Nunca podré entender que fue lo que hice para poder estar con esta hermosa mujer que me salvó de las garras de ese maldito bastardo, durante años, ese infeliz destrozó la poca vitalidad que me quedaba desde que mis padres me habían obligado a casarme con él, como mujer estuve condenada desde mi nacimiento a no tener siquiera dignidad de decidir o hablar por mí misma, siempre tuve que cerrar la boca y tragarme toda opinión que tuviese en la mente, el peor castigo que tuve que soportar fue casarme con el sabiendo que su hermana menor estaba locamente enamorada de mí y el sentimiento era reciproco, lo peor de todo es que el maldito arregló un matrimonio doble, para poder separarnos irremediablemente, no pudimos hacer nada, ella se casó con un hombre de alta alcurnia llamado Neil y yo me tuve que tragar mis lágrimas y aceptar el contrato matrimonial que me ataba de pies y manos a él, Leopold White un anciano decrepito que me duplicaba la edad y el sentido del asco cada vez que me denigraba y mancillaba mi cuerpo sin siquiera pedirme permiso o preguntarme que pensaba de ello, al primer año de casados me enteré que mi amada Emma había tenido una pequeña bebita y que ya tenía ocho meces de edad, mi marido al enterarse que su mejor amigo y rival de toda la vida había logrado procrear una heredera quiso hacer lo mismo, pero quizás fue su peor error, mi odio y repugnancia crecieron en un porcentaje de un doscientos por ciento más hacia el en esos días de mancille a mi cuerpo, sin siquiera pensar en mi bienestar físico o psicológico, de ese acto tan repulsivo nación una niña que era el calco de su madre, gracias a dios, ya que si se pareciese a su padre nunca hubiese podido volcarme como lo hice en la crianza de esa hermosa criatura de cabellos tan negros como los míos, ojos castaños llenos de sueños y añoranzas, piel tan pálida como el marfil y delicada como las alas de una mariposa, la cual siempre se marcaba al instante con las incontables palizas que sufría de parte de su padre, era una princesita en toda regla, delicada, amable, frágil, una muñequita de porcelana que día a día se iba fragmentando con la falta de afecto de uno de sus progenitores, nueve años después mi marido quería tener un heredero varón, alguien que pudiese manejar los negocios familiares sin tener los prejuicios de ser mujer, Henry nació pequeño y desnutrido, tenía la piel traslucida, tanto que parecía enfermizo y tan fino que si lo tocaba se podría agrietar como el papel arroz, su cabello indomable era de color castaño oscuro al igual que sus ojos curiosos y llenos de incógnitas que resolver sobre el mundo, por desgracia, desde el día que arribó al mundo, presentó dificultades respiratorias, lo que significaba que tendría asma el resto de su vida, tendría que cargar con un inhalador y el odio y vergüenza de su padre, los sentimientos negativos hacia él crecían cada vez que se atrevía a levantarle una mano a mi pequeña Mary Margaret o humillaba a mi principito despreciándolo solo por tener colgado al cuello el preciado inhalador que su hermana mayor le había regalado en su primer ataque

-no eres más que un débil parásito-le gritaba todos los días al ver que no acababa su desayuno tan rápido como quería-nunca llegaras a ser nada, ojala nunca hubieses nacido, no eres sino la vergüenza de esta familia, igual que la puta de tu madre y la bastarda de tu hermana-mis dientes rechinaban contra mis labios cerrado mientras me dedicaba a consolar a mi niño y a proteger a mi muchachita de las agresiones de ese monstro-¿Por qué dios me maldijo de esta manera?-decía para luego azotar la puerta del comedor tras irse a su despacho despotricando contras su "maldita suerte de tener tal vergüenza como familia"

