NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Ninguno de los personajes de CLAMP son míos, son creación exclusiva de CLAMP (Sólo aquellos cuyo nombre no reconozcais son cosa mia)
Este FanFic esta narrado en primera persona (Al igual que el FanFic sobre Rezo y Zelgadiss llamado Rojo Relativo que escribí anteriormente)
En este FanFic intentaré escribir sobre como yo imagino la vida del gran mago Reed Li Clow ^^
Algunos personajes, probablemente muchos, serán personajes creados exclusivamente para el FanFic como el medio hermano de Clow Reed, al cúal, no sé por qué pero me mola, le daré un aspecto similar al que Fei Wang tiene ^^
Si algún detalle no es del todo correcto, como puede pasar en Rojo Relativo, perdonadme pues lo iré realizando lo mejor que pueda entre cosas que se me ocurran, otras posiblemente inspiradas y según lo que me vaya informando ^^
Admito que el FanFic REED LI CLOW me ha animado muchísimo a intentar describir su vida pero os aseguro que no es una copia, pues yo iré metiendo cosas también en relación a xxxHolic o a Tsubasa Chronicles, más otras, de invención propia como que Clow tenga un medio hermano en vez de una medio hermana o que tenga hijos ^^ Además la creación de las cartas es totalmente distinta y la de los guardianes también, con consecuencias bastante divertidas aunque en general, tiene puntos muy dramaticos T_T En fin, fans de Clow Reed y CardCaptor Sakura, espero que os guste ^^
Dedicado, especialmente, a Tsuki no Youkai, Melissa-yueirishu y a Laurus Nobilis. Escritoras y fans con grandes cantidades de talento ^^
FanFic CLAMP El mago más poderoso del mundo
Hijo del occidente
(Eriol Hiragizawa)
Dirigiendo mis ojos de un azul intenso como el cielo reflejado en el mar en un día de verano hacía mis nuevos guardianes, Spinel y Rubi Moon, no puedo evitar sentir algo de nostalgía, una nostalgía que no es mía realmente. Ellos lo perciben en mi apacible rostro, cuando por unos instantes arrugo mi frente aún sin dejar de sonreirles. Dejando mis redondeadas gafas en la mesa cercana de caoba al gran sillón que tanto gustaba a mi anterior yo, cerrando los ojos dejo que los recuerdos vengan a mí, con la esperanza de que las difusas imagenes se vuelvan nitidas y pasen ordenadamente ante mí. Lo cúal cada día es más complicado, pues deseo comprender, deseo conocer al hombre que fuí , dejando por un momento a parte eso que un día se me asignó . El mago más poderoso del mundo, Clow Reed, fusionador de la magía y creencias orientales con las europeas...
(Clow Reed)
Observando desde los grandiosos ventanales de aquel palaciete los extensos y verdes jardines que parecían recubrir toda la majestuosa edificación, esperaba ansioso la llegada de mi buen padre y aquel misterioso pero apreciadisímo personaje del que tanto hablaba.
-Clow, te presento al aclamado y respetado Michel de Nostredamus. -Me lo presentaría sin dejar de sonreir mi padre dando un paso hacía atrás, inclinando el cuerpo y la cabeza como si lo reverenciase. Sus ojos brillaban de emoción y su sonrisa era la más resplandeciente que había visto.
Apartandome de la ventana, daría unos pasos ante tán eminente personaje, sin ser en aquel momento consciente de cúan agradecido y privilegiado debía sentirme. Que mi padre hubiese tenido la osadia de llevarme hasta el mismísimo Palacio de Versalles para conocerle no sería la primera de sus múltiples imprudencias. En cuanto comence a demostrar talento para la magia, quisó adentrarme en ese mundo, su mundo, de inmediato. Esbozando una sonrisa mientras colocaba mis ropas le ofrecería estrechar mi mano con la suya.
-Es todo un honor conocerle, señor Nostradamus. Mi nombre es Clow, hijo del mago Jonathan Reed. -Me presentaría aunque no pareció ser necesario como me había enseñado mi padre pues el anciano de aspecto autoritario dijo con su quebrada voz:
-Lo sé jovencito. Hace pocas lunas tuve una visión sobre tí . -
Aquello, especialmente el modo en que lo expresó me fascinaría, al menos la fuerza con la que salieron las palabras pues apenas sabía tanto francés como mi padre. Aunque nos encontrabamos en Francia y tanto mi padre como yo eramos procedentes de Inglaterra, John Reed, viajero de muchas y diferentes tierras, tanto europeas como de más lejos, había logrado dominar varias lenguas como el francés con una elegancia casi burlona con que no era difícil deducir que algo de ese y otros idiomas mi padre compartiría conmigo según lo requiriese la ocasión. Todo debido a sus gigantescas ansías de saber y a la fortuna dejada por su padre, personaje de gran relevancia en su época como algún que otro astuto alquimista más.
- Lo ves? Ya te dije que el mismísimo Nostradamus estaba interesado en tí y tu formidable poder. -Me animaría mi padre antes de reunirse con esa eminencia frotandome cariñosamente la cabeza, removiendome los oscuros y finos cabellos tán bien peinados que había conseguido llevar hasta ese momento fijados con algo de agua. Asintiendo feliz de ver a mi padre feliz le lancé la pregunta que andaba rondandome en la cabeza durante todo el largo camino hasta Versalles:
-¿Entonces, me ayudará a controlar las visiones que vienen a mí ? -
-Claro, él también posee una habilidad similar, le hablaré de ello. -Me prometería tomando mis manos bajo sus suyas, ambas poseían una tonalidad muy clarita. Cuando una joven damisela requirió la presencia de mi padre, éste se colocaría una gorra de fuerte y brillante color verde a juego con su ajustado jersey de infladas mangas por la parte superior del brazo con un cuello alto que apenas dejaba entrever la blanca camisa que llevaba en su interior. Un atuendo apenas similar al mio, quizás sólo igual en la extravagante forma de las mangas.
