Una dedicación a Shirakiin Ririchio, desde la perspectiva de su SS, Soushi Miketsukami.


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Mi Diosa, Ririchio-sama.

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Sinopsis: Porque Miketsukami la ve y reconoce el resplandor divino que la rodea cada vez que camina, la luz del sol cuando lo mira a los ojos y el canto de los ángeles al oírla hablar. Porque Ririchio es su Diosa.

Advertencia: El fic transcurre después del ultimo capitulo de Inu x Boku SS. Si no lo has visto, no sigas, porque hay spoiler.


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El tierno y bello rostro de Ririchio se contrajo abruptamente.

- ¡¿Y por qué no?!

- Es contra mis principios- le contesto su SS, con una mano contra el pecho para hacer valida su respuesta.

- Cada nuevo día que pasa me sorprendes...- suspiro ella, aunque solo se tratase de una queja, había enojo en su tono. Miketsukami no quería oírla enojada, como si hubiera hecho algo malo o la decepcionase, él la quería ver satisfecha, cómoda y (a su manera, claro) contenta- Esto nunca acaba- Bufo ella, mirándolo cual dueña se disgusta con su perro, que de cierta forma Miketsukami era y, sin lugar a dudas, le encantaba el título.

De nuevo, por vigesimonovena vez en lo que iba del mes, el Zorro de las Nueve Colas, continuaba esperándola detrás de la puerta, a muy tempranas horas, para empezar el día junto a ella. Porque, según Miketsukami, "Un día sin Ririchio-sama, sin escuchar a Ririchio-sama, sin ver a Ririchio-sama, sin oler a Riricihio-sama, sin sentir a Ririchio-sama es como un siglo en el infierno". Desde que se oficializaron como pareja a él le costaba gran esfuerzo ponerse en el papel de "amante" de la chica y no de "sirviente, perro, guardián"... Simplemente no podía.

Ririchio no tardó en darse cuenta que se estaba comportando más obsesivo de lo normal. No solo se aparecía en su entrada, que va, ¡Se quedaba de las seis a las nueve de la mañana parado en su puerta!, también hacia cosas de las más locas, habitualmente suyas pero que exageraban al grado de considerarlas insoportables.

Después de saludarla con un elogio halagador para cualquier adolescente (a lo que siempre Ririchio respondía sonrojada y demandándole "no digas necedades"), la llevaba a desayunar con preparados que el mismo preparo, con cuidado de estar frescos o debidamente calientes a la hora de servirse, totalmente pulcros y bien vistosos, echándole en cara al servicio de comida que sus platillos "no eran lo suficientemente decentes para alguien con el calibre de Ririchio-sama o tan cuidadosos en su elaboración, ni tampoco lo hacían con el amor que se siente en cada probada"... Ririchio no daba de la vergüenza. Cada vez que iba al comedor lo hacía cabizbaja, incapaz de enfrentarse a los que la consideraban "la jefa y ama del guardaespaldas", así que cualquier cosa que dijera este seguramente sería porque la malcriada consentida lo dijo exactamente igual.

Ni que decir de la escuela...Si Miketsukami-kun fuera su tutor legal (Ririchio rogaba que eso nunca llegase a pasar) seguro la saca de la escuela, aislándola en la Mansión, con el mismo de profesor, junto Sorinozuka y Nobara, porque Miketsukami quería estar todo el tiempo con ella, tanto así que le suplicaba esforzarse en sus estudios con el solo fin de saltearse los grados y así graduarse de una vez por todas, para jamás separarse.

El perro de Ririchio se estaba volviendo muy acosador, posesivo e insistente.

Al menos tres o cinco veces al día Miketsukami-kun se encontraba arrodillado, tomando la tierna mano de su querida dueña, implorándole perdón o más atención, que se quedara solo unos segundos más a su lado y que por favor tuviera lugar en su corazón para él.

