Capítulo 1 : ¿Buenas? Y malas noticias.

Hermione había llegado la primera a su reunión de amigos. Sentada a una de las mesas del Caldero Chorreante y con un humor de perros, pasaba distraídamente las páginas de la revista Corazón de Bruja, intentando matar el tiempo hasta que llegasen los demás, en vez de matar a un parroquiano de la posada que miraba su cuerpo de forma descarada y lasciva, como realmente le hubiese gustado. No podía creerlo, ella siempre tan responsable, tan puntual, y parecía que nadie tendría nunca ese mismo detalle con ella, ni siquiera sus mejores amigos. Estaba harta de ser la chica buena, de dar la cara por todo y por todos, de luchar por todo; sí, estaba harta, más que harta, por eso habían rodado cabezas, la primera, la de Ron. Imaginaba cómo Harry y Ginny tomarían la noticia de la ruptura de su "eterno" noviazgo con Ron, cuando esa tarde ella se lo contase. Si creían que sólo ellos tenían noticias, iban más que apañados. Seguramente, Ginny iba a darles la nueva de su próxima boda con Dean Thomas, una noticia a voces, en realidad, que andaba ya en boca de toda la comunidad mágica; y Harry… no tenía ni idea de qué iba a contarles Harry, pero fuese lo que fuese, seguro que no sería un bombazo de la talla de lo que ella misma iba a confesar. En caso de que Ron no lo hubiese soltado ya, pero si era así, poco le importaba.

Apunto de perder la paciencia, pidió a Tom una cerveza de mantequilla, que el hombre le sirvió con diligencia. Le pareció que él deseaba darle conversación, pero debió darse cuenta de que no estaba el caldero para pociones de amor, así que apenas hubo movido los labios, lo pensó mejor y se retiró detrás de la barra con una sonrisa amable.

Así que volvió a pasar las páginas de Corazón de Bruja con desgana, hasta que un rostro totalmente familiar le sonrió desde una de ellas. Desde una foto a todo color que ocupaba una página entera, Harry, vestido con un más que elegante smoking y mostrando su más encantadora sonrisa, saludaba acompañado por una hermosísima señorita rubia, que enseñaba su perfecta dentadura agarrada a un brazo del imponente galán. Ambos habían sido sorprendidos al abandonar una recepción que el Ministerio de Magia Inglés había dado en honor del embajador del Ministerio de Magia Canadiense, de visita en el país.

"Nueva acompañante, viejas palabras – era el titular del artículo, que ocupaba dos páginas más. - Harry James Potter, exitoso Subdirector del Departamento de Seguridad Mágica con tan sólo veintiséis años, por todos conocido como El Salvador, y el más codiciado soltero del mundo mágico, al ser descubierto anoche de la mano de una rubia escultural, hija de una de las familias de magos con más tradición y abolengo, respondió una vez más a nuestro reportero con estas palabras: Ella es sólo una amiga. Al preguntarle si en el caso de que ella fuera la elegida para ocupar su corazón él nos lo diría, sonriente, respondió: Tranquilos, cuando me encontréis de la mano de la mujer que amo, os lo diré. Así que brujas del mundo, no perdáis la esperanza, parece ser que todavía él no ha hallado a la mujer capaz de conmover su valeroso corazón. "

- Por favor, Harry… - la chica se quejó para sus adentros con una mueca de desagrado, a la vez que dejaba de leer, harta de tonterías.

- Merlín, qué guapo está – escuchó un quedo susurro sobre su cogote.

Algien se había dedicado a leer sobre su cabeza sin que ella hubiese reparado en ello, y ese alguien no era sino Ginny, que acababa de llegar. La pelirroja había pronunciado aquellas palabras sin darse cuenta, pero Hermione pudo captarlas a la perfección, y reconociendo inmediatamente la voz de quien había hablado, giró el rostro y miró a su amiga de forma desaprobadora, en silencio.

- Otra más para su colección – Ginny añadió, Hermione hubiese jurado que llena de celos, refiriéndose a la despampanante rubia que lo acompañaba en la foto.

- Tú, menos que nadie tienes derecho a quejarte – la castaña la amonestó con voz cortante.

