*Dieciséis años después de los eventos de HTTYD2*

Hola a todos los seguidores de How to Train your Dragon. Es un honor poder sumarme al fin a la larga lista de autores de esta categoría. No creo necesario decir que nada de esto me pertenece (salvo la trama... y los personajes OC). En fin, aquí os dejo mi pequeña contribución al género. No sé cuándo actualizaré pero os aseguro que no soy de esas escritoras que se pasan años sin escribir una sola letra.

Disfrutad del espectáculo!


Esto es Berk.

Un inmenso cúmulo de rocas surgido en mitad del océano. Hay fauna, flora y todo el aire fresco que puedan respirar. Sólo una pequeña zona al sur está habitada por humanos.

Mi tribu. En una palabra: recia. Y lleva aquí más de tres siglos, pero todos los edificios tienen menos de veinte años de antigüedad.

Un paraíso... Salvo por un pequeño detalle.

- ¡Aaaaaahhhhhh!

Las mascotas.

- ¡Deja de quejarte! ¡Esto es increíble!

¿Increíble? ¡Sí, ya! Dijo la que no está dando vueltas en círculos y está a punto de vomitar.

- Oye, no le hables así, solo está asustado. Vamos –dice extendiendo su brazo hacia mí-, coge mi mano.

¡Ja, ni lo sueñes! Mis extremidades están firmemente cerradas alrededor de la cola del "animal", pero por muy agarrotadas que estén, no pienso moverme. Más que nada porque podría caer.

Veréis: la mayoría de las personas tienen perros o gatos. ¡Hasta serpientes! Nosotros no. Nosotros tenemos...

- ¡Voy a morir! ¡VOY A MORIIIR!

... dragones.

- ¡YIIIHA!

Al son del grito de guerra, el Nadder Mortífero desciende en picado con las alas encogidas y la lengua fuera. Al alivio por el cese de los coletazos le sigue la desagradable sensación de vértigo. A pocos metros del agua del mar despliega nuevamente las alas y sube a toda pastilla de vuelta a las nubes.

Yo me llamo Kyro, y suerte que tengo. Antes los padres creían que un nombre horrible ahuyentaba a los gnomos y a los trolls. Menos mal que los míos no son tan tradicionales como para castigar a sus hijos de por vida.

Cuando alcanza la altura deseada, el Nadder no disminuye la velocidad y las revoluciones de la cola atacan una vez más a mi estómago. Genial.

Yo ni siquiera debería estar aquí. ¡Todo esto es culpa de papá! Si no se hubiera ido de viaje hace dos semanas, se habría camelado a mamá como hace siempre, y ella no me habría mandado llevarle el pescado al dragón, y a mí no me habría arrollado su cola justo cuando mis hermanas se subieron a él –bueno, a ella- para volar sin permiso.

- ¡Aaahhh! –grito, no tan alto esta vez. Me estoy quedando sin fuelle.

- ¿Quieres callarte ya? –ladra mi hermana mayor- Empiezas a fastidiarme.

¿Fastidiarla?

- ¡Te vas a enterar! ¡Me chivaré a papá...!

- ¡Ui, qué miedo! –responde sin siquiera mirarme.

- ¡... y a mamá!

Eso sí la hace volverse y lanzarme una de sus miradas Hofferson marca registrada. No, en serio. Ahora mismo si dijese algo como "voy a tirarte al vacío", me lo creería. Pero antes de poder abrir la boca y cantar su amenaza nos distrae el sonido de algo cortando el viento sobre nuestras cabezas: el inconfundible aviso de que el hijo maldito del trueno y la muerte misma está cerca.

- Oh, cielos –dice una.

- Porras –dice la otra. ¡Ajá! Ya no es tan increíble, ¿eh?

Con la precisión y agilidad características de los de su especie, la Furia Nocturna se sitúa a escasa distancia del Nadder y le indica con un cabeceo que pise tierra de inmediato, sus bufidos dando a entender claramente lo que parará si se opone. Me estremezco. En dos minutos contados ambos dragones han aterrizado frente al gran caserón que es mi hogar y yo al fin puedo besar el suelo. Bueno, lo haría de no ser porque sigo enroscado en la cola de un dragón.

