¡Hola! Aquí está Mari con nueva historia. Es la primera vez que escribo una situada en el futuro, así que espero que no salga tan mal jajaja. Los reviews nunca están de más, díganme qué les pareció, y se los agradeceré muchísimo :)
PD: Finn es el narrador *_* Todo estará desde su POV.
DISCLAIMER: Ni Glee ni sus personajes me pertenecen.
PREFACIO
- ¿Me escribirás al menos?
- Rachel…
- Por favor… un simple correo electrónico… no te cuesta nada. – me rogó, en su mirada visible el deseo de mi aceptación.
Irónicamente, aquello me habría resultado mucho más complicado de lo que ella pensaba. No por el esfuerzo, claro, sino por el dolor que me traería consigo.
- Por favor, Finn… Es lo menos que me merezco después de todo lo que pasamos. – insistió, sin perder las esperanzas tal como nunca lo había hecho.
- Lo pensaré. – dije al fin, aunque como ya me lo esperaba… aquella respuesta no la había satisfecho.
- Yo sí te escribiré, ¿sabes? Te contaré sobre mi primer espectáculo y cuánto me hubiera gustado verte en la audiencia… O cuánto te echo de menos…
- No… - la detuve, siéndome necesario tragar un poco de saliva antes de seguir - Rachel, eso sería hacer exactamente lo contrario a lo que acordamos.
- ¿Es que qué es lo que acordamos, Finn? ¿Olvidarnos del otro para siempre, eso es lo que quieres?
No sabía cómo contestarle… y entonces simplemente no lo hice. Ella movió la cabeza de un lado al otro un par de veces, cual si estuviera negando, y noté como sus oscuros ojos se humedecían con rapidez.
- Jamás te olvidaré, Finn Hudson. – me prometió, apoyando una mano sobre mi mejilla. El calor de su piel contra la mía me obligó a cerrar mis propios ojos, sabiendo que sería la última vez que lo sentiría. - Jamás.
Cuando los abrí, ella ya había desaparecido de mi casa por la puerta que, sin haberse cerrado desde que comenzamos a despedirnos, había presenciado nada más y nada menos que la última vez que vería al amor de mi vida.
Recién ahí me permití dejar caer una lágrima. La espera a que Rachel se fuera había parecido eterna para mi resistencia emocional, aunque por dentro obviamente hubiera preferido que se quedara para siempre. Me arrojé a la cama a llorar como un bebé, y por más exagerado que suene decir que inundé mi habitación… lo que ocurrió fue bastante parecido.
Me había rendido. Sin duda había sido la decisión más cobarde que tomé en mi vida, de la que más me arrepiento, y por supuesto la más difícil… pero con mis inocentes dieciocho años, fue también la que creí correcta en ese momento. La tenía que dejar ir, porque por mucho que sabía que me costaría vivir sin ella, hubiera sido demasiado egoísta de mi parte impedirle cumplir su sueño. Un sueño del que al igual que cualquier cosa que Rachel Berry se proponía, estaba totalmente seguro que lo haría realidad.
Lo gracioso es, sin embargo, que cuando finalmente la había perdido para siempre… supe cuál era el mío.