- ¿Por qué dices eso? ¡Yo puedo opinar sobre él como cualquier otra persona! – respondió la chica, ofendida, mientras tomaba asiento junto a la otra en una de las sillas que quedaban libres – Seré su amiga, pero no tengo porqué alegrarme de que se haya convertido en un Casanova que cambia de pareja como de camisa.

- Ah, ¿eso es lo que te pasa? – Hermione preguntó con acidez, clavándole una mirada llena de cinismo.

- Por supuesto. ¿Qué, si no? Yo jamás podría estar con un hombre como él, que no da ningún tipo de valor al amor verdadero, a la fidelidad, o a las relaciones de pareja estables.

- En eso te equivocas, cuánto te equivocas. Te llenas la boca diciendo que lo conoces, y no tienes ni idea de cómo es él en realidad – la castaña la acusó con un tono cortante - ¿Por qué narices tendría que guardar fidelidad a nadie, si la única mujer del mundo a la que ama está con otro? – preguntó con desdén, cansada de escuchar un juicio tan injusto de su mejor amigo, y menos viniendo por boca de ella.

- ¿Harry está enamorado? – Ginny preguntó con ojos desorbitados por la sorpresa. Hubo de reconocer para sus adentros que la noticia la había molestado de un modo que no esperaba.

- Desde hace años.

- ¡No lo puedo creer! ¿Y quién es ella?

- Eso, pregúntaselo a él si te atreves. ¿No te jactas de ser tan buena amiga suya? – Hermione contestó con acidez. Estaba más que harta de que su amiga llevara diez años intentándose negar a sí misma lo que sentía por Harry, y no sería ella quien lo aguantase ni una vez más – Además, ¿no has venido a decirnos que te casas con Dean? Entonces, ¿qué puede importarte lo que Harry haga o no con su vida amorosa?

- Vaya, las noticias vuelan… ¿Pero por qué narices la estás pagando conmigo? – la pelirroja alzó el tono de voz, sintiéndose ofendida - ¡Parece que yo fuese un mortífago, en vez de tu amiga! – le reprochó, comenzando a enfadarse.

- Déjalo estar, Ginny. Olvida esta conversación, ¿vale? – Hermione le pidió con voz cansada.

Estaba pensando en levantarse y marcharse con cualquier excusa, por absurda que fuera, ya no le quedaban ganas de dar noticias, ni tampoco de recibirlas; pero hubo de esperar, ya que Harry acababa de traspasar el umbral de la posada, y tras haberlas localizado, ya caminaba hacia ellas con paso decidido. Como ella había esperado, no iba acompañado por Ron.

- Buenas tardes, bellas damas – Harry dio un beso en la mejilla a cada una y se sentó junto a la castaña - ¡Merlín, qué día llevo! ¡No paro de ir de aquí para allá! ¡Por fin un buen descanso junto a las personas con quienes realmente deseo estar! – sonrió con desenfado - ¿Qué es eso tan importante que tenéis que contarme?

- ¡He venido a deciros que me caso! – Ginny anunció a voz en grito, poniendo demasiado "empeño" en el asunto, para gusto de Hermione. Tenía más que comprobado que ante Harry, Ginny era una experta en hacer un teatro que, vaya por dónde, sólo ella parecía haber desenmascarado.

- ¡Yo también me caso! – él afirmó alegremente. Al escucharlo, a Hermione casi le rozó la mandíbula con el suelo, y las dos lo miraron, pasmadas – Que no, que es broma. Yo nunca me casaré.

Otro a quien le encantaba el teatro, pensó Hermione, uno siempre fingiendo que solo sentía amistad por cierta persona; y la otra fingiendo lo mismo. La única diferencia entre ambos radicaba en que él era perfectamente consciente de que hacía teatro, pero ella había llegado a creer realmente la mentira con que ella misma se estaba engañando. Y ambos seguían una y otra vez echándose en brazos de quienes no debían, cada cual a su manera. Pero qué harta estaba de todo aquello.

Ginny lanzó a Hermione una mirada triunfal, que le fue devuelta llena de indignación y de desprecio.

- ¿Dónde está Ron? – la chica quería saber qué es lo que tenía que decir su mejor amigo al respecto, aunque realmente, poco le importase dónde estuviera aquél descerebrado. En aquel momento, su mente le dijo de forma descarada, que aquella reunión se había convertido en toda una compañía de teatro, pero desechó la idea con la misma rapidez con la que esta la había asaltado.

