La caja del olvido
Era fin de semana y lo tenía libre para ella. La felicidad no le cabía en el alma; no misiones, no trabajo voluntario en el hospital, no quehaceres en su casa... era un día para relajarse y consentirse. Casi no se le presentaban estos días, y mucho menos en fin de semana; no lo dejaría escapar.
Se levantó temprano para aprovechar al máximo sus dos días de descanso, y después de tomarse un baño pensó en ir a la casa de Naruto. Le tocaría la puerta, y como era de esperarse él estaría dormido, así que mientras él se estuviera arreglando ella prepararía el desayuno para los dos.
Terminó de arreglarse y emprendió su camino hacia a la vivienda de su amigo. Al llegar a la casa del rubio ella se disponía a tocar la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo esta fue abierta por Naruto. Quien ya estaba completamente vestido y llevaba una empanada en su boca.
– ¡Saku-ga-chan! –se alcanzó a escuchar que dijo con dificultad al estar su boca ocupada con el pan. No esperaba ver a su amiga tan temprano por la mañana, y mucho menos afuera de su casa. Si que era una grata e inesperada sorpresa que le hubiera encantado recibir cualquier otro día a excepción de este. No tenían planes de verse... ¡¿o caso sí los había y él los había olvidado?!
– ¿Vas de salida? –le preguntó la pelirrosa con algo de decepción. Tenía entendido que ella y él habían tenido los mismos días de descanso, y normalmente su amigo no hacía nada cuando los tenía. Debió haberle preguntado desde ayer si tenía planes, y evitarse esto. Hubiera podido dormir un poco más y salir ya desayunada de su casa. Pero no importaba eso, lo que ella quería era desayunar con él y pasársela bien el resto del día.
–Sí... Kakashi-sensei me vino a despertar. No sé por qué –le respondió después de retirarse la empanada de la boca, cerrando la puerta de su casa detrás de él. Mentiría si dijera que la curiosidad no lo invadía ¿Para qué lo había ido a visitar tan temprano su amiga? –Sakura-chan...
–No te preocupes, –lo interrumpió la pelirrosa dando un paso hacia atrás al haberse acercado Naruto cuando cerró la puerta, y le abrió el camino para que él continuara –no te quito más de tu tiempo –se despidió con una sonrisa la muchacha. Apresuró su paso y salió del edificio antes que el rubio. Quien tuvo que volver a entrar a su hogar al haber olvidado su monedero de ranita, si no después ¿cómo pagaría por su comida en la tarde? Porque tratándose de Kakashi esto podría tomar bastante tiempo, y rogaba porque no fuera todo el día, siendo que era su día libre, su merecido descanso, o mini vacaciones, como las llamaba el rubio.
Bástate decepcionada Sakura regresó a su casa, "¡Genial!" pensó. Ahora sus planes se habían desmoronado en cuestión de minutos. No le quedaría de otra más que pasársela en su casa sola, porque sus padres no se encontraban, habían ido de vacaciones a la aldea de la arena, y no regresarían hasta dentro de una semana.
Al llegar a su casa se dirigió automáticamente a su habitación, donde se dejó caer en su cama con los brazos extendidos. A pesar de que aun no desayunaba no tenía apetito, se encontraba baja de ánimos, estaba muy acostumbrada a la compañía de su amigo el rubio, prácticamente lo consideraba como un hermano. Cerró sus ojos por unos segundos, y como un rayo por su mente apareció el rostro de su excompañero de equipo… el faltante miembro del equipo siete. Abrió sus ojos al instante y una sonrisa nostálgica cargada de recuerdos se apoderó de su rostro ¿Por qué había invadido su mente por escasos segundos?
Se levantó de su cama y se agachó para sacar una caja debajo de ella. Tenía una ligera capa de polvo que le quitó con un poderoso soplido y la dejó caer en frente de ella en su cama. Quitó la tapa y la dejó a un lado.
