Prólogo

Tomar la decisión no había sido lo más difícil en aquel proceso. Extrañamente, había sido lo más sencillo. Se había despertado un día de mayo como otro cualquiera. Era su día libre y siempre cuidaba de su sobrino Max en sus días libres. Era más sencillo para sus padres y a ella le encantaba. El niño tenía cierta fascinación por el Disney de cuándo sus papás eran pequeños y solía querer ver cosas como El Rey León y Buscando a Nemo. Fue con Max entre sus brazos, cantando con Simba y comiendo cereales por desayuno, que se había dado cuenta de que tenía 27 años. Quizá eso no parezca gran cosa, pero para Rachel Berry significaba que iba a destiempo con su planificación. Su vida laboral iba perfectamente, a buen ritmo, mientras que su vida personal parecía haberse quedado estancada.

A estas alturas Rachel debería estar casada y camino de tener su primer hijo. Nada más lejos de la realidad. No estaba con nadie y no tenía interés en ninguno de sus conocidos, y eso solamente significaba que su deseo de ser madre no iba a ser satisfecho en un futuro próximo. Al menos no de esa manera. Tenía que hacer algo, su reloj biológico se lo pedía. Obviamente su mente de adolescente había contado con ello al escribir aquel plan maestro. Era perfecto.

El plan consistía en varias etapas y acontecimientos, así como logros, que Rachel iría cosechando y cumpliendo con los años. Obviamente, incluía su vida personal y su vida profesional. Ambas eran igual de importantes para ella, aunque ahora podía reconocer que le había dado más prioridad a la segunda. Mientras que en su vida personal todo se había quedado en una lista de deseos, su vida profesional se había llenado de sueños que ahora eran hechos. No sabía cuándo se habían torcido las cosas, debería repasar sus objetivos.

Lo primero en su lista había sido su preparación durante el colegio y el instituto, incluyendo varias clases de canto, baile e interpretación. Al enterarse de que su instituto había un coro su plan fue modificado para incluirlo, así como los títulos que decidió que ganaría con sus compañeros. Logró todos sus objetivos en aquel entonces, incluso tener un novio y ganar el campeonato nacional. Sí, se desvió un poco al casi casarse con aquel novio. Pero se quedó en un casi, afortunadamente, y una vez pisó su amada ciudad despertó de aquella tontería de querer casarse a los 17. Eso no llegaba hasta los 25. O eso pensaba ella.

Pero antes de casarse y formar una familia debía mudarse a Nueva York y atender Julliard, algo que cambió al ver que no tenían un programa exclusivo para el teatro musical. NYADA fue la elección de la muchacha. Allí se formaría y acudiría a audiciones para ir acostumbrándose. Tras su graduación comenzaría a realizarlas en serio y sería descubierta. Y así fue. Comenzó en una obra fuera de Broadway. Tan fuera de Broadway que estaba más cerca de su pequeño apartamento compartido con Kurt que de Times Square. Pero no le importó. Era una obra terrible, y tras ella vinieron más de igual calidad. Hasta que logró su oportunidad de oro en el revival de Funny Girl. Eso tampoco entraba en sus planes, pero era un cambio más que bienvenido. Consiguió ser la sustituta de la protagonista, algo que no era perfecto pero estaba bien, al tiempo que se encargaba de realizar papeles secundarios en la misma obra. Era una corista.

Solamente llegó a interpretar el papel de Fanny Brice 13 veces en un año, pero fue lo suficiente para llamar la atención de un director. Llevaba preparando su obra 2 años. Uno para escribirla y otro para encontrar a sus actores. Encontrar a la chica protagonista le había costado trabajo. Lo peor era que se había visto abandonado por la misma hacía no mucho, dejando la obra en un parón. Rachel había aparecido como caída del cielo, palabras textuales. La quería para su obra. No era un proyecto seguro, no tenían productores y solamente contaban con un buen guion y gente trabajadora. Tendría que ponerlo todo de su parte para sacarlo adelante. Era perfecto para ella. Consiguió su primera nominación al Tony, aunque lo perdió ante Sutton Foster. Fue lo que necesitó para entrar en el mundo de Broadway por la puerta grande.

Todo iba según lo anotado en su libreta de Desayuno con Diamantes. Al menos en el plano profesional. Su vida personal era algo diferente, como ella ya sabía.

