Febrero 2012: este es un Mishiro o Koumi, como quiera que le llamen. Este es un fic muy oscuro, contiene Lemon o escenas con contenido sexual y trata temas delicados: asesinatos, relaciones sexuales, traición, etc. Pero también vas a encontrar amor, dulzura y todas las emociones que puede llegar a desparramar un ser humano cuando se enamora o cree que se enamora.

o*o*o

NiNi

"Ni te odio Ni te amo".

Por CieloCriss

Prólogo

Apreté las piernas lo más que pude mientras lo esperaba.

No quería orinar: quería que me hiciera el amor, que sus ojos me comieran y sus brazos me tejieran a su modo... no me importaba nada más, ni siquiera la grabadora que había escondido bajo la cama del colchón de resortes baratos.

Tenía que hacerlo confesar la verdad, era la única manera de salvarlo, pero él era tan inteligente que yo sabía, de antemano, que iba a fallar en mis planes.

De cualquier manera le puse REC, la oculté bajo las sábanas y me concentré en mi corazón.

Mis latidos se escuchaban tan claros que me molestaban y no me dejaban pensar.

Para el colmo, podía oír gemidos en las habitaciones de al lado, ya que las paredes eran muy delgadas.

"¿Te gusta así, verdad?", se oía.

"Di mi nombre mientras te corres", y yo deseaba memorizar todas esas frases, para decírselas a él o que me las dijera también.

Con Michael el sexo era bueno. Conocía mis puntos sensibles muy bien, sabía cómo humedecerme antes de metérmela, entendía que debía morderme los pezones de los pechos con fuerza, pero sin hacerme sangrar.

Tenía en claro que me gustaban los chupetones en el cuello y la posición del 69 cuando estaba pasada de copas.

Ahora no tenía idea qué me haría él, ni siquiera tenía claro si podría llegar a excitarlo, lo que me tenía muy mortificada.

Taichi había dicho: "Le quieres ¿verdad?... un hombre no puede contenerse si una mujer que te quiere te abre las piernas… te lo juro, ni siquiera hace falta quererla".

Lo había dicho como si se tratara de un refrán popular, pero Cody Hida, su ayudante en el buffete de abogados, había negado y desaprobado esa declaración.

"Mimi-san, entiendo que será un momento difícil en donde los sentimientos y las relaciones interpersonales te parecerán más importantes, pero recuerda que tienes una misión qué cumplir, y de eso depende que podamos resolver el caso".

Le había asentido con toda la sinceridad que había conseguido de mis emociones, pero para ser sincera, pensaba más en las palabras de Yagami, en mis piernas abiertas sólo para él, en mis sentimientos indecisos, pero a la vez fuertes.

¿Que si le quería? ¡Qué sabía yo!, sólo no lo quería ver en esas condiciones.

¿Que si le odiaba? ¡Qué podía entender yo, si ni siquiera tenía claro lo que era el amor después de mi fracaso con Michael!

"Ni te odio ni te amo", fue lo que dije, recordando sus palabras, unas que me decía cada vez que nos veíamos desde nuestro reencuentro.

Me entretuve viendo la colcha que cubría el colchón. Honestamente el edredón me daba asquito, lo mismo que el colchón y los muebles mediocres que había en esa cabinita de paredes de tabla roca.

Ése no era lugar para mí. Ése no era lugar para ti, Koushiro.

Pero de todas formas me quedé sentada, esperando, con las piernas bien apretadas por la emoción, con mi nariz fruncida por el olor a semen ajeno que viaja por el aire y traspasa las paredes.

Miré el reloj. ¿Y si se arrepentía? ¿y si no lo dejaban? ¿y si me quedaba sin probarlo a él y a su oscuridad? ¿y si nos quedábamos sin la prueba más importante de la investigación de Taichi, Ken y mis otros amigos?

No lo quise ni imaginar.

Negué, sacudí la cabeza.

"Eres un tonto...", le susurré y justo en ese momento, oí que lo habían traído, que lo liberaban, que la puerta se abría y un hombre pasado de los 50 años lo conducía a él, de apenas de 26, hacia donde yo estaba.

Sus ojos negros, tan negros, me miraron con intensidad.

Cuando era pequeña me repateaba que me ignorara. Ahora, en cambio, me miraba demasiado, me escudriñaba, me olía de lejos, pero como no decía nada, era aún peor que si no me mirara.

