BAGGINS & SONS

El simple hecho de mirar el nombre de su negocio estampado en el letrero de madera afuera de su casa era a veces doloroso, irónico y hasta ridículo. Su padre, Bungo Baggins, había esperado continuar la tradición de su familia a través de su hijo y años atrás, cuando anhelaba tantas cosas a raíz de su próximo nacimiento, nadie hubiera podido contener su alegría por ello.

Un hijo, heredero de uno de los negocios más lucrativos de toda La Comarca, que contaba con fama más allá de sus fronteras, que era frecuentado por todo tipo de clientes; humanos, elfos, enanos y hasta magos. Era por tanto, de lo más importante asegurarse su continuidad. Durante las últimas generaciones, los hijos Baggins había comenzado a escasear, Bungo tenía hermanos y hermanas, pero estos a su vez solamente contaban con un heredero y eso le preocupaba, cómo mantendría el negocio sin ayuda; por lo tanto, era su deber asegurar una buen número de Baggins para que a través de los chicos se mantuviera el apellido y por supuesto, el negocio. No podía pensar en otra cosa que no fuera eso.

Por eso se había encargado de involucrar a sus hermanos, para que sus hijos también se fueran acostumbrado a lo que Bungo hacía, fueran agarrando experiencia y pudieran ser de utilidad en un futuro. Aunque no le hacía demasiado gracia, él lo que quería era tener junto a su esposa, Belladonna Took, una muy grande familia que lo hiciera sentir de lo más orgulloso.

Y pasaron los meses y cuando ese hijo tan esperado nació, todo lo que había soñado Bungo Baggins se vino abajo. Porque ese hijo no era hijo, era hija y después de ella, no vino una gran familia. Por alguna extraña razón, Belladonna Took no pudo volverse a embarazar; a pesar de que realmente lo quería, poder darle ese hijo tan ansiado a su esposo y verlo de nuevo feliz.

Pero no sucedió y Bungo Baggins se quedó solamente con esa chica de rizos alocados y pies sumamente ágiles a la que llamó Bilbo Baggins. Poco le importó que no fuera un nombre adecuado para una niña, él había soñado una y otra vez llamar a su hijo Bilbo y si el destino había querido que tuviera una hija pues de todos modos la llamaría Bilbo.

Así que muy a su pesar, Bilbo resultó ser todo lo que habría podido desear de haber sido hombre. Y durante años le demostró una y otra vez que el negocio familiar de los Baggins no podría tener mejor heredera que ella. Aún así Bungo suspiraba de vez en vez por el hijo que no existía y se preguntaba por qué había terminado con una familia tan pequeña. Tal vez era cosa de los Took, su locura aventurera era de lo más adecuada para el negocio Baggins pero a lo mejor no era del todo adecuado para la familia Baggins como tal.

De todos modos no se podía decir que Bungo no amara a Belladonna, a pesar del mal sabor de boca que tenían a veces por no haber podido tener más hijos, eran en sí muy cariñosos y amables el uno con el otro. Tanto que hacían cosas románticas para demostrarse ese amor. Como salir a remar y ahogarse juntos.

Bilbo todavía sufría por eso, haberse quedado sola siendo realmente muy joven, con un negocio encima que debía ser atendido y con poca experiencia para hacerlo correctamente. Ella sabía hacer el trabajo pero no cerrar los negocios, redactar los contratos, cobrar los servicios, etc. En varias ocasiones podría haber acabado en desgracia de no ser por la siempre oportuna ayuda de sus primos Otho, Odo y Falco. Ellos eran ahora los Baggins encargados del negocio familiar, a quienes Bilbo debía confiar todo, puesto que de otra manera simplemente, ya no habría negocio.

Y es que a pesar de que su vida entera Bungo dudó de Bilbo, nadie que hubiera usado los servicios de Baggins & Sons podría hacer otra cosa más que hablar maravillas de la chica. Su nombre generalmente era repetido una y otra vez cuando de un problema grave se trataba y llegaban clientes de todas partes buscándola en especial para resolver cuanta situación extraña apareciese.

Y justo se hallaba regresando de la última situación extraña que había aparecido en la puerta de su casa y se sentía total y completamente deshecha por lo que había vivido. Arrastraba los pies, buscaba dar los últimos pasos que la separaban del umbral para poder entrar en su vestíbulo y ahí, dejarse caer. No quería su cama o su cocina para preparase alguna deliciosa infusión, no gracias, lo quería era estar dentro de su hogar para poder simplemente, olvidarse de todo.

