Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, yo sólo me divierto&juego con ellos. ^.^
Sólo tienes que recordar cuatro sencillas reglas para vivir:
-No interfieras físicamente en su vida.
-No regales tu corazón.
-No te enamores.
-Sólo protección, nada de atracción.
Enséñame a sonreír.
Prologo.
La lluvia caía como una cortina, en el cielo se notaban los rayos de luz que cruzaban como si de una cámara un flash saliese disparado. Entre la fría cortina de agua cristalina apareció una pequeña figura. Un pequeño niño de cinco años.
Caminaba con tranquilidad, como si la gélida agua no estuviese cayendo sobre él. El pequeño tenía su delgada ropa blanca ligeramente adherida a sí, como una segunda capa de piel. Entro al enorme edificio blanco como si fuera el aire: moviendo ligeramente la puerta, ganándose unas curiosas miradas, pero perdiéndolas al instante, al no ver nada más que la puerta cerrándose otra vez.
En su pálida mano había un pequeño trozo de papel blanco. Caminaba como si estuviese en su casa y conociera todo lo que estaba a su alrededor.
Los ángeles nacían sabiendo lo que tenían que hacer sin haberlo vivido posteriormente. Simplemente lo hacían por instinto.
Mientras iba caminando escuchó unos gritos de dolor que salían de los labios de una mujer al mismo ritmo que la respiración del chico brotaba de sus fosas nasales. Lo único que el pequeño escuchaba eran esos gritos de dolor.
«Duele, siempre duele, pero vale la pena». Pensó para sí mismo como si se lo quisiera decir a la mujer. «Jamás he escuchado de algún parto que no doliese. Pero lo que importa y tenemos que tener en cuenta siempre es la vida que recibimos cuando el dolor es apaciguado».
Caminaba con la misma paciencia con la que empezó, sus pasos iban con el ritmo perfecto, sin necesidad de acelerarlos.
-Tranquila, señora Brandon. Ya casi termina. Siga pujando, ya casi–escuchó decir a la enfermera.
Pareciese que la escena se está viviendo frente a sus ojos, en lugar de en la segunda planta.
«Mientras más duele, menos tiempo falta». Decía el pequeño.
El pequeño estaba subiendo por las escaleras cuando la lluvia comenzó a caer aun más fuerte que antes. Ya faltaba cada vez menos que antes.
Miro el pequeño papel, pero aún nada. No sabía que pasaría cuando llegara a la última puerta de ese estrecho pasillo blanco. El blanco se extendía por las larguísimas paredes; el pequeño sentía que no llegaría a tiempo, después de todo, sólo tenía cinco años que había adquirido al largo de dos días. Hoy era su nacimiento de un cierto modo.
Cuando estuvo a la mitad del pasillo, el trueno más fuerte, luminoso y estruendoso de la historia hizo acto de presencia, haciéndole coro a un dulce llanto que venía de la última puerta del pasillo. El pequeño ya había nacido, junto con la nena que ahora se encontraba en los brazos de su madre.
-Alice –susurró su mamá-. Mary Alice Brandon –susurró viendo a la pequeña muñequita que estaba entre sus brazos.
La niña se movía con pereza, sosteniendo el dedo de su mamá entre sus pequeñas manitas, tan pequeñas que no podía cubrir ni la mitad de su dedo.
El pequeño ángel miro a la pequeña niña, con su carita rojita, por el esfuerzo de salir del vientre materno. Sus ojitos estaban cerraditos y su boquita hacía ligeros ruiditos al cerrarse y abrirse, una y otra vez, a una velocidad calmada.
De un momento a otro, en el cuello del chico se fue formando, lentamente, una cadenita de púas, casi pegadas a su cuello; a pesar de ser púas se sentían suaves; eran del color mismo del oro, pero su tacto era más parecido al del cristal. Cuando la cadena llego hasta la altura de su pecho, se formó un dije de un angelito con las iniciales "A. B." gravadas de la túnica del ángel.
«Jasper Whitlock. Angel guardian de Mary Alice Brandon; Sólo se tiene que recordar cuatro sencillas reglas para poder vivir:
»No interfieras físicamente en su vida.
»No regales tu corazón.
»No te enamores.
»Sólo protección, nada de atracción.
