VíNCULO.

Este Fanfic esta completamente dedicado a Yandi.

(AU) Blancanieves y el Principe utilizan magia para salir del bosque encantado y poder criar a su hija lejos de la reina, sin embargo el hechizo los desaparece dejando a la pequeña Emma a los pies de Regina. Magia, sufrimiento e inmortalidad llegaran a la vida de estas dos mujeres en la lucha por el reino (Eventualmente SwanQueen) (Eventualmente Rated M pero eso tomará tiempo, MUCHO)

CAPÍTULO 1: UN NIÑO OLVIDADO EN EL BOSQUE.


La costurera real se mantenía estática y en silencio mientras la Reina expresaba en un tono fuerte y claro sus deseos.

-Debo poder montar a caballo, requiero que en su totalidad sea negro y ajustado, nada corriente... lo necesito esta noche. -Por un instante y con un esbozo de sonrisa, disfrutó la angustia en los ojos de la mujer -¿Algo que decir?

-No, su majestad, estará listo.

-Perfecto, ahora retírate- solicitó apenas prestando atención y con elegancia se sentó al pequeño comedor de roble que contenía intacto su desayuno. -Nadie sabe hacer nada en este lugar. - Suspiró y con un movimiento de muñeca hizo desaparecer la comida solo dejando a su disposición una copa con sidra.

Los rumores sobre Blancanieves eran cada vez más inciertos y crípticos, en su mayoría falsos y había sido casi un accidente que llegara a ella la noticia de que la siguiente reunión de su enemiga sería antes del alba, una tremenda sorpresa puesto que había pasado casi un año desde la última vez que había causado algún revuelo en su reino; incluso aunque no lo admitiera, la búsqueda había cesado, nadie parecía saber de ella y todo intento culminaba en un callejón sin salida que sólo conseguía irritarla.- Las personas no desaparecen solo porque sí.- se dijo.- Al menos no antes de encontrarse conmigo.- Bebió de la copa con premura y la mantuvo llena mientras se movía por la habitación... -No puedo permitir que sigas viva, libre de consecuencias.

Recordaba con claridad la última vez que la había visto en el reflejo de su espejo luchando contra medusa... Esa princesa había sido una ingenua al creer que no le estaba siguiendo a cada paso y su intento de destruirla haciendo uso de la mítica criatura le había parecido un tierno acto de desesperación, fue casi de inmediato que no se había vuelto a saber de ella.

Había visitado el lugar, realmente fue una lástima encontrar a tal monstruo petrificado pero mejor que eliminaran a la criatura a que la usaran como arma en su contra y no había rastro de ella ni del príncipe; toda la guardia había peinado el área hasta dejar claro que no estaban ni entre los árboles ni bajo las piedras e incluso por unos meses la reina había tenido incertidumbre y la recurrente sensación de que en cualquier momento podría aparecer un tumulto de rebeldes dispuestos a destronarla liderados por la princesa; ningún ejercito podía con ella sin embargo el pensar en tener que lidiar con una nueva ruptura en la tranquilidad le parecía obsceno.

Había que reconocer que desde la desaparición del par de inútiles el reino prosperaba de forma inminente, había dejado de interesarle el no tener el amor y respeto que le tenían a la "bella e inocente" heredera al trono, y se había cobijado con el temor y sentimiento de abandono que la desaparición de esta había dejado en los habitantes del bosque encantado, todos eran dóciles y obedientes, todos estaban dispuestos a cooperar y no había nadie, ni por un segundo que se atreviera siquiera a alzar la vista en forma inapropiada, era un gran regalo el que le había dejado la princesa con su desaparición, aun así debía admitir, al menos ante sí misma, que el comportamiento de su enemiga le parecía desconcertante, tanto su inesperado desvanecimiento como el hecho de que una reunión tan inminente no podía ser improvisada.

La guardia real estaba lista y la estrategia había sido revisada... les llegarían por todos los flancos de forma silenciosa e inesperada, los atraparían y finalmente Blancanieves no sería más un problema para ella.