- Me ha comentado no sé qué de una misión – Harry explicó - Es raro, yo no le he asignado ninguna, y me extrañaría que Kingsley lo hubiese hecho. Pero como llegaba tarde para reunirme con vosotras, no le he preguntado. Ya le contaré luego de qué hemos hablado, he quedado con él para relajarnos un rato jugando a quidditch antes de cenar.

Hermione asintió de forma extraña.

- ¿Vendrás a mi boda? – Ginny preguntó al chico, mirándolo ilusionada.

- Lo siento, señorita, pero no. Seguramente para entonces, yo esté a medio mundo de distancia – él negó con semblante serio, tan serio que a la castaña le recordó al Harry de otros tiempos mucho más oscuros.

- ¿Cómo es eso, Harry? ¿De qué estás hablando? – la chica insistió, con cara de inmensa decepción.

- Aún no le he dicho a nadie lo que voy a contaros. Kingsley va a ser nombrado nuevo Ministro de Magia. Cuando esto suceda, estará obligado a designar un sucesor como Director del Departamento de Seguridad Mágica, y él quiere que esa persona sea yo – anunció con sencillez, sin perder su seriedad.

- ¡Eso es maravilloso! – ambas gritaron al unísono, entusiasmadas.

- Bueno, lo es… Pero también me ha llegado una oferta del Ministerio de Magia canadiense para que ocupe ese mismo puesto en su país. Últimamente siento que necesito un cambio de aires, y quizá esta sea la oportunidad que estaba esperando para poder marcharme.

- ¿Marcharte a Canadá? – Ginny gritó sin darse cuenta, nerviosa, y al reparar en que había respondido de forma tan vehemente, intentó explicar su ardorosa reacción - ¡Pero aquí tienes a tu familia, que somos nosotros! ¡Estamos todos tus amigos, incluidos tus dos mejores amigos, Ron y Hermione!

- Y El Profeta, Corazón de Bruja… - él sonrió con melancolía – Siempre que he ido allí en misión oficial para el Cuartel General de Aurores, me han tratado con respeto, no como a una pieza de museo o un objeto de circo, sin derecho a una vida anónima y normal.

- Pero… - Hermione aterrizó de golpe en la conversación, pues hasta el momento sólo había escuchado de forma superficial y había respondido de un modo casi mecánico. Pero aquello… ¿Era posible? ¿Harry acababa de decir que estaba considerando marcharse lejos? ¿Qué demonios estaba pasando con su mundo? ¡De pronto había comenzado a desmoronarse por todos lados! No pudo continuar, no le salieron las palabras.

- Kingsley me ha dado un mes de vacaciones para pensarlo. Hace más de cinco años que yo no he cogido vacaciones, y no sé qué voy a hacer con ellas – sonrió - Nada me ata aquí, Hermione, tu lo sabes mejor que nadie. Siempre podré volver para visitaros en vacaciones, en vuestros cumpleaños, o en Navidad. Tú tienes a Ron, pero yo…

- No, Harry. Yo ya no tengo a Ron – ella dejó caer la noticia como un jarro de agua fría, tan fría como ella misma se sentía después de haber escuchado las palabras de su mejor amigo - Esta tarde hemos mantenido la discusión que colma el vaso: siempre por lo mismo, siempre por el maldito trabajo de Ron, y por el mío, una vez más nos hemos echado en cara lo poco que nos vemos; y hemos decidido darnos un tiempo para reflexionar. Pero sinceramente, creo que este ha sido el punto final de nuestro noviazgo.

Ginny la miró con ojos como platos, sin saber qué decir; pero súbitamente, Harry se puso en pie, lleno de ira, para acercar su rostro indignado al de su mejor amiga.

- ¡Y una mierda! ¡Ya habíamos hablado sobre este tema! ¡Esa no es la solución a vuestros problemas, y los dos lo sabéis perfectamente!

- Harry por favor, no montes una escena aquí, en medio de la gente… - ella le pidió, tomándole de la mano. El hombre que antes la observaba con deseo, intentaba ahora escuchar la conversación, interesado.

- ¡Me da igual lo que piense la gente! – él gritó, retirándole la mano con malos modos - ¿Qué esperabas de mí? ¿Que contemple impasible cómo mis dos mejores amigos echan su felicidad por la borda porque son una pareja de cobardes?

