Nota: ¡Hola a todos! Después de varios años, y créanos que estamos muy apenadas debido a esta situación pero realmente no sabíamos bien cómo seguir y nos dimos cuenta de que teníamos que rehacer TODO nuevamente, no sólo por que aún teníamos qué pensar en la continuación sino porque debíamos cambiar la gramática, las faltas de ortografía y hacer cambios en algunas partes de la historia pero básicamente seguirá el mismo hilo de la original. Les pedimos muchísimas disculpas por todo esto y les agradecemos que nos sigan comentando a pesar de no haber actualizado en muchísimo tiempo, esperamos actualiza un poco más rápido. Por ahora será más movido debido a que nos basaremos en lo que ya está escrito :D así que muchísimas gracias por todo su apoyo, ¡les queremos mucho y gracias por todo!

Con cariño Dany y Fer

-xoxo-


Prólogo.

Cinco años. Sesenta meses. Mil ochocientos días. Cien mil ocho minutos.

Chris pensaba que después de tanto tiempo tendría que haber dejado de buscarla en cada lugar al que iba, en cada misión que aceptaba, en cada persona que rescataba, pero no era así. Aún después de tanto lo seguía haciendo; lo seguiría haciendo hasta que se cansara de la decepción que lo llenaba al no encontrarla o hasta que él mismo se uniera a ella en algún lado.

El no haber podido evitar su muerte era su arrepentimiento más grande. Un peso que llevaría siempre en su espalda y que nada quitaría, ni siquiera la muerte de su más grande némesis o los logros cada vez más grandes de la BSAA, los cuales los acercaban a la erradicación de las armas biológicas y a un mundo utópico de paz y tranquilidad en asuntos de bioterrorismo.

Pero estaba cansado.

Estaba cansado de seguir luchando cuando ya no tenía una motivación para hacerlo. Sobre todo, estaba cansado de cortar una cabeza de la hidra para que otras dos crecieran.

Y lo irónico era que, a pesar de todo eso, seguir luchando era la única manera que tenía de no seguir pensando en la muerte de Jill Valentine. El trabajo lo mantenía ocupado y sólo estaba en casa alrededor de dos meses al año, en las misiones no tenía tiempo de pensar en nada mas que en mantenerse vivo y la adrenalina que sentía lo hacía seguir adelante incluso en ocasiones en las que lo único que quería era darse por vencido. Creía que morir de manera estúpida era lo último que Jill hubiera querido.

Las posibilidades de encontrarla viva eran casi nulas, pero aún así, los rumores de su aparición en un pequeño pueblo en África lo hicieron dejar de lado todo y hacerse cargo personalmente de la misión.

Claire se preocupaba por él, lo sabía, aunque su hermana nunca lo dijera directamente. Era obvio en la manera en la que lo miraba últimamente, en las llamadas mensuales que se volvieron semanales y luego diarias. Era incapaz de reprocharla, después de todo, era la única familia que le quedaba, y los dos tenían que cuidarse de alguna manera u otra.

Por esa razón no dejó que nadie se enterara de su misión. Nadie más que las personas directamente involucradas en ella; para los demás era sólo una misión de supervisión, nada arriesgado y que debía de terminar en el menor tiempo posible.

Pero en cuanto pisó Kijuju sabía que no sería una misión fácil.

Sheva era una gran compañera, cuidaba sus espaldas cuando era necesario y Chris estaba agradecido con ella por no abandonarlo cuando las cosas se pusieron duras, sobre todo, en el momento en el que su misión dio un giro de trescientos sesenta grados y pasó a ser una misión personal.

El problema era que Sheva no era Jill. Nunca podría ser Jill.

Chris estaba seguro de que nunca tendría un compañero, o compañera, igual. Jill era una en un millón, habían pasado por tanto juntos, sobrevivido a situaciones imposibles y desarrollado una conexión única. Lo que ellos tenían no se podía replicar, ni aunque lo intentara.

Cuando creía que no podía ponerse peor, Albert Wesker asomó su horrible cabeza del hoyo en el que había estado metido durante todos esos años, recordándole a Chris su fracaso. En ese momento más que nunca, quería poder regresar en el tiempo y hacer las cosas bien por una vez en su vida. Así tal vez evitaría que Jill se sacrificara para nada. Ese pensamiento era el que más le dolía, porque Wesker estaba ahí, parado frente a Chris, y Jill no estaba a su lado, como debía ser.