Al mismo tiempo que mis hermanas se bajan del Nadder lo hace el jinete de la Furia Nocturna. Su largo cabello rubio, ya por la cintura, no se ha movido ni un pelo de la intrincada trenza que lo mantiene sujeto. Sus ojos azules centellean gracias al efecto de la mirada Hofferson, marca registrada, mientras se acerca lentamente a nosotros. No tiene pecas, eso sí, algo que envidio desde el día en que fui consciente de mi imagen reflejada en el agua de un cubo. Su piel es blanca, lisa y perfecta. En momentos así, en los que el sol del mediodía baña su rostro, no me cabe duda de que Astrid es el nombre ideal para ella.

- Bueno –comienza con el ceño más fruncido de lo habitual-, ¿tenéis una remota idea de lo que habéis hecho?

Mis hermanas se encogen de hombros y piensan bien la respuesta. Yo la sé. Y estoy a punto de decirla, pero la penetrante mirada del Nadder hace que las palabras se atoren en mi garganta. Se remueve inquieto –perdón: inquieta- en su sitio en vez de situarse tras su jinete, como de costumbre.

- Ay –resopla- Tormenta, pósalo.

Y lo hace. Vaya si lo hace. Pero supongo que los Nadders Mortíferos no están acostumbrados a llevar niños atemorizados anclados a sus colas. Mi cara queda aplastada contra el suelo ante la repentina sacudida del apéndice del dragón. Afortunadamente el impacto me ayuda a recobrar el control de mi cuerpo y corro para aferrarme de una forma muy similar a la pierna de mi madre.

- ¡Mamá, tuve miedo! ¡Tuve mucho miedo! ¡Todo es su culpa, no me bajaron...! –la adrenalina avanza por mis venas y me hace hablar sin parar. Creo que mamá solo me atiende a medias.

- ¿Y bien? –repite, cada vez más enfadada.

- ¡Ay, ya! Lo sentimos, ¿sí? No estaba planeado que se nos acoplara. ¿Verdad?

La chica a su lado asiente haciendo un puchero.

Mis hermanas: Sanna y Linna.

Sanna (casi se pronuncia como "Shanna") es la mayor. Tiene los ojos verdes, como papá y como yo, pero sus rizos pelirrojos y sus innumerables pecas son herencia del abuelo Estoico. A pesar de todo, Sanna es, tanto en el físico como en el carácter, una mezcla perfecta de ambos padres: cuando habla, puedes distinguir el movimiento de hombros típico de papá mientras que sus palabras reflejan la rudeza adolescente de mamá. No por nada le dieron toda su ropa. También combina las habilidades de lucha de mamá con la temeridad y malsana curiosidad de papá. ¿La prueba? Acabo de sufrirla en mis carnes.

Linna es un año menor que Sanna, y es la viva imagen de nuestra madre: rubia, piel tersa y profundos ojos azules. No es ni de lejos tan musculosa como lo era ella a su edad. En realidad, su figura se asemeja más a la de una señorita como Thor manda. Pero si en el exterior es clavada a mi madre, en su interior bulle el espíritu de los Haddock, sobre todo de la abuela. Ella es su mentora. Se pasan el día hablando sobre dragones y más dragones. Pero no es lo único que heredó de esa parte de la familia: es una cerebrito. Le encanta pasar horas en el estudio de papá leyendo mapas y libros con él.

Lo único malo es que siempre que se meten en problemas yo termino perjudicado.

- Sanna, estoy harta de decirte que no puedes volar sola –el tono de voz de mamá es serio y firme. ¡Qué miedo da cuando se pone así! Aunque a mi hermana no parece afectarle- Repito: ¿sabéis lo que habéis hecho?

Justo en este momento una estela negra atraviesa como un meteoro la plaza y llega hasta donde están los otros dos dragones. El pequeño Furia Nocturna se frota contra su madre mientras ésta lame su cabeza con ternura. Yo me escondo más tras la falda del vestido azul de mi madre.

- ¡Oh! –exhala Linna, luciendo avergonzada por no haberse dado cuenta antes.

- Exacto –brama mamá- Ya deberíais saber que un Furia Nocturna jamás abandona a su cría, bajo ninguna circunstancia. Pero por vuestra culpa he tenido que separar a Darcy de Céfiro porque vosotras os habíais fugado con Tormenta. ¡Y con Kyro! –al decirlo me acaricia el pelo con cuidado, de la misma forma que ha hecho el dragón- Sabéis de sobra el miedo que le tiene vuestro hermano a los dragones.

