La tasa de conversiones vampíricas, estaba bajando en picado. Por los informes que les llegaban a los tres Reyes, muchos vampiros se iban juntando en pequeños aquelarres.

Unos habían copiado la "dieta vegetariana" de los Cullen, y otros habían conseguido controlar su sed, alimntándose de humanos con menos frecuencia.

Pero en algo, en que practicamente todos habían coincidido era en no convertir humanos.

Cada vez se hacían notar menos en el mundo humano, y eso, era bueno. Jamás, su secreto, estuvo tan a salvo.

Muy pocos aquelarres hacían vida entre humanos; interactuando entre ellos como iguales, y disfrutando de esa forma de vida.

Los más conocidos eran los Cullen, los Denali, los Sheppard, los Hamilton, los Bennet y los Butler. Estos aquelarres, repartidos entre Estados Unidos y Europa, eran los que más vida social llevaban. Respetando, claro está, la vida humana alimentándose de animales. Había algunos más, pero pasaban más desapercibidos para los Vulturi, por así decirlo; ya que su vida, carecía de tanto atractivo como los otros clanes mencionados.

Ocupaban puestos de cierto renombre, pero sin llamar en exceso la atención. Solían trabajar uno de ellos o a todo lo más, dos. Y se iban repartiendo sus ocupaciones a lo largo de las décadas, para pasar más desapercibidos. Eran los vampiros más ejemplares de la raza vampírica.

En la familia de Carlisle, había tres médicos, una decoradora, una diseñadora, un reformador y una abogada. En Denali había un asesor contable, una médica, una filóloga y una historiadora… Y así, en el resto de aquelarres.

Aunque las guerras del sur, se habían calmado considerablemente, aun seguía habiendo bajas de vampiros, y tras el paso del tiempo, los vampiros se habían vuelto menos territoriales, disminuyendo el número de vampiros muertos por reyertas; pero aun existía alguna… Y teniendo en cuenta, que hacía más de ochenta años de la última conversión de la que los Vulturi tuvieran conocimiento… Eso conllevaba a una disminución del número. Cosa que era de preocupar. Antes de llegar a desaparecer, tendrían que pasar siglos… muchísimos siglos para poder acabar con todos… pero los Vulturi no iban a dejar que eso llegase a pasar; ni siquiera que pudiera aproximarse.

Lo más fácil es que ellos poblaran de vampiros el mundo, para alcanzar otra vez un número respetable, pero hasta los vampiros tienen límites.

Cuando un vampiro llega a los quinientos años de antigüedad, su ponzoña ya no sirve para convertir a un humano, ya que con el paso del tiempo, va perdiendo fuerza… Debilitándose su veneno. Incluso hay vampiros que con menos de esa edad, ya no tienen la destreza suficiente para una conversión.

Y el problema recaía ahí… Que muchos de los vampiros que quedaban, pasaban de esa edad. Los había jóvenes, sí… pero si un vampiro, no hacía ninguna conversión en sus primeros doscientos años… en un siglo más de vida, quedaba ya imposibilitado.

Así que, a raíz de ese problema de población, a Aro Vulturi, se le ocurrió su plan… El cual, había confeccionado como un juego, para que nadie se viera obligado a nada… O que por lo menos, a simple vista, no se vieran sus intenciones.