Disclaimer: Solo los personajes pertenecen a S. Meyer. Esta historia es totalmente MÍA. Dile NO al plagio.
La historia es Rated M, por lo que contiene Lemmon. Así que ya están advertidas. ¡Disfruten! ATT: angelesoscuros13.
Capítulo beteado por Manue Peralta, Betas FFAD; www facebook com / groups / betasffaddiction
Edades: Bella 18/ Edward 80
Hechizo de amor
Esta historia esta protegida por Safe Creative por el Código: 1404230641139
Fecha 23-abr-2014 3:57 UTC
Licencia: All rights reserved
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Summary
Un hechizo de amor lo condenó al envejecimiento por toda la eternidad. A pasar de ser el playboy más deseado por los siete mares, a ser un viejo decrépito amargado y resentido en su cueva, en lo profundo del Atlántico. La magia que descubre en su interior, lo hace convertirse en el mago del mar, ofreciéndole a las ingenuas criaturas del océano sus pociones para ser humanos toda la vida.
Una chica con un corazón único, que ve más allá de las apariencias de cada persona, cae, enamorándose de un joven guapo. Su corazón, desde el instante en que lo vio saltando de un acantilado hacia el océano, transformándose en tritón, no dejaba de latir por él, y más conociendo su origen. Solo restaba encontrarlo, y qué mejor manera que convertirse en una sirena con ayuda del mago del mar.
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"¿Qué canción cantaban las sirenas?, o ¿qué nombre asumió Aquiles cuando se escondió entre mujeres? Éstas, aunque son preguntas enigmáticas, no están más allá de toda conjetura".
Sir. Thomas Browne
Capítulo 1
"Las mujeres son como la frutas, entre más jugosas más deliciosas son.
Solía pensar que mi vida era todo lo que un hombre pudiera desear y más, pero no saben cuánto me equivoqué en eso".
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—Vamos, Ed, es hora de divertirnos —gritó Emmett.
—¡Joder, Emmett! ¿No ves cómo estoy? —gruñí, removiéndome en mi cama.
Una carcajeada se escuchó en la habitación, haciéndome enfadar más.
—Estás como ostra: en mal estado, amigo. Deberías dejar de madrugar tanto —dijo burlón.
Le lancé mi almohada de algas marinas.
—No tengo la culpa. Ellas piden y yo solo cumplo sus caprichos. —Me senté en la cama encogiéndome de hombros.
Se fue acerando hasta mí y sentarse a mi lado.
—¿Quién fue ésta vez la víctima? ¿Tanya? ¿Angela? O, quizás, ¿Laurent? —Colocó dos dedos en su barbilla, simulando pensar.
—Fue Tanya, imbécil. A veces no sé por qué somos amigos.
—Porque soy irresistiblemente, extremadamente guapo y somos amigos de huevos. —Sonrió de oreja a oreja.
Me levanté estirando mi cola y me conduje hacia el cuarto de baño. Me lavé los dientes con las algas azules entretanto las burbujas de sal limpiaban mis escamas. Peiné con un coral mi cabello cobrizo reluciente. Sí, no había nadie tan guapo como yo, y por tal razón, solo las mujeres guapas y de buenas figuras entraban en mi cama.
Tan solo imaginarme follar con una sirena hermosa y un coño apretado, me ponía cachondo. Nunca me ha faltado afecto femenino y ahora mucho menos.
Mis padres quieren que siente cabeza, pero, ¿para qué hacerlo con una sola mujer, si puedo tener a miles con solo chasquear mis dedos?
Soy un hombre poderoso. Aunque me gusta trabajar desde las sombras, sin ser reconocido. La gente solo me ha visto en bailes y a cierta distancia, puesto que siempre desaparezco con alguna dama con urgencias placenteras. y quien mejor que yo para auxiliarlas.
Una sonrisa se formó en mis labios al recordar mi primer baile, a los dieciocho. Cómo permanecí una hora entre la gente y desaparecí para follar con una chica de dieciséis años. Gracias a Dios a esa edad ya se es mayor de edad para las sirenas y a los dieciocho para los hombres. Triste, pero cierto.
—Bueno, Ed, ¿qué tienen planeado hacer tú y Ed Junior? —pregunto Emmett levantándose de la cama.
—Nada que te importe, entrometido. —Ruedo los ojos.
—¡Ya sé! Vamos al Club Ola del Mar a divertirnos. —Me animó.