Pero sí estaba presente.

Chris no podía creer que todo ese tiempo, lo que había estado buscando se encontraba frente a él. Era como si el universo se estuviera riendo de él a carcajadas; después de tanto tiempo tratando de encontrar una pista, de haber viajado y tomado cualquier misión con la mínima esperanza de encontrarla, y ahí estaba, frente a él, después de escapar de ella durante los días pasados y casi morirenfrentándola.

Sus ojos no eran los mismos azules cálidos que él recordaba, su cabello había perdido color y se asimilaba a manera de burla al de Wesker, su semblante no era lo que él recordaba. Todo de ella era diferente, y a la vez tan familiar.

Debía aplaudirle a Wesker su creatividad.

Pero tal vez en otro momento, lo único que quería en ese instante era rescatar a Jill del transe en el que se encontraba.

Siete minutos fueron lo único que les dio Wesker para intentar detenerlo, sabiendo muy bien que no podían hacerlo, no cuando él tenía a Jill de su lado. Salió de la sala con su típica sonrisa altanera, dejando a Jill atrás para ocuparse de ellos, lo cual, por experiencias pasadas, Chris sabía que no sería una tarea ardua para ella. Lo que fuera que Wesker le había hecho, no sólo le había lavado el cerebro, también había mejorado todas sus habilidades de combate.

Tras un grito desesperado por parte de Chris, Jill parecía volver en sí, pero Wesker no lo iba a permitir. Jill gritó y en un movimiento brusco dejó a la vista el horrible dispositivo pegado a su pecho. Fue cuando Chris entendió que debía deshacerse de eso para recuperar a Jill. Se lo hizo saber a Sheva, y ella sólo asintió, entendiendo rápidamente lo que tenían que hacer.

― ¡Jill! ― Chris corrió hacia ella cuando se desvaneció. ― ¿Estás bien?

― Chris… lo siento mucho ― sus palabras parecían un susurro, entrecortadas por el cansancio de luchar contra ellos y contra las toxinas.

― No pasa nada.

Jill volteó su mirada. ― Tú debes ser Sheva.

― Sí.

― No podía controlar lo que hacía, pero, Dios, era consciente de todo. Perdóname ― ver a Jill así le dolía. Pensar que todo lo que vivió fue culpa de él sería el arrepentimiento y la pena más grande de su vida, una que llevaría consigo hasta el día de su muerte.

― No pasa nada ― respondió Sheva con una sonrisa cálida.

Jill le agradeció, y Chris la ayudó a levantarse, pero la calma duró poco, y antes de que supieran qué harían después, Jill tomó la decisión por ellos.

― Escucha, estaré bien, tienes que detenerlo.

― No te podemos dejar aquí.

― Tienes que hacerlo, son nuestra única oportunidad. Si Wesker logra su cometido, Uroboros se propagará por todo el planeta, ¡millones morirán!

― Sí, pero… ― ¿qué eran millones de personas comparadas con ella? ¿Qué importancia tenían? Chris quería ser egoísta por una vez en su vida y simplemente estar con Jill.

― ¡Estoy bien! ― la voz de Jill estaba cargada de desesperación. Y Chris finalmente entendió porqué. Ella había visto de primera mano lo que ese nuevo virus ocasionaba. ― ¡Tienes que detenerlo! ¡Chris! Eres el único que puede hacerlo, ¿acaso no confías en tu compañera?

Sabía que no había dicho eso con intención de lastimarlo, pero Chris no pudo contener el dolor que aquellas palabras le ocasionaron. Confiaba en Jill como en nadie, habría intercambiado lugares con ella sin pensarlo, y parecía que lograr el cometido que ella les acababa de otorgar sería su manera de empezar a saldar la deuda tan grande que tenía.

― De acuerdo.

Chris se dio media vuelta, mirando a Jill el mayor tiempo posible hasta que el ascensor que había detrás de ellos cerró sus puertas.

En ese momento determinó que, si sobrevivía una vez más a cualquier sorpresa que Wesker le tenía preparada, dedicaría su vida a hacer feliz a Jill Valentine. Después de todo, era lo menos que podía hacer y todo lo que siempre soñó con realizar.