PRÓLOGO
La primera vez que Lily Evans cruzó su mirada con la de James Potter no sabía muchas cosas. No sabía que sería un calvario asistir con él a clase. No sabía que preferiría quemarse en el infierno a tener que entablar una conversación con él. Tampoco sabía que sus destinos estaban unidos, ni que sus vidas se extinguirían el mismo día, bajo un mismo techo, intentando protegerse y proteger al hijo que tendrían en común.
No.
Lily Evans no sabía todas estas cosas. Por eso, la primera vez que Lily Evans cruzó su mirada con la de James Potter le sonrió abiertamente y estrechó su mano después de haber tomado asiento en la mesa de Gryffindor. Esa noche Lily no habló mucho con ninguno de los niños y niñas que, como ella, comenzaban su primer año en Hogwarts, porque Lily no era muy habladora.
No habían pasado dos días cuando Lily Evans, gracias a su capacidad de observación, supo que James Potter era un engreído que llevaba su estupidez con orgullo. Tampoco le llevó mucho tiempo percatarse de que su compañero de dormitorio, Sirius Black, era exactamente igual que él, por eso hicieron buenas migas con tanta rapidez. Lily vio cómo la amistad entre esos dos "energúmenos", etiqueta con la que ella los identificaba, crecía más y más con cada petardo que hacían explotar en medio de un pasillo lleno de gente, con cada travesura planeada a altas horas de la noche, con cada castigo con el que los profesores les obsequiaban o con cada broma pesada que llevaban a cabo contra los alumnos de Slytherin, a los que James y Sirius odiaban más que a nada en el mundo, aunque ella no entendía por qué. En cuanto a Peter Pettigrew, Lily sabía que era un chico sin personalidad y con muchos complejos que idolatraba a aquellos dos "idiotas", a pesar de que la mayoría del tiempo este era invisible para James y Sirius. Pero por mucho que observase, Lily Evans era incapaz de comprender por qué Remus Lupin había terminado siendo amigo de semejantes "mentecatos". Remus Lupin era un estudiante de sobresaliente, era educado y amable, era sensible y respetuoso, no le gustaba meterse en ningún problema, era modesto, a pesar de sobresalir en todas las asignaturas, en definitiva, era "normal", porque claro, para Lily Evans, James Potter y Sirius Black eran "anormales", eran unos "salvajes desconsiderados".
Y Lily Evans no pensaba todo esto sin motivo alguno. A lo largo de cuatro años, Lily les había visto usar todos y cada uno de los hechizos y pociones que aprendían en clase para hacer el mal. Además, no atendían en clase, se pasaban el día haciendo el tonto, hablando, riendo y gritando, o lo que es lo mismo, molestando a todo aquel que tenía un mínimo interés en el estudio. Por supuesto, Potter y Black no debían entender que hubiese personas que quisiesen aprender, de hecho Lily les había visto en más de una ocasión metiéndose con el pobre Remus para que este dejase de estudiar y les acompañase, o simplemente le quitaban el libro de las manos y le decían cosas como "se te va a derretir el cerebro" o "¡Hemos salido a tomar el aire y si tú estás leyendo nos recuerdas todos los deberes que tenemos que hacer, así que para!".
Además de todo esto, a Lily le molestaba enormemente el hecho de que "el inútil de Potter" y "el cretino de Black" sacasen tan buenas notas. No eran tan buenas como las suyas, claro, pero eran mejores de lo que se merecían, sobre todo porque Lily no les veía tocar un libro, siempre les pedían prestados los deberes a Remus "para hacerse una idea de lo que había que hacer" y jamás habían pisado la biblioteca, o al menos Lily no los había visto.
