Pinceladas de Rojo Bermellón y Omisión

Espero disfruten este one shot. Total, agradecimiento a Karitnis san, ANABELITA, Ari Susano, Luluxxy; por siempre apoyarme. Por cierto, ANABELITA, gracias por tu buena vibra y sí hace cerca de quince días hubo un sismo bastante grande acá, desdichadamente, el saldo fueron tres pérdidas humanas por el susto, pero gracias a Dios no pasó a más.

Nota aclaratoria: Se supone que el relato está hablado en japonés y unas ciertas frases en inglés. También, en este relato, Temari llevará apellido anglosajón, ya que, al ser un UA, ella es norteamericana.

Minerva: Diosa Romana del arte y la sabiduría.


Estaba en la Gran Manzana, visitando a mi mejor amiga, la cual me suplicó que me quedara relevando a su novio, para que este se escapase con ella para ir a "cenar".

—Pero, ¿Qué voy hacer acá?, ¿Qué tal que lleguen a comprar un cuadro o en busca de información?

—No me vengas con excusas. Te quedarás en el estudio un par de horas, además, los encargos de las obras al ser tan exclusivas se hacen por internet.

—Pero…

—¡Sin peros!, aquí tienes las llaves, Te debo una… ¡Bye!

Y así mi atolondrada amiga salió como ráfaga de su apartamento.

Tiempo después y sin más que hacer, me abrigué completamente hasta quedar lo más parecido a un muñeco de nieve, puse cerrojo al apartamento y me aventuré a atravesar la muy transitada Quinta Avenida. Llegué al lujoso edificio donde se encontraba la sala de exhibición, entré, encendí la calefacción y permanecí en el centro del salón contemplando todo alrededor, notando que en cada pared exhibe una gran gama de pinturas al óleo, los miré con dedicación mientras seguía sin entender cómo las personas pagaban escandalosas cantidades de dinero por un montón de garabatos.

Caminé con rumbo al estudio donde el novio de Ino desarrollaba su arte —Al menos no me quedaba duda que el hombre estaba completamente enamorado de ella, tenía distintos portarretratos con fotografías de los dos, un busto con su rostro y varias pinturas con su imagen—. Saqué mi cajetilla de cigarrillos junto con la lumbre que me regaló mi difunto sensei, pero mis intenciones de inhalar un poco de nicotina murieron cuando topé de frente con el nada discreto rótulo de "Prohibido Fumar".

—Maldije mentalmente mi mala suerte girando mi cabeza mirando alrededor―. La estancia daba un aire de quietud, invitaba a la paz, —supongo que es el efecto de todo lo referente a las bellas artes— era perfecta para echarse una siesta en el cómodo diván situado a un costado y en medio de dos caballetes. Sin miramiento alguno me recosté sobre él, era acolchonado y reconfortante, comencé a relajarme y a parpadear lentamente, de mi garganta salió un enorme bostezo… ¡Morfeo ahí te voy!

El cansancio del largo vuelo hasta el continente americano me estaba pasando la factura y continuaría durmiendo de no ser por el casi imperceptible eco del golpeteo de unos nudillos que llegaban como aves rapaces repiqueteando a interrumpir mi sueño.

—¡Hello! —oí a lo lejos.

—¿May I come in? —volví a escuchar.

—¡Hey! —¿Por qué la voz se escucha cada vez más cerca?, me pregunté a mi mismo mientras dormitaba.

—¡Damn it!, you're really lazy man. ¡Wake up mother fuc…!

Me desperté de sopetón, cuando logré sincronizar mi raciocinio con mi campo visual, me encontré con un par de interminables piernas y unas manos me zarandeaban de un lado al otro.

—¡Mendōkusai! —dije.

—¿Did you say troublesome?

—Yes, I did. —respondí en inglés—¿Do you speak Japanese? —la mujer asintió y en ese instante noté que tenía una verdadera obra de arte viviente ante mis ojos.

—¡Casi me matas del susto, mujer! — Le reclamé en mi idioma.

—¡Casi me matas del susto tú a mí, creí que estabas muerto!