- ¡Mira quién fue a hablar! – ella respondió, sintiéndose atacada donde más le dolía.

- ¡Por eso lo digo! ¡Maldita sea! ¡Mírame, Hermione! – se señaló a sí mismo de arriba abajo - ¡Mira en qué me he convertido! ¡No soy más que un tipo solo, amargado y melancólico! ¡Y así seguiré siendo el resto de mi vida! ¿Es eso lo que quieres para ti, y lo que quieres para Ron? ¡Estáis hechos el uno para el otro!

- Yo ya no lo tengo tan claro, ni él tampoco.

El chico pegó su rostro al de ella peligrosamente.

- Pues entonces, es que él es tan tonto como tú – se separó de su amiga sin dejar de mirarla, lleno de dolor, mientras tiraba unos galeones encima de la mesa para pagar sobradamente la consumición que había tomado – Ya nos veremos – dijo, y se marchó a grandes zancadas dejando a ambas chicas con la boca abierta.

ooo00O00ooo

Ron daba vueltas erráticas y más vueltas sobre su escoba, alrededor del campo de quidditch donde él y Harry habían quedado para lanzarse unas pelotas. Sabía que su hermana y sus dos mejores amigos estarían en aquel momento conversando en El Caldero Chorreante, e intuía, más que probablemente, de qué estaban hablando. Hermione les estaría contando que ella y él estaban apunto de dejar de ser novios, que se habían dado un tiempo para reflexionar, un tiempo que él realmente no deseaba, pero que ella decía necesitar. Podía imaginar el rostro de su hermana, lleno de pasmo, y las cejas fruncidas de Harry que, seguramente, no lo tomaría nada bien. Bueno, tampoco él lo había tomado nada bien.

A pesar de estar cansado de las constantes discusiones, que parecían ser lo único que últimamente lo unía a Hermione, él la amaba como el primer día, ¿qué estaba diciendo? ¡mucho más que el primer día! ¡Llevaba años soñando con casarse con ella! ¡Con fundar una familia a su lado! Sólo a su lado… - se dijo con tristeza. Pero la realidad es que no sabía cómo hacerlo. Parecía ser que todo lo que hacía, todo lo que intentaba para complacerla, no importaba cuánto se esforzase para conseguirlo, ya no era suficiente para ella. Hermione sólo quería una cosa: tiempo; tiempo a su lado, tiempo sólo para ella, y por supuesto robado al trabajo del chico, no al suyo propio, o al de ambos por igual. Ella lo acusaba de estarle dedicando todo su tiempo, cuando él no la correspondía ni de lejos. ¿Todo su tiempo? ¡Ja! – él bufó por lo bajo, mientras sacaba una bludger de su caja y la mandaba bien lejos de un rabioso puñetazo - ¡Siempre que él tenía libre, ella trabajaba! ¡Y cuando la niña podía disfrutar del tiempo a su gusto, le reprochaba que él no pudiera complacerla! ¿Quién tenía la culpa? ¿Él, ella, los dos, o ninguno? Fuera como fuera, el resultado era que aquello que más quería aparte de su amistad con Harry, su relación con ella, se estaba yendo a la mierda a marchas forzadas.

Algo lo distrajo de sus pensamientos, una persona se acercaba hacia él caminando, un hombre, al parecer. ¡Maldito loco! ¿Cómo se le ocurría atravesar un campo de quidditch sin protección alguna, tan campante, cuando alguien se estaba entrenando en él? Viró raudo para avisarle, pensando que, seguramente, se trataba tan sólo de un despistado, o un borracho.

- ¡Eh, tú! – gritó, haciendo aspavientos desde su escoba, mientras se acercaba al hombre lo más deprisa posible; y al hacerlo, su sorpresa fue mayúscula, pues reconoció al loco que seguía caminando hacia él con paso firme y decidido, sin miedo alguno - ¿Harry? ¡Harry, por amor de Merlín! ¡La bludger! – le gritó, desesperado, agitando los brazos hacia la traicionera bola como un desesperado. Pero ya era demasiado tarde, Harry al parecer no se había percatado de que la férrea pelota corría de frente hacia él, rauda como un Cruciatus.

