Disclaimer: El mundo de Harry Potter pertenece a J. K. Rowling.
Warnings: Slash. Ya saben lo que es, ¿verdad? pero, si no, lo aclaro: Relación romántica entre dos personajes masculinos. Si no les gusta el género es momento de cerrar la página, pero si les gusta entonces espero que disfruten la lectura.
Summary: El momento que se narra a continuación se ubica durante el tiempo en que Remus Lupin impartió clases en Hogwarts y Sirius era un prófugo de la justicia. Describe los sentimientos del profesor hacia quien fue algo más que un amigo.
Nota de la autora: Las palabras cursivas que están entre comillas indican pensamientos. Las palabras que son solo cursivas enfatizan una idea, a excepción de la introducción, que está en cursivas porque es un fragmento tomado directamente de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban. p. 204, 205
.~.
Momentos
.~.
I. De cara al pasado
—¿Profesor Lupin?… Si conoció a mi padre, también conocería a Sirius Black, ¿verdad?
Lupin se volvió con rapidez:
—¿Qué te hace pensar eso? —dijo severamente.
—Nada. Quiero decir… me he enterado de que eran amigos en Hogwarts.
El rostro de Lupin se calmó.
—Sí, lo conocí —dijo lacónicamente— O creía que lo conocía. Será mejor que te vayas, Harry. Se hace tarde.
. . .
Harry salió del aula de Historia de la Magia y también Lupin. El joven profesor esperó a que el chico desapareciera tras la esquina del corredor, solo entonces él empezó a recorrer el mismo corredor pero en dirección contraria haciendo el camino hacia su despacho.
A cada paso que daba la temblorosa figura de su silueta se confundía con las sombras generadas por la titilante luz de las antorchas entre la penumbras, mientras el nombre de Sirius Black resonaba en su mente sin piedad exactamente igual que desde el primer momento en que bajó de aquel carruaje tirado por thestrals y puso un pie en los terrenos de Hogwarts. Exactamente igual que desde aquella mañana en que despertó y se encontró con la fotografía mágica de Sirius Black abarcando la entera primera plana de El Profeta y la noticia de que se había fugado de Azkaban. Exactamente igual que cada día de cada mes de cada año desde hace doce años.
Al fin Remus entró a su despacho mientras intentaba alejar sus pensamientos de aquella conversación que tuvo con Harry, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Las preguntas del chico acerca de Sirius habían llenado de recuerdos la mente de Lupin, evocando sentimientos que el licántropo no lograba enterrar por completo aunque lo había intentado durante muchos años.
"Si conoció a mi padre, también conocería a Sirius Black, ¿verdad?… Me he enterado de que eran amigos en Hogwarts".
—Amigos… —musitó para sí mismo en un tono salpicado de algo muy parecido a burla amarga.
Y así, también, una risa amarga se escapó de su garganta mientras cerraba la puerta y recargaba la espalda pesadamente sobre ella, mientras su mente rememoraba momentos entre ellos en los que sus manos y sus cuerpos sobrepasaron por completo la línea de la amistad para rozar los limites de las caricias prohibidas entre dos muchachos.
—Éramos mucho más que amigos, Harry… Mucho más —suspiró el profesor, y de pronto parecía como si su semblante hubiera envejecido un poco más por solo haber removido algo de todas aquellas memorias.
Atormentado por aquellos recuerdos Remus soltó otro pesado suspiro y se dirigió a la ventana.
Desde su llegada a Hogwarts no había noche en la que su mirada ámbar no se perdiera en la oscura masa de árboles que rodeaban el bosque prohibido preguntándose si él estaría cerca. Y, a pesar de ser plenamente consciente del peligro que Sirius representaba para Harry, a veces, como ahora, dejaba que la esperanza de recuperar a su amor perdido resurgiera y se preguntaba si Sirius sabría que él estaba en Hogwarts.
Dejó a su mirada vagar por entre las copas de los árboles mientras corría las cortinas y, al abrir la ventana, dejó que la brisa nocturna acariciara su piel imaginando que eran sus manos, aquellas manos que solían tocarlo tan intensamente, las que se deslizaban con suavidad sobre su cansado rostro; fantaseando con la sutil caricia de aquella boca sobre la suya.
—Sirius…—musitó con pasión al dejarse llevar.
Pero, apenas ese nombre murió en sus labios, Remus se reprochó a sí mismo el hecho de ser tan débil y seguir amándolo y deseándolo aun a pesar de su traición.
"En vez de añorarlo así deberías hablar y decir lo que sabes" susurró con firmeza la voz de su propia conciencia en el fondo de su mente "Habla con Dumbledore, dile que Sirius es un animago que se conoce los pasadizos secretos del castillo mejor que nadie y es por eso que logra colarse aquí como si nada… ¡Díselo y acaba con todo de una vez!" gritó la voz.