Porque llevaba cerca de diez minutos tocando el timbre, giré el pomo y percibí que la galería estaba abierta así que decidí entrar antes de morir como una paleta de helado en media calle.

—¡Pudiste esperar en la sala hasta ser atendida!

—¿Y lo hice?, miré un buen rato las pinturas, llamé y llamé una y otra vez, entonces caminé hasta al final del salón, abrí la puerta creyendo que era el baño público, sin embargo me di cuenta del error―más bien era el cuarto de estudio―, te vi tirado como marioneta sobre el diván sin mover un músculo, volví a llamar y no contestabas, me preocupé, me acerqué para tomar tus signos vitales, pero cuando me prestaba hacerlo un estruendoso ronquido salió de tu boca.

Ahora era mi turno de tener carmín en las mejillas, —¡mentirosa!, yo no ronco.

—¿No?, pareces camión recolector de basura.

Ya no solo tenía mis mejillas estaban acaloradas, toda mi cara estaba completamente flameada. —¡Vienes solo a criticarme o se te ofrece algo más?, ¿comprar un cuadro quizás?

—¡Ni uno ni lo otro!, vengo por…

—¿Por la vacante de recepcionista?, es en local de al lado.

—Mira vago… ¿Crees que alguien en sus cabales venga vestida así a una entrevista de trabajo?

No le vi nada extraño. Traía puestas unas botas de invierno, vaqueros, suéter rojo, bufanda, guantes de lana y en sus pómulos se acentuaban rosas, producto de las bajas temperaturas. —Únicamente levanté mis hombros en respuesta. — Si no es empleo lo que buscas, ¿Qué te trae por acá?

—¡Vaya manera de atender a futuros compradores!, unas cuantas lecciones de atención al cliente no te caerían nada mal.

―No me vengas con cháchara de buenos modales, mujer. ¡Al grano!, ¿Qué deseas?

La vi arrugar su entrecejo y resoplar como toro de lidia. ― «¡Recuerda que es por una buena causa!» ―mascullaba reiteradamente como un mantra. ― ¿Podrías indicarme dónde está el vestidor?

―No lo sé. No soy de acá. El local no es mío.

― ¿Así que eres tú?

― ¿Quién soy?

― ¿No te hagas el inocente? Mira, ya que ambos repelemos uno del otro, hagamos esto con prontitud y asunto arreglado, ¿Te parece?

― ¿No entiendo a qué te refieres? ―repliqué con otra interrogante mientras jugueteaba con unos pinceles.

―Te imaginaba distinto, Deidara.

― ¡Ya entiendo!, Mujer, estás conf…. ―no me permitió terminar la frase.

―Me cae que últimamente los idiotas se multiplican como los gremlins. ― ¿Al menos debe haber un baño?

―Está en el ala este, pero si quieres puedes usar el privado. ―El del fondo a la derecha. ―respondí.

― ¡Típico!, refunfuñó caminando al tocador.

―Que chica más extraña. Debe ser alguna de esas hippies que abundan en esta ciudad. me senté en el alto banco cerca del caballete y seguí jugando con los pinceles solo que ahora simulaba con ellos y mis muslos, golpetear una batería.

―En un momento estaré lista anunció la rubia.

—¿Lista para qué? ―me pregunté a mí mismo.

El eco del cierre de una puerta me sacó de mi abducción. Llevé mi mirada hasta donde se produjo el sonido, para quedarme atónito y sintiendo mi saliva espesa, difícil de tragar como brasas encendidas. ― ¿Qué es ella?, ¿Una bruja?, ¿Un súcubo? o ¿Afrodita reencarnada? ―No había explicación coherente para lo que mis ojos presenciaban.

La rubia ojiverde, entró al estudio, envuelta en un bata color fucsia y por como resaltan sus pezones deduje que no llevaba sostén.

―Estoy preparada, ¿Dónde me coloco?

