Una mala mentira


—¿Qué has hecho?

Seto, entrando en su cuarto como una tormenta, cuidadosamente cerrando la puerta tras él sin un golpe pero con los ojos sumergidos en una frialdad asesina que no tiene nada que envidiarle a la que acaba de robar la vida de Jack, en la película que Kano está viendo en la laptop birlada a Mary.

No es un grito. Pero Kano sabe que a su manera está furioso.

Los celos…¡te volverán…loco! (*)

Kano lo piensa fuerte, dirigiendo la mirada con intensidad hacia Seto, apreciando el rojo sanguíneo tomando lugar en el café miel habitual. Seto, que apoya las manos en sus rodillas y le clava la mirada. Su mente hace un tironeo hacia atrás y aunque Kano sabe que lo escuchó, su furia le impide responder.

—Kano, de nuevo. ¿Qué…hiciste?

Kano suspira, volviendo a observar la pantalla de la laptop en la que una ancianita tira su tesoro al mar.

—Miraba Titanic. Es un clásico, ¿no te parece? Aunque debo admitir que las tetas de Kate ya no son las mismas, digamos, en El lector

Seto sacude la cabeza, evidentemente poseído por una fuerte cefalea ante tales palabras.

—Estás aquí, usando Netflix en la computadora de Mary…y ella acaba de pasar las últimas cinco horas encerrada en su cuarto, llorando y sin querer que yo entre ni decirme qué le pasa.

Kano trató de disimular con sus poderes la sonrisa que le nacía. Pero claro, al cambiar nuevamente, sus ojos serían rojos y Seto le reclamaría.

—¿Y…?

—Me ha confesado entre hipidos incontrolables que tú la besaste, que te le declaraste y que le advertiste que nunca podrías estar con ella. Porque existo yo.—la indignación colmaba la última palabra. Seto aún mantenía esa pose amenazante, como si fuese a echarse sobre Kano.

—Bueno, ¿y no es lógico? Si es tu novia.

Kano, hastiado, empuja a Seto para que lo suelte. Pero Seto sujeta sus muñecas, aún decidido a mirarlo con fijeza.

—No lo es. Ella lo sabe. Y tú también.

Encubrir una sonrisa no es tan fácil como una lágrima. Pero gritar, aullar de dolor, ayuda.

—¡No, no lo , Seto! Pasas más tiempo con ella que conmigo. La tratas como a una niña o a una muñeca. Consientes que no trabaje. ¡Odio esto!

Seto lo calla con un beso. Es breve pero dulce y mágico. Kano deja de gritar, sus lágrimas fluyen y Seto las bebe en silencio.

—Pero no la odias. Eso es verdad, ¿no?

—…si, supongo que no la odio. Tiene mucho porno gay en la pc.

Seto le acaricia las mejillas y apoya la cabeza en su hombro.

—¿Y a mí sí me odias?

—…a veces.

—Eres un mal mentiroso.


(*) N/A: Eso es del Tango de Roxanne, en la película Moulin Rouge.