"Cuatro horas", dijo el uniformado, ligeramente gordo del abdomen, seguro tenían alguna enfermedad metabólica.

Izumi no respondió, le asintió levemente y luego la puerta se estrelló, mientras una de las parejas de las cabinas vecinas tenían un orgasmo ruidoso que me calentó la parte interna de mi sexo de una manera poco sana.

"Hola...", le dije con timidez, pero Koushiro no me respondió inmediatamente con su voz, que se había vuelto opaca y limitada. Justo como yo, miró con desprecio esa habitación de mala muerte.

Olisqueó el lugar, lo vi mover con gracia los poros de sus nariz, como si fuera un conejo. Luego se sentó a mi lado y comenzó a desabrocharse el horroroso traje marrón con el que lo vestían.

El cabello tan corto le daba un aire de rebelde.

"Izzy...", le dije.

"No me llames así", pidió, desabotonando la odiosa camisa esa, que me dejó ver su cuerpo delgado.

Estaba demasiado pálido, como transparentoso. Ordinariamente yo era de un tono de piel más claro que él, pero el encierro lo había convertido en un fantasma.

Me ilusionó verle tatuado el emblema del Conocimiento en uno de sus hombros, y me tranquilizó ver que aunque era de baja estatura y bastante delgado, yo seguía viéndome más que pequeña que él, por lo que no me iba a dar vergüenza que me tocara.

"¿Por qué no?, ¡es un apodo muy lindo! ¡Siempre te he dicho así y nada impedirá que lo siga haciendo!", le dije, defendiendo su ternura, esa que él se entercaba en desaparecer como si nunca hubiera existido.

"Tai dijo que querías dormir conmigo ¿no es así?, arregló las cosas para que esto pasara", comentó, liberándose con frialdad de su pantalón, "honestamente ya quiero que me dejes en paz, así que después de esto regresarás a Nueva York con tu novio".

"Michael ya no es mi novio... y yo... no voy a regresar".

Encogió los hombros. Llevaba puesta una trusa blanca y no parecía estar erecto. Tal vez mis encantos no le hacían efecto. Quizás, como me lo temía, le habían violado sus compañeros al encontrarle tan inofensivo, pequeño y fuera de lugar… y por eso no tenía ganas de intimidar conmigo.

"Como gustes, realmente ni me interesa ni me agobia", mencionó.

"Quiero hablar contigo ¿sabes?, tenemos mucho qué hablar", pensé en la grabadora encendida, en mis deseos esfumados por esa oscuridad que reflejaban sus ojitos, sus ojeras, su cuerpo delgado y malnutrido.

No sé si te amo o si te odio. Sólo sé que quiero salvarte.

"Mimi, estás en una visita conyugal en un reclusorio de alta peligrosidad. Aquí, los presos que tienen esposas o amantes fornican..."

"¡No fornican, se hacen el amor que es diferente!", interrumpí. Pero él no pareció perturbado por mi intervención y continuó con su voz ronca, falta de curiosidad.

"Yo soy un recluso más, pero no tengo ni novia ni amante, así que no debería estar en este lugar contigo. Tú no eres ni mi esposa ni mi amor, pero Tai te convenció de follar conmigo para que yo te suelte, tras el sexo, una confesión que cree que le ayudará a resolver un caso que no me interesa".

Koushiro Izumi siempre sería un hombre demasiado inteligente incluso sin su curiosidad. Yo no podía hacer nada ante sus ratos de lucidez, porque de mi parte sólo existía mi estúpida mente y mis llantos de cocodrilo.

Se puso de pie. De nuevo estaba absorto en mí. Le miré con la media luz de la habitación, pues estaba encendida una lamparita de la mesita que estaba al lado de la cama; yo todavía permanecía sentada.

Delgado, solo, enojado. Con su tatuaje morado y brillante. Con sus cabellos cortos y rojos vueltos pardos por la media oscuridad... me pareció guapo, pero fuera totalmente de mis parámetros.

Koushiro no tenía los músculos de Michael ni sus cabellos dorados en rizos. No tenía su sonrisa burlona y probablemente su pene era más pequeño, aunque no era como si mi ex estuviera bien dotado.

Él pareció notar en qué me fijaba.

"Este que ves soy yo", dijo. "Si aceptaste el truco sucio de Taichi tienes que acostarte conmigo. No soy como tus novios y no me interesa serlo. Además, yo mato, Mimi, también ten eso en cuenta".