Cuando padre volvió a mi lado, no trajó muy buenas noticias. Michel de Nostradamus no se encontraba muy bien de salud, por lo que no podría enseñarme gran cosa o más allá de lo que mi padre se había encargado de enseñarme de antemano. Mientras recorriamos los largos y ornamentados pasillos del gran palaciete, mi padre se lamentaría dandose golpes en la cabeza con los puños cerrados gritando:
- ¡Oh cruel destino! Si un gran astrólogo y predecidor de acontecimientos no puede ayudar a mi primogenito, ¿quién será capaz? -
Las gentes que trabajaban o vivían en Palacio nos lanzaban miradas de desaprobación, lo que hacía que mi padre alzasé más alto su voz, provocando que me echase a reir sin pretenderlo. Mi padre no se daría por vencido, se esforzaría en buscar a otras personas con similares habilidades para orientarme, lo cúal agradecí a la vez que temí pues a veces un pequeño deseo puede destruirte o eso opinaría mi madre, otra hechicera de gran poder nacida y educada en una cultura tán extraña como extraordinaria para mí como era la oriental. Mi padre hizó todo lo que pudó para enriquecer mi mente, al ir con él a cualquiera de los lugares a los que él fuese, siendo requeridos su ingenio y manejo con el tarot, podía conocer a ilustradas figuras tanto dentro de la aristocracia como dentro de otros circulos, en principio, un tanto más, inapropiados para un muchacho de mi edad pero realmente interesantes como artistas, pensadores y otros hechiceros. Uno de ellos, del que me volvería un gran aficionado a sus tragicas obras sería indudablemente William Shakespeare. Ese, otro de los grandes acontecimientos que tuve el privilegio de vivir sucedería gracias a una inesperada propuesta que una cliente, de las más fieles y de buena familia, le había sugerido a mi padre antes de salir de su humilde consultorio. Una pequeña sala con un mobiliario comodo y muy elegante a diferencia de lo que otros echadores de cartas tenían, con unas largas y gruesas cortinas con dibujos de flores orientales que separaban la zona que servía de entrada o de espera del resto de la sala.
-Me hace tán feliz que las cartas te hayan trasmitido que mi bebé seguirá adelante. -Le comentaba secandose con un hermoso pañuelo bordado a mano sus almendrados ojos mientras con la otra mano procuraba que su abultada falda no se llevase ninguna figurita por delante a medida que se apróximaba a la puerta con una sonrisa de alivio dibujada en su inmaculado rostro. -Mi buen esposo y yo estabamos tán preocupados. -
-Ya verás como todo irá bien. -La continuaba reconfortando mi padre con una sonrisa encantadora aunque en sus azulados ojos se atisbaba inseguridad pues aunque él era capaz de comprender lo que cada carta le contaba, nunca acababa de fiarse de si había captado el mensaje en totalidad o había confundido o dejado pasar algún detalle valioso. Era y siempre lo fue el mejor y más sincero tirador de cartas que podría haber habido en Inglaterra, además al haber aprendido a tomar contacto con los difuntos, si había algo en lo que dudase, sabía a quien acudir, generalmente ese espíritu era el de mi bisabuelo. Doblando con delicadeza el pañuelo humedecido lo guardaría en su pequeño bolso de igual color que sus ropas parandose a escasos pasos de la puerta de madera, cada cierto tiempo barnizada junto con los muebles a petición de mi padre. Girando el rostro hacía el de mi padre, con voz azorada, le haría la temida pero necesaria propuesta:
-¿Señor Reed, le gustaría acompañarme al teatro que se celebrará dentro de pocos días? He oido que la obra es realmente buena, escrita por un dramaturgo recien descubierto llamado William Shakespeare. -
-Sería todo un honor pero ¿no sería más apropiado que acudiese acompañada por su esposo? -Se aventuraría a decir mi padre con gesto pensativo consciente de lo fácil que podría ser malenterpretado. Ella, mucho también consciente de la gran ofensa que podía ser para su esposo y para su familia, diría:
-Teneis toda la razón y así lo hubiese hecho pero por desgracia, mi esposo está atendiendo importantes asuntos fuera del país. -
-En ese caso... ¡Por supuesto que me gustaría acompañarla! -Aceptaría mi padre tomando su mano galantemente mientras me guiñaba un ojo sonriendo pícaramente. Esas pequeñas acciones convertían a mi padre en un hombre terriblemente excéntrico pero muy divertido. Si no hubiese descubierto su habilidad con la magia, bien podría haberse ganado la vida como actor al igual que lo hacía ,el que sería mundialmente alabado, William Shakespeare, ya que además de excepcional dramaturgo, era actor pero para mi sorpresa no era ni la mitad de agraciado de lo que era mi padre aunque, todo ha de ser admitido, sabía cautivar al publico, sus puestas en escena eran tán intensas que conquistaban hasta a la mismísima reina de Inglaterra. Finalizada la larga pero inteligente obra todos, absolutamente todos los espectadores a lo largo y ancho del amplio teatro conocido como La Rosa, aclamaba al artista y sus compañeros con furor, sin cesar de dar sonoras palmas hasta que el dolor los forzase a detenerse. Tito Andrónico, su primera obra entre sus obras más conocidas, había sido un exito arrollador y yo, yo tuve la oportunidad de disfrutarla acompañando a mi padre y la señora Elisabeth, sin la cúal nunca hubiese conocido la grandeza de Shakespeare. Lo tuve claro, él sería una de las figuras de mayor importancia de aquellos tiempos. Atravesando las calles subidos en un carruaje solicitado por la señora Elisabeth comentariamos la obra entusiasmados sentados frente a ella sobre los acolchados asientos de colorida tela.
-Aunque algunos momentos son bastante desagradables para mi gusto, es una aútentica obra maestra. -Sería la respetable opinión de la sofisticada dama. Tanto mi padre como yo asentimos pues también nos sorprendió mucho el desarrollo de la trama y las torturas inflijadas tanto a los hijos de Tito como el asesinato y cocina de la emperatriz Tamora, al inicio, reina de los godos. Lanzando un suspiro exclamé:
- ¡Por fortuna para nosotros, está es una época de cambios! -
- ¡Ya lo creo! -Añadiría mi padre antes de que todos nos echasemos a reir al pensar en ello. - ¿O acaso pensais que los humanistas consentirían unos castigos así de inhumanos? Se escandalizarian. -
Los humanistas eran los nuevos pensadores, que rechazando toda la severa e intolerante doctrina que principalmente La Iglesia había impuesto en siglos pasados, habían comenzado a tomar y adaptar nuevos valores y corrientes del pensamiento. Todo gracias principalmente a un pensador y escritor italiano, Dante Alighieri, el indiscutible creador de otra obra de gran valor filosífico, literario e historico como La divina comedia. Por Inglaterra, los más reconocidos y debatidos serían Erasmo de Rotterdam, de los primeros, según cuentan, en traer esos conceptos a Inglaterra, William Grocyn y Thomas Linacre, dos estudiosos de la mítica Universidad de Oxford, sin olvidar a otro estudioso, Juan Fisher. Grandes hombres con grandes ideas que uno sería capaz de adquirir gracias a la aparición de la Imprenta. Creo que todo o gran parte de mis conocimientos se los debereía a toda la clase de libros que fuí leyendo a lo largo de mi infancia, juventud y posterior madurez, si es que se me podía considerar un hombre anciano. Yo pasaba los días tranquilo, ayudando a mi padre a atender a sus clientes o leyendo los libros que me facilitaba sin hacer un ruido, absorto y meditabundo hasta que un día, un día que hubiese podido ser como cualquier otro, llegó a m un extraño pasaje de lo que sería mi futuro próximo con tanta nitidez y realismo que al abrir los ojos, la borrosa realidad sería como un borroso sueño, antes de colocarme mis gafas, frotandome los ojos a la vez que dejaba escapar un largo bostezo. Incorporandome giraría la cabeza un poco, como convenciendome de que todo en mi dormitorio estaba en su sitio, levantandome apresuradamente para mirar por la ventana con alivio y gratitud, para comprobar que aquellas oscuras calles eran las del barrio en el cúal viviamos en la fria y humeda ciudad de Londres, Suspiraría y me vestiría con la misma rápidez, me reuní con mi padre y la única criada que poseiamos. Una bella pero fornida mujer que estaba colocando lo que sería mi desayuno de aquel día demasiado callada, para el gusto de mi bromista y charlatán padre.