—No parece mala idea, hermano —concordé—. Quizás encontremos a alguien dispuesta a complacernos.
—Hagamos un trío. Tenemos dos semanas sin follar con una los dos.
—No me van lo tríos, pero todo por dar placer a esas estrellitas de mar. —Sonreí petulante.
Emmett me sacó, literalmente, flotando por el mar, dirigiéndonos al nuevo Club, a unas siete horas de donde nos hallábamos. Al menos llegaríamos a la hora perfecta. Las algas marinas estaban largas, apuntando hacia arriba; peces en grupos bailaban al son de la música por las almejas que tocaban los cangrejos.
Estaba oscureciendo, se notaba si mirabas a la superficie. ¿Cómo sería el mundo humano? Jamás lo hemos visto, y no es prohibido, solo que tenemos que pasar por un curso intensivo de cómo comportarse entre los humanos sin llamar la atención y evitar que ellos perciban la cola, agallas y escamas de por sí.
El club estaba iluminado por las luces provenientes de los corales. La entrada estaba abarrotada de gente que deseaba pasar. El club era nuevo y recién había abierto ayer. Visualicé a Emmett formarse en la inmensa cola. ¿Qué se cree?, ¿que yo voy hacer cola? ¡Já! Sí, como no.
Floté hasta donde estaba el portero, un pulpo negro con cara de asesino, mirándome de arriba abajo. Le tendí mi identificación y se puso nervioso, un efecto que causo en todos. Me abrió la piedra—que era la puerta—, y le hice un gesto a Emmett para que me siguiera.
—Abusas de tu poder. —Me reprochó con un puchero infantil.
—Era eso o quedarnos a esperar hasta mañana en la noche, idiota. —exclamé irónico.
—Vale, lo entiendo. —Levantó sus manos en señal de derrota.
Nos sentamos en la parte superior del club, donde quedaban las mesas VIP para gente importante como yo. La gente bailaba al ritmo de la música POP con sus parejas, o del mismo sexo sin ningún pudor, hacían lo que sea en la pista.
La vista era hermosa y mayor aún con las sexys camareras patrullando por todo el lugar, vestidas con tan solo unas estrellitas de mar en sus pezones.
Las relaciones sexuales entre nosotros eran iguales que la de los humanos, con la diferencia de que nosotros podíamos controlar el cambio; los adolescentes eran muy hormonales, su transformación era involuntaria, dejando ver su miembro erguido.
Por suerte eso me ocurrió.
En fin, observo detenidamente una rubia sirena que viene caminando hasta nosotros, con una falda de algas cubriéndole su sexo. ¡Qué lástima! Nos sonríe pícara y se posa enfrente de nosotros.
—¿Qué desean tomar, caballeros? —Su voz era seductora.
—Yo quiero algo fuerte para empezar. Quizás un Hertil1, preciosa —dice Emmett con su mejor sonrisa, haciéndola ruborizar.
—¿Y usted, joven? —Se dirige hacia mí.
—Si tú estás en la lista de bebidas, pues a ti es a quien quiero, nena. —La recorrí con la vista seductoramente—. Por otro lado, quiero lo mismo que mi amigo.
—Enseguida se los traigo, señores. —Se marchó apresuradamente.
Después de que se fuera la chica, Emmett se incorporó con una sonrisa divertida, dejándome solo. No me importa, de seguro estará cogiendo por algún lado. La chica llega con nuestras bebidas, abriendo la cortina que nos cubre de ojos indiscretos. Al terminar, la tomo del brazo, posándola a horcajadas de mi cola.
Ella, sin preámbulos, estampa sus labios con los míos en un beso desesperado y sin significado alguno, solo deseo y lujuria es lo que nos domina en ese instante a ambos.
Con sus ojos oscurecidos por el deseo, se muerde su labio su labio inferior. Tomo mi forma humana, la sostengo del cabello para besarla en su cuello a la vez que retiro las pequeñas estrellitas de mar, dejando sus pezones erguidos y listos para saborearlos. Su color era moreno y la textura suave como la seda. Llevo mi mano hasta su falda de algas, destrozándola de un tirón, meto mi mano entre los labios de su coño húmedo y resbaladizo.
La sujeto por la barbilla, alejando mis dedos de su sexo, con tal de que me mire fijamente.
—Mételo en tu boca y ponlo duro, preciosa —le susurré al oído y pasando la punta de mi lengua por su lóbulo.