Era su caja de los recuerdos; fragmentos de momentos que ella atesoraba y que no quería olvidar jamás. Las orejas de gato que había utilizado Sasuke en una de sus primeras misiones como genin, las cuales la pelirrosa juraba que se veía lindísimo en ellas. Tuvo que esconder las orejas de los tres para decir que se habían extraviado y así poder quedarse con las del pelinegro. También se encontraba la kunai que le había lanzado directamente a ella en el último encuentro que tuvieron, con el objetivo de hacerle algo más que simplemente herirla. De no haber sido por Naruto que había llegado a la defensa de ella... no sabía que podría haber sido de su existencia. Y por último estaba la banda que tantas veces había tocado el cabello del Uchiha, la cual portaba el emblema de Konoha atravesado por una línea; traición.
¿Por qué?
No comprendía por qué aún conservaba aquellos objetos. No le traían más que recuerdos amargos. Al principio la impregnaban con nostalgia, ahorcándola hasta la garganta, donde el nudo del llanto oprimido en su pecho se hacía presente.
Si tan sólo ella hubiese sido más fuerte... tal vez hubiera podido detener a Sasuke. Si no lo había logrado con palabras y lágrimas... la fuerza bruta por supuesto que lo detendría.
Se alejó de la caja y caminó hacia su buró. Ahí se encontraba en un marco la fotografía del equipo siete, mejor dicho, el que solía ser el equipo siete. Porque a pesar de que contaban con un nuevo integrante... no era lo mismo, jamás lo sería. No era que estuviera comparando a Sai y Sasuke, pero se rehusaba a aceptar que alguien más ocupara su espacio, su lugar en el equipo. No tenía nada en contra de Sai, pero el recuerdo de Sasuke siempre la perseguía sin descanso. Se preguntaba si lo mismo le pasaba al rubio... después de todo él le prometió que traería al Uchiha de regreso sin importar todos los obstáculos que le lanzaran.
Tomó el retrato con su mano. Aquella fotografía a la que siempre le sonreía al despertarse e irse a dormir, antes de cada misión, y cuando Sasuke la ignoraba. Esa fotografía siempre la hacía sentir mejor. Pero desde que el Uchiha se había marchado de la aldea ella puso el retrato boca abajo. No quería ver la razón de su tristeza, no tenía la suficiente fuerza para sonreírle todas las mañanas.
Al paso de los meses se dio cuenta que no era justo para Kakashi-sensei y Naruto, quienes también estaban en la fotografía y formaban parte del equipo siete. Levantó la fotografía y le sonrió, en esta ocasión el motivo y la razón de felicidad eran el rubio y su maestro. Se sentía tan afortunada de estar en el mismo equipo que ellos. En cuanto Sasuke... ella decidió no desviar más sus ojos verdes hacia él.
Tomó la fotografía y la echó en la caja, de la cual una pequeña nube de polvo le entró de golpe en los pulmones, haciéndola toser un poco. Decidida salió de su casa y emprendió rumbo hacia el bosque, donde nadie la pudiera ver, donde nadie la pudiera detener.
En su camino antes de llegar a su destino Sai la alcanzó a ver a lo lejos – ¡Sakura! –le gritó agitando su mano en forma de saludo, pero ella iba sumergida en sus pensamientos, que el llamado de su amigo no había logrado ser percibido por sus oídos. Sai al haber sido ignorado se preocupó por su amiga, el semblante que ella cargaba en el rostro era de completa seriedad y tristeza – ¡Sakura! –intentó llamarla nuevamente, dando unos pocos pasos en dirección hacia la pelirrosa.
–Déjala, –lo detuvo de la mano una rubia –con la cara que tenía lo más seguro es que valla al hospital –trató de tranquilizarlo un poco. Después de todo ella conocía muy bien a su mejor amiga.
–No lo creo Ino, –respondió preocupado tratando de soltarse del agarre de ella. Él había visto a Sakura preocupada, triste... y lo había ignorado por completo, a pesar de que la distancia entre ambos no había sido grande –es nuestro día de descanso –le dijo con la mirada perdida entre la gente, tratando de encontrar a la pelirrosa.