- ¡Buenos días, Clow! -Me saludaría él llevandose un jugoso trozo de baicon a la boca, lo que resultaría muy grosero a la criada, que le lanzaría una mirada casi asesina mientras que l le sonre a como un niño pequeño. - ¿Has dormido bien? No tienes muy buena cara. -Preguntaría preocupado al instante de tragar aquel trozo bien masticado de baicon.
-Buenos días padre. -Le respondería yo animandome un poco, pasando mis ojos hacía la criada diría. -Buenos días para tí también, Betsy. -La mujer sonreiría un poco y repetiría el saludo, al retomar mis azulados ojos hacía los de mi padre de igual color le respondería. - ¿Tanto se nota? La verdad es que he vuelto a tener un sueño extraño... -
-Oh, entonces mejor que no sigas, yo sólo soy un humilde echador de cartas. -Me interrumpiría llevandose una mano al pecho antes de comenzar a beber su vaso de espumeante leche, la cúal le blanquearía gran parte de su gracioso bigotillo castaño.
Betsy pondría los ojos en blanco horrorizada antes de marcharse a hacer sus tareas. Tanto mi padre como yo temiamos que tuviese la brillante y desagradecida idea de denunciarnos ante La Iglesia, por la inmoral forma de vida de mi padre y nuestro hereje modo de ganarnos la vida, por lo que arrugando la frente trás verla salir de la cocina, comenté :
- ¿Crees que es buena idea hablar de magia con ella cerca? Es muy religiosa. -
- ¡Y yo! -Protestaría mi padre sarcástico -Los angeles son los mejores guardianes que pueda un alocado hechicero como yo tener a mano. -
Tratando de no estallar a carcajadas, manteniendo una mirada serena insistí:
-En serio padre, ¿y si nos vemos juzgados por la Inquisición y no salimos victoriosos? -
- ¡Dios no lo quiera! En ese caso ya se me ocurriría algo pero no creo que fuese por culpa de Betsy, ella es una buena mujer. -Exclamaría alzando los brazos al cielo exageradamente pero al continuar sin dejar de sonreir, pasandome uno de ellos calmaría mis temores. Aunque el se negó a que le relatase mi visión, yo acabaría por relatarsela. En su rostro se dibujaría una expresión que rara vez veía. Finalizado nuestro desayuno, mientras se limpiaba con una gruesa servilleta los morros y el semi-blanco bigote, con voz firme y serena que jamás olvidaría dijo:
-Mi buen Clow, me temo que ya ha llegado el momento de que te hable sobre tu madre y tus ancestros chinos. -
- Sobre... ¿Mi madre? -Alcanzaría a preguntar yo buscando una confirmación que se me sería dada al instante. Aquello era el inicio de algo que me superaría pero a lo que debía enfrentarme y aceptarlo ya que, también debía formar parte de mí .
Conteniendo la respiración esperaría sentado en nuestro elegante salón a que padre llegase con aquello que guardaba con tanto empeño y cuidado, como si se tratase de su propia vida. Pronto lo atisbaría llegar sosteniendo con ambas manos lo que parecía una caja de tamaño mediano realizada de madera y pintada a mano. El dibujo que se podía apreciar en la parte superior de la tapa resultaría desconocido para mí .
- ¿Qué significa? -Sería la primera pregunta que formularía sintiendo gran curiosidad por el dibujo lleno de simbolos y signos incomprensibles para mí .
Mi padre se sentaría despacio muy cerca de mí y esforzandose por sonreir aunque su frente estuviese arrugada, lo que entristecía su hermosa sonrisa, comenzaría a hablarme del respetado y poderoso Clan Li. Con respecto al simbolo y al contenido de la caja sencillamente me dijó que llegado el momento indicado se me sería revelado. No había que haber estudiado en una universidad para entrever que mi padre estaba preparando algo por lo que finalizada su larga pero entretenida narración, lancé la temida pregunta:
-Padre, ¿por qué me estás contando todo esto? Acaso, ¿todo esto está relacionado con el sueño que he tenido? -
La reacción de mi padre lo revalaba todo. Abrazandome fuertemente contra él, rompería a llorar mientras me respondía entre llantos ahogados:
- ¡Así es! ¡Así es Clow! -
Aquella misma tarde, encontrariamos el consultorio de mi padre en llamas. Como si fuese la señal odiada pero esperada, cogiendo mi mano, con el ceño fruncido y una firmeza casi inhumana, prepararía el que sería mi largo viaje a la tierra del sol naciente, en pos de la familia Li, los únicos que podrían mantenerme a salvo y de paso, me ayudarían mejor de lo que había podido él a dominar e incluso incrementar ese enorme poder que tenía latente.
Hijo del Oriente
Exhausto por un viaje en barco que parecía no tener fin, aguantando alguna que otra tormenta de alguna deidad caprichosa, comiendo principalmente pescado sazonado y echando gran parte de él por la borda, a causa de un continuo mareo, llegué tán entero como aquellos hombres pudieron mantenerme a la otra parte del continente más allá de Alemania, mucho más allá . Asía, en la cúal, una vez, adentrandome en la parte correspondiente a China acompañado en todo momento por varios de los rudos hombres del capitán de aquel barco debería encontrar la ciudad de Hong Kong. No os podeis hacer una ligera idea de lo desorientado que me sentía sin embargo el lobo de mar parecía saber muy bien por dónde ir.
-Tranquilo, señor Reed, me conozco esta tierra como si fuera la palma de mi mano. -Me intentaría tranquilizar pues aún manteniendo una sonrisa aparentemente relajada, los nervios me estaban devorando vivo. Dandome fuertes palmadas en la espalda se echaría a reir meneando la cabeza. -Estos aristócratas... -Mascullaría bajando la voz.