Pero lo que más detestaba de sus compañeros de casa era que se creían superiores a todo el resto de los mortales que les rodeaban y no paraban de incordiar, insultar e incluso agredir a aquellos pobres alumnos que no eran de su agrado. Entre estos encabezaba la lista su mejor amigo: Severus Snape. Severus era un chico paliducho, de oscuro cabello y facciones afiladas. Cierto es que no tenía la nariz más hermosa que se hubiese visto, pero eso no era motivo suficiente como para hacerle levitar bocabajo y darle vueltas hasta hacerle vomitar, tampoco se merecía que lo rociasen con moco de troll el día de Halloween, ni que decorasen el despacho de Filch con su ropa interior. Y no se merecía ninguna de estas gamberradas, entre las miles que le habían hecho, por la simple razón de que Severus jamás se había metido con ellos, ni siquiera los miraba por los pasillos, algo difícil de conseguir puesto que siempre hacían todo lo posible por llamar la atención.
Justamente por esto último, por la enemistad existente entre su amigo y "los dos idiotas", Lily Evans no soportaba a James Potter y Sirius Black, y Lily sabía que el sentimiento era mutuo. Los chicos nunca habían arremetido contra ella directamente, pero bastaba con ver las miradas con que fulminaban a Remus cada vez que se paraba a hablar con ella, que se sentaban juntos en clase o que quedaban para ir a estudiar a la biblioteca. "Ten cuidado Remus, o pronto empezarás a enamorarte de Quejicus, igual que Evans", "¿te invitarán a su boda? ¡Qué asco!", decían Potter y Black cuando Lupin volvía con Lily a la Sala Común, o cuando se encontraban bajo un árbol especialmente bonito, cercano a la orilla del Lago Negro, donde se sentaban a leer. Lily siempre se había enorgullecido de su don para mantener la compostura, pero la simple presencia de "esos dos estúpidos chimpancés" era suficiente para hacer explotar a la persona más calmada de la faz de la Tierra. Además, no ayudaba mucho que Potter y Black le dijesen esas cosas a Remus estando ella delante. Remus les llamaba la atención y, más tarde, solía pedirle perdón a Lily por lo bruscos que eran sus amigos. Lily se limitaba a preguntarle por qué era amigo de esos "bestias". "Tú eres normal Remus", le recordaba. Lupin se encogía de hombros y sonreía.
"Todo es acostumbrarse".
Esa mañana, 1 de septiembre de 1975, Lily se encontraba perdida en estos pensamientos después de haber cruzado la pared del andén nueve y tres cuartos. Ante sus ojos había aparecido el tren escarlata que tanto deseaba ver durante el verano, cuando estaba lejos de Hogwarts. Había cerrado los ojos para poder saborear el regreso al castillo más intensamente. Sentía el aire otoñal acariciándole el rostro y meciendo su pelo, sentía el olor al humo que expulsaba el expreso y a tierra mojada, puesto que la noche anterior había llovido, oía las risas y los gritos emocionados de los reencuentros. Pero no vio a los dos chicos que se acercaban corriendo con rapidez hacia ella. Ellos tampoco la vieron, miraban divertidos a su espalda, y sólo cuando estaban a un metro de ella y era imposible parar miraron hacia adelante. Intentaron esquivarla, pero aun así la golpearon, provocando que Lily abriera los ojos de repente, asustada, y casi perdiera el equilibrio. Tardó un segundo en ver quienes habían sido, pero antes incluso de abrir los ojos dos rostros habían aparecido en su mente. Potter y Black. Vio que los chicos habían girado la cabeza para ver a quien le habían dado y, entre todo el barullo, el ruido del tren, las risas, los gritos emocionados, Lily Evans escuchó a Potter decir "Era Evans". Como si eso fuese suficiente excusa para no volver y disculparse. Lily apretó los puños y entrecerró los ojos mientras los veía alejarse y perderse entre la multitud.
- Hola Lily. – La chica se giró y vio a Remus Lupin arrastrando su baúl rojo hacia ella.
- Hola Remus, ¿qué tal? – Intentó no parecer demasiado enfadada.
- Ya he visto como James y Sirius casi te derriban. – Remus frunció los labios y suspiró. A Lily le pareció que se sentía en parte responsable de lo que hacían sus dos amigos.
