Después de mucho tiempo con falta de motivación, aquí presento mi nueva locura, y todo lo que puede definir este fic es que se trata de un Universo Alterno, con personajes de Kurumada y Teshirogi.

Ha habido muchas influencias en él, tanto literarias, cinematográficas y también de algunas de mis otras locuras anteriores, pero tanto las unas como las otras las aclararé al final para no influenciar en nada en su lectura; si alguien descubre o detecta los guiños será una enorme satisfacción, y si no ocurre pero se despierta la curiosidad para seguir buceando en mi universo, bienvenido sea el resultado :).

El título debo avisar que coincide con el de una novela existente, obra magnífica de Carlos Ruíz Zafón, titulada "Las luces de septiembre", pero sus argumentos no tienen nada que ver.

A partir de este punto, "enter at your own risk" y disfrutad del camino.


"LLUMS DE SETEMBRE"

( सितंबर की रोशनी )

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Cuarto sin ascensor

En la "inmobiliaria" virtual se lo habían remarcado por activa y por pasiva: "está alquilando un cuarto sin ascensor", pero para Mu no había tenido importancia. No entonces, cuando las ganas de aventura, de expandir horizontes y de cerrar la boca a su padre apremiaban.

No había dudado en el momento de pagar desde el mismo Jamir, y por internet, el importe íntegro de los tres meses que tenía previstos para su estancia en Barcelona. Todo de golpe, sin fraccionar el pago de su targeta. Y sin contemplar la posibilidad de un futuro arrepentimiento, que podría ser factible abonando solamente el mes que se le exigía de adelanto.

Ahora, viviendo las consecuencias de un exageradamente caluroso 1 de Septiembre, en pleno Carrer Petritxol (1) del Barrio Gótico de Barcelona, quizás se arrepentía. Sus ojos le traicionaron al recorrer la fachada que ostentaba el número de portal afortunado, y no se detuvieron hasta llegar a la ventana que se exhibía orgullosa en lo alto de ese lienzo oscuro de piedra y mortero. La que se imaginó suya...y lejana. Muy lejana a la cota "cero" que suponía el pavimento de la calle peatonal que pisaba.

En ese momento, el simple hecho de tener que acarrear equipaje y subirlo hasta esas alturas que se le antojaban celestiales haicendo uso únicamente de sus piernas, para el joven tibetano suponía un reto de calibre incalificable.

Pero no daría muestras de ello, no...aunque su padre estuviera a miles de kilómetros lejos y no pudiera ni imaginarse su cara de falta de sueño, el cansacio impreso sobre todo su cuerpo del jet lag, y para rematar el asunto, el angustiante peso que suponía soportar esa losa en forma de altos grados centígrados y mayor porcentaje de humedad. Mu no se quejaría, por supuesto que no lo haría, porque en Barcelona le esperaba la inspiración que se había dicho que necesitaba para dar arranque a su novela, la suerte que le proporcionaría una decente editorial - pensar en una de buena o renombre ya era proferir un abuso en el regalo del soñar -, y la tranquilidad indispensable que se supone que debe gozar cualquier escritor digno de recordar.

Había quedado a las 10 de la mañana con su casera, justo enfrente de una especie de cafetería-tetería que ostentaba un nombre que no comprendió de inmediato debido al desconocimiento de las lenguas locales, pero que pudo descifrar gracias a la pequeña traducción al Hindi que subrayaba las palabras de mayor tamaño: "सितंबर की रोशनी", o tal y como lo pudo traducir, "Luces de Septiembre", era el nombre de ese pequeño local con aspecto sencillo y exótico, el cuál quedó anotado en su mente como un posible salvavidas a tener en cuenta en medio de esa colorida jungla que se le antojaba la recién presentada Barcelona. Él no era hindú, pero la cercanía de sus orígenes con la Índia propiciaban que conociera la lengua, la gastronomía y gran parte de sus usos y costumbres, así que si esa especie de tetería era regentada por personal hindú, ya tenía dónde poder atar un fino hilo que lo mantuviera conectado con sus raíces.

