Disclaimer: MLP no me pertenece, es propiedad de Hasbro y solo lo hago sin fines de Lucro


Fue una época terrible aquel año de 1942, de tristes pesares y congojas. No es como si los años anteriores no fuesen igual o incluso peores, pero 1941, 1940 y los últimos meses de 1939 para aquel momento eran cosa del pasado. La esperanza de una época de paz era cada vez menor y el desencanto, una mala yerba que hundía sus raíces cada vez más profundo en el corazón de los hombres. Por qué lo que se venía desarrollando era una guerra, la más cruel, devastadora y desalmada guerra creada por los hombres para destruir a otros hombres.

Una guerra, una temible guerra: así lo atestiguaban los escuadrones de valientes pilotos surcando el cielo azul en sus cromados aeroplanos, desplazándose a la guerra de la que muchos no volverían; así lo refrendaban los hombres que dejaban a sus familias para unirse a la guerra inmisericorde y llegaban a tierras desconocidas para observar la decadencia humana; así lo llamaban los periódicos y las radios que informaban sobre una beligerancia que no parecía llegar a un final. Perdidas, decadencia y malas noticias, era a lo que la gente comenzaba a acostumbrarse. Sin embargo, algunas pequeñas sorpresas aun aguardaban aquel año.

Nuestra historia sucedió en el año del '42, en un verano del mes de junio con lluvias abundantes. El césped era verde en las praderas de las islas británicas y los arboles daban jugosos frutos, ignorantes de la guerra cruel, devastadora y desalmada que golpeaba al continente europeo. Una jovencita cabalgaba sobre su corcel en aquellas verdes praderas, con sus rubios cabellos ondeando al viento, sus manos sujetando la rienda con firmeza, su corazón latiendo con frenesí, el sol sobre su rostro y la dicha de sentirse libre de preocupaciones.

Su nombre era Megan, la hija mayor de la prestigiosa familia Williams. Quien había tenido la fortuna de nacer en una familia pudiente y el infortunio de nacer mujer, en una vida de lujos y mimos pero también de rígidas normas y etiquetas. Si ella pudiese describir su vida antes de la guerra, la describiría como opresiva y rutinaria; ¡gracias al cielo, la guerra cambio eso!

Se mudaron de su gris, mohosa y melancólica mansión en la caótica Londres a una residencia en el campo; luego que su padre fuera reclutado para la guerra y su madre requiriera de un ambiente más saludable luego que su salud se deteriorara rápidamente, algo que Megan achacaba al stress provocado por la guerra. Sin contar que era más seguro el campo, pues las grandes ciudades estaban a merced de los bombardeos.

Por desgracia para la familia, la salud de su madre no mejoro con la mudanza y pronto cayo en cama, agotada por su enfermedad. Megan tuvo que hacerse responsable del cuidado de sus hermanos y la herencia familiar. Una gran responsabilidad para una joven que apenas iniciaba la pubertad, pero que ella acepto con madurez y volcó toda sus juveniles fuerzas en este deber.

Pero aun con la responsabilidad que cargaba a cuestas, ella sentía que su arduo esfuerzo era suficiente recompensado con aquellos momentos que ella se reservaba; cuando salía a cabalgar por los alrededores a lomo de su corcel T.J. Solo en esos instantes, cuando cabalgaba sobre su corcel y el viento golpeaba con fuerza su rostro, ella se sentía libre de sus responsabilidades, completamente desconectada de su responsabilidad con su propia familia. Ella podía ser ella misma, sin mascaras ante la sociedad que le exigían un carácter más recatado, digno de una dama de sociedad.

-Vaya Megan, ¡Hasta que te dignas a aparecer! ¡Espero que tengas una buena explicación, rubia! - Comento una chica que aparentaba tener su edad, de cabello azul y tez rosa. -¿Sabes cuánto tiempo llevo esperándote?

-Uhm, ¿cinco minutos? No fue tanto tiempo, Firefly.

Había quedado de verse con Firefly, una joven de las cercanías con quien había hecho amistad. Firefly era una huérfana que vivía en el orfanato "Dreamland Castle" que tenía como hobbies montar bicicleta y practicar gimnasia; en esto último era muy buena y en varias ocasiones había participado en competencias nacionales, donde había obtenido buenos resultados en barras asimétricas y en anillos.