- ¡Harry, lánzate al suelo! ¡Al suelo! ¡Oh, Dios mío! ¡Lo va a destrozar! – el pelirrojo se lamentó, empujando con su cuerpo a la escoba para que esta alcanzase una velocidad que realmente no poseía.

Cerró los ojos sin dejar de correr, temiendo lo peor. Pero cuando se mascaba la tragedia, Harry, con una sangre fría que habría helado al mismísimo Voldemort, extrajo su varita de uno de los bolsillos de su chaqueta, apuntó con ella a la bludger, que ya estaba a escasos centímetros de su cabeza, y gritó, lleno de rabia:

- ¡Bombarda maxima!

Inmediatamente después, la bola explotó sobre él, mientras Ron llegaba a su lado, mirándolo como si no lo conociera.

- ¿Pero qué haces, Harry? ¿Te has vuelto loco? – el chico se plantó frente a su mejor amigo y lo abrazó con todas sus fuerzas, para después despegarse de él y quedarse mirándolo con indignación.

- ¡No, tú te has vuelto loco! ¿Qué demonios estáis haciendo Hermione y tú? – el moreno le gritó sin contemplaciones, clavando en él una mirada furiosa.

- Ah, te refieres a eso, ella ya te lo ha contado…- Ron desvió su mirada, incapaz de seguir manteniendo la de Harry.

- ¡A eso me refiero! ¡Por supuesto que a eso! ¿Pero cómo has podido hacerle una cosa así?

- ¡Yo no he hecho nada! – volvió a mirarlo, ahora ofendido - ¡Ha sido ella quien me ha obligado a aceptar esta separación! ¡Temporal! ¡Y una mierda! ¡Ambos sabemos cómo acabará esto! ¡Yo no quería hacerlo, Harry!

- ¿Y por qué demonios se lo has consentido?

- ¿Y cómo demonios hubiera podido evitarlo?

Ambos se encararon, llenos de enfado. Durante unos segundos, se miraron de forma amenazadora; finalmente Harry suspiró, vencido, palmeó la espalda de su mejor amigo y ambos se dejaron caer sobre la hierba del campo, abatidos.

- Hazle caso, Ron, prométele que le dedicarás más tiempo, cuando ella lo necesite – Harry le pidió, casi le rogó.

- Pero no puedo hacer eso, Harry. El Cuartel me necesita, tú me necesitas…

- Es cierto, te necesitamos, pero no con la absoluta dedicación que tú nos prestas. Márchate a las seis todos los días, sin preocuparte si te queda o no trabajo para el día siguiente. Haz cosas con ella…

- Claro, lo dice el que no duerme en el Ministerio de Magia, simplemente porque todavía no ha conseguido que le pongan una cama allí – ironizó con sarcasmo.

Harry negó con la cabeza, lleno de frustración.

- Escúchame, Ron: yo no tengo dónde caerme muerto, y sabes perfectamente a qué me estoy refiriendo.

- Porque no quieres – el chico miró a los ojos de su mejor amigo con reproche.

- Sí que quiero, de hecho, es lo que más quiero en este mundo – Harry sonrió tristemente – Pero sabes perfectamente que no puede ser.

- ¡Por Dios, Harry! ¡Olvídate de ella! ¡Será mi hermana, pero no te merece! ¡Búscate a alguien que sepa hacerte feliz!

- No puedo – negó con la cabeza – Hace tiempo lo intenté, y sólo pude rendirme a la evidencia: o con ella, o con nadie. Así es la vida, amigo – palmeó al espalda de su mejor amigo con cariño – Por eso te digo que no dejes escapar a Hermione, o lo lamentarás durante el resto de tu vida.

- Eso ya lo sé.

- Pues actúa en consecuencia – rápidamente se puso en pie - ¿Qué tal ese partido que teníamos a medias? – propuso al chico para animarle - ¡Te voy a dar la paliza de tu vida!

- ¡Más quisieras, fantasma! – Ron le siguió con energías renovadas.