Alzando la vista al cielo viendo un gran grupo de aves desplazarse sobre nuestras cabezas, aves que bien podrían ser gorriones o quizás no pero que me recordaban a esa especie, rogué a todo aquel ser sobrenatural que estuviese cerca que me guiase por aquellas extrañas e inhospitas tierras. Tierras que aquellos hombres conocían probablemente a sus viajes para trasportar diversas mercancias de Europa a Asía o de Asía a Europa desde que fuese creada esa red de rutas comerciales conocida como La ruta de la seda.
-Señor Reed, debe sentirse muy afortunado de caminar por estas tierras, tierras de leyenda. -Me comentaba otro, cargando entre sus hombros parte de mis pertenencias guardadas en un solido baúl bien cerrado. - ¡Ya verá como acabará conquistandole! La cultura china es maravillosa. -
¿Sería cierto? Por el momento lo que mis ojos veían a través de mis gafas no era gran cosa, grandes extensiones de hierba entre charcos de gran tamaño. Si sus tierras eran así , ¿cómo sería sus poblaciones? O peor aún, ¿cómo serían sus alimentos? A los marineros les hacía muchísima gracia mis reacciones, como lo observaba todo. Los ropajes de las sencillas gentes, las humildes viviendas, sus ojos tán rasgados que a veces parecían cerrados. Todo era me era diferente, especialmente el idioma. único idioma de la amplía variedad de idiomas que mi padre conocía y había hecho propios. Estacionados en uno de los distintos restaurantes en que llenariamos nuestros estomagos, examinaría los carteles y cartas de menú tratando de averiguar a base de deducciones como había hecho en otros viajes que significado podía albergar cada extraña letra que componía esa lengua pero por mucho que me concentraba, lo único que lograba era que mis ojos trás las gafas doliesen. Quitandomelas para frotarlos suavemente con algunos dedos, me daba por vencido y acababa preguntando al hombre de entre los dos o tres que iban conmigo.
- ¿Serías tan amable de traducirme esto? Me gustaría saber que elegir para comer. -Realizaba tán avergonzado como educadamente la necesaria petición. Carcajeante, uno de ellos cogía la carta de menú de mala gana y respondía adoptando un tono de voz finolis:
-Dejeme echarle un vistazo, Ohh, para el señor Reed, yo diría que un bol de arroz y fideos chinos. -
Todos se partirían de la risa, tán ruidosamente, que creí atisbar algunas miradas provenientes de otros comensales. Cuando la camarera con gesto enojado nos dirigió una serie de palabras, de las cuales, no entendí ni una, sentí que debía de disculparme de algún modo como todo buen caballero inglés ha de hacer en semejantes situaciones. No se me ocurriría otra que hacer lo que mi padre solía hacer cuando suplicaba perdón a alguna bella dama, adoptando un aire muy arrepentido, levantandome de la estrecha y baja mesa de tosca madera, acercandome a ella, agacharía la cabeza y juntando las malos sin cesar de decir perdoneme, se lo ruego, perdoneme, me disculpé. Que la muchacha pareciese templar su enojo, fue algo que me dejó estupefacto. Aquella ridiculez había funcionado. Cuando las carcajadas amainaron y la comida fue distribuía en la mesa, uno de los hombres, el que parecía más respetuoso y agradable, uno de los encargados de llevar mis pertenencias, guiñandome un ojo dijo:
- ¡Bien hecho! Aquí en China la gente se disculpa de un modo muy parecido a eso que has hecho. -
Encogiendome de hombros comentaría mientras trataba de manejar los que serían mis nuevos utensilios para comer, los palillos:
-Sólo sabía que había que disculparse por el escandalo que estabamos armando y eso fue lo primero que se me ocurrió sin embargo a un inglés le hubiese parecido una exageración o una estupidez. Qué curiosa es esta gente. -
El hombre me dedicó una sonrisa mientras asentía con la cabeza. Decir que mi uso con los palillos dejaba mucho que desear frente a la habilidad de todos los demás comensales, incluidos mis compañeros de mesa, también extranjeros, sería algo duro y altamente vergonzoso de admitir ante los nuevos parientes que iba a conocer. Al verme bastante apurado, el hombre me ofrecería algunos consejos como que los fuese entrelazando con los palillos pero el problema no sería ese, el problema residía en que cuando por fin había conseguido atrapar algunos largos y humedecidos fideos, a mitad del camino hacía mi boca, por más que me esforzaba en mantener los palillos unidos, con apenas mover un dedo, se separaban haciendo imposible mantener los fideos entre ellos. Lo que alegraba a los otros hombres, que comían con una soltura envidiable sus fideos desde sus cuencos.
- ¿Por qué no pruebas a comerlos con la mano? -Me sugeriría otro, burlón, con barba mal afeitada sobre su morena y recia tez mientras llenaba su cuenco de más fideos chinos.
Cuando logré acabar de comer, tras esperar a que el hombre que parecía llevar el mando entre todos ellos pagará la cuenta, continuabamos nuestro camino. Al cabo de una semana, iría cogiendole el truquillo a eso de usar palillos y abriendo mi mente cada vez a aquellos nuevos sabores llegaría a gustarme aquellas comidas, especialmente los fideos chinos, cuyo sabor me recordaría posteriormente al de los deliciosos espaguetis italianos pero al mismo tiempo lo pasaría bastante mal, intestinalmente hablando. Frecuentes diarreas y una delgadez producto de un cambio de dieta la mar de... radical.
-Señor Reed, si se encuentra así de mal, deberiamos parar unos días hasta que se encuentre mejor. -Me aconsejaría uno de los hombres, en mejor forma de la que yo estaba un día.
-Pero si no estoy tán mal... -Me esforzaría en disimularle yo. -Por favor, mi buen Smith, continuemos, ya no deberá de quedar mucho para llegar. -Le rogaría. A pesar de la fatiga o de menguada salud, quería continuar, tenía que continuar. Cuanto antes llegase a la residencia Li, muchísimo mejor. Era mi único anhelo durante lo que duró el recorrido hasta Hong Kong.