- Tranquilo, no tienes nada que ver. – Aseguró Lily.
- Ya. – Remus miró en la dirección por donde habían desaparecido sus amigos. – Pero estoy preocupado.
- ¿Por qué? – Preguntó Lily mirándolo extrañada. – Ya te he dicho que no es culpa tuya, por supuesto. Es cierto que me han hecho un poco de daño por el golpe, pero enseguida se me pasará. – Dijo la pelirroja frotándose el hombro izquierdo.
- No es eso. – Remus la miró con media sonrisa y le mostró la insignia reluciente que tenía en la palma de la mano - Ahora sí que no podrán hacer lo que les dé la gana, ya sabes…quiero decir que yo no podré mirar para otro lado.
- ¡A mí también me han nombrado Prefecta! – dijo Lily sonriendo con alegría a su amigo. - ¡Qué bien! Aunque debo decir que no me sorprende. – Le dijo en un tono de voz más bajo a Remus. – No creo que hubiesen elegido a Potter, o a Black… mucho menos a Pettigrew…
Remus sonrió y ambos avanzaron hacia una de las puertas del Expreso que les llevaría a Hogwarts. El chico ayudó a Lily a subir el baúl al tren y, después, le dijo que iba a buscar a sus amigos.
- Luego nos vemos, Lily.
- Claro.
Lily le sonrió y buscó un compartimento que estuviese vacío. No había visto a Severus por ninguna parte, así que supuso que aún no había llegado. Colocó sus cosas en el compartimento y se sentó a leer su libro de 5º curso de Encantamientos. Estaba tan emocionada por volver por fin a Hogwarts, tenía tantas ganas de empezar que sentía una fuerte presión en el pecho. A los pocos minutos vio a un chico moreno y de piel clara al otro lado de la puerta. Lily le sonrió alegremente y corrió a abrirle la puerta del compartimento para ayudarle a entrar.
- ¡Hola Sev! – Lily le dio un fuerte abrazo al que era su mejor amigo desde la infancia, incluso antes de que recibiese la carta para ir a Hogwarts. – Pasa, pasa.
Severus y Lily ordenaron las cosas del chico y comenzaron a hablar animadamente del nuevo curso, de las asignaturas que habían elegido para ese año, bromearon sobre algunos profesores y rieron a carcajadas recordando algunos momentos de los años anteriores mientras el tren comenzaba su viaje hacia Hogwarts. Hacia su hogar. Porque eso era Hogwarts para Lily, y sabía que también para Severus, su hogar. Allí eran más felices que en cualquier otro lugar del mundo. Allí no tenían que fingir, podían hacer magia a todas horas y no tenían que aguantar a la hermana de Lily, Petunia, espiándolos.
- ¡Por cierto, se me olvidaba! – Lily cogió algo brillante del bolsillo de su pantalón y se lo dio a Severus.
El chico miró la reluciente insignia de Prefecta que su amiga le había dado.
- ¡Vaya! ¡Enhorabuena, Lily! Sabía que te harían Prefecta, te lo mereces. – Severus Snape sonrió mirando a la chica pelirroja que tenía enfrente. - ¿Sabes ya quien es el otro Prefecto de Gryffindor?
- Lily, te estaba buscando. – Remus Lupin había abierto la puerta del compartimento. – Tienes que ponerte la túnica y la insignia, en diez minutos nos esperan en el vagón principal para la reunión.
Lily asintió y Lupin se esfumó por el pasillo volviendo a cerrar la puerta.
- ¿En serio? ¿Lupin? – Severus pronunció el nombre del chico con desprecio.
- ¡Sev! Remus es uno de los mejores estudiantes de nuestro curso, y te he dicho miles de veces que no es como los inútiles de sus amigos, de verdad.