Continuaba bebiendo sidra y admirando el reino desde el balcón cuando el boceto del traje llegó a sus manos y a pesar de que se sintió conforme hizo un par de arreglos con su pluma antes de autorizarlo. Había pasado un tiempo desde que algo interesante sucedía en el reino y la emoción se acumulaba bajo sus dedos causando un cosquilleo mágico, su sonrisa expectante le llenaba el rostro y la impaciencia se apoderaba de ella pues sabía con certeza que su enemiga no lo vería venir.

La noche cayó y tras ella llegó el alba, Blancanieves y el príncipe encantador se dirigían entre la espesura del bosque al punto de encuentro, la parte más baja en el norte; los enanos tenían listo el lugar tal como el hada azul había indicado; el polvo de hada y el polvo de duende que tantos meses habían buscado hacía brillar más que la misma luna el suelo del claro. El grupo, preparado para la travesía se reunía en círculo donde del aire se empezó a tornar dulce y floral, estaban listos para la llegada de la familia real; No había sido fácil para ellos vivir bajo tierra como refugiados de los hombres lobo con quienes la princesa mantenía relación, sin embargo desde el momento en que habían sido conscientes del embarazo, supo que la protección de su hija no nacida era más importante que cualquier reino o venganza y fue bajo esa premisa que los compañeros incondicionales al igual que las hadas se habían reunido y surgido con un plan para llegar a un nuevo mundo, uno lejos de los enemigos y en el que podrían tener un nuevo final feliz. Años atrás eso le hubiera parecido sumamente cobarde e injusto sin embargo, el poder y ambición de la reina no les permitiría criar a su hija a salvo, necesitaban desaparecer para que ella estuviera bien.

Su futuro ahora estaba en manos de un hechizo nórdico tan antiguo que todos los ingredientes eran increíblemente excepcionales sin mencionar los que no existían más y dada la falta de conocimiento de magia nereidita debieron incursionar a la oscuridad por información, nada era garantía pero fue evidente que estaba sucediendo cuando a su llegada el viento se volvió más cálido y denso, como si les acariciara la piel.

Blancanieves llevaba en brazos al pequeño bulto en una manta de lana, su pequeña hija apenas tenía dos meses de vida y esta era la primera vez que le permitían presenciar la luz que se adivinaba con el amanecer, su piel se mostraba un poco amarillenta debido al encierro y ante el viento y los colores se mantenía en silencio con sus grandes ojos oliváceos bien abiertos.

Todos estaban a la expectativa cuando acorde con lo previsto se situaron en el centro del círculo, la bebé permanecía callada, tal vez demasiado temerosa para hacer ruido alguno y mientras el polvillo del suelo se encendía como fuego, las voces de cada integrante del círculo empezaron con un canto suave mientras los ojos de Blancanieves y el príncipe se unían en una mirada cristalina de esperanza.

La princesa sintió como su cuerpo se empezaba a desvanecer, mientras el canto se elevaba y el polvo ahora de un tono carmesí se unía a su esencia, era tan fuerte la energía que casi no pudieron escuchar el duro galopar de los caballos de la guardia real.

-Se acabó el juego -Gritó la reina con el brillo del hechizo reflejándose en sus ojos negros.

Blancanieves alzó la mirada con angustia y un temor diferente la llenó al darse cuenta de que su pequeña se le resbalaba entre los brazos.

Lo siguiente sucedió tan rápido que la secuencia quedó borrosa hasta para la reina misma: La luz en el centro del círculo se hizo tan intensa que por un momento nadie pudo ver... Y en seguida: oscuridad, una oscuridad tan profunda que los acompañantes del círculo empezaron a gritar y correr en todas direcciones, el aire se volvió helado y la guardia real empezó a cabalgar sin orden siguiendo el sonido en los pasos y alaridos de los cómplices de la princesa.