¡Ah, sí, lo olvidé! Oh, estoy os va a encantar. Llevamos viviendo entre dragones más de veinte años, entrenándolos y montando sobre ellos. Veinte años. Y mis padres son Hipo Horrendous Haddock tercero y Astrid Hofferson, los dos mejores jinetes y entrenadores de dragones de todo Berk. Por lo tanto, comprenderán lo irónico y lo patético que es que yo sea el único vikingo viviente en esta isla que tema a los dragones.

- Pues ya debería ir superándolo, ¿no? –proclama Sanna con su usual tono altanero- Ya sabes: hijo del mejor jinete, futuro jefe... Sería un poco patético que no lo hiciera, ¿me equivoco?

Wow, ni que hubiera leído mi pensamiento.

- ¡Sanna! –el enfado de mamá está llegando al límite. Con los dedos pulgar e índice masajea su tabique nasal y respira lentamente mientras sopesa qué hacer a continuación- Escuchad, vuestro padre llegará de un momento a otro y no quiero ni un solo percance más, así que entraréis en casa y os quedaréis ahí hasta que oigáis el aviso. ¿Estamos?

Linna se encoge, avergonzada, y obedece inmediatamente. Sanna bufa y da un pisotón antes de hacer lo mismo. Mamá me acaricia una última vez y se va hacia el puerto seguida de Tormenta. Los dos Furia Nocturna retozan un poco más y se alejan en dirección al bosque.

Darcy, la compañera de Chimuelo, es lo que mi padre suele llamar un "dragón tradicional", y su especie tiene rituales para dar y tomar: son dragones de manada, sobreprotectores con sus crías y tremendamente independientes cuando son jóvenes. Por eso a papá le costó tanto encontrarlos: viven en islas remotas en mitad de la nada, en grupos familiares muy numerosos, como tribus, y fuera de ese grupo son muy solitarios y escurridizos. Por eso Chimuelo decidió vivir en el claro del bosque con su nueva familia hasta que Céfiro fuera mayor.

Yo retrocedo hasta llegar a la puerta de casa y la cierro tras de mí. La han reformado: antes de que yo naciera solo había dos cuartos; ahora hay dos más y la antigua habitación de papá es su estudio. Me gusta entrar ahí cuando no está y leer libros que trae de lugares lejanos.

Papá es el jefe de la tribu, y por eso viaja mucho. Visita otras islas y a otros jefes para asegurar la paz en el archipiélago y más allá. Puede dar la impresión de que está muy ocupado pero siempre saca tiempo para pasarlo con nosotros. Si no fuera por esos dragones... Mis hermanas no les tienen miedo en absoluto, y es por eso que pasan más tiempo con él que yo. ¡Suertudas!

Yo no soy como ellas. Son talentosas, yo no. Sanna es una guerrera nata, le viene de mamá, lo lleva en la sangre; yo soy el segundo de una estirpe de mondadientes de dragón. Linna hace dibujos increíbles, como papá, y también heredó su inteligencia; los míos no son tan buenos y no soy ni de lejos tan listo como ella. Y para colmo, a ambas se les da bien eso de entrenar dragones, cuando yo apenas puedo acercarme a uno sin echar a correr.

Así que me voy. Salgo de casa y me encamino hacia La Boca del Dragón arrastrando los pies y con cara de que alguien se ha llevado el último pastel de carne del bufet libre. No sé por qué mi madre insiste tanto en que aprenda a trabajar en la forja con el señor Bocón. Una vez creí oír cómo le decía a papá que serviría para "forjar mi carácter", tal y como le había pasado a él, pero para trabajar en un sitio así se necesitan músculos, y yo no tengo de eso. ¡Sí, vale, lo sé! Mi padre también era un palillo a mi edad. Es más, somos idénticos. Ya sabéis: ojos verdes, pelo de color marrón chamuscado y fideos en vez de brazos. Pero aún así no hace que me sienta mejor.

- ¡Vaya, vaya! ¡Mira quién ha decidido concedernos el honor de venir a trabajar! No se vaya a ensuciar las manos, hijo del jefe.

Ese grandullón que se cree tan gracioso y que tiene la mano de quita y pon es Bocón el Rudo. Era el mejor amigo de mi abuelo y el que entrenaba a los nuevos reclutas cuando matábamos dragones. Ahora es solo el herrero de la aldea y mi maestro.