–Así es Sakura, ya deberías de conocerla –le dijo un poco celosa. No quería compartir la atención de él con nadie –Aunque sea su descanso, ella siempre está ayudando a los demás –y así era su amiga. Siempre al servicio de quien la necesitara. La conocía tanto que estaba segura que era ahí a donde se dirigía. Especialmente si llevaba cajas. Normalmente ella le llevaba regalos a los niños en el hospital para levantarles el ánimo. No había nada de qué preocuparse.
–Si tú dices...–le respondió con algo de escepticismo; aunque realmente quería creer en las palabras de Ino. Esperaba que la pelirrosa se encontrara bien.
...
Al llegar casi a las afueras de la aldea divisó el bosque, y al adentrarse en él se sintió invadida por una tranquilidad inmensa que la relajaba. Escuchaba la corriente del río, el canto de unas cuantas aves, el aroma de las flores, y los pocos rayos de sol que atravesaban las hojas de los arboles calentaban su piel. Todo era tan sereno... le encantaba ir a ese lugar para relajarse.
Se recargó en el árbol más grande que encontró a su alrededor y dejó caer todo su peso, no sólo el físico, pero también el emocional. Posó la caja sobre sus piernas y le quitó la tapa. Le dio una última mirada a los objetos que había atesorado por tanto tiempo y antes de cerrar definitivamente la caja tomó con delicadeza la fotografía del equipo siete. Con la yema de sus dedos acarició suavemente el rostro del Uchiha y varios recuerdos invadieron su mente. Recuerdos que ella quería guardar en su memoria, recordar por siempre al Sasuke que conoció en la academia ninja, no al que había abandonado a su aldea y sus amigos. Ese Sasuke era una persona desconocida para ella.
Dejó el retrato en la caja y tomó la kunai que había dentro. Se quitó la caja del regazo y la dejó a un lado de ella. Dobló sus piernas, se sentó arriba de ellas y con ambas manos tomó la kunai. La alzó lo más alto que pudo y la encajó en el pasto frente a ella. Cada vez que la enterraba en la tierra le dolía más su corazón. Entre más grande hacía el hoyo encajaba con más intensidad y precisión la kunai, tratando de desvanecer los sentimientos que aún tenía por su ex-compañero de equipo. Entre más cavaba más le dolía, oprimiendo su pecho y sacando las lágrimas que había logrado contener tanto tiempo.
Dejó caer la kunai sucia y llena de tierra adentro de la caja al haber terminado de cavar el hoyo. Tapó la caja por última vez y la cubrió con la tierra que había al rededor. Esperaba enterrar no sólo los objetos que había guardado por tanto tiempo... pero también sus recuerdos y sentimientos. Sellaría la caja y todo lo que contenía dentro en las profundidades de la tierra, donde nadie supiera su ubicación. Quería liberarse de aquellas ataduras que no la dejaban progresar y continuar con su vida.
El último adiós a su primer y hasta ahora único amor.
Abrió la mochila que llevaba con ella y sacó una botella blanca, a la cual le dio un trago en seco, no disfrutando la bebida, pero tampoco con gesto de desagrado. La iba a dejar a un lado de ella, pero antes de eso le dio otro trago más grande y la tapó. Sacó el sándwich que había preparado en su casa y lo mordió lentamente. Se notaba que ganas no tenía de comer, pero la bebida que llevaba con ella se la había terminado a mitad del sándwich.
Empezó a sentir el cuerpo relajado, como si todo el dolor que había guardado dentro de su corazón hubiera sido liberado, y el resto de las preocupaciones que tenía se habían esfumado junto con la pesadez de su cuerpo.