Me paralicé, como si Medusa me hubiera petrificado. ― ¿Qué clase de jugarreta es esta? ― ¿Por qué contratarían una stripper fingiendo ser modelo? ― «Esto no es nada más y nada menos que invención de la maquiavélica mente de Sai» ―pensé―, ¿Cómo es que él sabe que me fascinan los juegos de roles en la alcoba? Era uno de mis placeres culposos y uno de mis más recónditos secretos. ― ¿Estás desnuda? ―susurré comenzando a sentir un malestar en la entrepierna.

― ¿No me digas?, Si no me lo dices no me percato. ―replicó― «Continué sin responder»

―Es de conocimiento popular, que los artistas sean excéntricos, pero tú te llevas los laureles. ―y con ello tomó cada tira de la bata anudada sobre su vientre, para soltarlas. Quedando completamente desnuda. Desnuda e inmaculada ante un hombre de veintitantos, con su lívido en apogeo. Y sin con ropa me pareció una escultura viviente, al natural, la palabra perfección se le quedaba corta. ―. Caminó como cualquier cosa hasta subir a un pequeño podio en medio del salón. —¿Cuál pose quieres que tome?

la unión de loto sería genial ―fue lo único que rondó por mi cabeza en ese preciso instante. ― ¿Hace calor aquí?, ¿verdad? ―mencioné.

―Estamos en diciembre, por lo general la temperatura suele estar casi bajo cero durante esta época, puede que subieras mucho la calefacción. Al menos yo la siento normal.

Como puede estar tan tranquila, sin nada encima. En presencia de un hombre al que confunde con otro, ¿Será prepago? Si lo es, son de las que cobran un ojo de la cara.

—¡Oye, Deidara! no es como que vivamos en la prehistoria para andar sin ropa en la intemperie, y si a eso le añadimos la cara de idiota que estás haciendo todavía es más incómodo. Si bien el clima es cálido, pronto tendré frío, así que debemos apresurarnos. ―dijo como si estuviera leyendo mis pensamientos.

¡Oh no! en definitiva no es dama de compañía, ni nada por el estilo. En serio viene a que la pinten. ¡Mendōkusai!, si le digo la verdad, me veré privado de sus encantos, si no lo hago y se entera de su error me veré en aprietos, incluso legales.

―Mira geniecito, ¿Vas a pintarme o no? —No tengo todo el tiempo, para estar desnuda con un hombre que me contemplan como si fuese un bicho raro.

No eres un bicho raro, ni de cerca estás de serlo. No menosprecies tu belleza. ―noté que se chilló con mi comentario.

― ¿Crees que caeré en tus halagos baratos?, ¡Conozco tu fama de Don Juan! —Te comento que tengo dos hermanos bastante pica flores, así que sé bastante del tema. Estás perdiendo el tiempo. Soy inmune a tu artillería.

¡Diantres! —Ella es una mezcla entre sensualidad e inteligencia. Una combinación letal para la salud sexual y mental de cualquier ser viviente, sin importar su género. Me pudriré en el averno, aunque prefiero eso a privarme de la presencia de tal deidad. ― Imitar a Sai no será difícil, lo he visto pintar infinidad de veces, con suerte y ella ni se percate, lo malo es que soy pésimo en las artes plásticas, hasta un muñequito de palo me queda abstracto. Si me pide que le muestre el acabado… «entonces el acabado seré yo»

Mi aclamada inteligencia se fue a la mierda, le di pase libre al cavernícola que todo humano lleva intrínseco en su código genético. Estaba dominado por un instinto de cacería. De supervivencia. Mi cerebro se desconectó, hizo corto circuito, se frió como huevo. Tener ante mí esa obra de arte en tercera dimensión sacó mi lado más oscuro, ese que llevaba tan enclaustrado y tan necesitado de salir a la luz. ―Acallé a mi conciencia. ¡Demonios! con lo que estoy por hacer haré que el mismísimo Dante resucite entre los muertos sólo para reescribir la divina comedia y crear una décima esfera en el infierno para que yo arda en ella por la eternidad. ― ¡Muy bien!, ponte cómoda, que el artista necesita inspirarse.

¡CONTINUARÁ!