-no se preocupen niños, pronto no nos volverá a ver-Mary lloraba en mi pecho y Henry veía con odio hacia la puerta por donde había salido su padre, esa misma noche, comenzaba la operación para librarnos de ese maldito demonio, comencé a escribirle a Emma a escondidas de mi esposo y el mensajero se las hacía llegar en contrabando con la leche que cada mañana recibía, con esas cartas volví a sentirme viva de nuevo, y me dieron noticias nuevas que Leopold jamás me daba del exterior, como por ejemplo el saber que Neil había muerto de un infarto por problemas en los ventrículos hacía ya cinco años y que ella esperaba el momento para buscarme y a mis hijos y formar la familia que siempre quisimos, el amor de mi amada no había menguado ni un solo día que estuvimos separadas, se había fortalecido, le hablaba a su hija de su futura otra madre y sus hermanos menores Mary Margaret y Henry, Ruby se llamaba, como mi joya favorita, tenía un año más que mi pequeña MM y adoraba a sus futuros hermanos por las fotos que le enviaba a petición de la jovencita quien también me escribía, tenía el mismo talento de las letras que su progenitora, me comentó que le había enseñado todas mis actividades favoritas como la arquería y la equitación y que las practicaba con devoción diariamente, le gustaba cocinar al igual que a mí y odiaba a los hombre por sobre todas las cosas, me di cuenta que su madre la había convertido en una copia en juventud de mí, para rendir honor a algo que ella consideraba un regalo para mí cuando por fin nos uniéramos, una hija que se me pareciera en alma, su cabello era castaño oscuro al igual que Neil, lo tenía largo hasta la cintura y se había hecho gruesas mechas de color rojo vivo que le hacía parecer una rebelde, tenía el mismo tono de piel blanca y lechosa que su madre y ojos color plata, vivaces, llenos de energía y determinación que pronto, con mi ayuda estarían llenos de una mirada de picardía y perspicacia que tanto caracterizaba a los adolescentes de su edad.

Esa noche comenzaríamos con nuestra nueva vida, mis hijos estaban preparándose para dormir, en ese momento me encontraba en el tocador de nuestro cuarto cepillándome el cabello para luego trenzarlo y dejarlo listo para que no se enredase estando dormida, me repugnaba pensar que tendría que dormir otra noche al lado de ese espécimen, de pronto se escuchó un grito furibundo de mi marido, las puerta de la habitaciones de Mary Margaret y Henry se abrieron precipitadamente, mis niños corrieron despavoridos hacia mi temiendo que estuviese ebrio de nuevo

-tranquilos niños, aquí está mamá, no permitiré que los vuelva a tocar-Leopold hizo aparición embravecido saliendo de su despacho con un fajo considerablemente grueso de papeles a simple vista en la mano derecha

-¡Regina, maldita hija de puta! ¡¿Desde hace cuánto tiempo has estado engañándome?!-en ese momento lo comprendí, me lanzó las cartas que Emma me había enviado a mí y a mis hijos a escondidas, las había encontrado debajo del colchón y las había leído y creía que le era infiel, en alma si, pero en el acto estaba completamente equivocado, apestaba a licor y a whisky, sus pupilas estaban completamente dilatadas, sus fosas nasales aleteaban furiosamente asemejando su respiración a la de un toro en una corrida, sin miramientos empujó de su camino a los niños y me tomó bruscamente del cabello arrastrándome a la habitación y de un portazo nos encerró, me tiró como un saco de papas al piso, el golpe contra la madera de la cama me provocó un lacerante y punzante dolor en la frente, al tocarme descubrí un poco de sangre en mis dedos, no era la primera vez que mis heridas sangraran con él, pero estaba segurísima que sería la última vez que sangrara, y esta vez, definitivamente no saldría con vida. Se armó con unas filosas tijeras del mismo tocador, me volvió a tomar por el cabello y de un tajo volvió mi larga melena negra en girones que yacían en el piso-¿Quién crees que te querrá con ese aspecto?-se veía a leguas que me iba a hacer pagar caro, cerré los ojos esperando mi inminente fin, cuando escuché la puerta se volvía a abrir de forma brusca y unas fuertes pisadas, sabía que no eran de mis hijos porque ellos tenían un andar ligero y temeroso, era un taconeo fuerte y pesado, luego se detuvo, sabía que estaba muy cerca porque desprendía un aroma, una combinación de vainilla y lavanda, el inconfundible sonido de una corredera yendo hacia atrás me aseguró que estaba armada

- valla tío, por fin te conozco-le dijo con una sonrisa sarcástica-Vuélvela a tocar de esa manera y te vuelo la tapa de los sesos, ¿entendiste, maldito bastardo?-abrí los ojos sorprendida, detrás de él apuntándole a la cabeza se encontraba la hija de Emma, su cabello suelto y castaño le caía en bucles hasta media espalda dividido en tres parte, dos delante de los hombros y una atrás, sus ojos lo veían con desprecio y asco, como si fuese el más insignificante insecto en la faz de la tierra, lo sabía porque muchas veces esa mirada de él era dirigida hacia mí, vestía completamente de negro esa noche, una playera mangas cortas cubierta por una chaqueta de cuero de mangas largas y cuello exteriorizado, tenía el cuello cubierto por una pañoleta de seda negra, pantalones ajustados de símil cuero acompañado por ultimo con unas botas de caña corta y tacón bajo adornadas por unas tachuelas plateadas