Respirando hondo, el hombre ordenaría a sus hombres que retomaran su deber de cargar con mis cosas con un silbido, mientras estos obedecían en silencio, dijo:
-Lo que Ud diga pero quiero que sepa que si le pasa algo, a quién le cortaran la cabeza será a mí. -
Sus ojos brillarían como dos piedras de ambar al mirarme fijamente mientras me advertía de que yo era su maxima responsabilidad. Para ser un hombre tán indisciplinado y brusco, poseía unos ojos verdaderamente llenos de calidez. A la merecida llegada, la bienvenida no sería como yo imaginaba, como mi yo inglés pensó o deseó . Por el tamaño de la edificación que teniamos enfrente estaba claro que aquella familia era poderosa, de la clase alta o aristócratica. Los hombres se dispondrían a dejar mi equipaje cerca. al lado de la gran puerta de cuidada madera que daría paso al ¿interior de la mansión? o ¿era más bien una especie de palacio? No, por el tamaño y algún que otro detalle más que Fei Wang Li me explicaría jocoso, era una mansión ya que los Li eran una familia respetada y poderosa sí pero no tenían tanto rango como para poseer un palacio. Bien pensado, a pesar de su coloridas paredes y sus aplanados y descendientes tejados de oscuras tejas, no podía ser un palacio, al menos tál y cómo yo recordaba uno y ese resultaba ser el majestuoso y grandioso Palacio de Versalles, único palacio de la época que pude visitar.
- ¡Señor Reed, ya hemos llegado! -Gritaría satisfecho a la vez que cansado el marinero jefe pasandome una mano por los hombros para agitarme suavemente. Lo primero que hice fue a parte de quedarme sonriendo como un tonto, lanzar un largo suspiro. ¡Por fin había llegado a mi destino!
Los demás hombres harían algo parecido conmigo a modo de despedida, me darían fuertes palmadas en la espada con miradas triunfantes o agarrandome por el cuello, frotando un puño sobre mi cabeza, gritarían bromistas:
- ¡El burguesito ha llegado sano y salvo a casa de mamá ! -
Yo haría todo lo posible por aguantar por última vez sus bromas y soltandome de sus fornidos brazos con la mano en el corazón les respondía ilusionado y un poco triste, ya que habiamos pasado demasiadas vivencias juntos:
- ¡Teneís razón y es todo gracias a vuestro esfuerzo! -Cuidadoso de no echarme a llorar como una emotiva dama añadiría. - ¡Os estoy muy agradecido! ¡Jamás os olvidaré ! -
-Venga, venga, no os pongais tán sentimentales. -Nos cortaba el mandamás esbozando una sonrisa indiferente, ocultando lo que todos comenzabamos a liberar, la tristeza por el fin del viaje pues eso implicaba que no volveriamos a vernos. -Con un sencillo hasta luego, hay de sobra. -
Estrechando sus encallecidas manos a causa de tantos duros trabajos en el barco, nos despediriamos dando por completada su misión, dando un silbido, haría que los otros le siguiesen dejandome solo ante mi complicada nueva vida. Cargando los baules, como bien pude golpearía la gran puerta como bien hubiese hecho uno en cualquier lugar.
- ¡Ya he llegado! -Anunciaría sintiendome ruborizar por la verguenza y el nerviosismo.
Al no recibir respuesta procedente del interior y trás golpear la puerta varias veces con mayor intensidad, pensé que puesto que estaba en un nuevo y diferente país, podría valerme de la magía. Padre me enseñó atemorizado por lo que podría hacerme la Inquisición a controlarla y usarla sólo en caso de extrema necesidad. De todos modos, era joven y aunque me gustaba escucharle hablar de ella, tampoco me veía tán poderoso como para invocar el poder de la naturaleza u otras doctrinas magicas, por lo que nunca la había usado. Dejando mis pertenencias de nuevo en el suelo, frotandome las manos, me concentraría en abrir aquella puerta, que a pesar de haber sido realizada a partir de madera, parecía pesada. A medida que me concentraba en el suelo aparecería un brillante circulo en cuyo centro la figura de una estrella de cinco puntas parecería moverse, cuanto más me concentraba, más rápido iría, sin verla, pues tenía los ojos cerrados detrás de las gafas, podía sentir como el poder aumentaba con cada giro. Debí de dejarme invadir demasiado por aquel poder, mi propio poder magico, pues para cuando quisé abrir los ojos, los abrería alarmado gracias a una serie de gritos venidos de alguna zona cercana. Los gritos eran lanzados por dos muchachas de coloridos pero sencillos ropajes que se llevaban las manos a la boca mientras se miraban la una a la otra aterrorizadas. ¿Tán peligroso les resulté? Sólo prentendía abrir la dichosa puerta pero al recorrer con los ojos el resto del interior que se podía apreciar desde mi posición y hallar la gran puerta a un lado muy lejano del interior como si un fuerte hurracán la hubiese arrancado, lo comprendí porque yo también estaba sorprendido. Si no hubiese sido por ellas ¡podría haber lanzado por los aires incluso toda la mansión! Así de poderoso era. La situación iba de mal en peor. Dos nuevos individuos aparecerían repentinamente, preocupados por los gritos de las criadas, me figuré . Gracias a la claridad que ofrecían algunas zonas de aquella curiosa entrada conseguí diferenciar que aquel que se movía apresuradamente hacía las criadas era una bella, bellísima mujer mientras que el otro, debía de ser un varón pues la figura que atisbaba no poseía formas muy femeninas que digamos. Sólo al usar magia para devolver la puerta a su lugar, podría verlo tál y como era. Un hombre alto y corpulento con rasgos bastante marcados para ser asíatico pero de ojos ineludiblemente rasgados y almendrados bajo sus pobladas y oscuras cejas, tán oscuras como su cabello, bien peinado o engrasado hacía atrás. Cuando la luz que lo iluminaba, proveniente de un brillante objeto que bien podía ser una espada, mis ojos pasarían como poseídos del hombre a la leve rafaga de viento que elevaría la puerta hacía su sitio. Todo lo deprisa que sería capaz a pesar del ligero cansancio que parecería ir adueñandose de mí , tomando los baules me adentraría hacía ellos antes de que la pesada puerta volviese a ser cerrada impidiendo el paso.
-Por los pelos... -Suspiraría antes de caer totalmente adormecido, soltando los baules, a medida que caía al suelo.