El terrible bochorno que había dejado en herencia la muerte de un caluroso mes de agosto todavía conseguía que el sudor se hiciera presente en los rostros de todo aquél que se atrevía a desafiar las altas temperaturas generadas por el infalible asfalto, y él no era una excepción. Su largo y lacio cabello de color malva se apreciaba humedecido en todo su nacimiento. Pese a llevarlo sujeto con una goma a la altura de sus hombros, algunos mechones húmedos escapaban de su amarre, enmarcando un rostro que combinaba una exquisita mezcla de singular belleza y viva juventud que todavía no daba muestras de querer madurar.

Sus labios se partieron para dejar escapar un resoplido que ya no diferenciaba el hastío que le ocasionaba la demora del cansancio acumulado sobre sus hombros. Con desídia alzó su muñeca izquierda y oteó la hora, desesperándose al constatar que su casera oficialmente ya había entrado en demora. Abatido, dejó que su cuerpo se apoyara contra la fachada frontal a su supuesto portal, se reacomodó la mochila sobre su hombro y protegió la única maleta que llevaba entre sus pies, sin olvidarse de comprobar que no la asentaba sobre ningún rastro de orín canino ni ningún charco de líquidos con dudoso origen. Otro resoplido le traicionó de nuevo, sintiéndose cada vez más angustiado consigo mismo. No hacía falta que alzara el brazo y se husmeara la axila con mal disimulo ante el paso de varios transeúntes y turistas para saber que su cuerpo olía, y no precisamente a perfume de rosas. Era evidente que le urgía una ducha después de largas horas de vuelo combinadas con escalas interminables, o en su defecto, una cama donde poder caerse todavía vivo mientras el asfixiante calor no dejara caer su guillotina.

- Cinco minutos más o llamo para cancelar el alquiler y exigir la devolución...- Se dijo para sí mismo, ladeando el rostro para poder secarse el sudor que lo perlaba con la tela de la húmeda camisa que también se pegaba en su hombro.

Frente a él se sucedían las idas y venidas de los eternos turistas que visitan la ciudad, mezclándose con el paso de algún peatón local, vecino quizás. La calle era angosta y apenas corría el aire, razón por la que el joven tibetano iba encontrándose cada vez más al borde del colapso. Una última ojeada al reloj que vestía su muñeca izquierda le delató que los cinco minutos que se había auto-impuesto de margen ya se estaban extinguiendo, y cuando sacó el móvil para buscar el número del contacto y anular de cuajo su proyecto de vida con caducidad de tres meses, una joven risueña y de aspecto un tanto hippie se le acercó sin vacilar, hablándole directamente en inglés.

- ¡Hola! - Dijo con tono jovial, deteniéndose frente a él mientras le dedicaba una descarada y curiosa inspección.- Tú debes ser el nuevo inquilino, ¿no? - Preguntó, intentando colocar dos rebeldes rastas morenas tras una oreja repleta de pequeños aros de plata.

- Si estamos hablando del ático del número 36, pues sí, ése soy yo.- Mu le contestó olvidando su sonrisa en los confines de su mortal cansancio, observándola sumamente extrañado al no descubrir a ninguna mujer de mediana edad, tal y como se la había imaginado durante el intercambio de mails que ambos habían perpetrado, pero a la chica no pareció importarle.

- ¡Qué ingenioso eres! - Se rió sin malicia.- Ático...Bueno, si quieres considerarlo así, no soy yo quién siga intentando quitarte la ilusión.- Continuó, tomándose la atrevida libertad de hacerse con la mochila que colgaba del hombro de Mu sin siquiera pedirle un permiso de rigor.- Creo recordar que te remarqué con insistencia que era "un cuarto sin ascensor"...- Con un grácil gesto de su cabeza invitó a Mu a seguirla - Pero que te hablara de ático...tal y como lo entendemos aquí...