-¿Solo cinco minutos? ¡Fueron siete! –Comento Firefly algo molesta. -¡Tú fuiste de la idea de hacer un picnic, se supone que deberías llegar más temprano!

Se habían conocido por casualidad en el pequeño bosquecillo de las cercanías que las dos se encontraban explorando, después de cruzar algunas palabras por algunos minutos, las dos encontraron cierta afinidad de caracteres y no les tomo mucho hacerse buenas amigas.

-Oh Firefly, ¡cuanto lo siento! ¡No podía salir sin cerciorarme que todo estaba bien en casa, ahora que soy la cabeza de mi familia! –Contesto apenada Megan.

-No creo que algo malo fuera a pasar solo por ausentarte algún tiempo. –Respondió la peliazul. –Tus hermanos ya son lo bastante grandecitos para cuidarse solos. ¡Vamos chica, este momento es solo para consentirnos!

-Tienes razón amiga, no puedo pasarme la vida pensando en otros, necesito tiempo para mí.

-Bueno, entonces comencemos con el picnic de una buena vez.

Megan busco un lugar donde la sombras de los arboles las cubriera del inclemente sol, pero que el suelo no fuese muy rocoso; encontró el sitio perfecto en una colina bajo la sombra de un sauce, con un suelo libre de grandes rocas y un césped verde brillante donde extendió una manta de cuadros escoceses.

-Megan, ¿que traes de comer? ¡Me muero de hambre!

-¡Tranquila, no seas tan impaciente! ¡Sabes que aún tenemos toda la mañana!

Megan saco de su mochila varios bollos dulces rellenos de nata, tartas de zarzamoras, y un termo con un delicioso te aún caliente; mientras Firefly sacaba de su morral algunas manzanas y moras silvestres que recolecto en el camino, así como algunas galletas caseras en una bolsita de tela.

-Vaya, este picnic se ve delicioso. –Comento la peliazul. -¡Ya quiero hincarle el diente!

-¡No comas ansias! primero hay que lavarnos las manos, luego sentarnos, rezarle a nuestro santísimo padre y luego, solo entonces podremos comenzar el picnic.

Las chicas se lavaron las manos, se sentaron sobre el mantel, con los alimentos colocados al centro del mismo y rezaron antes de probar bocado.

Megan tomo una galleta de la bolsa y le dio un pequeño mordisco. Las galletas estaban bastante quemada y le hizo falta ponerle más levadura.

-Tengo que reconocerlo, tus postres cada vez te salen mejor. –Comento Megan.

-Doh es pabba tanbto. –contesto Firefly con la boca llena. Se había zampado dos bollos dulces con nata y su cara estaba llena de migajas y nata.

-Se nota que en cada ocasión te esmeras más. –Comento Megan.

Firefly trago de golpe lo que tenía en la boca, casi ahogándose por la prisa.

– ¡E-eso no es cierto! –Tartamudeo Firefly. -¡Tú tienes más talento en la cocina!

-Intentas adularme…sabes que me sonrojo cuando me adulas. –Megan comenzó a sonrojarse.

-Di…discúlpame, no…no fue mi intención. –Respondió apenada Firefly.

-Ahora tú te estas sonrojando. –Megan saco un pequeño espejo para que su compañera se mirara el rostro. –Hasta pareces tomate.

-Ja…jajaja. –las dos chicas comenzaron a reír espontáneamente.

Fue entonces que Firefly recordó algo que deseaba proponerle a su amiga.

-Sabes, las chicas del orfanato quieren pasar la mañana del próximo sábado en el rio y bueno… –Firefly hizo una pequeña pausa. –Las chicas quieren conocerte y bueno…preguntaron si a ti y a tus hermanos les importaría acompañarnos. –comento entre nerviosa y apenada, su rostro aún se encontraba ligeramente sonrojado.

Megan bajo la vista.