Mientras Harry se equipaba para el juego, Ron volvió a dar vueltas erráticas alrededor de los aros, con la mirada perdida.

ooo00O00ooo

Ginny había caminado sin rumbo durante el resto de la tarde, perdida entre los muggles que llenaban las calles del West End de Londres. Se suponía que hacía horas que debía estar en casa de Dean, disfrutando de una magnífica cena romántica que ambos habían encargado para celebrar su compromiso, pero la verdad era que no tenía ganas de ver a nadie, ni siquiera a su flamante prometido. No sabía porqué, más bien en el fondo, muy en el fondo, no deseaba saberlo, pero la noticia que Harry les había dado a ella y a Hermione le había sentado como un golpe en el estómago.

Hacía años que ella se había "adaptado" a tenerlo como amigo; de hecho, ambos quedaban a menudo para tomar algo y charlar de forma relajada, eso sí, sin hablar de Dean – Harry le tenía una manía extraña al pobre chico que ella no podía comprender y no hacía sino agravarse con los años, aunque cuando se encontraban por la calle, y sobre todo delante de Ginny, él lo trataba con correcta cortesía – ni tampoco de las constantes "compañías" del moreno, con las que él decía quedar tan sólo a cenar y a divertirse por ahí, pero que ella estaba segura de que eran "algo más" y que odiaba por ello, por haberlo convertido en un hombre sin sentimientos, la chica se decía una y otra vez, para intentar acallar aquella sensación de zozobra que la corroía por dentro cada vez que lo encontraba acompañado por una de ellas.

Su amistad con él era fluida, y sincera, se había acostumbrado a contarle sus penas y alegrías, casi todos sus secretos, a escuchar su risa desenfadada y divertida, o aquella voz seria que sacaba desde lo más hondo de su alma cuando ella lo había necesitado para que le resolviese algún problema. Ella era consciente de que jamás llegaría a significar para él lo mismo que Ron o Hermione, pero tampoco lo pretendía; con sólo tenerlo cerca, con sólo saber que él acudiría a su lado siempre que se sintiese sola, triste o miserable, como de hecho en aquel momento se sentía, había sido suficiente… hasta aquel momento. Ahora era muy probable que él se marchase para mucho tiempo, quizá para siempre, y con sólo pensarlo un terror atenazaba su corazón de un modo inimaginable.

¿Por qué demonios tenía que sentir aquello? – se acusó, furiosa - ¿Por qué por él, y no por Dean, que la quería, que la adoraba, y que se desvivía por cumplir todos sus deseos? A Dean lo quería, desde hacía mucho, se había "acostumbrado" a quererlo, a aceptar aquella estabilidad que él le daba, aquella seguridad que siempre había creído necesitar. Pero sus sentimientos por él, fuesen los que fuesen, jamás habían sido vehementes, impetuosos, rebeldes, luchadores, como siempre habían sido los que sentía por Harry, tanto cuando lo quiso como hombre, o como ahora, que lo quería como amigo. ¿Cómo amigo? ¿A quién estaba intentando engañar? Se conformaba con tenerlo como amigo, algo muy diferente, ya que hacía años que había aceptado que jamás lo tendría como nada más.

Se recordó una vez más porqué estaba con Dean, porque a él jamás lo tendría como nada más, y no era justo que pasase su vida llorando por alguien que jamás la iba a amar. En cambio Dean la amaba, y estaba ahí para ella; por eso lo merecía todo, y por eso mismo iba a hacerla su esposa. Así que dejó de pensar en tonterías y se apresuró en llegar a casa de su novio, de su amado al fin y al cabo. Compuso en su rostro su mejor sonrisa, y abrió la puerta del piso del chico con las llaves que él mismo le había dado hacía años y que ella casi nunca usaba. Pero aquel día era especial, muy especial, y Dean merecía una gran sorpresa.

Sí, una grande, inmensa, e infinita sorpresa fue la que ella se llevó, cuando al entrar en la vivienda con sigilio y buscar a Dean para echarse en sus brazos con todo su amor como él tanto merecía, entró en el dormitorio del chico y lo halló en la cama, revolcándose con otra. Un grito extraño salió de su garganta, ahogado por el estupor, la incredulidad, por aquellos ojos masculinos que la miraban espantados y culpables, mientras una mano intentaba cubrir las vergüenzas que, precisamente para ella, ya no estaban donde intentaba cubrirlas, sino en un corazón sucio que la había traicionado.

- Ginny, yo… lo siento… - Dean balbució, sin saber cómo continuar.