»Se es casi imposible enamorar a un ángel, sólo un demonio puede lograrlo, si se llega a lograr, la persona de quien el ángel se ha enamorado será degollada y mandada directo al infierno; se tiene que acompañar a su protegido hasta la muerte y llevarlo de la mano hacía el cielo.
»Al terminar la vida del protegido alcanzara vivir en el cielo. Crecerá de acuerdo con su protegido a partir de que éste alcancé la edad de cinco años. »
Esas fueron las palabras que aparecieron grabadas con oro, con letra manuscrita, en el trozo de papel que Jasper había sosteniendo todo el tiempo de su recorrido bajo la lluvia y por las enormes y monótonas paredes blancas.
-Estás destinada a algo grande –susurró Jasper sentándose enfrente de la camilla donde estaba recostada la madre de la pequeña protegida de Jasper Whitlock, el ángel recién nacido.
-Es muy linda… -susurró la señora Brandon, acariciando la mejilla sonrojada de la pequeña Alice, su padre sonrió, pasando su mano por su cabecita calva.
Era una niña más pequeña de lo normal, si de por sí, los bebés son muy pequeños de recién nacidos, ella lo era más de lo normal. Se veía sana físicamente, así que eso no debía ser algo muy grave pues no presentaba una gran diferencia de estatura.
La chiquilla se volvió a remover entre los brazos de su madre y quedó con la cara en la dirección del chiquitín. Él sintió como un pequeño cosquilleo subía por sus mejillas, haciéndolo sonrojar ligeramente. Imaginó a la pequeña niña mirándolo; la imaginó con enormes ojos verdes, del mismo color que su madre. Se imaginó a la pequeña columpiándose en el parque con un abrazador sol de verano, mientras los girasoles crecían a su alrededor y su sonrisita crecía en su rostro y su risita musical la acompañaba. Claro, eso era algo muy cursi, aún para un ángel, por lo que él fijo su mirada en la madre de la chica. Se veía cansada y más pálida que de costumbre. Feliz, definitivamente, pero cansada.
-Espero que vivamos una larga y feliz vida juntos, pequeña Alice. –El angelito hablaba con tranquilidad, pasó una mano por el collar de púas doradas que adornaba su cuello de porcelana-. Siempre estaré ahí para protegerte en todo momento –volvió a decir, como si ella lo pudiera escuchar-; siempre velaré por ti y no dejaré que nada malo te pase, querida, ahora tú y yo somos como la misma persona. Nacimos hoy, 24 de Julio de 1990, a la misma hora y llegaremos al cielo, juntos.
Él, era su ángel, tenía que cuidarla, quizá nunca enamorarse de ella, pero aún así, ella, era su pequeña protegida, tenía que quererla; sin cariño no se puede proteger a alguien del modo correcto, sino la tarea se vuelve tediosa y aburrida y así no es correcto. Él quería proteger a Alice, costase lo que costase, y así lo haría, la cuidaría por su respiro en la tierra y la llevaría de la mano al cielo mismo, literalmente.
Alice se quedó plácidamente dormida en la incubadora mientras su madre descansaba en un cuarto del hospital no muy cerca de ella. Todo pasaba rayando junto a ella, sin entrar en su mente, ella era pequeña, recién nacida. ¿Importaba algo en ese momento de la vida que no fuese respirar y comer? Dormir, quizá.
Scarlett Brandon, pensando en su pequeña niña, en una camilla del hospital, durmiendo, cansada por haber traído a esa muñequita al mundo.
Benjamin Brandon, miraba a su pequeña por la ventana mientras sonreía a la pequeña criaturita dormida.
Jasper Whitlock, rondando por los largos y monótonos pasillos blancos, mirando por las ventanas de cristal viendo a la pequeña bebé con su tez pálida y sus ojitos cerrados, mostrando sus largas pestañas. Sonriendo. Eso era lo que hacía Jasper mientras la veía.
Alice Brandon. Durmiendo, ajena a todo ello, recién nacida. Un ángel en la tierra con un verdadero ángel protegiéndola desde el primer segundo en que estuvo en el mundo de los humanos…
Seamos honestos porque la honestidad es algo importante: No me gusto como quedó D: Pero me vino la idea y bueno… no sé, quizá escribirla(: Mejorare en el siguiente capítulo, bueno, eso espero. Adiós.
₪ т.с.ωоιғ ✖