- Lo que tú digas. Lo que pasa es que contigo se hace el bueno. – Severus se había cruzado de brazos en su asiento y miraba por la ventana al exterior – Ese chico es raro…
- ¡Qué tontería! ¿Por qué iba a "hacerse el bueno conmigo"? ¿Y por qué "es raro"? – Lily sonrió mientras introducía los brazos por las mangas de su túnica. – Remus es diferente, lo que pasa es que no quieres reconocerlo. Yo tampoco entiendo qué hace perdiendo el tiempo con Potter y Black, pero no es como ellos. – Se colocó la insignia sobre el pecho. – Nos vemos en un rato, no creo que nos entretengan demasiado.
Severus miró a Lily, que le dedicó un último saludo después de cerrar la puerta del compartimento. La chica avanzó por el pasillo, saludó a algunas compañeras con las que se cruzó y que la felicitaron al ver la insignia sobre su pecho, y se dirigió hacia el vagón principal. Pero antes de llegar a su destino un enorme petardo explotó entre sus piernas. Decir que Lily se llevó un susto de muerte es poco. La chica chilló e intentó hacerse a un lado, pero parecía que el petardo la perseguía. Por suerte, fue lo suficientemente rápida como para sacar la varita, apuntar al maldito petardo y hacer que este se extinguiera inmediatamente rociándolo con agua. Respiraba precipitadamente, se llevó una mano al pecho y sintió las pulsaciones de su corazón latiendo vertiginosamente, como si de una estampida de caballos furiosos se tratase. Pero el colmo de todo fue oír dos risas estruendosas y un choque de manos frente a ella. Lily dirigió la mirada desde el suelo hasta la puerta abierta del compartimento que tenía enfrente y allí estaban, los dos idiotas, los dos energúmenos, los dos imbéciles de Potter y Black llorando de la risa. Literalmente llorando de la risa. Lily Evans emitió un bufido, furiosa como estaba. Nunca había cruzado más de tres palabras con aquellos dos chicos, pero en ese mismo momento, ya fuese por el enfado o porque esa era la gota que colmaba el vaso, decidió que nunca más dejaría que James Potter y Sirius Black martirizasen a nadie, y menos a ella.
- ¿Es gracioso? – Dijo Lily en tono amenazador. - ¿Os vais a mear encima de la risa?
- Yo no diría tanto, Evans, pero deberías haberte visto la cara. – Rio Sirius intentando tranquilizarse después del golpe de risa incontrolable que había sufrido.
- Sólo os diré una cosa: quien ríe el último, ríe mejor.
Los dos chicos la miraron aún sin parar de reír, pero las carcajadas fueron extinguiéndose al ver la insignia de Prefecta que relucía en el pecho de Lily Evans. La pelirroja disfrutó del desconcierto que apareció en los rostros de ambos.
- Efectivamente, soy una de las nuevas prefectas. – Lily sonrió con calma. – Y aunque no lo creáis, a mí también me gusta mucho reír.
Lily Evans se giró con dignidad. Avanzó por el pasillo hacia el vagón principal, donde ya estaban esperándola, y dejó a un James Potter y a un Sirius Black serios, mirándose estupefactos, mirándose con esa expresión tan fácil de leer en sus caras traviesas que decía "la hemos cagado". Pero James Potter era experto en no parecer nunca asustado.
- ¡Si crees que me dan miedo las prefectas amargadas como tú es porque no me conoces, Evans!
- ¡Si crees que te vas a ir de rositas este año es porque no me conoces, Potter!
Había muchas cosas que Lily Evans no sabía. No sabía que James Potter era un chico insoportable la primera vez que le saludó. No sabía hasta donde podía llegar cuando se le metía una idea en la cabeza. No sabía que, desde ese mismo momento, tan solo por la osadía de insinuarle al mismísimo James Potter que podría tomar algún tipo de represalia contra él, el chico de cabello desordenado había decidido no darle ni un respiro.
Pero el muchacho tampoco sabía muchas cosas. No sabía que Lily Evans también había decidido no darle un solo respiro al "engreído de James Potter".