- Sí, bueno, ya sabes, a veces es bueno juntarse con la plebe –siempre nos gastamos este tipo de bromas. Lo único que aparentemente heredé yo de mi familia es el mordaz sarcasmo de papá.

- Oh, bueno, pues espero que estés listo, jovencito –coge una espada pequeña (para él, no para mí) y la coloca en el lugar de trabajo- ¡Vamos, Gruñón, espabila! –le da un ligero toque al dragón con su pata de palo y al momento el fogón está ardiendo. ¡Qué grande! Jamás me acostumbraré a tener cerca a estos bichos- Toma, afílala.

En una hora ya he afilado dos espadas, pulido un martillo y sacado brillo a un montón de escudos. Sonrío, le estoy cogiendo el tranquillo a esto. No, no son para lo que pensáis. Digamos que todo esto son reliquias familiares; la gente viene aquí para que arreglemos sus viejas herramientas de combate. Existen más tradiciones vikingas, aparte de matar dragones, que incluyen armas, ¿sabéis?

Y entonces lo oigo.

Sí, no hay duda. Es el aviso.

Suelto todo lo que tengo en las manos de golpe y tropiezo varias veces hasta salir de la forja.

- Oh, ya han vuelto –oigo decir a Bocón antes de que La Boca del Dragón desaparezca de mi vista.

Corro y corro por las callejuelas de Berk todo lo rápido que mis delgadas piernas estás dispuestas a permitir. Paso por delante del cruce que lleva a la Academia, atravieso la plaza principal y ni me molesto en detenerme a saludar a la estatua del abuelo, como siempre hacemos. En pocos minutos llego al puerto donde mi madre y mis dos hermanas ya están esperando, mamá sonriente y Sanna y Linna dando saltitos de emoción. Me uno a ellas, impaciente.

Al principio no se ve nada. No oigo nada. Pero eso solo hace crecer la expectación.

De repente, una explosión de color violáceo señala su posición y un jinete y su dragón surgen de entre las nubes. A lo lejos, una flota de seis grandes naves es guiada por una docena de dragones que hacen de remolque para avanzar más deprisa. El jinete y su Furia Nocturna sobrevuelan la comitiva y luego realizan una serie de giros acrobáticos en el aire y sobre el agua que no hacen sino reafirmar el poderío de la bestia. No me doy cuenta de cuándo mamá se monta en Tormenta y sale a su encuentro. Al divisarla, papá le indica a Chimuelo que suba, y ambos, mamá y él, ascienden hasta casi alcanzar el nivel de las nubes.

Las rozan. Y luego saltan.

Se los he visto hacer varias veces, pero aún me quita el aliento. Seguidos de cerca por sus dragones, papá y mamá se dejan caer en picado con sus manos entrelazadas y sus labios conectados. Fueron dos semanas de ausencia, y aunque me dé un poquitín de asco que hagan eso en público (y por público me refiero a mí), entiendo que mamá es siempre la que más lo extraña de todos.

Antes de bañarse en las gélidas aguas del mar de Berk se separan y aterrizan en la espalda de sus respectivos dragones. Mamá es la que pisa tierra firme primero.

Y, finalmente, papá está frente a nosotros. En Berk.

En casa.


A ver, un par de aclaraciones aquí:

Primero, los OCs. Sanna será como Astrid en la primera película (tanto en el físico como en el carácter), pero con otra cara. Escribí que tiene el pero pelirojo, pero yo me lo imagino más como un rubio rojizo. Las pecas sí: ¡muchas! Pecosa, la niña. Y su ropa será pintada a la de Astrid, por no decir que será la misma pero con un toque personal suyo. Linna ya es otro cantar: el peinado... bueno, quiero imaginar en mi retorcida cabecita que es el de Elyon de las W.I.T.C.H. (aretes incluidos). Me encanta, es uno de los peinados más chulos que he visto en mi vida. Y por último, Kyro será clavadito a Hipo, solo que más pequeño (tendrá diez años en la historia) y con la cara más aniñada, más redonda, ¿me entendéis? Y el pelo... ¡Uf, la verdadera aventura será cuando me toque describir su pelo! Para Astrid he pensado en un atuendo más maduro, como el de Valka, por ser madre y todo eso, pero añadiendo esos detalles tan chulos de su ropa en la segunda película (como la capucha).

Ale, aclaraciones de sobra. Esperad sentados el próximo capítulo: entran en escena Hipo y Valka. ¡Sí!