Le ofrecí mi miembro.
Se bajó de mí, poniéndose de rodillas entre mis piernas y tomando con sus manos mi enorme miembro. Lo embutió en su boca. Húmeda y caliente eran las sensaciones que sentía con cada mamada que me daba. Mi miembro se fue poniendo duro al paso de su lengua en mi cabeza en forma de ciruela. Arañó con sus dientes un poco mi glande, aumentando mi placer; entretanto continuaba estimulándome con su mano. Mi polla se encontraba súper dura y clamando por enterrarse en su coño.
La música retumbaba y los gritos de la gente resonaban por todo el lugar. Todo ello hacía el momento más excitante. A mi edad solo pensaba en follar.
¿Quién necesita una sola mujer cuando hay tantas en el mar?
Ah sí, mi padre cree que necesito una buena mujer y sentar cabeza como primogénito. ¡Al diablo con eso! Para eso está Aro, mi hermano menor, es un poco raro, pero de seguro estaría dispuesto.
—Mmm… —Fue la sensación de su lengua recorriendo mi polla que me sacó de mis pensamientos.
La tomé bruscamente por su cabello, haciendo que mi polla toque su garganta y derramándome en su boca. Ella, por su parte, con gusto aceptó mi semen, tragándolo todo. Sin preludio, la alcé sentándola de una en mi polla; un gemido sonoro brotó de sí. Las estocadas eran rápidas y salvajes, sin parar. Una y otra vez. Cambié la posición en la que nos encontramos, dejándola en cuatro, en los asientos corredizo donde había estado sentado con Emmett hace unos minutos.
—Más…ha…más…
¿Cómo negarme a una petición tan dulce como esa, si me lo pide de esa forma tan excitante?
Saqué mi polla por completo, volviéndosela a enterrar de una sola estocada. Podía sentir su cálido interior envolviéndome con cada arremetida que le proporcionaba. Gracias a Dios la música estaba a todo volumen y nadie, a excepción de mí, podía oír sus gritos de placer.
Su coño estaba apretando mi polla, tratando de ordeñarla, era una sensación divina. Con fuerza bruta la penetré, haciéndola gemir como caballito de mar en celo.
Sosteniéndola de las caderas, ejerzo más fuerza en mis embestidas, hasta que mi cuerpo se tensó, vaciándose en su interior y haciéndola brillar de varios colores al llegar ambos al mismo tiempo al orgasmo.
Salí de su interior. Volví a tener mi cola y procedí a sentarme. Ella, con su culo empinado, seguía respirando con dificultad, hasta que poco a poco se fue incorporando. Se colocó las estrellitas de mar en sus pezones y cogió del techo unas algas que caían como decoración, situándoselas en su cintura cubriendo sus partes. Una sonrisa de satisfacción enfilaba su rostro. Con una leve movida de sus caderas, se marchó dejándome saciado.
Le di un sorbo a mi Hertil. Nada tan relajante como una buena bebida después de coger. Cerré mis ojos, imaginándome cómo sería hacerlo con humanas bellas. ¿Quién podría estar con alguien feo? Pues, en definitiva, yo no. Me da asco todo aquello que es horrible y sin valor alguno. Sí, soy superficial en ese sentido.
Edward, todos tus deseos se harán realidad…
Se me cayó la copa al escuchar un susurro. Me levanté y, haciendo a un lado la cortina negra que nos cubría, escudriñando por todos lados, tratando de hallar el dueño de esa voz. Sin embargo, no había nadie.
Fruncí el ceño. Esto no me da buena espina. Caminé con mi rostro sin expresión alguna buscando a Emmett, pero sin tener éxito.
¿Dónde diablos se habrá metido ese idiota? Siempre que lo necesito desaparece como un espectro del mar. Me pasé una mano por mi cabello, desesperado. Bajé a la pista de baile y me dispersé entre la gente.
Una chica pelirroja se me acercó sin ningún pudor, tocando la parte de mi cola donde podría ubicarse mi polla. Bueno, al fin y al cabo otra follada más no me caerá mal.
La agarré llevándola hacia el baño de damas, que no sé para qué lo ponen si nuestro organismo solo hace sus necesidades una vez al mes para limpiar nuestro cuerpo. En un cubículo la besé. Ambos quedamos en forma humana, por lo que empecé a estimularla con mis dedos, aunque no era necesario, pues se encontraba lista.