Al abrir los ojos e incorporarme sería cuando notaría que estaba en una suave superficie, probablemente una cama. Lo segundo en darme cuenta sería en lo amplia y casi abandonado que me parecía aquel dormitorio sin tantos muebles como tenía mi dormitorio londinense, es decir, un escritorio, un armario, una mesita de noche, que eran, como minimo, lo que solía poseer cualquier dormitorio en Inglaterra o cualquier otro lugar de europa. Cuando la bella mujer de anoche entró acompañada por unas criadas y comenzó a hablar conmigo en inglés, mi idioma, no podría retener las lagrímas. Ella, con una calma y dulzura casi inimaginables posando una de sus claras manos apenas visibles bajo las largas mangas que tenían sus ornamentadas y coloridas vestimentas, esbozando una sonrisa en sus finos y delicados labios con ligero color rojizo, igual de rojizo que el color principal de sus suaves y finas telas, diría arrugando sútilmente sus finas cejas:
-Soy consciente de que en un principio te sentirás muy perdido pero confía en mí, Fei Wang y yo haremos todo lo que este en nuestra mano para que te adaptes lo antes posible. -Retirando su mano lenta y elegantemente para llevarsela a sus labios, casi ruborizada, agregaría en voz baja. -Posees los cautivadores ojos de tu padre. -
Eso me hizo sonreir timidamente, a pesar de que varias lagrímas continuaban descendiendo por mis mejillas. Bufando por la nariz varias veces, pediría saber dónde se encontraban mis gafas, pues sin ellas, tenía que hacer mayores esfuerzos para distinguirla.
-Señora Li, ¿sería tán amable de decirme dónde se encuentran mis gafas? -Le preguntaría todo lo amable y pausadamente que pude ya que a pesar de que mi padre había compartido gran parte de nuestro idioma con ella al igual que ella, estoy seguro, habría compartido con él parte del suyo con algún extra, no parecía del todo hábil con él. Supusé que debido al largo tiempo que no lo usaba, aún habiendolo mejorado mediante la lectura del único libro que mi padre le hizo entrega con mucho vocabulario y expresiones cotidianas.
Ella sonriendo sin apenas mover la boca, con dar una palmada mientras decía algo con tranquila firmeza haría que una de las criadas avanzase hasta nosotros portando en una especie de pañuelo sobre una redondeada bandeja unas gafas de cristales redondeados pero montura y cadena plateadas. Allí la plata se había convertido en un material igual de valioso que el oro en Europa, sin olvidar mencionar que era su nueva fuente de dinero. Agachando la cabeza, la muchacha se detendría frente a nosotros. La señora Li, todavía no me sentía con la suficiente confianza como para llamarla madre, cogería las nuevas gafas y permitiendose el lujo, me las colocaría sobre los ojos haciendo que la plateada y delgada cadena cayese sobre mi cuello.
-Gracias. -Le dije sonriente. -Ahora lo veo todo más claro. -Agregaría con tono de voz bromista pero ninguna de las presentes reiría.
La señora Li ordenaría a la criada, aún cerca de nosotros, regresar a su puesto con las otras dos criadas. Sin entender ni una sola palabra de Chino, comprendía a juzgar con los movimientos de las muchachas que la señora Li cada vez que se dirigía a ellas era para solicitarles algo. Ellas obedecían con una sútileza y velocidad inigualables, sin dar una sola protesta. Debían de verlo como una especie de honor el servir a uno de los clanes de la aristocracia china como eran los Li. En cambio, a mí , siempre me pareció que nuestra criada, Betsy lo veía más como una obligación o una necesidad. A aquello nunca conseguí acostumbrarme, a que, por ejemplo, para bañarme, las criadas fueran llamadas para ayudarme como lo haría una madre inglesa con su pequeño retoño. Seguramente se debía a la clase de vida que me dió mi padre. Al levantarme, costosamente al igual que al incorporarme, mis ropas de dormir o pijama, no era un largo y blanco camisón sino un fino atuendo de un sólo color parecido al de las criadas pero de tacto más agradable. Los almendrados ojos de la señora Li parecerían brillar ligeramente traviesos antes de dar la siguiente orden.
-Antes de conocer al resto del Clan Li, habrás de vestirte como es debido. -Me anunciaría convocando a otra muchacha con una palmada. En el rostro de la criada también se apreciaría una leve sonrisa, en sus brazos portaba ropas de vivo color azulado.
La señora Li y señalaría un rincón, el rincón al que debería dirigirme para cambiarme de ropa, en el había un mueble que jamás había visto antes, un cambiador realizado de madera y en cada parte de él había una una tela adornada por dibujos de flores o animales tán fastuosos como grullas. Sintiendo la presión de ser observado trás el curioso cambiador como si fuese un actor trás las gruesas cortinas de intenso rojo de cualquier futuro teatro londinense, me despojé de la supuesta ropa de dormir para colocar sobre mi cuerpo desnudo aquellas sedas de aterciopelado tacto y chillón color antes de que la criada entrase a ejercer su tarea encomendada. Con toda sinceridad, contemplar mi nuevo aspecto en un espejo que fue traido por la otra criada no me causó gran alegria. Arrugando la frente, haciendo un leve mohín murmuré :
-Incluso la ropa de la aristocracia de aquí es aún más ridicula que la de Inglaterra. -
¡Qué siglo más espantoso me esperaba! Pues acepté quedarme con ellos un tiempo, tiempo que se iría alargando debido a alguna que otra confrontación que sucediese en China, siempre siguiendo los sabios consejos del nuevo patriarca del Clan Li, que velaba por la protección y cuidada reputación del legado que se le había sido entregado hasta la muerte de nuestra madre, el estratega y poderoso hechicero Fei Wang Li, cuya educación y carácter eran completamente opuestos a los mios. Así me lo dejaría de claro desde el primer momento en que nos conocimos, haciendo un monumental esfuerzo por ponerse a mi nivel, es decir, prodigandome algunas palabras en mi indigno idioma, sentado tranquilamente a un lado del que supusé era uno de los miembros más ancianos, aún viviente por parte de su padre y otro hombre de menor pero de considerable edad, con una alargada pipa tallada a mano de la cual emanaba un espeso y casi asfixiante humo que se tornaba gris a medida que se extendía por la sala. Antes de entrar y sentarse frente a ellos, la señora Li haria un leve gesto que bien podía asemejarse al de respeto hacía aquellos importantes hombres, los cuales gobernaban la mansión y el futuro de toda la familia. Yo, como acto intuitivo, la imitaría pues podrían ofenderse si no lo hacía. La señora Li me sonreiría al advertir mi astucia antes de caminar agachando la cabeza en señal de humildad hasta llegar al centro de la cargada sala. Al momento de sentarme imitando a la señora Li. El hombre de menor edad, el de los fieros ojos castaños, retirando con pausada gracia su brillante pipa, exhalando algo de humo, arqueando una ceja como si fingiese estar sorprendido, dijo, dirigiendose sólo a la señora Li, en un chino que me sería traducido por un tradutor y futuro maestro:
-Madre ¿Es éste el que será considerado El mago más poderoso del mundo? -La señora Li asintiría sin alzar ni siquiera la vista hacía su propio hijo. -La verdad, es posible que llegue a ser muy poderoso pero su aspecto deja mucho que desear. -Expondría clavandome sus ojos que parecían capaces de derretir cualquier cosa que mirasen. Lanzando una suave carcajada, centraría su atención en mí , como tratando de tesar cúan grande podía ser antes de concluir con estas palabras. -Puesto que también posee sangre de los Li en sus venas, consentiré que se quede pero deberá aprender nuestras tradiciones, nuestra lengua y por supuesto, nuestra historia familia. -
La expresión que se creó en el rostro de los ancianos no fue muy amistosa, es más, uno de ellos posando sus oscuros ojos sobre el joven patriarca, protestaría pero su voz apenas mostraría fiereza o rabia, un leve deje de desgusto como mucho.