La reina se mantuvo paralizada, preguntándose qué acababa de suceder en ese bosque y si alguno de sus guardias atraparía a su enemiga, odiaba la incertidumbre, la oscuridad iba en aumento, como si el amanecer se hubiera convertido en un crepúsculo y con una mano en las riendas y la otra al aire, formó una exacta y precisa bola de fuego que flotaba con suavidad sobre sus dedos, trataba de iluminar su entorno de forma casi fallida, de no ser por que su corcel podía sentir su tranquilidad las cosas serían muy diferentes. Cuando Bajó, ni un ápice de polvo mágico quedaba sobre el suelo y a lo lejos el dulce sonido de su guardia atrapando a los traidores le proporcionó un vago sentimiento de calma.

Caminó a través del claro iluminando con su magia, sintiendo el frío suave que el invierno había dejado con su paso y buscando cualquier pista que la guiara a su enemiga.

-Sal, Blancanieves, así tal vez no sea tan dura contigo. -Expresó y cualquiera que la escuchara podría haberse dado cuenta de que sonreía.

Dio un par de pasos más antes de que la punta de sus botas topara con algo suave, tal vez demasiado suave para el bosque, o cualquier cosa que hubiera sentido antes... El golpe fue inmediatamente seguido por un llanto fuerte y desesperado, un grito de angustia y de dolor que al instante le dejó la piel erizada y le cortó la respiración...

Dirigió la bola de fuego al suelo, sólo para darse cuenta que a sus pies yacía una persona, un bebé que sufría, aterrado por el fuego y la oscuridad, un bebé abandonado por uno de los traidores.

-Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? -La reina se hincó en una pierna y atenta miró al pequeño que gritaba con la fuerza de sus pulmones, los ojos bien cerrados humedeciendo sus mejillas y mostrando sus encías en gritos que se volvían más desesperados a cada instante. -¡Calla! -exclamó sólo logrando que el tono se llenara más de angustia. -¿Lo siento? -se disculpó a modo de pregunta...

Sentía el martilleo en los oídos, se levantó y caminando en dirección contraria al bebé se subió al caballo empezando a galopar con suavidad, aún imposibilitada para ver más allá de un brazo de distancia sólo algo le indicaba que se alejaba de esa zona: el eco del llanto desesperado de un bebé que no contaba con nadie más... Ni siquiera un alma que se apiadara de su fragilidad "¿Qué te pasa, Regina? No harás ningún tipo de caridad salvando al hijo de algún traidor" -se dijo a si misma mientras el llanto se convertía en lo único que sus oídos percibían, un sonido constante y angustioso. -Puedes darlo a los cocineros, que le alimenten y eduquen para ser del servicio. -Se dijo a si misma mientras el caballo respondía a sus indicaciones corpóreas, increíblemente la reina se dirigía nuevamente al lugar del que provenía el llanto... "¿Qué estás haciendo?" -No dejaba de preguntarse mientras con una mano recogía al bebé haciendo uso de la cobija que le cubría como si se tratara de un costal de papas, no recordaba jamás haber estado cerca de un humano tan pequeño, se fijó en esa cara pálida, la cabeza sin pelo y las cejas doradas que se confundían con su piel contorsionada por la angustia. -Que feo... –pensó montando nuevamente al caballo, esta vez con el pequeño paquete bajo el brazo y tal vez de forma instintiva lo guió contra su pecho mientras el vaivén de la cabalgata indicaba movimiento y tres respiraciones sucedieron antes de que el llanto cesara, quedando en silencio, con los ojos bien abiertos mirando el rostro impasible de su salvadora, la reina no se percató de lo lejos que estaba de su palacio hasta que tuvo que volver con una criatura en brazos y mientras pasaban las horas finalmente el alba volvió a plantarse sobre el horizonte, permitiéndole ir más rápido y ubicarse con claridad, atravesando caminos cerrados, lagos y puentes durante horas hasta que pudo vislumbrar su hogar.

