-¡Muy bien, hora de repartir el pastel! ¡Todos por favor tomen asiento!- exclamó Tom al momento que tomaba el cuchillo.

-¿Necesitas ayuda, papá?- preguntó Marinette con dulzura.

-Descuida, cariño. ¡Es tu fiesta de cumpleaños! Nosotros nos encargaremos de esto.

-Sí, es mi fiesta de cumpleaños. Una que USTEDES organizaron y les agradezco. Por favor, al menos déjame repartir.- insistió la chiquilla. El pastelero le dedicó una sonrisa y revolvió un poco su cabello oscuro.

-Está bien. Las rebanadas están allí.- indicó señalando una pequeña mesa junto a ellos.

Marinette se dispuso entonces a llevar de dos en dos los platos a sus amigos en la mesa. Ya cargando la última ronda, escuchó algo caer al suelo. Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta que se trataba de nada más ni nada menos que de su presente favorito: el amuleto de la suerte de Adrien. Quiso agacharse a recogerlo al instante, no fuera a ser que de pronto él pasara, lo viera allí tirado y pensara que no significaba nada para ella.

¿Le daría tiempo de dejar los dos platos que llevaba en sus manos en la mesa y regresar antes de que él lo viera? Todos parecían estar algo desorganizados. Unos comían, otros aún bailaban, lo demás hablaban. Pero no lograba hallar a Adrien con la mirada.

-¿Necesitas ayuda?- escuchó a alguien preguntar a su lado. Su piel se erizó al reconocer esa voz.

-¡No! Es decir, no, no, no. Yo... todo está bien.- aseguró al rubio a su lado.- Tú, eh, ¿quieres pastel?- ofreció uno de los platos que llevaba consigo.

-Claro.- Adrien sonrió y quiso dar un paso adelante para acercarse.

-¡No hagas eso!- exclamó de pronto ella, alterándolo. El joven la miró en confusión cuando se percató de que ella no levantaba su vista de algo en el suelo. Entonces lo vio, era el brazalete.

-Oh...- dijo antes de agacharse a recogerlo.

-Oh, cielos. Adrien, por favor... No vayas a pensar nada malo. Yo... lo juro, estaba seguro. Eres hermoso, es decir, es hermoso... el amuleto...- se corrigió.- No quería separarme de él, así que lo llevaba en mi chaqueta. Pero se resbalo y... pues, no puedo tomarlo.

-Oye, oye. Está bien.- dijo él tomando uno de los platos y colocando en su mano ahora vacía el obsequio.- Fue sólo un accidente. Descuida.- intentó sonreír para asegurarle que todo estaba bien, cuando tuvo una idea.- Ven.- le dijo mientras comenzaba a caminar hacia la mesa.

Sin decir más, ella le siguió. Adrien entonces colocó su plato junto a los demás y levantó la mano de ella que llevaba el amuleto. Tomó este de entre sus dedos y rodeó su muñeca con el mismo, atando sus orillas.

-¡Listo!- ahora puedes tenerlo contigo sin que se caiga.- La mejillas de Marinette, coloradas a más no poder, decían más que mil palabras.

-Gracias...- murmuró. Adrien sacó su propio amuleto de su bolsillo de nuevo y de lo extendió.

-¿Te importaría?- Ella negó con la cabeza y dejó también su plato al lado de el del chico para atar la pequeña cuerda.- ¿Ves? Ahora ambos tenemos suerte.- comentó él con ilusión.

-Sí...- suspiró ella.- Mucha suerte...

¡Bendita segunda temporada! Me tiene al filo del asiento con el shipping. No me saco esa vibra que me da de fanservice, pero tengo mi Ladrien y soy feliz.