A parte de las constantes humillaciones a la entrada de la escuela y en la misma mansión de acogida, Ririchio no entendía nada. No le cabía en la cabeza como un hombre adulto necesitara tanto de una niña (biológicamente lo era, aunque siendo un demonio tuvo muchas vidas), tampoco el desespero con que ese perro le pedía que lo mandara como una tirana que no sabe ni cómo usar el tenedor, todo para que él tenga que darle de comer; ni esa necesidad insólita y voraz con la que Miketsukami la trataba todos los días, sin descanso ni respiro, más ahora que eran pareja. ¡Tenían tiempo para esas cosas!, deberían dejarlo fluir, ver cómo funciona, que factores a favor y en contra encontraban...Y Ririchio no sabía si definir la obsesiva locura de su novio como algo malo, porque por un lado no era ofensivo o poco prometedor, pero tanta ciega admiración lograba exasperarla. Soushi era capaz de volver la riqueza del respeto, el inquebrantable sentido de lealtad y el cariño en algo insufrible, y no era para menos.

Contra todo, Ririchio no se sentía realmente mal, solo impactada y, cómo no, nada preparada para ese tipo de atenciones tan atentas de su pareja. Él era su primer novio, su primera gran relación y quería manejarlo bien, pero con un Miketsukami tan loco perdía la paciencia y reiteraba que no necesitaba nada de eso, porque con solo mirarse como bobos estaba bien.

Los estándares de Ririchio se frustraban con cada manía nueva que Miketsukami imponía. Como cenar juntos en su habitación, cocinarle todas sus comidas y concederle cualquier capricho, que no eran muchos porque Ririchio nunca se caracterizó de muy exigente. Miketsukami sabía todo de ella y si alguien pregunta, él sabe qué tipo de shampoo usa y de que esencia, sabe cuánto de acondicionador se pone al día y de que marca, que tipo de comidas y bebidas le gustaban y cuales repugna, que colores prefería en su guardarropa y cuales en su habitación, el tipo de bolígrafo que le gusta usar para escribir (de punta fina para documentos formales, de punta gruesa para las notas), el tono de su voz cuando esta afiebrada, y el número exacto de cejas sobre sus grandes y celestiales ojos. Se sabía incluso el color preciso de cuando Ririchio se sonrojaba, ya fuera por pena o vergüenza, y el movimiento sutil de sus cachetes cuando quería llorar o se sentía alérgica.

A Ririchio jamás le faltaba nada porque Miketsukami sabía exactamente lo que necesitaba, y en lo que quería también solía acertar, la mayoría de las veces.

Ella no soporto esto un día y le demando.

- ¡Comete los arándanos que te regale!- le dijo, alzando la voz con autoridad, apuntándole para que supiera que hablaba en serio- ¡Te lo ordeno!- agrego, sonriendo por su estrategia.

Él debía complacerla, debía obedecerla sin falta. Si le daba una orden, como todo buen perro, debía acatarla.

Sin embargo, Ririchio no pudo regodearse en su victoria porque al cerrar los ojos, cruzada de brazos como quien gana una ardua batalla (y no es una broma, refiriéndose a ese singular hombre) su guardia cayó de rodillas, casi rozándole los zapatos negros con su cabeza.

- No puedo. Ririchio-sama, no me obligue a cumplir esa orden.

- ¿Pero de que hablas? ¡Hazlo, te digo!

- Tenga misericordia...

- ¡No hagas el ridículo!- Ririchio se sintió abochornada de verlo arrodillado a sus pies, tratando de acariciarse contra ella- ¡Son solo unos arándanos! Comete uno, por lo menos...

- Imposible. Aquellas frutas que usted me ha dado con tanto amor...- Soushi alzo la cara y Ririchio se sorprendió de verlo a punto de echarse a llorar- Para mí es impensable comer algo que usted me brindo. Sería un acto vulgar llevarme esos arándanos a la boca; no lo merezco.

- ¡Ya basta!- Ririchio había vivido con esa regular actuación mucho tiempo para reconocer que solo se trataba de un intento desesperado por convencerla. Miketsukami-kun volvió a echar la cara al suelo, tal como súbdito ante su rey, o reina en este caso- Cada vez que te regalo comida nunca te la comes, la envuelves en plástico y las refrigeras para usarla de adorno.

- No un adorno, Ririchio-sama. Es un tributo.

- ¿Pero qué...? ¡Miketsukami-kun, madura!

Y la discusión volvía a su inicio, repitiendo exactamente lo mismo de hacía un mes para que sucediera igual.