Sí, los 25 eran su edad soñada para casarse y formar una familia. Sería después de que ganará un Tony y utilizaría su embarazo para escribir las canciones de su disco, grabándolo una vez el niño hubiera nacido y sacándolo a la venta cuando ya tuviera al menos 6 meses. De esa manera podría irse de gira cuando el niño, o niña, tuviera 1 año y el maravilloso padre sería el encargado de cuidarlo mientras ella actuaba cada noche. Porque, obviamente, la acompañarían. No sería capaz de dejar a su bebé solo tanto tiempo.

Pero todo se había truncado cuando se encontró sin novio y sin prospecto de tener uno pronto. Estaba sola, llevaba sola más de un año, y sus sueños de tener una familia por aquel entonces era solo eso. Un sueño. Solamente tenía a Glinda por compañía en su hogar y eso era darle mucho crédito a la pequeña gata que le había regalado Kurt hacía ya 4 años, el día en el que estrenó casa. El muchacho se sentía culpable por haberla "echado" de la casa que compartían para poder vivir con su ahora marido Adam. El nombre había sido elegido por él, ya que siempre había opinado que era la Glinda a la Elphaba de Rachel, aunque solo fuera porque había mejorado su vestuario de manera importante.

No había tenido un novio serio desde que había abandonado la universidad, seguramente porque no podía permitirse el lujo de perder su tiempo en citas. O, tal vez, porque muchos ahora solamente querían utilizarla para entrar en su mundo. Una vez incluso había descubierto que su novio, con el que llevaba 4 meses saliendo, era completamente gay. En ese momento había entendido por qué estaba tan interesado en Kurt y su trabajo como diseñador. Era ya una broma recurrente entre sus amigos que no podía mantener una relación estable, y aunque les reía las gracias, a veces no podía quitarse de la cabeza que debía de ser su culpa. Algo debía de haber en ella para que nadie pudiera soportarla por mucho tiempo. Hasta pensó en ir a ver si Finn aún la quería, algo que sacó de su cabeza rápidamente.

Así pues, mientras Simba se arriesgaba a ir más allá del territorio de su padre, Rachel decidió que quería formar una familia aunque fuera ella sola. Podía permitirse el lujo de tomarse algún tiempo libre tras finalizar su contrato en The Alphabet. Sabía que no iba a ser bienvenido el hecho de que abandonara el proyecto justo después de haber conseguido su tan deseado Tony gracias a la obra, pero necesitaba hacerlo. Necesitaría tiempo libre si quería formar una familia, mucho más ahora que iba a hacerlo sola. Sabía que Kurt la ayudaría y que él y Adam serían los tíos perfectos, pero no quería aprovecharse. Además, ellos dos tenían sus vidas. Un niño de 3 años daba mucho trabajo y más cuando era como Max. Siempre había que estar pendiente de él porque no se estaba quieto, era un demonio con carita de ángel.

Lo más difícil para Rachel había sido encontrar el donante adecuado. Al principio había reducido su búsqueda a donantes judíos, pero terminó decidiendo que era mejor no hacerlo. Después de todo, su bebé crecería con la religión que ella celebraba y la que profesara su padre no tendría nada que ver. Era más importante que tuviera un buen historial familiar respecto a enfermedades, que tuviera inclinaciones musicales o que fuera un hombre inteligente. Tampoco le prestaba atención a la descripción física, solamente pidiendo que fuera alguien alto para compensar su estatura. Tras varias semanas repasando cada perfil con los que serían los padrinos del niño o niña, se decidió por el donante número 46091. Era profesor de instituto y tenía varios libros para niños publicados, enseñaba varias asignaturas de las cuales música era una de ellas, tocaba la guitarra y sabía algunas canciones al piano, medía 1'86m y tenía el pelo rubio oscuro y los ojos marrones verdosos. No tenía ninguna enfermedad hereditaria en su historial familiar. Era perfecto.

Ese mismo día Rachel hizo acto de presencia en la clínica para comenzar los papeles. 2 meses después descubriría que estaba embarazada. Comenzaron las nauseas, los vómitos y la necesidad de comer cosas a las que no se acercaría ni aunque le pagaran su peso en oro. Era terrible al mismo tiempo que increíble. A pesar de encontrarse físicamente mal, Rachel era feliz. Iba a traer al mundo a un ser perfecto al que querría siempre y que la querría de igual manera. Tendría la familia que tanto había ansiado.