Me rodeó, con sus largas piernas color crema, mi cintura mientras la penetraba de una sola estocada. Ellas piden y yo les doy.
Si no fuera por el agua fría del Océano Pacífico, de seguro estaríamos sudando por tal acto. Su piel junto la mía y el agua agitándose entre nosotros hacía más estimulante la penetración. Un gemido leve salió de su boca. Mi lengua rodeó uno de sus pezones erectos, saboreándolo en círculos.
¡Joder, qué bien se sentía follar!
Una embestidas más y el gozo del placer nos golpeó a ambos en un abrir y cerrar de ojos. Nuestras respiraciones eran algo agitadas después de vaciarme en ella. La bajé de mí colocándola en el suelo, dándole un beso y sonriendo al marcharme, sin explicaciones algunas.
Este soy yo. Solo cojo, follo salvajemente. No hago el amor con palabras dulces ni prometo castillos en las nubes. Me gusta el sexo duro y sin complicaciones. Una noche conmigo y adiós al rato, muy rara vez tengo a la misma mujer seguida. Tanya es una chica que está siempre dispuesta, le gusta el sexo sin relaciones ni recuerdos, nos saciamos el uno del otro y luego nos olvidamos del otro. Es una aventura de una noche con solo una regla: ¡follar y adiós! Y me he mantenido libre de chicas en busca de un marido hasta la fecha.
Floté con paso seguro, ganándome algunas miradas descaradas por el género femenino y otras de odio por el masculino. ¿Qué culpa tengo de ser tan irresistible? Y si ellos no pueden tener a su chica quieta por unos minutos, es porque no son lo suficiente machos para satisfacerlas como es debido.
Eso me recuerda a Lila, la novia de mi amigo Jasón. Supuestamente le era fiel hasta que nos conocimos, y los tres años de fidelidad se fueron al caño en una noche de sexo ardiente con ella. Emmett y yo la disfrutamos. Esa fue la primera vez que tuvimos un trío y practicamos algo de BDSM.
Después de eso, Jasón nos descubrió al momento de en que habíamos acabado, yo en su apretado coño virginal y Emmett en su culo. La muy perra solo gemía más alto. Los dos nos ganamos un puñetazo en la cara y ella quedó soltera.
Yo te daré lo que tu corazón anhele…
La misma voz susurró nuevamente, ya me tenía cabreado eso de no saber quién coño me jugaba una broma de mal gusto, advirtiendo que no le aguanto a nadie ese tipo de tonterías, a excepción del infeliz de Emmett, que por más que lo golpee, él continúa haciéndolo.
La gente bailaba, bebía y follaba sin importarle su entorno. Me fui acercando a la barra olvidándome del susurro molesto. Con un gesto pedí un Coraltil Express (2) para relajarme. Me sobé la cien con mis dedos y el bartman colocó mi pedido a mi lado. Sorbí un trago largo y dejé fluir el alcohol por todo mi sistema.
—Compadrito, ¿qué tal te ha ido? —Me dio un golpe en la espalda haciéndome ahogar.
—¡Maldición, Emmett! —le grité. Mi bebida yacía derramada en mi cola mientras tosía.
—Bájale una raya a tu enojo, hermano. —Sonrió.
—No te golpeo por todos estos años de amistad, Emm. —Lo miro con el ceño fruncido—. De todos modos, ¿dónde coño estabas?
Una sonrisa arrogante se formó en sus labios.
—Estaba con dos hermanas gemelas y su amiga en el cuarto de servicio, y te juro que valió la pena follar con esas tres fieras, Ed —comentó—. No me dejaban tranquilo, no hasta que estuviera completamente complacido y luego las saciara. Ahora estoy aquí solo para ti.
—Sabes que hoy es tu última noche, ¿no? —dije mientras daba un trago a mi bebida.
Él suspiró, quedándose en silencio. Sabía que estaba perdido en sus pensamientos. Ordenó un trago y se sentó junto a mí en la barra, mirándome con decepción en sus ojos. Pobre mi amigo. Si pudiera ayudarlo, lo haría. Pero era su deber como primogénito.
—Sí, ya tengo las maletas hechas. —Ingirió un trago—. Me iré por dos años al Océano Índico a conocer a mi futura prometida de catorce años, y si congeniamos, a sus dieciséis será mi esposa. Soy el único hijo mayor, y mi hermano de un año de edad no cuenta para el deber con mi familia. Se lo prometí a mi madre en su lecho de muerte, Ed, ¿Cómo quieres que lo haga? Ni yo mismo me siento preparado para contraer matrimonio con una chiquilla mimada de papi y mami.
