas y recordar como el paso de los años y la soledad lo habían convertido en ese hombre insensible y calculador que era ahora. Porque eso era Harry un hombre frio, sin sentimientos y arrogante, él no sería extrañado como tontamente dijo Agnis, él sabía muy bien que todos los respetaban por ser quien es y por su capacidad, pero nunca extrañarían a alguien como él.

El sonido de la puerta al abrirse lo saco de su letargo. Una espigada figura había interrumpido en su oficina. El hombre de larga melena rubia y ojos grises y penetrantes lo miraba fijamente mientras se sentaba en la silla delante de él.

-Señor yo le dije que no entrara pero el no hizo caso, yo…- La voz de Agnis se escuchaba agitada desde la puerta.

-Ya que entraste así a mi oficina y te sentaste sin mi permiso, por lo menos podrías haber cerrado la puerta-, dijo Harry fastidiado de la voz de su secretaria.

El hombre agito velozmente su varita cerrando la puerta y haciendo que la voz de Agnis se perdiera detrás de ella.

-¿A qué viniste Malfoy?

-Escuche que te vas de viaje… a una misión en Londres- dijo Draco de manera elegante y recalcando la última palabra.

-Si así es y si viniste a desearme un buen viaje, pues gracias. Ya puedes retirarte.

-Sabes que no Potter.

Draco lo seguía mirando directamente a los ojos, parecía como si el tampoco comprendía porque estaba ahí. Se quedaron así algunos segundos hasta que Draco se levantó y se dirigió a la puerta. Antes de irse volvió la mirada a Harry.

-Buena suerte-, dijo Draco y sin esperar respuesta salió de la oficina sin cerrar la puerta.

Harry se lo quedo viendo mientras se alejaba. Draco nunca había sido su amigo, su trato era meramente profesional. Los dos compartían un pasado en común, nunca se habían conocido antes, pero su vida había sido marcada de la misma manera.

Draco era hijo de unos muy conocidos mortifagos, a pesar de nunca haber dado muestras de formar parte de algún bando, al terminar la guerra fue perseguido al igual que sus padres. Cansado de los acosos y la persecución huyo como refugiado a Bulgaria donde no les importaba el pasado de nadie y donde fue instruido para formar parte del recién creado cuerpo forense del ministerio búlgaro, que para acotar es muy diferente al muggle. El demostró su valía y prontamente se convirtió en pilar fundamental del mismo. Harry no sabía que opinión tener de él, era un hombre muy reservado, pero mostraba una fascinación por su trabajo que Harry irónicamente consideraba peligrosa.

La verdad es que ellos se parecían mucho. Quizás él era el único que podría comprender lo que Harry estaba pasando.

Harry se levantó de su silla y salió de su oficina. Al ver que Agnis se acercaba rápidamente hacia él, apresuro el paso y tomo el ascensor antes de que se cierre. El rostro lleno de lágrimas de ella fue lo último que vio cuando el ascensor salió violentamente despedido hacia arriba.

Harry salió por la puerta de servicio del ministerio y recorrió las solitarias calles de Sofía. Los edificios altos y modernos contrastaban con el diseño colonial de las aceras y calles. El frio era desesperante, hizo un hechizo para que su abrigo despida una reconfortante brisa caliente.

Camino por un largo tramo, hasta que llego al centro donde se encontraba el lujoso edificio donde vivía. Antes de entrar observo aquella espaciosa avenida adoquinada donde muy pocas veces había estado, siempre utilizaba la red flu para llegar directamente a su apartamento.

-De todas maneras-, dijo en un susurro mientras caminaba por el vestíbulo del edificio. –A este lugar tampoco lo considero como mi hogar.

-¿Dónde estabas?

Una oscura figura salió de las sombras para dirigirse lentamente hacia la anciana que se encontraba acostada en la mugrienta cama.

-Estaba ocupado.

-Tenía que ir al baño-, dijo la anciana con un desagradable tono de voz.

-Pensé que mi hermano estaba aquí para cuidarte, ¿no? ¿Por qué no lo llamaste a él?

-No quiero a ese desagradable squib cerca de mí. Yo a quien quiero es a ti, quiero ir al baño a hacer pis-, dijo ella, casi con coquetería.

-Pues tendrás que acostumbrarte a el- dijo el hombre sin inmutarse por el desagradable tono de voz de la anciana.

El hombre se acercó y se sentó el filo de la cama dejando que la luz proveniente de la calle ilumine su pálido rostro.

-El vendrá pronto, lo sé-, dijo soñadoramente tomando la mano de su madre. –Y cuando venga, solo voy a tener tiempo para él.

Un ruido proveniente de la parte baja de la destruida casa lo sobresalto y rápidamente soltó la mano de su madre y salió de la habitación.

-Vuelve pronto, tengo que hacer pis- repitió ella, de un modo más vago, como si ya no estuviera segura del significado de las palabras.

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Y? que les parecio?

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Mi antiguo fb ya no lo utilizo pero pronto les daré mi fb Gracias por leerme ;)