Quiso ponerse de pie, pero sus piernas no podían mantener el equilibrio de su cuerpo, así que optó por quedarse recostada y apoyada en el tronco del árbol. Una ligera siesta no le caería nada mal. De hecho, sus ojos le rogaban por un pequeño descanso para recuperarse, del cual sus parpados se hicieron cargo de cerrarse para obligarla a descansar. Media hora sería más que suficiente para que su cuerpo recaudara la fuerza necesaria para levantarse y marcharse de aquel lugar donde había enterrado sus recuerdos, sus objetos más preciados, su único amor.
…
– ¡Sakura-chan! ¡Sakura-chan! –abrió sus ojos lentamente un poco al sentir un sacudón en sus hombros. Se sentía como una muñeca de trapo, y la verdad era que aún sentía sus brazos bastante relajados, y su cabeza algo pesada, dificultándole a su cuello mantenerla erguida.
¿Qué hora era? Los rayos del sol se asomaban por las copas de los árboles, pintando de naranja el cielo, con ligeros toques rosados en las nubes ¿Por cuánto tiempo había dormido? Parpadeó tres veces y se talló sus ojos con la primera mano que pudo levantar, y después de haber sido cegada brevemente por un rayo de sol que estaba a punto de esconderse entre las montañas logró ver el rostro de su amigo. Su pelo se veía rodeado por un aura dorada, producto de los escasos rayos de sol que golpeaban su cabello rubio.
– ¿Naruto? –articuló retóricamente la pelirrosa con desconcierto – ¿Qué hora es? –le preguntó lanzando un bostezo al aire, sin cubrirse la boca o importarle que tenía en frente de ella la cara del rubio. Realmente se encontraba desorientada, el cielo indicaba que estaba amaneciendo… ¿o atardeciendo? No lo sabía. Los mismos colores se manifestaban en el ocaso y el alba, pero esperaba que Naruto pudiera aclarar sus dudas.
– ¿Bebiste? –le preguntó con seriedad el muchacho a su amiga al percibir con su olfato el aliento de ella. Desvió la mirada de ella y vio hacia el suelo buscando evidencia que comprobara su sospecha, y el par de ojos azules se detuvieron al encontrar la botella blanca sin la tapa tirada en el suelo a un lado de Sakura.
–Tal vez un poco… –respondió juntando su pulgar e índice, tratando de cubrir sus ojos. Soltó una risilla de culpabilidad e inocencia al chocar sus ojos jade con la mirada preocupada del rubio. Como cual niña que acababa de ser descubierta con el chocolate en las manos y la boca embarrada, delatándola que había comido una golosina antes de la comida. No esperaba que su amigo la encontrara en un lugar tan remoto de la aldea. Estaba segura que casi nadie merodeaba por aquellos rumbos, y los que lo hacían era porque buscaban ciertas plantas o flores en especial; después de todo ese bosque en especifico era conocido por su magnífica flora.
Naruto levantó la botella y la volteó con la boquilla hacia abajo. Ninguna gota resbaló de ella, la botella estaba completamente seca, y él la dejó caer al suelo. Sakura se sorprendió bastante al ver lo que su amigo había hecho, no recordaba haber bebido tanto como para haberse acabado la botella. Cuanto mucho había bebido la mitad…pero tal vez ya no recordaba con exactitud –Te llevo a tu casa –se ofreció el rubio tomando la mano de su amiga que tenía cubriendo su rostro, y ella más que gustosa aceptó. Necesitaría toda la ayuda posible para regresar sana y salva, y agradecía que sus padres se encontraran fuera de la aldea. Naruto recogió la mochila de la pelirrosa del suelo y la colgó en su hombro izquierdo. Tomó el brazo de Sakura y lo acomodó alrededor de los hombros de él, para facilitarle la caminata a su amiga al haber notado como ella tambaleó un poco al ponerse de pie.