-No puedo prometerte nada, tendría que consultar a mis hermanos si desean ir…pero yo con mucho gusto iría. –Dijo Megan. -¡Realmente deseo conocer a tus compañeras del orfanato y pasar la tarde nadando en el rio!

-¡De verdad! –Firefly agarro las manos de su compañera. -¡Esa noticia alegrara a las chicas! –Comento efusivamente.

Por aquel instante, parecía que las desgracias solo ocurrían en tierras distantes y que aquel verano pasaría sin grandes sobresaltos…pobres ilusas. Las calamidades no pueden ser avistadas, ellas aparecen sin dar aviso.

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Un automóvil negro recorría traicioneros caminos, por las ventanas cerradas podía reflejarse un paisaje digno de un relato de horror. Un castillo negro de arquitectura gótica construido sobre un acantilado y ninguna vegetación a la vista, exceptuando raquíticos árboles que crecían a su derredor.

El dueño de aquel tétrico castillo y aquel automóvil negro era Don Tirek Medianoche, un importante diplomático español en las islas británicas. Aquello también servía como fachada para sus reales actividades, dirigir la orden secreta de la mano sangrienta: una orden de la que cosas espeluznantes se contaban y se rumoraba que esa rumorología no era del todo falsa.

El automóvil se detuvo a las puertas del castillo y Don Tirek descendió del vehículo vestido con una túnica y capucha carmesí con bordes dorados y el emblema de una mano ensangrentada.

-Poco, falta muy poco para que mi plan rinda sus ansiados frutos. –Comento Tirek. –La noche eterna llegara muy pronto y nadie podrá evitarlo.

Tirek entro al castillo y se dirigió al gran salón.

En el gran salón habían muchos encapuchados con el mismo emblema de la mano -aunque sus túnicas eran color marrón- y sus asientos se encontraban distribuidos en círculos, todos mirando a una estatua ubicada en el centro del salón: la estatua en cristal de cuarzo con la imagen de un alicornio y las palabras Nightmare Moon en una placa dorada.

-Compañeros, ¡la noche eterna se avecina! –Dijo Tirek, haciendo que los ahí presentes volteara a verlo. –Esta época es decrepita y patética, las ideas de piedad y misericordia han detenido el progreso de la humanidad. -Los encapuchados alzaron sus copas como muestra de júbilo. – ¡Esta próximo el final de una época de decadencia y compasión por los débiles, la era de Nightmare Moon pronto dará comienzo! ¡Una época de grandeza y bienestar se aproxima!–el salón estallo en ruidosos vítores hacia Tirek.

Aquellos hombres tenían el alma podrida, pues deseaban llevar más desdichas a un mundo ya bastante desdichado por los avatares de la guerra. Pero nadie lo tenía más podrida, que Don Tirek Medianoche, pues deseaba sacrificar niñas inocentes para despertar con su sangre a una diosa malvada.

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Los hermanos Williams se encontraban almorzando en silencio. A veces les gustaba escuchar música en la radio, pero aquella tarde se escuchaba mucha estática y era imposible escuchar con claridad. Posiblemente por el clima o la estación había sido bombardeada.

Megan pensó que era el momento justo de hacer su anuncio y no lo pensaba demorar.

-Danny, Molly, les traigo buenas noticias. ¡Nos invitaron a nadar en el rio este próximo sábado! -Comento Megan de forma bastante efusiva.

Por lo general, nadie en la familia tenía interés en entablar conversación, pues se comportaban más como extraños sentados a la mesa que como una verdadera familia. Pero Megan estaba dispuesta a cambiar las cosas, romper con el estancamiento y apatía en que se encontraban sus relaciones familiares… ¡justo ahora!

Danny y Molly miraron sorprendidos a su hermana mayor, quien se veía bastante entusiasmada con el anuncio a diferencia de sus hermanos.

-¿Nos invitaron? ¿Quiénes nos invitaron? –Pregunto Danny en forma cortante. -¿Sera acaso esa pueblerina con la que pierdes el tiempo y la haces llamar tu amiga?

El comedor se oscureció ligeramente, posiblemente por alguna nube bloqueando al sol.

-Sí, su nombre es Firefly. ¡Y te exijo que no te expreses así de ella!

