Desayunando con mi madre me ha usado mal este coloquialismo, me ha parecido taaaan Brennan que me ha venido esta idea a la mente. Espero que os guste.

Respecto a las peticiones de continuación de "Un depósito en persona" es un twoshot, autoconclusivo por naturaleza y no lo continuaré. Esto también es un twoshot por lo que el siguiente capítulo será el último. Ya, ya sé que os debo una boda. Pero es que últimamente sólo se me ocurren estas cosas XD

Disclaimer: Bones no me pertenece, si lo hiciera estaría demasiado orgullosa de mí misma.

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Guardar la vela

Capítulo 1

-Cielo, necesitas salir, no puedes estar siempre encerrada trabajando –dijo Angela, mirando con preocupación a su amiga-. ¿Por qué no vienes con Hodgins y conmigo al cine? Vamos, te lo pasarás bien.

-Angela, gracias, pero estoy bien, es mejor que vayas tú sola con él. A fin de cuentas es tu marido y cuando nazca el bebé no tendréis tanto tiempo como ahora para estar solos.

-Eso es verdad –comentó, pensativa-. Pero no me vas a convencer de lo contrario, Brennan –replicó rápidamente-. Necesitas salir.

-Angela, si yo no voy Hodgins se sentirá libre de poner en práctica las "estrategias masculinas de acoplamiento" de las que me hablaste y así daros un buen revolcón al llegar a casa. Yo sólo sobraría.

-Tú nunca sobrarás mientras estés con nosotros –dijo la artista con seriedad.

-De veras que te lo agradezco, Angela, pero tengo que terminar con estos restos.

-Pero prométeme que mañana iremos al centro comercial a comprarte ropa.

-¿Para qué? Ya tengo suficiente ropa.

-Sí, pero no de la clase que yo tengo en mente –sonrió la artista con malicia, haciendo que Brennan se sintiera entre asustada y divertida-. Necesitas nueva ropa si quieres seducirlo.

-¿Seducir a quién? –preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

-A Booth. Para que se deje ya de tonterías y podáis daros el revolcón que tanto deseáis desde que os conocéis –Angela guiñó un ojo y Brennan sólo suspiró-. Entonces no vienes, ¿verdad? –la esperanza era lo último que se perdía.

-No, Angela, lo siento.

-Pero mañana sí que iremos sin falta al centro comercial. A eso no me dirás que no…

-De acuerdo –se rindió Brennan. Aunque la idea de ir de tiendas con su amiga no la entusiasmaba lo cierto era que al final siempre se lo pasaba bien.

-Mañana te llamo y concretamos, ¿vale? –dijo la artista según se iba. Brennan asintió.

Apenas habían pasado 10 minutos desde que su amiga se había ido cuando la puerta del despacho se abrió y Brennan percibió más que vio su presencia. Sintió cómo las manos le temblaban por dentro aunque por fuera mantuvieran un pulso excelente. Era él, que la ponía nerviosa de un modo del que hasta aquel momento no había sido consciente. Inhaló su aroma y sonrió inconscientemente.

-Hola Huesos, venía a sacarte de trabajar –su voz, profunda y masculina, vibró en el aire.

-¿Qué plan tienes en mente? –preguntó Brennan, tal vez demasiado rápido.

-¿Te vienes al cine conmigo? –la antropóloga no pudo evitar una risita-. ¿Qué es tan divertido?

-Hace como 10 minutos ha estado aquí Angela intentando que fuera al cine con ella y con Hodgins y le he dicho que no.

-¡Ah! Que no te apetece cine… -la voz de Booth mostraba una pizca de decepción que Brennan captó-. Podemos ir a otro sitio, si quieres.

La antropóloga volvió a reír.

-Me apetece ir al cine. No le he dicho que no por eso.

-¿Entonces por qué?

-Porque me ha propuesto ir con ella y Hodgins y no me apetece "guardar la vela".

-Es sujetar la vela, Huesos, ir de sujetavelas –siempre le sorprendería su capacidad para tergiversar coloquialismos.

-Eso he dicho –replicó, ligeramente irritada-. En fin, ¿qué quieres que vayamos a ver?

-Tengo una película en mente, pero mejor elegimos allí, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Llegaron al multicine justo cuando estaba a punto de empezar la película de Booth.

-¿Cuál quieres ver? –preguntó.

-La que tú quieres ver la echan ahora mismo –comentó Brennan. Realmente no tenía interés en ninguna en especial, no le gustaba mucho el cine comercial americano pero le llegaba con estar a su lado-, podemos ir a esa si quieres.

-¿Seguro? –preguntó esperanzado.

-Seguro –aseguró con una sonrisa.

Compraron las entradas y Booth se empeñó en coger un bol gigante de palomitas.

-Booth, son demasiadas palomitas para ti.

-Entonces ayúdame a comerlas –la tentó.

Entraron a la película justo cuando las luces se apagaban y el acomodador tuvo que ayudarlos a llegar a su sitio, al fondo de la sala.

Llevaban media hora de película cuando Brennan comenzó a darse cuenta de que toda la gente a su alrededor eran parejas que, o bien se estaban besando, o bien estaban magreándose como si no hubiera mañana. Sintió cómo sus propias hormonas se revolucionaban ante la idea de imitar a esas parejas y miró a Booth, pero este parecía estar absorto en la película. Entonces recordó aquella charla de chicas que había tenido con Angela un día que se habían ido de compras.

Cuando estás en el cine con un hombre, la última fila es para que las parejas se enrollen. ¿Cómo había podido olvidarlo?