Pero aunque resonó con fuerza Remus supo que no lo haría, no hablaría. Hacerlo significaría confesar que en su juventud había traicionado la confianza que el director había puesto en él al darle una plaza en Hogwarts cuando nadie más hubiera hecho algo así por un muchacho licántropo, y que él había pagado dicha confianza permitiendo que sus amigos se arriesgaran terriblemente al convertirse en animagos de manera ilegal para no dejarlo solo en luna llena.
Remus se mordió los labios con fuerza sintiéndose culpable y miserable al pensar en eso.
Sí, se sentía culpable, miserable y también el más grande cobarde del mundo porque sabía que por muy Gryffindor que fuera jamás tendría el valor suficiente para revelar lo que sabía sobre Sirius ante Dumbledore. Y aun cuando lograra reunir ese valor, Remus sabía muy bien que no hablaría porque algo mucho más grande que la culpa y el remordimiento que siempre ha sentido en lo más recóndito de sí por traicionar la confianza de Dumbledore se lo impediría… Algo que su corazón no podía dejar de sentir por Sirius a pesar de la traición y de doce años de sofocante soledad y dolor.
Ese algo no era otra cosa que los fuertes sentimientos que Remus aún abrigaba hacia Sirius. Aquellos que no lo habían abandonado cuando Sirius se fue, que se habían quedado con él consumiendo sus fuerzas y su juventud poco a poco en medio de una vorágine de amor salpicado de añoranza y dolor.
—No soy más que un solitario hombre lobo enamorado —susurró amarga y tristemente para sí.
Esa certeza no hizo más que frustrarlo más, y con la frustración llegó también la rabia por no ser capaz de evadir sus propios sentimientos.
—Él era el guardián del secreto, él los vendió —se dijo apretando los dientes con enojo "¡Los vendió, lo hizo! ¡Los entregó a Voldermort sin importarle nada!… ¡¿Hasta cuándo vas a entenderlo?!" pensó, tratando desesperadamente de convencerse de eso como tantas otras veces en el pasado.
Pero todo fue inútil. Su corazón, roto pero enamorado aún, se negaba una vez más a entender. Aunque no pasó lo mismo con su conciencia, no, ella siempre estaba ahí, atormentándolo, y esta vez contraatacó trayendo a su mente la voz de Harry, cuando este le contó sobre lo que oía al tener cerca a un dementor (la voz alarmada de James, la risa desquiciada de Voldemort, las súplicas de Lily), y entonces Remus se odió, se odió intensamente por pensar en Sirius y no ser capaz de sentir aversión por él sino todo lo contrario.
Completamente frustrado, Remus sacudió la cabeza con fuerza apretando duramente la mandíbula con enojo y se cubrió los ojos con una mano aferrándose con la otra al alfeizar, tratando por todos los medios contener las lágrimas que ardían en sus ojos.
"¡Debo hacerlo, maldita sea! Debo sacarte de mi corazón… No puedo seguir amándote, Sirius, no después de todo el dolor que has causado en mí, en Harry".
Cerró la ventana de un tirón mientras luchaba con todas sus fuerzas contra el torrente de rabia y dolor intenso que amenazaba con desbordarse de un momento a otro en forma de llanto, pero no sirvió de mucho; Remus fue completamente avasallado y al fin las amargas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Molesto consigo mismo por perder así el control se limpió la cara de un manotazo, sin embargo las lágrimas no dejaron de caer.
Irritado por ello se giró con un movimiento brusco y apresurado provocando que su maletín y un par de pergaminos cayeran ruidosamente de su escritorio.
Ante esta nueva muestra de descontrol Remus soltó un gruñido salvaje y lleno de fastidio que sonó muy parecido a los que el lobo que lo dominaba cada luna llena solía emitir cuando se desesperaba al sentirse acorralado por los muros de la Casa de los Gritos. Y en ese instante Remus sintió que empezaba a desmoronarse. Un sollozo a duras penas contenido escapó de su garganta cuando, incapaz de aguantar más, atravesó su despacho como una ráfaga de viento feroz mientras todas las luces se extinguían de golpe con un solo movimiento rápido de su mano y entró a su dormitorio cerrando fuertemente la puerta tras de sí.
Afuera, oculto entre las sombras, el gran perro negro que cada noche montaba una guardia silenciosa cerca del castillo soltó un gemido lastimero y agachó la cabeza al ver que las luces del despacho se extinguían. Con paso lento volvió a internarse en la oscuridad del bosque prohibido llevando en su corazón el consuelo de que sólo tendría que esperar hasta la noche siguiente para volver a ver a su amado lobo.
Gracias a todos por leer. Y, ya saben, solo tienen que enviarme reviews para alegrarme el día... Y también para inspirarme! ;)