25 MESES ANTES

Bilbo aún lidiaba con la muerte de sus padres y no había aceptado ningún trabajo porque no quería salir de su casa, pensaba que estaba desarrollando un miedo irracional a aventurarse al exterior. No iba al mercado, no cuidaba de su jardín, no se asomaba ni por la ventana y no quería abrirle a nadie la puerta.

El negocio pendía de un hilo y todo estaba apunto de derrumbarse. Aquello por lo que su padre había trabajado tanto, su legado, iba a desaparecer. Entonces entraron en acción sus primos. Su padre ya los había entrenado años antes pero en la mayoría de los casos trabajaba solo con Bilbo, los otros chicos acudían cuando Bungo los llamaba si es que el caso era muy complicado. Los clientes se sentían a veces decepcionados, cuando habían escuchado de primera mano lo maravillosamente capaz que era la chica Baggins pero en la mayoría de las ocasiones, creían que habían contratado a Bilbo Baggins, porque Bilbo era un varón ¿no?

Ninguno de sus primos era tan bueno como Bilbo pero habían logrado cumplir con todos los contratos y eso los hacía sentirse orgullosos y continuaban trabajando con alegría. La alegría propia de un hobbit. Cosa que ella había perdido.

Justamente el día de hoy, Bilbo se había puesto como reto salir y simplemente quedarse parada en el camino, esperando. Sabía que nada sucedería, que podría pasar un buen rato disfrutando de la brisa, del calor del sol y del olor de la tierra gracias a la lluvia de la madrugada.

Pero de todos los días que normalmente no pasa nada, con excepciones muy esporádicas, ese fue precisamente un día dónde si pasaría algo.

Bilbo cerró los ojos un buen rato, disfrutando de las sensaciones que le traía el estar al aire libre, algo que extrañaba pero no que no sentía capaz de apreciar en su totalidad desde que sus padres había muerto.

Entonces escuchó el trote de lo que pudieran ser caballos, aunque eran más ligeros, más pequeños. El agudo oído de Bilbo y la experiencia de años de escuchar con atención le dijo que estaba ante el trote de dos ponies que subían por el camino que conducía a su hogar.

Clientes, fue lo primero que pensó y esperó no tener razón. Un súbito pánico la invadió y de inmediato corrió a resguardarse en su casa, sentía que no podía enfrentarse a nadie, que los recuerdos se la iban a comer viva. Veía a su padre abrir la puerta, negociar los precios y después, salir a cumplir con la tarea que le habían encargado.

Ella lo veía con expectación desde el pasillo, lo miraba completamente hechizada; la manera en que Bungo Baggins jamás se sentía menos ante ningún cliente, llegaron a tener elfos dentro de su sala y a pesar de la diferencia de altura y constitución, el hobbit siempre se mostraba orgulloso de ser quién era. Y ella lo admiraba por eso y deseaba con toda su fuerza dejar de ser una niña pequeña que tenía que quedarse al lado de su madre mientras su padre vivía aventura tras aventura.

Hasta que tuvo edad para acompañarlo y le demostró que no era una carga, que podía ser útil a pesar de ser una chica, que eso no la iba a detener.

Pero ahora, no tendría ni valor para abrir la puerta. Estaba sentada en el piso, abrazándose a sus piernas, con sus pies moviéndose sin poderlos detener, y mirando ese pedazo de madera verde, esperando a escuchar los golpes que le advertirían sobre la presencia de ese temido cliente que la llevaría a la terrible realidad de que no se sentía capaz de hacer nada.

Pero podía estar equivocada, después de todo era poco probable tener un cuarto cliente en pocos días. Era ya bastante extraño que sus primos hubieran tenido que salir cada quien en solitario porque habían llegado tres clientes al mismo tiempo, tres casos de mediana dificultad que habrían sido pan comido para Bilbo pero que a sus primos les llevaría algo de tiempo completar la tarea.

Toc, toc, toc.

Su puerta resonó y el sonido se esparció por toda su casa. Si hubiera querido huir de él se habría encontrado con que era imposible porque esos golpes sonaban dentro de ella misma, como llamándola expresamente, como si estuviera destinada a abrir la puerta y enfrentar lo que fuera que estuviera afuera.

Toc, toc, toc.

Bilbo tuvo que encontrar fuerzas en alguna parte de su cuerpo para primero que nada, tranquilizar sus pies, que parecían dispuestos a echar a correr sin preguntarle nada al resto de su cuerpo. Después de respirar varias veces muy profundamente pudo ponerse de pie y mantenerse erguida, dio paso tras paso siendo muy cuidadosa en no tropezar, parecía que necesitaba pensar cada movimiento por miedo a traicionarse.

Abrió la puerta y no estaba pero ni por asomo preparada para lo que la esperaba afuera.