-Atrapamos a veinte traidores, su majestad, no encontramos rastro de Blancanieves ni el príncipe... Sin embargo hemos ubicado a los prisioneros en los calabozos, listos para que disponga de ellos. – Graham, el jefe de la guardia real lucía tenso.

-¿Por qué no me sorprende su inutilidad? -La voz de la reina era dura y sin titubear se bajó del caballo. -¿Y qué pretendes, qué me siente con ellos a tomar el té? Haz que empiecen a interrogarlos, sin comida ni agua, en dos noches iré con ellos, espero que estén lo suficientemente quebrados... envía un grupo al lugar, con la luz del día todo debe ser más sencillo... Y toma, haz que los sirvientes se encarguen de esto. - indicó pasando el bebé sin mirarlo y con la misma brusquedad que su tono de voz reflejaba.- Que le den de comer, o lo que hagan con los que son de este tamaño. Que no se muera. -El llanto resurgió en cuanto los brazos de la reina le dejaron y esta vez sin mirar atrás entró al palacio.

El hombre, pasmado ante la indicación y sin ser capaz de expresar duda, caminó por los pasillos hasta la primera mujer que pudo encontrar: La encargada de los sirvientes, una mujer impaciente, poco tolerante y comunicativa, de pelo castaño y expresión de perpetuo fastidio, nada sucedía en el palacio sin que Drizella o su hermana lo supieran.

-¿Un bebé? -quiso preguntar pero en cuanto Graham hizo entrega, tal como la reina lo había hecho, dio marcha atrás con desinterés.

-Es encargo personal de su Majestad, ¡Mantén viva a la criatura! - gritó a lo lejos mientras la mujer ponía un leve gesto de asco al sentir el aroma que emanaba.

-Bien...- Nadie en el palacio tenía la experiencia necesaria y de forma torpe acabó con su hermana, la primera al mando en la cocina, ambas miraban sin entender los mecanismos de función de un humano pequeñito.

-Pondré agua a calentar. - Anastasia habló primero, ambas hermanas compartían en mismo gesto, complexión y estatura, con la diferencia única del color de cabello, que era de un rojo intenso. - hay que lavar ese olor, Driz... Trae unas sábanas, las cortaremos y haremos pañales, voy a ordenar leche de cabra, no creo que mi receta de pato a la cacerola se agradable para esa boca sin dientes.- Dijo con seguridad dando órdenes a los sirvientes.

Anastasia la desenvolvió de la cobija de lana que le cubría y observando con cuidado notó una costura de color púrpura en una de las esquinas... "Emma". - se leía. -¡Con que eres una niña! - Exclamó. - Bueno al menos tenemos eso en común. - Le dijo mientras le quitaba su diminuto camisón y le desenvolvía el pañal de tela.

-Repugnanterepugnanterepugnante. - repetía como mantra durante el proceso y la sumergía hasta el cuello en una gran olla con agua tibia. -Podría cocinarte en este momento pequeña Emma, y te comería. -El llanto de la niña apareció segundos después y esta vez se adivinaba temor en sus gritos; esa pequeña necesitaba a su madre, la estaba extrañando ante los torpes movimientos que no hacían más que poner su vida en peligro.

-¿Qué haces Ana? Lo vas a ahogar. -Drizella volvía con sábanas y tijeras en las manos. -Es un encargo de la reina mantenerlo vivo.

-Mantenerla viva, Driz, es una niña, se llama Emma, no la mataré, ¿ves? Su nariz está afuera del agua.

De todas las cosas que habían pasado desde que su Majestad había tomado el reino, esta era la más inexplicable y la que más dio de que hablar entre los sirvientes. Todos se preguntaban qué había sucedido con la reina para que volviera de batalla con un bebé y no precisamente una niña silenciosa y dócil, sino una pequeña salvaje y gritona que con sus manos diminutas no hacía más que rasguñar rostros y negarse a comer por horas.

-Este es un castigo, Ana, la reina me odia, por eso me dio a este demonio a cuidar. -Drizella debía gritar por todo el palacio para que sus instrucciones se escucharan por encima del llanto.