- Disculpe, Sra Margarita...- Dijo Mu, un tanto molesto por la desenfadada actitud de esa jovencita que vestía una ajustadísima camiseta de tirantes color violeta y unos vaporosos pantalones con toda la paleta de colores habida y por haber.- Que no hay ascensor ya me quedó claro, pero en su página web dice que_

- "Que es una vivienda sencilla, dotada de luz natural y ubicada en el último piso de un bloque antiguo del romántico Barrio Gótico de Barcelona" - Soltó la chica, pronunciando la información del tirón. Mu seguía observándola un tanto atolondrado por la letal combinación de calor, sueño y agotamiento tanto físico y mental, a lo que la muchacha se rió otra vez gustosa mientras sacaba un manojo de llaves de un bolsito que parecía la extensión de un curioso cinturón color amarillo amarrado a su cadera.- Creo que estás confundido y no te culpo...- Dijo, insertando las llaves en el cerrojo del viejo portal.- La Sra. Margarita es mi abuela, la propietaria del cuchitril que has alquilado. Pero las conversaciones vía internet las has tenido conmigo, obviamente; la mujer no entiende ni papa de las nuevas tecnologías.- El portal fue abierto, y unas condensadas sombras no demoraron en derramarse sobre los dos, obligando a la joven a buscar el interruptor de la luz comunitaria pese a estar viviendo horas de viva luz diurna.- Y la página web también es cosa mía. Comprenderás que hay tender cierto cebo para enganchar a los clientes, ¿no?.

Mu apenas tenía fuerzas para oponerse a todo ese derroche de energía post-adolescente y únicamente atinó a resoplar cuando se dio cuenta de la estrechez de las escaleras y de lo altos que parecían los peldaños. Inspirando profundamente, hizo acopio de todas las fuerzas que pudo y alzó la maleta con una mano, dejando la otra libre para asirse al gastado pasamanos de ese bloque de viviendas un tanto terrorífico.

- ¿Sabes que te podría denunciar por hacer publicidad engañosa? - Dijo al pisar el primer rellano, lugar donde dejó descansar la maleta durante unos preciosos segundos que también le ayudaron a recuperar aire, aunque ahora se presentara denso y empapado de un fuerte olor a rancio.- ¿Ahora me dirás que las fotos no son reales? Ahí se veía un hermoso salón...

- ¡¿Publicidad engañosa?! ¡Venga ya! Que en el momento de hacer los tratos te avisé, ¿recuerdas? - Se defendió la chica sin perder la sonrisa, enviándole una iluminada mirada desde la distancia que suponía el rellano de ventaja que les separaba.- Es un "cuarto sin ascensor"; en ningún momento mencioné "ático de lujo"...y el salón...pues cuando es salón...sí, es hermoso, ahora lo verás.

- Y dale con el ascensor...- Farfulló para sus adentros, comprendiendo que ese tema debía ser el que desataba más quejas entre los inquilinos como él.- Vale, vale, da igual...- Renunció Mu en voz alta para hacerse oír, ayudándose de un gesto de su mano para despejar la estupidez de esa vacua conversación, como si sus palabras fueran simples y molestas moscas.- Mientras haya una cama y una ducha creo que hoy todo lo demás me da igual...- Añadió, asiéndose otra vez a su maleta para iniciar la escalada de otro tramo de toscos peldaños forrados de viejo gres.

- ¡Ésto está más que garantizado! Tendrás todo lo indispensable para vivir.- Recibió como respuesta, acompañada de un guiño de ojo y una sana sonrisa que todo se lo hacían perdonar.

La muchacha siguió su ascenso haciendo gala de la vitalidad típica de los dieciocho años, y cuando Mu alcanzó la cima se halló frente al paso libre que dejaba la que sería la puerta al éxito de su futuro como escritor de best-sellers. Sin apenas fijarse en la escasa decoración, se adentró a lo que parecía iba a ser su salón-cocina-dormitorio-comedor, dejando caer la maleta ahí donde pudo para dedicarse a recuperar aire, secarse otra vez el sudor que recorría su rostro y buscar algo de dignidad que le ayudara a erguirse y zanjar su inusual "check in" con una más que inesperada "casera de sustitución".