Parecía congratulado con lo que había dicho. Por primera vez desde que sabía que estaba en prisión, dejó salir una sonrisa mordaz, pero a mí me dolió vérsela.

Se sentó al otro lado de la cama, sin dejar de mirarme. A la vez olfateaba... no sabía qué, pero olfateaba.

Gateó por ese colchón mediocre, escudriñó las sábanas y encontró la grabadora de voz, la cual apagó, mostrando una extraña lucecita en sus ojos de carbón.

"¿Cómo has sabido dónde estaba?", pregunté asustada, cuando me entregó el aparato en las manos.

"Lo olí", fue su respuesta.

Volvió al otro extremo de la cama. De nuevo me examinó con la mirada. Ese hombre era tan mágico que su amor por la tecnología podía olerse. Sin embargo, en la celda donde habitaba, el único metal que podía tocar era el de las barras que le tenían atrapado.

Me eché a llorar por eso. Tenían a su alma encarcelada. Sus ojos eran demasiado oscuros ahora, pero sin una gota de ilusión. Sus labios estaban resecos y su voz ya no soltaba frases espontáneas que llevaban consigo términos de computación o de digimons.

Le habían rapado la mayor parte de su cabello rojo, se le habían hundido sus rozagantes mejillas y su ya de por sí delgado abdomen, también lo habían blanqueado con un detergente de desesperanza.

"Sólo vete", ordenó. La pareja vecina estaba por el segundo round. La mujer gemía de manera muy vulgar. El hombre seguía soltándole órdenes muy sucias, como "trágate toda mi leche ", "te voy a dar por el culo" y no sé que tantas otras cosas.

Qué miserable me sentía ahora por hacerle caso a Taichi Yagami. Aún así, seguía sin descruzar las piernas, seguía igual de apretada.

"No quieres acostarte conmigo. Ni me amas ni me quieres", insistió. "Yo tampoco te necesito".

"¿Y tus deseos?", exploté. Ahora sí me paré, me temblaron las piernas. "¿No quieres siquiera tocarme?".

"Por supuesto", sinceró, "lo prefiero a tener que masturbarme o a que otros hombres me obliguen a hacerles sexo oral".

"¿Sexo oral? ¿Te obligan a eso?", no me respondió, "No eres gay, ¿verdad?, ¡Dios mío! ¡Te han violado, verdad!".

Koushiro era un chico solitario que nunca daba problemas. El hecho que él dijera que había matado a alguien no cambiaba su forma pacífica de ser. Taichi me había dicho que era un blanco fuerte de bullying en prisión. "Imagina, Mimi, es un joven desamparado que está recluso en un sitio de presos peligrosos: asesinos seriales, secuestradores y hasta violadores enfetichados con muchachitos como el mismo Koushiro...".

"Honestamente no tengo demasiado apetito sexual", fue lo dijo Izzy.

La depresión era una enfermedad psiquiátrica que tenía como uno de sus síntomas un menor apetito sexual. Eso había aprendido recientemente, me lo había dicho una terapeuta amiga. Estaba claro que Koushiro estaba muy deprimido ¿cómo podía no estarlo?

Chillé más alto.

"Me meterás en problemas si te pones a llorar", me regañó, todavía desnudo. Estaba sentado frente a mí y tenía el presentimiento de que me miraba con desprecio. "Seré sincero: no voy a cambiar mi declaración sobre mi caso, así que no tiene sentido que estés aquí".

"¡Queremos salvarte!", exclamé.

"Pero yo no quiero ser salvado", reiteró. "Ahora márchate. Si no te vas, comenzaré a tocarte sin importarme que llores y te dé asco".

"¡¿Cómo puedes decir que me darás asco?, ¿porque no estás tan fornido? ¡y eso qué!, me gustas ¡Tú eres lindísimo!".

"Lindísimo no es un piropo que nos guste a los convictos", convino.

"¡Y no me importa nada!, no me iré no me iré no me iré no me iré, ¡eres un tonto, Izzy!".

Sus ojos rugieron ante mi berrinche.

Se puso de pie y fue hasta mí. Me arrebató la grabadora y la aventó con fuerza al piso, hasta destruirla.

Luego me jaló a la cama y me tiró en ella.

Antes de echarse encima de mí se quitó la ropa interior y pude verle completamente en cueros.