-Es un extranjero, Fei Wang, nunca olvideis que los extranjeros no son de fiar. -Serían sus palabras, provenientes de una educación temerosa o con poca aceptación hacía Occidente. Con altivez, esa marcada altivez que Fei Wang Li aparentaba haber adquerido gracias a su padre, replicaría al anciano:
-Lo sé y es precisamente por eso que le será impuesto valorar mediante el estudio a nuestra noble nación. -
Los ancianos se mirarían entre ellos meneando la cabeza pero como su tiempo ya había pasado, aceptarían con cautivadora dignidad la decisión de Fei Wang Li. La señora Li le mostraría su gratitud haciendo una especie de movimiento con la cabeza, lo que solía captar toda mi atención debido al, sólo para mí , interesante hecho de que su cuidado y abultado moño negro adornado por peinetas de plateado material no se deshacía ni un centimetro, siempre estaba perfecto como el resto de la señora Li. Ciertamente, era un clase de peinado que debía de ser exclusivo de las damas de más alta clase pero me hubiese gustado ver a mi hermosa y armoniosa madre con un peinado menos... Que me recordase menos al extravagante moño de la reina de Inglaterra, porque a veces era difícil mirarla sin recordar a la otra dama sin romper a reir. Uno de los pocos ingleses que encontraría acompañando a Fei Wang en algunos paseos al templo, me comentaría que a la muerte de la reina, en ese momento Inglaterra era gobernada por el rey Jacobo VI de Escocia, su primo. Sus ropas se presentarían ligeramente cambiadas a como las recordaría, lo que me haría revivir cierta melancolía y confusión. Ya ni siquiera podría hablar con él de literatura o arte. Con gran esfuerzo y paciencia por parte de mis instructores lograría meter en mi cabeza nuevas ideas, ideas expuestas por los pensadores o sabios de aquel lugar, a medida que mi comprensión del increiblemente enrevesado lenguaje escrito chino mejoraba. Sentado con la espalda tán recta como podía, escucha bien atento las explicaciones y muestras de caracteres chinos que el maestro Kun me daba, en inumerables momentos observando los finos papeles con diversos simbolos de fuerte color negro chinos que podían ser usados para una sóla palabra. No tenía nada que ver con la fórmula en la que se componían ni el hebreo ni el difícil griego antiguo, que también se componía principalmente de simbolos.
-Honorable Clow, ¿puedo saber qué es lo que le tiene tán fascinado? -Me preguntaba en más de una ocasión cuando percibía que mi mente se encontraba muy lejana, perdida en mis propios pensamientos sosteniendo los papeles entre mis manos. - ¡Honorable Clow! -Insistía golpeando la mesa cuando todo fallaba provocando que, pestañeando sobresaltado y ligeramente sonrojado, volviese a prestarle atención. Dejando uno de los papeles sobre la baja mesa, le decía:
-Oh cúanto lamento haberme despistado, pero es un tipo de escritura tán complicada. Cada carácter parece tener otro similar y cada signo se crea según el sonido que pretendas decir, es el doble de complejo que el griego y eso es ya mucho decir. -
Con resignación, el maestro Kun proseguía instruyendome y aclarandome todas las dudas que surgían a cada dos o tres cosas que me comentaba. Otra cosa que me haría sentirme apartado, muy lejos de todo lo que conocía y amaba, era el modo en que se leía ese grupo de simbolos o carácteres. En vertical y de derecha a izquierda. Para animarme, el maestro Kun me informaría de la clase de estilo que me estaba enseñando y lo beneficioso que era, especialmente para un extranjero como yo.
- ¡Aunque parezca mentira, estás avanzando mucho! -Exclamaba al escucharme leer algunos textos no muy largos. -Además, con el estilo escrito que estás aprendiendo, podrás leer cualquier texto, ya sea más antiguo o más reciente. -
Yo asentía devolviendole una mirada más desesperada que esperanzada. Escribir en cambio me era una tarea más relajada y artistica pero, pero siempre tenía que ser muy cuidadoso, especialmente a la hora de sostener el pincel empapado de tinta. Cualquier pequeña mota negra podría deformar el carácter que tanto me esmeraba en realizar y habría que traer nuevo papel en el que realizarlo de nuevo. La sonrisa menos frustrada del maestro Kun me confirmaba que se sentía mucho más complacido con mis dotes de escribano que de lector. Como bien hubiese dicho la religiosísima Betsy, aquél hombre de corta estatura, menudo y de facciones alargadas y envejecidas con grisaceo bigotillo y fina perilla que era el maestro Kun se había ganado el cielo conmigo. Liang Li siempre se mostraba ansiosa por saber qué tal iba mi aprendizaje, una vez el maestro con el que me tocase aprender lo que tuviese que aprender, ella acompañada por alguna doncella, entraba a la sala para hablar conmigo, lo cual, me iba sirviendo de practica al hacerlo en chino pues al cabo del tiempo al ir yo ganando mayor fluidez, Liang optaría por comunicarse conmigo de igual modo que lo hacía con los demás.
-Señora Li, vuestro idioma es más complicado que el griego antiguo. -Le decía yo procurando mantener una pronunciación adecuada a la misma vez que componía la frase. Ella ladeaba la cabeza delicadamente hacía la derecha como si ya lo hubiese oido antes.
-Pues señor Reed, lenguas como el latín o el griego tampoco es nada sencillo de aprender para mí. -Observaría ella procurando no ir demasiado deprisa para que pudiese descifrar el significado de cada palabra hablada hasta comprender por completo el mensaje. Era maravilloso poder comprenderla, poder compartir pensamientos u opiniones con ella.
Poco a poco empezabamos a estrechar nuestra relación hasta que llegó un punto que no me era extraño llamarla madre o simplemente Liang. Sin embargo, el trato con Fei Wang Li, tardía muchísimos años más en mejorar hasta llegar a ser considerado verdaderamente su hermano o parte de su familia. Yo ponía todo mi empeño en agradarle, en ser un igual pero siempre su manera de hablar conmigo me hacía sentir inferior, como persona. Liang Li procuraba igualmente que sus dos y diferentes hijos conviviesen como iguales, en amor y armonía por lo que en más de una ocasión marchaba al templo cercano de la mansión, dónde sabía que Fei Wang acudía a meditar. Paseando con él por los alargados y verdosos jardines le repetía una y otra vez que suavizase su caracter, que no hiciese del orgullo un utensilio y que me guiase como el hermano mayor que era dentro de esa nueva etapa.