—Sé que es difícil, por eso no te aconsejo, ya que no sé qué proponerte, hermano. —Lo observé con seriedad—. Inténtalo un tiempo. Y si esa niña te saca de las casillas, bien que puedes follar con la servidumbre, o la muerte puede ser una opción —sugerí entre burlas—. Y si no, vuelve a casa, idiota.
—Eso haré, amigo. Pero como es mi última noche de libertad, la disfrutaré al máximo.
—Así se habla, Emm. Dale con todo.
Se levantó de la barra cogiendo de la cintura a dos rubias explotadas, llevándoselas al baño de damas. Ninguna puso objeción alguna al marcharse con un desconocido, luego desaparecieron en su interior.
Ven a verme en el acantilado…
Me estoy volviendo loco, ya estoy delirando con tanta bebida. Suspiré, levantándome de la barra para irme. Le diría primero a Emm que me hospedaría en un coral decente para dormir. Ya la cabeza me estaba doliendo. ¡Joder! Primera vez que caigo tan rápido con unas copas.
Esquivando a la gente en la pista de baile, me dirigí al baño donde se escuchaban leves gemidos provenientes de un cubículo. Todo lo hace a lo grande, sin importarle el tamaño del lugar. Emmett estaba follándose a una de las rubias, sentado en lo que sería un váter para los humanos, pero hecha de roca sólida, mientras que con la lengua le practicaba sexo oral a la otra. La última chica estaba de lado con la pierna alzada, follando los dedos de Emmett.
Tosí ganándome solo la atención de Emmett.
—¿Qué pasa?
—Ya me voy, solo te aviso. Feliz viaje, amigo. —Le sonreí—. Disfruta mientras puedas, ya que estarás en celibato.
Me reí por lo alto al cerrarle la puerta, escuchando un juramente del otro lado. A veces yo también tenía mis momentos.
Tus deseos se harán realidad…
Definitivamente necesitaba una noche de un plácido sueño para tranquilizarme. Si seguía así quedaría loco de por vida, con esas absurdas voces en mi cabeza. Ya mi mente me juega sucio, no me deja ver entre realidad y la alucinación.
Salí del club tomando mi cabeza con las manos.
Nadé lo más rápido que pude hasta llegar a un coral donde di algunas monedas y cristales para el pago de dos días. Ya en la habitación, me acosté y los truenos no me dejaban dormir. Poseidón de seguro estaba molesto al saber que me había ido otra vez sin avisar.
Ya no importaba, recibiría los sermones de todos los días sobre sus aventuras por los océanos y toda esa chorrada de palabrerías. Me removí en la cama y un golpe leve en la puerta me sacó de mi estado de ensoñación. Gruñí levantándome. ¿Quién molesta a estas horas? Abrí la puerta de un tirón, encontrándome con una anciana en harapos y vieja.
—Buenas noches, jovencito —saludó la anciana—. ¿Podría quedarme con usted hasta que amanezca? Me da temor ir más allá en la oscuridad.
No me agradaba en absoluto esta insulsa anciana, que osaba molestarme en medio de una casi resaca, que de seguro me dolería hasta la mierda mañana. Estaba cabreado y ella solo hacía que mi enojo creciera.
—Lo siento, señora, pero no es posible. —Le cerré la puerta en la cara.
Regresé a la cama. Tratando de conciliar el sueño, la puerta sonó nuevamente.
¡Joder! ¿Es que nadie me iba a dejar en paz?
Me levanté exasperado y me dirigí a abrir la puerta.
—¿Quién mierda molesta? —mascullé.
Era la anciana otra vez.
—Me has rechazado por mi apariencia, si hubiera sido una jovencita bella y hermosa me habrías acogido en tu lecho. Sin embargo, por permitirte llevar por las apariencias, tu castigo será ser un viejo decrépito, hasta que alguien te acepte por tu físico y al fin deshaga el hechizo. —Recitó unas palabras inentendibles en mi idioma y un humo negro me rodeó, envejeciéndome a tal grado que podría morir en cualquier momento.
No podía creer lo que me estaba pasando. Mi piel era arrugada y colgaba de mis brazos, mi pelo cobrizo era blanco como una estrella del cielo, mi hermoso físico había quedado en el pasado, dejando a este feo ser que se supone era yo ahora.