No me decepcionó nada; al contrario, me excitó, era lo que quería verle después de todo. Mis muslos volvieron a sentirse muy tensas y mi entrepierna se calentó.

Yo misma comencé a desabrocharme la blusa y el brassiere con los dedos temblorosos.

¿Vería mis mejillas encendidas en esa media luz que se proyectaba en la habitación?

Me lancé desesperada a sus labios.

Pero él hizo a un lado mi cara.

"No me beses", ordenó. "En los labios no".

"¿Por qué?".

No me contestó. De manera muy metódica se hizo camino hasta mi vagina con sus dedos. Me subió la falda y metió dentro de mis bragas su tacto frío, como de logaritmo.

Con sus manos fue directo al clítoris, como si estuviera prendiendo una computadora.

"Estás mojada", hizo la observación, lo dijo como si hubiera hecho un descubrimiento similar al del Marinero Cristobal Colón cuando llegó a América.

No había forma de que estuviera seca, eso quise decirle, pero no tuve fuerzas para sacar algo más que unos gemidos descontrolados, causados por sus manos frías.

"Ah... ngh... Izzz... ¡Ah!", me le abracé al cuello, pero me alejó casi al instante.

"No me abraces", pidió, sin dejar de estimularme.

Esta vez me molesté mucho. Me deseaba con sus ojos negros y sus dedos parecían teclear en mi cuerpo. Él podía tocar y hacerme gritar, pero yo no podía siquiera aferrarme a su cuello, ni rozarle sus labios resecos.

Era como si yo fuera su computadora, esa que ya no usaba y tanta falta le hacía.

Pero no le hice caso. Le di un empujón, me quité las bragas y la falda, y así como había sugerido Taichi en su estúpido refrán o lo que fuera, le abrí las piernas lo más que pude, estiré también los brazos, como diciéndole: si me quieres abajo, me tienes qué también querer arriba, donde nacen los besos, el abrazo y el amor.

"Hadware y Software por igual", y sonó como le diera otra sentencia.

"Debe haber alguien para ti allá afuera", comentó. Su voz enronquecida, conmocionada, parecía dejar esbozos de su verdadero ser.

"Y me lo dices cuando vas penetrarme", rezongué, acercando mi pie hacia su miembro, ya totalmente erecto.

Apenas lo toqué y él cerró los ojos, concentrado quizás en el gemido que no emitió.

"Debes dejar algo de ti cuando estés dentro mío", seduje. Presioné mi planta en su próstata o lo que se dijera, mi talón resbaló en sus testículos.

Esta vez no lo pudo evitar y sí suspiró, derramó de su boca un "Nghh" que me fascinó.

Ahora mismo no pensaba en la confesión que quería sacarle, ni quería comprenderlo: quería ser suya. Quería que, como decía Taichi, no se resistiera a mis piernas abiertas sólo para él.

Ansiaba que se olvidara de su penumbra, de que estaba en prisión, de que lo culpaban de parricidio premeditado... Deseaba con todo el corazón que no hubiera mamado el miembro de ningún hombre para estar a salvo entre rejas, deseaba que pensara en mí, sólo en mí... en mí.

'Ni te amo ni te quiero', le gimoteé en silencio, en mi mente, 'sino todo lo contrario'.

Aceptó que lo abrazara, que le rodeara con mis manos y con mis piernas hiciera un círculo mediocre con el que me aferraba a su espalda. Mis besos nunca le llegaron, porque me obligó a esconder la cara en su cuello, mientras con una de sus manos conducía su miembro hasta dentro de mí.

Entró de un sólo movimiento, uno brusco, pero a la vez bien meditado, como si hubiera calculado exactamente dónde empujar, para que mi cuerpo recibiera su invasión.

Luego se movió en silencio. Lo percibí distante, pero de alguna manera me sentí muy feliz.

Las noches de fiesta y sexo con Michael se despintaron de mis recuerdos. Ni sus posiciones variadas o sus embestidas de fuego pudieron competir con esa sola noche de visita conyugal en la prisión.

Koushiro había dicho, no eres ni mi esposa, ni mi amante. ¿Pero me dejarías fingirlo una vez más?

También estuve callada. Mordiéndome la lengua para no destruir el ritual de silencio que había formado y que sólo era opacado por parejas de otras habitaciones y el viscoso movimiento del sexo, sus testículos botando, mis pechos resbalando en sus propios pectorales.

