Hola, cupcakes :D

Este fic participa del desafío de noviembre "La Batalla de Hielo y Fuego" del foro Alas Negras, palabras Negras.


Nada de esto me pertenece, es propiedad del asesino serial más buscado de la literatura: George R R Martin


Morir en primavera

...

Es un poco triste, pensó Duncan, tener que enterrar a alguien a quien viste nacer. El príncipe Daeron era un gran chico; fuerte, valiente, decidido, indomable. Servicial y amable la mayoría del tiempo.

Veintitrés años no era suficiente para una vida.

Otro Daeron, tiempo atrás, vivió aún menos que él. Oh, sí, recordaba las innumerables hazañas del dragón que conquistó Dorne y lo perdió en menos de un año. Daba igual, al otro Daeron no lo había conocido, a este sí. Aegon seguro estaba enjuagándose las lágrimas mientras viajaba hacia el sitio del entierro.

Como príncipe que había sido, su lugar estaba en el Septo de Baelor, pero como hombre su decisión sobre el reposo de su cuerpo era contradictoria a las leyes de los dioses.

«Cuando muera, ahorraos el arrastrarme hacia las frías tumbas que ofrecen los siete en su gran templo. Dejad mi cuerpo en el Dominio, dejadlo entre las rosas y los tulipanes, dejadlo con el agua en movimientos». Luego la borrachera le tumbó sobre la mesa y Jeremy Norridge había reído histéricamente, diciendo que si era permitido que un príncipe cometiera semejante sinsentido, él le iba a acompañar.

—Y le acompañó. —Los dos cuerpos reposaban uno al lado del otro en la encantadora capilla de Altojardín, con sus mejores galas puestas y las espadas al cinto. Si en vida habían sido inseparables, en la muerte las probabilidades de ponerlos lejos se hicieron mínimas; los encontraron abrazados, irreconocibles por la sangre seca de la batalla.

—Sí, estaban tan destinados a estar juntos como las estrellas a iluminar —dijo la pequeña muchacha que entraba a llevar rosas al velatorio.

—¿Los conocíais, mi señora? —preguntó con suavidad.

—Es cierto lo que dicen, es usted más el perro del rey que su guardia. Para estar entre las altas esferas del poder conoce muy poco de los que se codean con la familia real.

La reconoció por el brillo juguetón en los ojos, por lo afilado de las palabras. En la última primavera había abdicado al compromiso con el príncipe Daeron.

—Perdonadme, Lady Olenna, ha cambiado bastante en los últimos años.

—Oh, eso dicen todos. Yo prefiero pensar que he madurado un poco más —sonrió con complacencia, para luego dirigir su mirada otra vez a los dos amigos—. Es una pena que no hubiese deseado casarse conmigo, era guapo. Sin duda Ser Jeremy tuvo mejores armas que las mías y el príncipe más predisposición a ellas. Una lástima.

Duncan se río. La tristeza no aflige tanto cuando se comparte el muerto.

—Palabras muy duras para una muchacha de alta cuna.

—En realidad son muy suaves para mi condición de mujer. —Observaba al príncipe y a su compañero con los ojos muy abiertos, como si buscara algo—. Agradezco mucho ahora el que me rechazara. Soy muy joven para llevar el velo de viuda.

Dijo adiós con una sonrisa y salió.

Tenía razón, era muy joven para enviudar. Pero más joven era el príncipe para morir, y Ser Jeremy para acompañarlo.