Metió la mano en el bote de palomitas que Booth había dejado entre los dos asientos, pensando que tal vez comer la calmaría, cuando su mano chocó con la de su compañero.

-Perdón –susurró ella.

-No pasa nada, ¿te he hecho daño? –preguntó él, acariciándole la mano como si fuera una niña pequeña.

-No, tranquilo –replicó, sin soltar la mano.

Los hombres siempre ponen el cartón de palomitas en su regazo para que los roces sin querer cuando vas a por ellas, le había dicho Angela con una sonrisilla maliciosa. Gracias a Dios, Booth no había sido tan obvio. A pesar de ello, sentía cómo su corazón latía a cien por hora.

Booth soltó su mano y trató de concentrarse en la película a pesar de los ruidos de succión y los gemidos ahogados que los rodeaban. No había sido buena idea ir con ella al cine y mucho menos acabar en la última fila. Aquel espacio oscuro, pequeño y caliente con todo aquel erotismo a su alrededor y las piernas de Brennan asomando bajo la falda del vestido… se estaba excitando. Se sentía como un adolescente calenturiento en su primera cita. Quería tenerla más cerca. Quería imitar a todas aquellas parejas y besarla y meterle mano en la oscuridad. No estaba bien, era su compañera y se merecía un respeto que él siempre le había dado. Pero la deseaba tanto desde hacía tanto tiempo…

Brennan sintió cómo su compañero se estiraba, acomodándose mejor en el asiento y levantando los brazos por encima de la cabeza mientras bostezaba. Al bajar los brazos, no obstante, no los volvió a colocar sobre su regazo sino que colocó la mano derecha en el hombro más alejado de su compañera. La antropóloga lo miró sorprendida pero, al ver que Booth miraba a la pantalla como si nada recordó la última y más valiosa lección de su amiga sobre costumbres antropológicas en el cine: Cuando un hombre quiere acercarse a ti y no sabe cómo, pone en práctica "la maniobra". Finge que se acomoda mejor y aprovecha para colocar una mano en tu hombro, mirando la película como si no pasara nada. Ahí tienes dos opciones: si no quieres nada con él, le retiras la mano y él capta el mensaje. Si sí quieres la dejas en su sitio y también captará el mensaje.

Definitivamente la segunda opción era la aplicable en aquel caso así que no retiró la mano.

Quince minutos más de película pasaron cuando hubo un sobresalto y Brennan agarró a su compañero, que la apretó más contra él.

-Perdón, me he asustado –dijo, sonrojándose al ver que prácticamente estaban abrazados.

-No te preocupes –dijo él sin soltarla.

-Puedes soltarme si quieres –susurró ella.

-Pero es que no quiero –replicó Booth mirándola a los ojos-. Me gusta abrazarte- Miró sus labios con deseo-. Ahora mismo lo único en lo que puedo pensar es en besarte –confesó con la voz ronca.

-Entonces hazlo –fue la respuesta de su compañera.

Booth recorrió lentamente el labio inferior de su compañera con el pulgar, mientras Brennan lo miraba con la respiración irregular. La acercó a él y la besó con los ojos abiertos. Quería ver cómo se sonrojaba, cómo se derretía contra él.

Cuando sintió su boca amoldarse a la de él cerró los ojos, sintiendo cómo el deleite invadía su cuerpo. La lengua de Brennan acarició sus labios, tentadora, pidiendo permiso y el agente se lo dio gustoso. Sus lenguas se encontraron y un gemido salió de sus gargantas. Se besaban con intensidad y ya nada los diferenciaba de las parejas a su alrededor.

La mano de Brennan bajó de la nuca de su compañero por su esculpido pecho hasta el fascinante bulto de carne de su entrepierna, acariciándolo a través del pantalón. Booth gimió de placer y llevó su mano a la entrepierna de ella, introduciendo la mano bajo la falda y acariciándola por encima de la ropa interior. La antropóloga se sintió enloquecer ante aquella sensación. No podía pensar, no quería hacerlo y ninguno de los dos era ya ni remotamente consciente de qué estaba ocurriendo en la película.

Brennan se levantó de su asiento y se sentó en el regazo de su compañero, volviendo a besarlo con pasión mientras se frotaba contra él. Tiraron el cartón de palomitas pero ninguno se dio cuenta. Eran puro fuego, puros instintos primarios mientras las manos de cada uno exploraban el cuerpo del otro a través de la ropa sin ningún tipo de vergüenza ni pudor.

-Disculpen –la voz del acomodador los sobresaltó, haciendo que Brennan prácticamente saltara en el regazo de Booth-, pero como sigan comportándose indecentemente voy a tener que rogarles que abandonen la sala.

¿Indecentemente?, pensaron ambos, y el resto, ¿qué? Miraron a su alrededor a la vez y se dieron cuenta de que todas las parejitas estaban cada uno en su asiento y mirando a la pantalla como alumnos aplicados. Estaba claro que tenían más práctica que ellos en eso de enrollarse en cines.

Tras asegurarle al acomodador que se comportarían ambos fijaron la vista en la pantalla, con las manos tensas en sus regazos. Estaban deseando saltar otra vez al cuello del otro pero, de alguna manera, tenían que aguantarse la media hora que aún quedaba.

Brennan suspiró sonoramente y Booth la miró, divertido.

-¿Ganas de que termine, Huesos? –preguntó, provocador-. Porque el sentimiento es más que mutuo.

-No –sonrió-. Ganas de que empiece, Booth, ganas de que empiece.

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Sé que me odiais por dejarlo aquí pero creedme, la siguiente parte será mejor.

Los comentarios se agradecen, ¿os ha gustado?