Soushi llego al extremo de abrazar las esbeltas piernas de la Shirakiin para disuadirla.

- ¡Soy un ser inferior! ¡No me obligue a profanar su generosidad!

- Deja de hablar así...- La chica no lo podía creer, estaban a la mitad del pasillo y aunque no había nadie a esas horas se sentía terriblemente avergonzada- ¡Miketsukami-kun!- nombro con fuerza, llamándole la atención para que elevara su rostro hacia ella- Dime porque siempre actúas de este modo por cada pequeña cosa que hago por ti.

Él la miro sorprendido, como si no esperase esa pregunta, lo que extraño a Ririchio. Está bien, le había dado docenas de razones para guardarse sus regalos y consentirla en lo que quisiera, pero jamás le pregunto por el exacto motivo de esa actitud tan pedante, cargante y enloquecida suya.

Y la respuesta la dejo sin habla, para acabar de lo más roja.

- Porque usted es mi Diosa, Ririchio-sama. Usted es mi culto divino, mi religión elegida. Es el ser más maravilloso y hermoso al que tengo la fortuna de servir. Usted, solo usted, es lo que da color y vida a mi existencia.

Él no la elogiaba porque fuera solamente hermosa o muy inteligente, ricachona o incluso difícil de carácter. Miketsukami adoraba todos sus detalles, sus formas y cada pieza de ella. Tampoco hacia públicas sus delicadas prosas para avergonzarla o reafirmar su devoción, no, él lo hacía porque no podía consentir que cualquier otro no viera lo mismo que Soushi veía en ella. Para el muchacho, era absurdo que nadie conociera el potencial de Ririchio, sus avances en la vida, su bella personalidad, porque cada día descubría un nuevo dato de ella, y se complacía de seguirla. Podía vislumbrar una luz por encima de la cabeza de la chica, a los lados y por todo su cuerpo, tal como un resplandor de ángel. Eso era Ririchio para él.

Bien, Ririchio decidió no hablarle una semana, cosa que resulto imposible, así como volver a reclamarle y acabar en lo mismo. Ella no tenía otra que acostumbrándose, para luego pedirle que cuando se "inspirara" lo hiciera con disimulo y poco esmero. ¿"Poco esmero"? Una criatura superior como ella, increíblemente bella y profundamente tierna, se merecía más que un trabajo sin ánimos, sin dedicación, inacabado y desprolijo. Se merecía lo mejor. Pero obedeció y se hizo menos obsesivo, menos controlador de cada uno de sus pasos y eso les funciono hasta que ella termino la escuela.

Él la quería a su lado, minuto a minuto, sin pausa ni un segundo perdido. Si tenía que marcharse o alejarse, Miketsukami lo dejaría todo listo y en orden, para que ella no se preocupe, que ni se entere de su ausencia. De suceder a la inversa, Ririchio lo tenía colgando de su pie, rogándole que no le dejara. Para este tipo de casos, la muchacha tomo la iniciativa de calmarlo con alguna treta, que consistía en dejarlo tomar fotografías de ella (Ririchio tembló con la cara colorada cuando él le sugirió "¿Puede ser en ropa interior?") y así todo el mundo contento, pero lo que si era seguro es que una vez que se conocieron Miketsukami no pudo o quiso apartarse de ella, ni por dos horas.

Era un cariño inocente, un poco obsesivo y algo loco, pero, por supuesto, un amor cautivador.

Ririchio lo consideraba su novio y procuraba en lo posible tratarlo como tal, aunque las funciones de guardián SS y perro domestico no habían cambiado mucho con ese nuevo gran trato. Mientras ella cumplía el papel de novia con timidez, inocente torpeza y actitud primeriza, Soushi pensaba que ese derecho sobre ella, el convertirse en su "novio", era un honor demasiado iluso, hasta extremista para él. De "perro" paso a ser "pareja", de la "admiración" paso al "amor", de "protector" se hizo "devoto".