-No seas tonta, eres demasiado irrelevante como para que alguien te odie directamente. -Anastasia agradecía que fuera responsabilidad de su hermana pues su tolerancia estaba muy por debajo de lo que jamás se hubiera imaginado. -Espero no tener hijos jamás... -Dijo caminando a la par de su hermana y la pequeña bestia.

-¿Qué ese ruido? -La reina gritó desde la estancia buscando el origen como si se tratara de una cacería furtiva, ambas manos decoradas con fuego, dispuestas a atacar le acompañaban a cada paso mientras las encontraba como ave asechando a plena luz del día.

-Su majestad. -Anastasia y Drizella dijeron al unísono mientras se hincaban con temor.

-Respondan. -Ordenó.

-Es Emma, su majestad, hemos hecho de todo para que guarde silencio, la alimentamos y le hicimos pañales pero está muy molesta.

-¿Emma? -La duda en su voz era tan honesta y sorprendida que casi hace que ambas mujeres alzaran la vista.

-El bebé que envió con el caballero, jefe de la guardia real. -La voz de Drizella se perdía entre los gritos cada vez más roncos de la niña.

-Esto es ridículo, completamente ridículo. Una persona de ese tamaño no puede ser ingobernable. -Le arrancó a la niña, deteniéndola por debajo de sus brazos y la miró fijamente mientras su llanto se convertía en balbuceos llenos de lamento. -¿Ustedes la nombraron? -Inquirió.

-No, su majestad, el nombre venia bordado en su manta.

-Bien, pueden retirarse, la niña me va a acompañar a los calabozos, algún traidor debe responder por ella... Tal vez su madre está ahí abajo así sabremos cuánto dura su lealtad.

La reina les dio la espalda acomodando a la niña contra su cuerpo como hacía un par de días y nuevamente, tan pronto como se puso en movimiento el ruido se transformó en respiraciones pesadas y sollozantes hasta un silencio completo.

-Estoy rodeada de inútiles, no es posible que no pudieran hacerte callar en dos días, niña. -Le dijo pero esta ya se encontraba totalmente dormida. No había tenido oportunidad de verle a la luz del día y de inmediato notó que esa cabeza que había pensado calva estaba llena de diminutos rizos de oro pegados a su sudada cabellera, las pestañas húmedas y su piel pálida le cautivaron de una forma desconocida para ella. -Que horrible bebé. -Dijo en voz alta como si sus pensamientos pudieran ser escuchados por la servidumbre y al llegar a los calabozos la apretó contra su cuerpo, cubriéndola bajo su capa mientras de uno en uno en esa penumbra fue preguntando por el paradero de la princesa traidora.

Todos impasibles y en silencio sepulcral se trataban de mirar a través de los barrotes en casi completa oscuridad, como si pudieran llegar a algún acuerdo unánime sin hablar.

No fue hasta que una voz grave y ronca, proveniente del fondo se hizo escuchar.

-Nunca vencerá el mal, Regina, puede que nos quedáramos atrapados contigo, pero Blancanieves, el Príncipe y su hija Emma volverán y te quitarán el trono, no hay forma de que nos abandonen, son personas de honor. -La voz Gruñón sonaba solemne y una sonrisa se le dibujó a la reina al sentir el cuerpecito de la niña, su silencio y la oscuridad aun no la había delatado ante los traidores.

-Traigan de comer a los prisioneros. -Ordenó la reina al instante. -Estaré esperando a Blancanieves, eso es seguro. – Esta vez se dirigió a los traidores y salió de ultratumba, escondiéndola como si se tratara de algo precioso y sin permitirse echarle un segundo vistazo hasta que estuvo lo suficientemente lejos de cualquier otro individuo…. -Así que eres la hija Blancanieves. -Miro el pequeño cuerpo ajeno a todo bien y mal en el mundo. -Pues ahora eres mía. – Dijo casi riendo sin quitarle la vista de encima. Esto era demasiado bueno para ser cierto.