Sus visitas al ginecólogo aumentaron sobremanera. Primero porque estaba embarazada y segundo porque al ser madre primeriza le preocupaba todo. Llamar a Kurt para pedir consejo tampoco ayudaba porque ambos terminaban histéricos y pensando lo peor hasta que el médico les dijera lo contrario. Cosa que siempre hacía, al tiempo que les recordaba que tener ciertos dolores o cambios físicos era completamente normal y que no significaban nada malo. Al final todos conocían a la pareja y apenas parpadeaban al verlos aparecer con cualquiera de sus teorías locas sobre un parto prematuro o alguna imaginaria enfermedad.

Aún con todo, los tres primeros meses pasaron deprisa para Rachel. Y, de pronto, se vio con la oportunidad de poder descubrir el sexo de su bebé. No sabía qué hacer al respecto. Siempre había supuesto que lo discutiría con su pareja y ahora se encontraba con la única compañía de Adam, que solamente sonreía y la instaba a tomar la decisión por si sola. Finalmente, decidió que no podía esperar 6 meses más para saber algo tan importante. Era demasiado impaciente para ello.

Era una niña. Iba a ser mamá de una preciosa niña a la que llamaría algo estrambótico como Barbra o Fanny, si es que se lo permitían. Sus padres estaban tratando de convencerla de que aquellos nombren no ayudarían a la niña a la hora de integrarse en el colegio, algo que Rachel admitía que podía ser verdad. Ella lo había tenido difícil con un nombre, el primero al menos, normal. Si su hija heredaba su personalidad iba a sufrir lo suficiente sin tener que añadirle un nombre fuera de lo común. Decidió que debería mirar nombres menos llamativos.

Para poder decidir con conocimiento de causa se compró un libro que prometía contener los mejores 3000 nombres para su bebé. Sydney, su compañera de reparto, fue la que tuvo que ayudarla a reducir su lista. Según ella 104 nombres no eran aceptables para una lista que debía ser extremadamente reducida. Se quedaron con 18. Rachel tuvo que tachar el nombre de Sydney más veces de las que podía contar. Ególatra. Buena amiga, pero con un ego enorme.

Fue un mes antes de dar a luz que Rachel escogió el nombre, y no estaba en su lista. Emma.

Había dejado ya su show, algo que causó muchas lágrimas para la morena pero que necesitaba porque terminaba demasiado cansada tras cada espectáculo, y pasaba las horas leyendo libros sobre bebés. Quería estar preparada por completo y leer era necesario. Para no saturarse, algo que solía ocurrirle cuando se centraba demasiado en algo, Rachel tomaba descansos en los que veía un capítulo de alguna serie en Netflix. Aquel día se había decidido por las series que eran adaptaciones de películas y había terminado viendo Emma, de Jane Austen. Conocía ya Orgullo y Prejuicio, pero nunca había leído nada sobre esta historia. Después de varias horas siguiendo las aventuras de la protagonista, se dio cuenta de que amaba el nombre. Y así decidió que aquel sería el nombre de su hija. Emma Berry. Aún necesitaba encontrar un buen segundo nombre.

Llegó el día del parto y Rachel estaba más preocupada por el hecho de que no tenía un segundo nombre para su bebé que de sus contracciones. Necesitaba ese nombre y lo necesitaba ya. No podía dar a luz sin saber el nombre de su hija. No lo permitiría. Así fue como Kurt terminó recitando los nombres de la lista que Rachel aún guardaba mientras su marido sujetaba la mano de la chica, más que nada porque el primero se había negado a que su mano fuera estrangulada durante tanto tiempo. La niña llegó, para alegría y horror de su madre, antes de que una decisión fuera tomada. Pero Adam fue un salva vidas y sugirió usar de segundo nombre el primero de la comadrona. Por suerte, no era algo terrible como Gertrude. La mujer se llamaba Katherine.

El certificado decía así. Emma Katherine Berry, nacida el 21 de Abril de 2022 a las 18:09 en New York City, New York. Peso: 2 kilos y 457 gramos. Altura: 48cm.


Simplemente recordaros que no poseo Glee ni a sus personajes, y casi que lo prefiero así, solamente los tomo prestados cuando estoy aburrida. También decir, para quién se lo pregunte, que todo es canon hasta el final de la 3ª temporada.

PD – Prometo que los personajes hablan y que no todo será tan lento y/o corto en el futuro.