Él la amaba con todas las letras. Busco la definición en varios diccionarios modernos y en novelas que hablasen de ello, y estaba seguro que lo hacía. Para él, Ririchio era más que una preadolescente buscándose a sí misma, el demonio que le salvo la vida o la encantadora niña que decía las cosas más dulces en un lenguaje hostil. Para Miketsukami, ella era un reino entero que pertenecía al cielo, a cualquier lugar menos vago que la Tierra, porque cuando observaba al sol descendiendo al horizonte veía las luces rojo atardecer, amarillo sol y celeste claro, encontrándose con el violeta de sus ojos, a veces escaso pero lo encontraba, y siempre pensaba que allí empezaba y terminaba su querida dueña.

Con Ririchio su vida tenía sentido, y no lo decía literalmente ni de menos. Miketsukami vivía para ella, para servirle y serle útil, para agradecer sin fin sus regalos y aguardárselos con mucho cariño, para acompañarla a donde fuera (Ririchio solía decirle "acosador") y verla contenta. Su sonrisa lo motivaba, sus sonrojos lo conmovían, siempre había otro rompecabezas que armar cuando ella decía algo en código. Su delicado y menudo cuerpo, danzando elegante con cualquier prenda, lo apremiaba a sacar la cámara fotográfica lo más rápido y discreto posible para perpetuar tan sublime momento, porque ver a Ririchio cómoda y a veces en ropas que resaltaban lo bonita que era, le auguraba un sentimiento de adoración único y refrescante.

Miketsukami no tenía mucho que ofrecer más que servilismo y palabras honestas, su cuerpo y su integridad, pero sentía que hacia bien.

Y cuando ella sonreía, le sonreía a él... ¡Qué espectacular era!

Ririchio podía sonreír de cualquier forma, como todos, de pena, de nerviosismo, de mentiras, de verdad, de cortesía, de malicia, pero cuando sonreía agradecida, emocionada o enamorada a Miketsukami le costaba concentrarse y tenía que mirar bien para saber que no se trataba de un sueño. Porque cuando Ririchio sonreía veía una tangible y preciosa luz rodeándola como un hada mágica. En sus fantasías, ella lo hacia su siervo y amante eterno al tiempo que se le arrodillaba, tomando teatralmente sus manos, diciendo "Diosa mía"...

Miketsukami no tiene pretensiones ni aspiraciones. Solo permanecer al lado de Ririchio Shirakiin lo hace feliz, indecorosa y retorcidamente feliz. Es más, Miketsukami no tiene nada en su poder, más que su propio don demoniaco y sus habilidades natas, ni siquiera puede cuidar de sí mismo si Ririchio le cae en falta, es por eso mismo que piensa (Lo pensó desde el principio, pero siendo novios se lo autodeclaro) que Ririchio es más que su dueña, que su protegida, mucho más que su amante. Ella es su tesoro, es el impulso que lo hace fuerte, es el motivo de cada uno de sus movimientos y pensamientos: ella es todas las respuestas que necesita.

Lo que anhela, lo que quiere, lo que sueña, lo que necesita y lo que intenta -todo- se reduce a Ririchio, que es decir mucho, porque ella es colosal, un deber trabajoso, una dependencia llena de dichas, sonrisas y gozo.

Porque solo Ririchio da vida a su espíritu, lo levanta y lo cautiva, logra alegrarlo con lo más mínimo que haga o diga y le otorga el deseo de seguir viviendo, de continuar a su lado, de sentirse cada vez más prendado de ella sin tratar de escapar ni de abandonar jamás, porque sin ella Miketsukami es nada.

Con el paso de los años, eso tampoco cambia. Nada cambia, en realidad. Sigue siendo el perro de Ririchio y ella le sonríe más, le sonríe a las personas y ha logrado comunicarse exitosamente con desconocidos, sin acento de sarcasmo o ácida rudeza. Va aprendiendo lo que la sociedad otorga a jóvenes de su edad, datos comunes que a una chica rica asombran y se desenvuelve bastante bien.

Miketsukami está atento a todo detalle. Con veintiún años, Ririchio tiene una vida social promedio. El cabello largo se le luce excelente de adulta. Le ha tomado gusto a la ropa holgada y sencilla. Solo a reuniones sociales - Como visitar a sus amigos o invitar a sus excompañeros de piso a su nueva casa- lleva vestidos a claros colores y de buen gusto. No ha perdido su afición al café, a lo que Miketsukami no pierde tiempo en comprarle su marca preferida. Tampoco abandono su fina elegancia a la hora comer o caminar, lo que la resalta entre las otras damas que, en opinión de Soushi, son de un escalón menos que Shirakiin, porque ella era la Miss Universo para él.