–No te preocupes –rechazó amablemente el gesto del rubio, y él soltó suavemente el brazo de ella –aún puedo llegar a casa –dijo Sakura al final con una pequeña sonrisa en su rostro un poco avergonzada por el estado en que su amigo la había encontrado. –Gracias por despertarme, –le agradeció Sakura a Naruto, si no hubiera sido por él la noche hubiera podido caerle en el bosque, y en el estado en el que se encontraba ella su guardia no era la mejor –de no haber sido por ti…
– ¿Qué hacías en el bosque? –la interrogó Naruto. Se notaba que estaba preocupado por el tono de seriedad en el que hablaba. Sakura al escuchar la pregunta se detuvo unos segundos, haciendo que su amigo hiciera lo mismo al ver como mesuradamente cambiaba el semblante de ella. En ese instante se le vino a la mente la caja de recuerdos, pero más importante, los objetos y los sentimientos que había dejado enterrados en la profundidad de la tierra. Esperando que nunca jamás volvieran a salir a la luz del día, ni siquiera de la noche.
La única respuesta que se le vino a la mente fue otra pregunta – ¿Cómo es que me encontraste? –indagó con bastante curiosidad viéndolo a la cara mientras retomaban el camino hacia la aldea. Trató de cambiar la expresión en su rostro, aunque ya era demasiado tarde, su amigo se había dado cuenta de que ella escondía algo.
–Ronda de vigilancia –respondió con las manos en los bolsillos de su pantalón y la vista fijada al frente. No quería hablar más, no quería preocupar innecesariamente a su amiga.
– ¿Ronda de vigilancia? –repitió ella después de él ¿A qué se refería con eso? Acaso alguien se había infiltrado en la aldea… o ¿por qué estaban haciendo rondas? Especialmente si el sol apenas se estaba bajando. Las rondas eran algo más común en las noches, cuando escabullirse entre los arboles y la maleza era más sencillo que en plena luz del día, y los ataques sorpresa más efectivos cuando la guardia estaba más relajada por las noches.
–No creo que ya hayas comido; –evadió la pregunta de ella y continuaron caminando sin él verla a la cara. No quería continuar con el tema, aunque sabía que tarde o temprano Tsunade-sama le informaría lo que estaba sucediendo –Te invito a cenar –le dijo regalándole una sonrisa de oreja a oreja.
–La verdad… –pero antes de que ella pudiera responder algo su estómago se hizo cargo de hablar por ella. Difícil le sería mentir después de que su estomago había rugido como un bebé león – ¿Ichiraku ramen? –preguntó avergonzada con sus mejillas tenuemente teñidas de rosa.
– ¡Lo mismo de siempre! –le respondió Naruto nuevamente con otra sonrisa, aminorando el ambiente entre ambos. Qué bueno que el rubio había regresado a su casa por su ranita aquella mañana.
Al llegar al local los dos se sentaron en sus respectivos asientos, uno al lado del otro, y ordenaron lo mismo de siempre. Mientras comían, aquella frase seguía merodeando en su mente, y la tenía con inquietud. La única forma de sacarse aquella angustia del pecho sería preguntándole a Naruto una vez más, con la esperanza de que él diera su brazo a torcer y le contara de que consistían exactamente aquellas "rondas de vigilancia". Aunque sabía que no era la mejor ocasión para preguntar, era un lugar en el que cualquier persona que pasara podía escuchar su conversación. Esperaría hasta que estuvieran camino a la casa de ella.
Comieron y bromearon un poco, justamente como ella se había imaginado que pasarían el día juntos. Sin preocupaciones de nada, sólo comida y una buena risa, porque Naruto siempre tenía los mejores chistes. Al finalizar la comida el rubio pagó, no sin antes forcejear con Sakura, quien quería pagar por su plato, pero que su amigo se rehusó a aceptar.
De camino a la casa de la pelirrosa ella se animó a preguntar lo que tanto le había dado vueltas en su cabeza aquella tarde –Naruto… –lo llamó su amiga girando el rostro para verse cara a cara – ¿A qué te referías con rondas de vigilancia? –le preguntó desviando la mirada al frente.
–Alguien está rompiendo la barrera que tiene Tsunade-sama alrededor de la aldea–y el Uzumaki pensó que su amiga ya se había tardado en interrogarlo, se le había hecho muy raro que no hubiera insistido antes. –Alguien con un chakra parecido al mío se está infiltrando y desde adentro rompe la barrera –prosiguió con su relato –Kakashi-sensei fue a verme en la mañana por órdenes de Tsunade-sama, iba acompañado por dos Anbu.