- No vuelvas a pronunciar mi nombre nunca más – ella le ordenó con mirada fría; se acercó a la cama con paso tranquilo y elegante, hasta situarse justo al lado de la mujer que yacía en el lecho cubierta hasta los ojos con una sábana y que ahora la contemplaba llena de temor, le arrebató la sábana de un fuerte tirón, y se dedicó a observarla con detenimiento: era hermosa, muy hermosa – Me das pena – le dijo – Puede que él llegue a quererte, ¿pero en serio crees que si lo ha hecho una vez, no va a hacerlo dos? Algún día tú te hallarás donde yo estoy ahora; por favor, no te acuerdes de mí cuando eso pase.

Se dio la vuelta sin mirar atrás y se alejó de aquel asqueroso cuarto, de aquel maldito piso, al que supo que no volvería nunca más, e intentó que su mente no repitiera aquella escena una y otra vez de forma masoquista y miserable. Estaba claro qué había sucedido, pero no tenía ni idea de porqué, o cuándo había empezado. ¿Qué había hecho ella para propiciarlo, o para merecerlo? No lo sabía, y ya nada le importaba; necesitaba llorar como una descosida, como una loca y desesperada… llorar en el hombro de él.

Sacó del bolsillo el traslador que siempre la acompañaba y se apresuró a usarlo hacia un punto bien concreto; si no lo hubiese hecho sin pensarlo dos veces, sabía que nunca lo haría, y lo necesitaba, cuánto lo necesitaba; su mente la alertaba contra ello como una alarma disparada que grita de forma estridente, pero su furia no estaba para lógicas, y su alma moribunda no estaba para remilgos. Se sentía morir, y sólo él podía salvarla. Apareció ante una elegante puerta de una coqueta y acogedora casa, en un tranquilo y acogedor pueblo, y tocó el timbre, mendigando esa acogida.

ooo00O00ooo

Harry acababa de vestirse con un cómodo pijama de verano, tras haberse dado una ducha que en teoría debería haberle librado de todo el estrés, la frustración y el mal humor que lo amargaban por completo, y que de nada le había servido. Practicar un rato de deporte junto a Ron le había liberado momentáneamente de aquella sensación de ahogo que le aprisionaba el estómago y la garganta, pero la calma bien poco había durado. Con el pelo aún mojado, caminó hacia el comedor, directamente hacia la botella de whisky de fuego que yacía, tentadora, sobre una mesa auxiliar. Él no solía beber, al menos nunca lo hacía sólo. De hecho, casi no podía decir cuándo fue la última borrachera que había cogido, de tanto tiempo que había pasado, pero seguramente había sido junto a alguien que no valía la pena recordar.

Pero aquella noche era especial, sí, especial, especialmente triste, frustrante y penosa. Ron y Hermione se habían dado "un tiempo de reflexión" – rió para sus adentros con sarcasmo – y ambos se negaban a entrar en razón, negándose a escuchar; Ginny, su Ginny, la mujer por la que suspiraba en silencio y en secreto cada día y cada noche, estaba a punto de casarse con otro; y él estaba allí, en la casa de Godric´s Hollow, aquella a la que todos los vecinos admiraban por su belleza y su aura de leyenda, y que a él se le caía en la cabeza por enorme y fría como el más gélido invierno; estaba allí, otra vez sólo y aún más amargado que de costumbre. Definitivamente, era una noche para celebrar.

Así que tomó la botella de forma impetuosa, buscó uno de los vasos que descansaban a un lado de la mesa, y se sirvió una dosis generosa de aquel líquido rojizo e infinitamente más cálido que su propio corazón.

- Por los buenos tiempos – brindó, e hizo chocar tristemente el vaso con la botella.

Después caminó con paso lento y cansado, con intención de dejarse caer en el primer sofá que encontrase en su camino, pero el fuerte sonido del timbre lo detuvo. Extrañado por la hora tan avanzada de la noche que era, en absoluto propicia para hacer o recibir visitas, hizo intención de dejar el vaso de nuevo sobre la mesa para ir a ver quién aguardaba tras la puerta, pero lo pensó mejor y marchó con él en la mano; con él, seguramente espantaría a quien estuviese esperando para darle una tabarra que aquella noche no estaba dispuesto a aguantar.