- Aquí te dejo las llaves con una copia.- Le informó, dejando dos manojos sobre la pequeña mesa redonda que descansaba en un rincón del espacio.- Y éstos son los papeles de tu contrato, que como verás...- Prosiguió, tomando el contrato de alquiler para darle un último repaso, tal y como le había pedido su abuela; tal y como hacía siempre que se encargaba de recibir a los huéspedes.-...pues está todo en orden. Aquí consta que abonaste íntegramente los tres meses de tu estancia, y aquí abajo hay una cláusula que te dice cómo proceder en caso de querer ampliar tu estancia aquí.

- De acuerdo...- Dijo Mu, tomando los papeles que le fueron ofrecidos de sopetón, encontrándoselos entre las manos sin apenas darse cuenta.

- El tema gas...- La joven llamó su atención de nuevo, y cuando se supo con la vista de Mu posada sobre ella, le entregó una tarjeta con un número de teléfono escrito a mano y con tinta azul, acompañado de unas toscas letras que rezaban la palabra "BUTANO".- De ésto tendrás que encargarte tú, no está incluído en la mensualidad. Dispones de dos bombonas de butano, una para el calenador y otra para la cocina, peeero cuando se agoten deberás llamar a este número - La tarjeta revoloteó frente a la cansada mirada de Mu, que no hizo nada para intentar darle caza - y en un día o dos aparecerá el butanero y te las traerá, saldando las cuentas directamente con él.- Dicho ésto, le arrebató la tarjeta de la mano y también aterrizó sobre la mesa. Acto seguido, la muchacha apoyó una de sus manos sobre la cadera mientras con el dedo índice de la otra señalaba a su inquilino en modo de advertencia.- Y sé bueno con la propina, que el pobre tipo se tiene que zampar todos estos peldaños cargado de peso.

- Entendido...

- A ver...¿qué más? - Pensó la joven, focalizando su castaña mirada sobre un punto indefinido del salón multiusos.- Nada, que para cualquier duda...anota mi número de teléfono y yo le paso el parte a mi abuela.- Concluyó, fijando sus ojos de nuevo sobre Mu, quién se vio abocado a sacar su propio móvil y obedecer sin rechistar las demandas de la chica.- Mi nombres es Cris, y el número...

- Un...un momento...- La frenó Mu, que aún estaba buscando la opción "crea un nuevo contacto".

Cuando ésta fue hallada todos los datos facilitados por Cris fueron introducidos y comprobados, y una vez el joven exótico se reencontró con su añorada soledad y silencio, la idea de la ducha desapareció de sus intenciones más inmediatas tan velozmente como su cuerpo buscó por inercia la presencia del sofá-cama, desplomándose sin remedio sobre él.

Horas pasarían hasta que Mu resucitara de su urgida desconexión con el mundo. Unas largas horas que le lanzarían directamente a la noche local, abriendo los ojos a la penumbra que traspasaba la única ventana que allí existía. Notando cómo su estómago no se había olvidado de rugir ante la llamada de un apetito que no podría ser satisfecho ahí mismo.

La nevera se presentaba vacía, y la única idea viable que en su letargo fue capaz de urdir se materializó en tomar una ducha rápida y bajar a la tetería con nombre hindú que moraba a la parte baja de ese mismo edificio.

Con suerte algo comería. Algo con sabor a orígenes y a distancia...

Algo que, sólo un tiempo después, recordaría como el ágape que diera comienzo al resto de su nueva vida.


Continuará


(1) El Carrer Petritxol es una calle peatonal del Barrio Gótico de Barcelona, muy estrecha y famosa por los pequeños comercios y algún que otro café que habitan en las plantas bajas de las fachadas de sus antiguos edificios. En esta histroia, el local "Llums de Setembre" es uno de los locales que forman parte del rostro de esta calle, hallándose ubicado sobre la mitad de la misma.