-No me importa como se llame, Megan. ¡Acaso no comprendes que no son de nuestra clase social!

Megan hizo una mueca de hastió.

-Oh, vaya. ¿Vas a comenzar con la misma cantaleta? Ellos no son como nosotros, nosotros pertenecemos a una mejor clase, ¿acaso piensas que nuestro papel higiénico es de oro?

-Tal vez tendríamos papel higiénico de oro si no fueras tan tacaña con nuestros gastos.

Megan golpeo la mesa para llamar la atención de sus hermanos, para después ponerse de pie.

-Estamos en tiempos de guerra y no sabemos cuánto tiempo más continuara esta emergencia; por ahora muchos productos se han vuelto costosos. Debemos sentirnos satisfechos por tener comida en la mesa.

-¿Sentirnos satisfechos por la comida en la mesa? –dijo Danny Williams algo molesto. –Estamos almorzando recalentado de pastel de carne y caldo de habas con calabaza desde hace ya tres días… ¡Tres días!

-Es lo que tenemos. Hago lo que puedo para ahorrar, las medicinas para nuestra madre no son nada baratas.

-No es cierto, ayer vi que tenías guardado teníamos bollos rellenos de nata y tartas de zarzamoras en la alacena. ¿Qué hiciste con ellos?

-Los bollos y las tartas me los lleve para el picnic y lo sabes. Además, si tanto deseabas comerlos, me hubieses acompañado cuando les pregunte en la mañana.

Danny se levantó molesto de la mesa, sin acabar de comer.

-¡Ojala les de diarrea a ti y a tu amiga! –Grito el muchacho, mientras se dirigía a las escaleras.

-¡Daniel Williams! ¡Vuelve a la mesa y acábate tu comida! –Comento Megan de forma autoritaria.

-¡No eres mi madre! ¡No tengo porqué obedecerte! –Respondió de forma altanera su hermano, mientras subía la escalera en dirección a su cuarto.

-Es imposible, ese niño es intratable. –Dijo Megan, intentando contener su molestia. -Y tu Molly, ¿tú me acompañaras al rio?

Molly se había quedado toda la discusión en silencio, sentada sobre su silla, ocupada en comer el almuerzo. Ella sabía que sus hermanos mayores eran un fastidio, en especial cuando discutían sobre la mesa y por eso ella prefería ignorarlos.

-Quien sabe. –respondió en voz baja mientras sus ojos seguían atentos en el plato de caldo.

Había desarrollado una personalidad completamente introvertida como defensa a esas discusiones pueriles; encerró dentro de ella todos sus sentimientos, aprendió a callar cuando se le pedía su opinión para no lastimar a nadie. Así no podían dañarla

-Si tu no estas segura, nadie más lo estará. Te vuelvo a preguntar, ¿Quieres acompañarme al rio?

-Megan, tu sabes que no me siento cómoda enseñando mi cuerpo en público y no deseo mostrar mi horrible cicatriz a desconocidos. ¿Acaso deseas avergonzarme o humillarme?

-Genial, esto es simplemente genial…bueno, supongo que iré yo sola este sábado al rio.

-Hermana, no te pongas así.

-¿Ponerme cómo? ¿De mal humor? ¡Hago todo para que esta familia viva bien, luego que papa se fue a la guerra y mama cayó enferma! Sí, estoy de mal humor, ¡de muy mal humor! Y a veces quisiera que todo se fuera a la mierda.

-Megan, en serio, te agradecemos lo que haces…pero creo que a veces sobreactúas en tu papel de figura materna…no me malentiendas, es que a veces eres demasiado sobreprotectora.

-Soy la hermana mayor, es mi responsabilidad.

-Perdona si te falto al respeto, pero…Eres solo una niña, como yo…no puedes cambiar el mundo.

Pequeñas gotas de lluvia chocaban contra las ventanas del comedor, la lluvia se había soltado de un momento a otro. Megan camino hacia una de las ventanas y observo el exterior de la casa, empapada por el agua pluvial.

-Iré a nadar al rio, Firefly dijo que invitaría a algunas amigas. –Comento Megan, dándole la espalda a su hermana.

-Diviértete. –Dijo Molly.