Abrió la puerta con desgana, sonriendo de forma descarada y burlona, más bien poco agradable, y halló a Ginny ante él, muy seria, mirándolo como si el mundo estuviese apunto de acabarse. Su corazón dio un vuelco en su pecho, pero no iba a permitirse flaquear por ella, no aquella noche, al menos por una noche, por tan sólo una en su vida, iba a vivir para él mismo, sólo para él, y para nadie más.

- Creo que te has equivocado de casa – él dijo a la chica, sonriéndole con acidez, y levantó el vaso de whisky de fuego a la altura de su rostro, invitándole a marcharse.

Pero ella, nada más verlo buscó sus ojos, desesperada, y rompió en un llanto desgarrador, mientras se abrazaba a su cuello con todas sus fuerzas. Atónito y con el corazón en un puño, Harry la abrazó con infinita ternura, estrechándola contra su pecho; su corazón palpitó desbocado, temiendo lo peor: que ella hubiese sido agredida o que hubiese sufrido sabe Merlín qué podía ser; y la sangre le hirvió en las venas con una ira arrasadora.

- Ginny, preciosa, ¿qué te sucede? ¿Qué es lo que pasa? – había dejado caer el vaso de whisky sin darse cuenta para abrazarla, pero apenas le importó. Intentó conseguir que ella lo mirase, pero la chica sólo lloraba y lloraba en su pecho, con un pesar que a él le desgarraba el alma - ¡Por amor de Merlín! ¿Qué te ha pasado? ¡Ginny, respóndeme!

- ¿Pu-puedo quedarme esta noche contigo? – ella preguntó con voz entrecortada, cuando se vio capaz de hablar.

- ¡Por supuesto que puedes quedarte! ¿Pero qué demonios ha pasado? – él volvió a preguntar; su imaginación no paraba de ofrecerle pensamientos a cual más cruel y desgarrador, y estaba comenzando a volverse loco de preocupación.

- Sólo abrázame – ella le pidió, aferrándose a él como si la vida le fuese en ello.

Él la abrazó con más ímpetu si cabe, y harto de tenerla allí de pie, temblando como una hoja y llorando con tanta amargura, la tomó en brazos, cerró la puerta tras de sí con una fuerte patada, y se encaminó con ella hacia el comedor. Ginny no se resistió, sólo se apretujó a su cuerpo con una fuerza primitiva, salvaje y posesiva, y se dejó acunar en sus brazos , dejó que llenase aquel vacío, como sólo él podía llenarlo.


COMENTARIOS DE LA AUTORA:

No sé qué estaréis pensando en este momento: si me he vuelto loca por tener tantos fics abiertos a la vez, con tan poco tiempo para escribirlos; si esta historia os ha sorprendido viniendo de mi mano, o si en cambio os parece muy típica de mí; quizá os preguntaréis qué me ha pasado por la cabeza para decidir escribir precisamente esto... o quizá no estéis pensando nada en absoluto, sólo hayáis disfrutado de este primer capítulo, o leerlo no os haya dicho nada en absoluto.

¿Mi versión de los hechos? Muy sencilla. Esta historia me rondaba por la cabeza ya más de un mes, yendo y viniendo en mi mente, acosándome, pidiendo a gritos una oportunidad. No os prometo cinco capítulos, ni cincuenta; tendrá los capítulos que ella pida, que ella desee, porque está viva, como todo lo que yo escribo, y forma parte de mí. Si os ha gustado este principio, lo celebro, y si no, otra vez será :) Yo siempre os agradeceré de todo corazón que le hayáis dado una oportunidad al relato, al leer su primer capitulo.

¿Decatorias? A J.K. Rowling, por haber creado el mundo que a mí tanto me llena en mis momentos soñadores; a Cirze, por ser mi mejor amiga, y por saber que leerá esto con ilusión, por el simple hecho de haber salido de mi pluma (eso es cariño); a J0r, a quien echo muchísimo de menos y sigo adorando en la distancia; a Snitch-bcn, a quien pido perdón por no estar a su lado tanto como quisiera, a través del msn, y a quien adoro igualmente; y a mí, mi primer fan, el más incondicional y mi crítico más cruel.

En el próximo capítulo: Harry hará una proposición a Ginny que esta no va a poder rechazar (y no será matrimonio).

Un fuerte abrazo y hasta pronto.

Rose.