—N-No… ¡No! —grité. Mi vista se posó en la anciana que me miraba con burla—¿Qué me has hecho, bruja? ¡Dímelo! ¡Quítame esto!
—Cuando en verdad alguien te ame en tu nueva apariencia, el hechizo se romperá. Si te sirve de consuelo, hay otra opción. Sería que tú, el playboy que me rechazó hace un año por no parecerle suficientemente hermosa, te enamores, que te duela tanto como para no dejarla ir nunca. —Se rio—. Si te hubieras quedado conmigo nada de esto hubiera pasado. Pero la magia negra tiene sus reglas y para poderla emplear el individuo a ser embrujado tendría que hacer algo que a la bruja no le gustara y, ¡bingo! Caíste en la trampa. Aunque lo del acantilado hubiera sido mejor.
—¡Eras tú! Estabas en mi mente —la acusé.
—Necesitaba actuar inteligente para atraerte. —Se encogió de hombros—. Fue un placer desgraciar tu vida.
Sin más se marchó, se esfumó como una nube de tinta negra dejándome solo. Mi desesperación aumentó considerablemente en la habitación. Mirándome en el espejo, observando mi reflejo. En un acto de ansiedad lo despedacé con mi puño, hiriéndome en el camino.
¡No! ¡Noooooo!
Destruí la habitación y todo lo que contenía. La agonía me condujo al límite de mi furia. ¡Maldición! Destrocé la cama y la mesa de noche. La puerta la quebré en dos y empecé a nadar todo lo que me permitía mi estado decrépito. No me importaba si estaba en la soledad absoluta del mar, ya no importaba a dónde me dirigía, solo quería huir de todo y olvidar que esto había pasado.
Traté, inútilmente, de matarme incrustándome una estaca de un barco hundido. Fue en vano, la herida se cicatrizaba por sí sola, como si jamás existiera. Me ofrecí como comida a los tiburones; no obstante, todo quedaba como antes. Nada de lo que hiciera me daba la muerte.
Me trasladé a la zona más alejada del Océano Atlántico. El frío aliviaba mi pena, el silencio mi soledad y la oscuridad me libraba de la luz.
Así transcurrieron cinco años, en los que era el mago del océano. Únicamente la gente valiente se me acercaba, con tal de hacer pociones y hechizos para sus deseos. El pago: su voz o algo de valor que me sirviera. Esos pobres ilusos no sabían que estaban pactando con el mismo demonio.
Algunos que no podían llegar a realizar el curso para ser humanos, suplicaban que los convirtiera eternamente en humanos porque se enamoraron de uno. Y todos acababan iguales: muertos, despreciados, esclavizados por no tener voz. Si eran mujeres, se convertían en amantes y esclavas sexuales de los hombres. Ellos conocían el precio de su decisión al ir a la superficie.
Cuando ascendía a la superficie por algunos ingredientes para mis pociones, tendía a mezclarme entre ellos hasta el anochecer, que desaparecía lanzándome desde un acantilado. Duraba como máximo cinco días de cada mes hechizado con mí antigua apariencia, que al tocar agua se desvanecía quedándome viejo.
Al paso de los años era temido en el mudo del mar por quienes me habían conocido. El precio por mis servicios era justo. Un par de piernas por su voz. Yo era un ganador, y apreciaba que todo lo que poseía fuera de un valor incalculable.
Este era yo: el mago del mar, fue hechizado por una bruja resentida y solo se deshará el embrujo por alguien de corazón puro que me ame por quien soy. ¡Já! Como si hubiera alguien dispuesta a besar estas horribles arrugas. La cólera se apoderó de mí y acabé destrozando algunos frascos.
Hechizo de amor.
Esa era mi maldición, estaba escrito en los libros de magia y todo era tal cual me lo había dicho la bruja hace tantos años. Suspiré con melancolía. ¿Habrá alguien capaz de amarme? Eso será muy difícil. Ya lo intenté una vez, y fracasé sintiéndome humillado.
Ya acepté mi vida como es. Ahora, me dedico a destruir las almas de los ingenuos, que piensan que estar en el mundo humano, es un cuento de hadas.
Continuará…
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N/A:
1Hertil: algo parecido al agua ardiente.
2Coraltil Express: agua de algas con alcohol dulce, pero fuerte al beber.