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Miketsukami está desesperado, ansioso y asustado. Ese año ocurre lo que sería el suceso más importante en la vida de todo hombre y está inquieto, mirando constantemente a su amada y preguntándole una y otra vez que necesita o que desea, para hacer más llevadero la situación para ella y para él, hacerlo más real.

En secreto, Miketsukami ha mandado a construir una habitación secreta, de la que Ririchio conoce pero prefiere ignorar su existencia. En dicha habitación, hace lo mismo que en el pasado. Colecciona fotos de Ririchio, infinitas y sin número, a veces en carpetas o en cajones, asegurándose que no pasen por suciedad o humedad y solo a las más bellas las cuelga en la pared. Ese año, Miketsukami está decidido a poner otra fotografía, ampliarla a lo máximo para que cuando entre por la puerta pueda verla en todo su esplendor. Extrañaría la imagen de Ririchio, sonriente y entusiasmada, de cuando se graduó de sus estudios, un día antes de mudarse con él.

De repente, Ririchio grita y Miketsukami entra en shock.

Está pasando, es real.

Su Reina, el culto al que ninguno ha sido más fiel, le está concediendo el mayor de sus sueños, el anhelo en su soledad, el único deseo que le pidió.

Y cumplió.

Ririchio ahora está en cama, recuperando el aliento, exhausta de tremendo esfuerzo, con él a su lado, peinándole los cabellos sudorosos y tan hermosamente oscuros. Cuando regresa la enfermera con un bulto envuelto en una sábana, limpio y aseado, Soushi siente que no puede respirar y que por alguna razón quiere despertar, quiere escapar, quiere gritar.

Pero es real. Su Diosa lo bendijo con un hijo suyo y lo asimila cuando recoge en brazos a la criatura y no puede creer que sea verdad. El milagro de la vida jamás le pareció más perfecto. Y es suyo, es su hijo, con solo mirarle lo reconoce, con sentir una pizca de energía demoníaca en su cuerpo lo sabe, y cuando despierta su esposa, ansiosa de tenerlo en brazos, cree que se va a desmoronar allí mismo, porque quiere caer de rodillas y agradecerle por todo y por mas, decirle que la ama sin poesías ni adulaciones extras, confesarle que jamás imagino que pudiera ser una diosa tan benevolente, extraordinaria y generosa.

Ririchio carga con cuidado al bebe y Miketsukami se sienta en el suelo; ya no puede más. Es demasiado maravilloso. Tiene tantas cosas para decir que no puede articular palabra y solo se mueve cuando Ririchio le recuerda que tenía algo que hacer. Así, él se levanta con renovadas energías, recoge una mochila y saca una cámara. Tenían que aprovechar mientras el pequeño estuviera dormido, pacífico y sereno. Su amante esposa lo sostiene junto a su cara, de tal forma que caben en una sola toma y con solo tocar un botón el momento se congelo, perdurando por siempre.

Esa foto será la imagen principal de su habitación.

Pensamientos como los de "Quizás Ririchio no esté lista todavía", "Debo cuidar de ambos con mi vida", "¿Vendrá la Casa Miketsukami para llevarse a mi hijo y hacerle pasar lo mismo que a mí?", "Ojala no haya heredado mucho de mí o será todo un Edipo con su madre", "Que raro que los muchachos no se hayan enterado", "Esto es solo otro sueño más"... Ninguno se le cruzo por la cabeza, la imagen de Ririchio y su primogénito lo tenían perdido, hipnotizado.

Cuando saliesen de allí, ya no lo harían como una pareja de casados, lo harían como padres.

En la noche, cuando él bebe durmiera, le daría las gracias a Ririchio y la besaría con amor, con toda la devoción que tenía por ella y para ella. Ella fue la dueña de un perro, la novia de un loco; era la esposa de un devoto y la madre de un retoño suyo, pero sobre todas las cosas, ella era la Diosa de Soushi.

Y ella era suya.

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Finalizado.

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Muchas gracias por leer. Los saluda Lugarth3.