– ¡¿Pero por qué?! – exclamó con total indignación y confusión la pelirrosa.
–Pensaban que era yo quien lo estaba haciendo – le respondió Naruto. –La zona donde está sucediendo se encuentra cercas del área de entrenamiento donde practicaba con Yamato-taicho, pero se dieron cuenta que no era yo porque la barrera fue rota mientras estaba en la oficina de Tsunade-sama.
Después de escuchar la historia de su amigo se quedó al pensativa. Se había expuesto al enemigo sin haberse dado cuenta, y en el estado en el que se encontraba en la tarde… no hubiera podido hacer mucho por ella, mucho menos por alguien más.
– ¿De quién crees que se pueda tratar? –le preguntó Sakura con preocupación.
–No lo sabemos… –le respondió con impotencia en las palabras –La razón por la que te encontré en el bosque fue porque la barrera fue rota cercas del área donde te encontrabas tú, pero quien entró… salió rápidamente al acercarnos nosotros.
– ¿Nosotros? –cuestionó la pelirrosa ¿a quienes se refería?
–Kakashi-sensei, los dos Anbu y yo –clarificó Naruto al ver que la duda invadía el rostro de su amiga. –Me dijeron que ya podía irme y que no me necesitaban más, que ellos se encargarían del resto… y fue ahí donde te encontré dormida en el árbol –comentó al último. –Me preocupé al verte sola… pero después me acordé que con un solo golpe puedes mandar a quien quieras al hospital y se me fue la preocupación jajaja… –dijo entre risas Naruto, quien recibió un codazo por parte de la pelirrosa y se rió junto con él. – ¿Qué hacías en el bosque? –le volvió a preguntar nuevamente Naruto a su amiga cuando se encontraban a fuera de la casa de ella.
–Sólo tenía ganas de estar sola… –mentira más grande no se le había podido ocurrir, la cual el rubio pudo ver claramente atreves de ella. Era todo lo contrario, ella simplemente quería pasársela bien con su mejor amigo… pero él había estaba ocupado y ella no se sentía con el derecho de reclamarle su ausencia en ese día. Pero Naruto no la presionaría si no quería hablar, aunque eso lo preocupaba; tendría que mantener sus ojos en ella… más de lo que ya lo hacía. –Buenas noches Naruto –se despidió ella regalándole una sonrisa, un poco falsa… pudo notar su amigo.
– ¡Buena noches Sakura-chan! –respondió el rubio sonriéndole genuinamente. Esperaba que lo que fuera que le estuviera causando tristeza a su amiga desapareciera pronto… no le gustaba verla así, mucho menos cuando ella no se dejaba ayudar.
Naruto le entregó su mochila, y antes de entrar a su casa ella le dijo –Gracias por la cena, mañana va por mi cuenta –y después de haber dicho eso cerró la puerta detrás de ella.
A pesar de que había decidido encerrar sus sentimientos en esa caja y enterrarlos para siempre… no había pasado mas que unas cuantas horas y ella ya se estaba arrepintiendo de las medidas que había tomado para convencerse de algo que aun seguía vivo dentro de ella; y es que los pocos buenos recuerdos que tenía de él eran suficiente para contrarrestar el mar de amargas experiencias que le había hecho vivir el Uchiha.
Quería retractarse de lo que había hecho… y eso haría, a la mañana siguiente iría a desenterrar la caja en la que había sellado los recuerdos de Sasuke, aún no podía deshacerse de ellos.
"–Sake… –pronunció el muchacho al darle un tragó a la botella que yacía en el suelo junto a la pelirrosa. Se tomó lo que restaba del envase, ardiéndole al deslizarse por su garganta, aunque deseaba que le quemara algo más, y poder matar los sentimientos que pensaba había ya olvidado."
