Sexy


Kurt era, definitivamente, un ser muy especial.

Blaise no podía dejar de pensar en aquel beso que le había dado, en cómo su mano había tomado su rostro como si no le quisiera dejar ir, en la manera en que había respirado contra él como si hubiera estado esperando ese momento toda su vida.

No podía dejar de pensar en ese beso y compararlo con aquellos horribles rostros que el chico había puesto cuando le había intentado entrenar sobre las expresiones sexy, y es que era imposible creer que provenían de la misma persona.

Quizás le había faltado estar en la situación para darse cuenta de su sensualidad, pero parecía que ahora cada movimiento que hacía estaba impregnado de ella. Cada vez que su mano quitaba el flequillo de sus ojos y le miraba como si supiera lo que estaba pensando, cada vez que se quedaban solos y la vista de Kurt se desviaba inmediatamente a sus labios como si viera en la soledad un momento exclusivo para que se volvieran a besar, cada vez que al tomarse de manos el chico le acariciaba la palma de la mano con un pulgar travieso que prometía cosas para las que aún no estaban listos.

Si hacía memoria se podía dar cuenta que todas esas miradas, esos gestos, esas caricias, habían estado ahí desde siempre pero escondidos bajo el velo de la amistad y la ignorancia, la ceguera que había cubierto sus ojos imposibilitándole de darse cuenta el gran hombre que tenía al frente.

Su única preocupación ahora era cómo iba a poder aguantar lo sexy que Kurt se había vuelto, toda esa sensualidad que nunca antes había notado. De lo único que estaba seguro es que si volvía a ver a Kurt en un espejo haciendo rostros lascivos… no estaba seguro de poder aguantarse.