Eran embestidas metódicas y no aumentaba su ritmo, lo que me desesperaba mucho y me hacía des-coordinar mis caderas con su cuerpo. Quería más. Más de él.

No había nadie para mí fuera de esas rejas. Era él al único al que le había abierto mi cuerpo como si pudiera comprarse y era Izzy quien lo tomaba con frialdad, pero a la vez concentración.

Ni te amo ni te quiero. Ninguna de esas dos cosas le dije cuando se me soltaron dos orgasmos a pesar de las pausas metódicas y premeditadas de su pene.

Koushiro salió de mí coloradísimo, tomó uno de los condones que había dentro de la canastita que estaba en el buró, se lo metió con torpeza y eyaculó ahí.

"No me lo puse antes, pero no tienes que preocuparte por quedar preñada", lo vi de espaldas, era un total imbécil por decirme eso después de que nos habíamos sentido, "No soy gay como sospechabas, y jamás me han violado en la prisión, por lo que no tengo ninguna enfermedad de transmisión sexual".

Le toqué la espalda. Se volvió y me miró de soslayo.

"Eso no se le dice a una mujer después de hacerla tuya", regañé. Encogió los hombros. Le quité el condón con su líquido blanquecino y lo lancé al suelo, junto adonde habían quedado los restos de la grabadora de voz.

"La próxima vez lo pondrás donde debe ir, en mi útero, en mis labios, en donde sea, pero dentro de mí", gruñí.

No respondió, pero me lanzó una mirada de fastidio.

"No hay próxima vez".

Y yo le abracé con fuerza, aunque no replicó el movimiento de mis brazos. Y traté de besarle los labios, pero se movió y le troné la caricia en su mejilla.

"¡No es justo! ¡Tú no lo mataste y lo sabes! ¡no me importa que no me lo digas porque te descubriremos con o sin grabadora!, saldrás de aquí y me harás el amor todo lo que yo quiera, porque me gustas, porque a las princesas no se les dice que no, porque yo soy una ni-ni y te necesito".

Se echó a la cama y se entretuvo mirando cómo la habíamos destendido. La cobija verde oliva estaba en el suelo, la única almohada también se había caído y las sábanas tenían manchas viscosas.

Sin embargo no me dio asco ni me pareció un lugar despreciable para tener sexo, como había ocurrido cuando había entrado a la cabinita. Me pareció un lugar especial, donde le había visto desnudo, donde había abierto las piernas y donde había experimentado un sexo que trastocaba más que cualquier locura que había vivido antes.

Me acosté a su lado.

"Faltan todavía tres horas para que esto acabe", mencionó fastidiado. Poniéndose de ladito, dándome la espalda.

Su piel tenía una capita de sudor. Yo restregué mis senos en su espalda.

"Me gustó mucho", susurré, "¿lo hacemos otra vez?".

"No", dijo con tono somnoliento. "Hueles a libertad y quiero olvidarme de ella".

o*o*o

Espero sus comentarios con ilusión, hacía años que no escribía un Mishiro dark-lemon. Es apenas el prólogo y pretendo que sea una historia de 4 o 5 partes… ¿Les ha gustado la trama? ¿Por qué Izzy está en prisión? ¿realmente es un asesino?.

Ojalá les haya gustado y sigan mis actualizaciones.

¡Arigato!

CC.

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Está dedicada, la historia, a dos de las mejores escritoras del Mishiro que conozco y conoceré.

A SS, cuyos fics son sinónimo de inspiración… sus Koumi me roban sonrisas y me conmueven... Sybilla, es algo así como reto que tenemos pendiente, sólo que no me ha salido bien, así que el reto verdadero sigue en proceso.

También lo dedico a ., otra de mis favoritas escritoras, cuyos escritos -especialmente sus Mishiro- son fluidos y te llegan al corazón.

Chicas, las dos son mis ejemplos a seguir con respecto a los Mishiro... y no sólo eso, sus creaciones son fuente de inspiración y sus escritos son impecables. Gracias.

CieloCriss.

O

Nini (o ni-ni) es una denominación generalizada en algunas partes de Hispanoamérica para designar a un joven que no está trabajando ni estudiando. En Estados Unidos, se les llama NEET, por Not in Employment, Education or Training.

(este término es una de las bases de mi fic, aunque por supuesto que no tengo perjuicio alguno por la generación nini, sólo lo uso como juego de palabras).