-Clow se esfuerza mucho. Ya sabes lo desorientador que puede ser a veces para un extranjero nuestras costumbres o nuestra lengua. -Le hacía saber caminando tomando uno de sus fuertes brazos mientras apoyaba ligeramente su cabeza bajo la de su primogenito.
-Pero ya oiste a los ancianos, madre. -Le respondía él firme en sus arraigadas creencias absorbidas por parte de aquellos dos hombres, hombres a los que rendía un gran respeto y admiración. -Debe conocernos al igual que yo me veo obligado a conocer a algunos de ellos. -
-Y eso está haciendo, mi buen pero equivocado Fei Wang. -Le aseguraba ella mientras él colocaba una de sus grandes y seguras manos sobre una de las suyas. Aunque a primera vista uno podía sentir temor al mirar a los ojos a Fei Wang Li, si mirabas más allá de esos ojos tán llenos de fuerza como los de un tigre, podías ver que también estaban llenos de ternura y bondad, como si ese tigre salvaje se tornase un docil cachorrito. Fei Wang Li solía recordarme a ese bello e independiente animal. -Si pasases más tiempo con él, podrías comprobarlo por tí mismo. -Le sugiriría.
Una magnifica idea para unir nuestros destinos o un buen comienzo para que nuestra relación se volviese menos... Protocolaría. Así podría comprender sus anhelos y él los mios, que obviamente eran regresar a Inglaterra. Dando un largo suspiro se sentaría a mi lado con la intención de intentar conversar un poco conmigo ya que si su madre deseaba unir su destino con el mio, debía de ser por un buen motivo. Apartando la vista del libro recientemente adquerido por mi pasado cumpleaños, encaminaría mis ojos hacía los suyos con una sonrisa. A la lejania se podría oir el suave murmullo del agua brotar en el estanque que aquel singular patio poseía. A sabiendas de que mi humor inglés no sería apreciado, obté por un inicio de conversación formal:
-Buenas tardes señor Li, ¿desea informarme de algo? -Con mi mejor chino pues Fei Wang no sería tan compasivo conmigo como nuestra madre.
Esbozando una sonrisa maliciosa, me respondería:
-Buenas tardes, señor Reed. Ya veo que estás comenzando a tomarte en serio mis mandatos. -
-Supongo que sí . -Admitiría yo aún sin haberle comprendido del todo ya que él no se molestaba en hablar despacio y meticulosamente como nuestra madre.
-Cúan complacido me siento. -Me comunicaría cerrando los ojos al alzar ambas cejas. - ¿Qué te parece la corriente de pensamiento oriental? Como habrás podido comprobar no sólo por Europa hay grandes sabios. -Comenzar a a debatir conmigo nada más abrir sus ojos.
-Pues... -Me quedé un momento callado, pensativo, primero para asimilar e ir traduciendo la información recibida y segundo para recordar algunos de los filósofos chinos citados por el maestro Wei. -Creo que las ideas de Confucio estaban bastante acertadas. -
Puesto que su sonrisa se volvió menos retorcida, supusé que había dado con un filósofo de su agrado, lo que hizo que nuestro primer acercamiento fuese, más o menos, positivo. Nos tirariamos un buen rato hablando del confucianismo. Doctrina que ese filósofo enseñó y extendió mediante la escuela que llegó a poser, muy al estilo de grandes filósofos griegos como Socrates, basada principalmente en su visión del cosmos como algo armónico que regulaba las estaciones, la vida animal, la vegetal y la humana. Si esta armonía era trastornada, habría graves consecuencias. Un ejemplo común que utilizaba el confucianismo era el del mal gobernante que conduce a su pueblo a la ruina mediante su conducta. Una idea casi tópica pero con cierta logíca, que me atraparía y me animaría crear a partir de esa idea de unión y complementación a mis queridos guardianes. Al igual que me ayudaría, fusionado con parte de las ideas de equilibrio entre los cuatro elementos y el hombre europeas a crear a mis cartas más elementales, poderosas y básicas. Sí, como bien se percató Fei Wang con satisfacción, oriente comenzaba a maravillarme.
- ¡Vaya! Parece que uno de nuestros pensadores más aclamados te ha cautivado profundamente. -Exclamaría ampliandose su sonrisa más y más. - ¿Significará esto que comienzas a olvidar a tu querida Inglaterra? -
-No, eso nunca podrá suceder, es más, estaba pensando en realizar un viaje de regreso pronto. -Le respondería yo, al principio temerario, con una sonrisa entristecida. Fei Wang Li perdería la sonrisa y poniendose serio me comunicaría la mala idea que era.
-Como miembro del clan Li que eres, no puedo permitirte viajar y menos con los tiempos tán turbulentos que se nos avecinan. Tanto aquí como en Europa. -Expondría interpretando muy bien su papel de patriarca familiar.
- ¿Es un consejo? -Preguntaría arrugando la frente ,obligado a aceptar la realidad. al comprender que me tendría que quedar en China más de lo deseado. Sin ni siquiera girarse para mirarme, Fei Wang me respondería tajante:
-No, es un mandato, como patriarca del Clan Li. -
ACLARACIONES
Personajes celebres que aparecen:
Nostradamus (1503 - 1566): Médico y astrólogo, autor de profecías.
William Shakespeare (1564 - 1616): Escritor y poeta inglés.
Los otros aunque esten en negrita, sólo son mencionados por Clow
El primer capítulo (si lo quereis llamar así) del FanFic transcurre durante finales del Siglo XVI e inicios del Siglo XVII. Como tanto en el manga como en el anime se sugiere que Clow Reed vivió cientos de años, no os voy a dar una edad concreta, sólo os diré que me gustó la idea de que naciese durante El renacimiento, época de cambios, por lo que fijé su nacimiento en el año 1560.
He de admitir que me encantó el nombre de Wang para la madre de Clow pero como no sabía si era un nombre unisex (para chica y para chico), al final lo he cambiado por el de Liang, que significa buena y o excelente. Wang significa, si voy por buen camino, rey y de ahí el lio, pues también podría ser reina pero no estoy segura.
Perdonad las posibles faltas de ortografia y perdonadme si algo no es del todo exacto, China y Japón se parecen tanto y dispongo de tan poca información ^^'
MARYXULA
