Disclaimer: Inuyasha es un manga y anime creado por Rumiko Takahashi, autora cuya obra ha inspirado numerosos textos en su nombre y sus historias. No pretendo hacerme con su serie o sus personajes, sino simplemente tomarlos como base a una historia propia, basada en su universo. Todos los personajes y el ambiente a excepción de mi OC (cuya identidad se desvelará próximamente) son propiedad intelectual de la autora previamente mencionada.
Capítulo 1: Preludia
El aire de la aldea jamás se sintió tan cálido. No se trata de una época cálida, del sofoco estival o el remanente de un incendio, sino de la tan maravillosa pero curiosa época de paz.
Un deseo, tan solo el deseo de la que es tal vez el alma más pura de todo el plano temporal bastó para dar fin a la ansiedad sin sentido, a la lucha eterna, el dolor y la muerte. Tan solo el amor de aquella humana que por obra del destino cruzó la barrera del tiempo, ella, su osadía y su entrega, basándose en una esperanza imperecedera que le pertenece por excelencia, que ilumina los andares, y tal vez solo ella es capaz de comprender. Pero ah agraciado destino, cuyos hilos invisibles son imposibles de negar, que generas historias de vida a partir de la improbabilidad y la incertidumbre. Y ahora, ¿quien diría que después de la guerra espiritual, se respiraría tanta paz?. El aire ahonda en dulzura, puesto que aunque los demonios aún abundan, su agresividad se ha mitigado, y el final de aquella guerra, el espíritu de Naraku descanzando en la comodidad del más allá, todo aquello se evidencia en cada oscuro lugar, en cada esquinita, en donde el aire se regocija de emprender su eterna travesía sin llevar consigo el peso de la sangre, o el peso de las lágrimas.
Y sin embargo a veces, solo a veces, la paz se hace tan repentina y sofocante que se torna irreal.
- Señor Sesshomaru, cuando no estás aquí, ¿en donde te encuentras? - Se escucha en la plenitud de la tierra la voz de una niña, la voz que hace unos años dejó de ser la voz de la agudísima inocencia. Se trata de Rin, la dulce compañera incondicional de Sesshomaru, el hermano mayor del protagonista del inicio de la época de paz, un demonio de tonalidades blancuzcas que ante todo evoluciona con el tiempo, agrandando su templanza y mitigando su firmeza.
Por su parte, la pequeña Rin es el remanente evidente de la influencia del destino, puesto que por pura casualidad se topó con un debilitado Sesshomaru que le apoyó en su lecho de muerte tal vez por mera coincidencia, pero cuyos ojos ambarinos, protectores y a la vez ajenos, al posarse en su figurita resucitada fueron impulso suficiente para desde entonces vigilar su andar, caminando con sus pequeños pies en la sombra del temible demonio. Fue solo eso, su mirada, la mirada que todos temen, pero Rin fue capaz de apreciar. La mirada frívola que con el tiempo se ha tornado del color del atardecer; y solo ella bastó para dar fruto al único pero indiscutible amor de Rin a su nuevo señor.
Ahora Rin ya no es aquella niña indefensa. A pesar de que extraña sobremanera aquella época en donde su inocencia e ingenuidad daban perdón a todas sus picardías, con el tiempo comenzó a hacerse más consciente, consciente de su mundo y de su condición. Ella adora a Sesshomaru, lo adora tanto o más que cuanto lo adoró cuando la vida brotó de sus ojos aquella vez, tanto como una amante, como una hija y como una amiga, puesto que desde ese preciso instante donde el destino le brindó una segunda oportunidad para vivir bajo el velo de su demonio, aquel hombre se convirtió en el centro de su vida. Y ahora, que años han pasado desde que Kaede la adoptó y el tiempo con su amado demonio comenzó a acortarse cada vez más, aquel calidez por admiración y agradecimiento aún iluminan la sonrisa y el andar de Rin.
- Mi niña, ¿qué haces cerca del río tan tarde? el sol se ha escondido, y la noche no podrá jamás destacarse por su calidez. Anda, entra ya, que te puedes resfriar - Enuncia entonces la anciana Kaede, cada vez más anciana pero con mayor fortaleza que muchos jóvenes. La sacerdotiza Kaede, una mujer responsable e incondicional, quien por petición del mismo Sesshomaru ha dedicado cada instante a la formación adecuada de Rin desde hace ya varios años, quien hace las veces de tutora, madre, abuela y amiga, pero quien a pesar de que se lleva de maravilla con su cuidada, la joven de cabellos azabache aún centra su amor en su acompañante original.
- Lo siento, me he distraído un poco. Es una bella noche, y para mí no es demasiado fría, pero te entiendo, gracias - Rin es siempre una jovencita alegre y cordial, dispuesta a aprender y a escuchar a sus mayores. Ella disfruta mucho de la noche y del agua, puesto que regresan a ella memorias de los viajes que realizó con su señor y el pequeño Jaken, cuando capturaba peces con sus manos, escuchaba las llamadas de atención del demonio pequeño ante cualquier pequeñez y por el rabillo de sus ojos observaba el cabello de Sesshomaru danzando ante la música del viento. Esa época, esa época donde le ahondaba el miedo y se encontraba en constante peligro, pero en donde a la vez sentía el cariño y la confianza bajo el velo de su amado demonio, Sesshomaru.
Aquel tiempo se ha quedado atrás. Años pasan, y Rin se aventura a aceptar su humanidad y congeniar con la plenitud de la aldea; y aunque el demonio albino aún vela por su bienestar, visitándola cada cierto tiempo, una visita cada cuatro o cinco meses dista de destacarse por la calidez de la compañía. Él ya no está, y a veces la pequeña es incapaz de dejar de lado el pensamiento de que las visitas de su amado no son más que una rutina sin fondo, o mera obligación que con el tiempo terminará por hacerse cansada, y el Señor Sesshomaru dejará entonces de visitarla. No me tomes a mal, Rin no se sume diariamente en la melancolía, de hecho, rara vez aquellos pensamientos absurdos afloran en su mente, puesto que su vida en la aldea es cálida e ideal, pero inevitablemente cada vez que se acerca a un río, por sobre todo los ríos, y por sobretodo en la noche, no puede evitar sumergir una pieza de su sonrisa en la nostalgia.
Y entonces llega el llamado de Kaede, quien de manera inocente irrumpe en el camino de recuerdos de su niña. Pero Rin no se lo reprocha, y ciertamente no guarda una pizca de rencor, puesto que ahora Rin es una mujer, una mujer madura, consciente de su condición, una mujer dispuesta a aceptar su realidad sin resentimiento alguno, quien recopila lo más hermoso de sus pasadas experiencias y con aspiración dirige su mirada hacia el futuro.
La noche se hace evidente, y un instante antes de sumirse en la calidez de su cabaña, Rin se atreve a girar su cabeza. Aquel giro no fue tan solo un giro hacia atrás, sino a la vez fue el atrevimiento a por un último instante divisar su pasado con cierta nostalgia pero, a la vez, con una sonrisa en el rostro.
