En El clan, de New York, era uno de los mejores bares para lesbianas, y a Asami Sato le encantó descubrir este lugar. Tenía cierto aire clásico del que carecía la mayoría de los establecimientos de esa índole, y la clientela parecía un poco más sofisticada que las habituales chicas que iban a ese tipo de lugares. La barra era de madera y metal dorado, y los taburetes no estaban llenos de arañazos ni cayéndose de viejos. Asami supuso que, durante la semana, en la hora feliz, acudirían unas cuantas ejecutivas trajeadas, cosa que le gustaría comprobar cuando se hubiese instalado a la nueva ciudad. A pesar de su refinado estilo, El clan contaba con los elementos típicos de los bares de lesbianas: la mesa de billar al fondo, una pista de baile del tamaño de un sello de correos frente a la barra, y una máquina de discos en la que sonaba Paloma Faith en un rincón. Asami se sintió bien recibida, cómoda, en casa.

Bebió su whisky con hielo sin apurarse, disfrutándolo, mientras miraba a Kya, la guapa camarera, que atendía a un grupo de cuatro clientas habituales. Era sábado, recién iniciada la noche, pero la clientela aumentaba poco a poco, y Asami se alegró de haber elegido el taburete del rincón. Tenía una vista perfecta. Podía contemplar a las chicas que recién llegaban.

— ¿Qué tal va eso, cielo? —Kya tenía el cabello gris recogido en una cola de caballo trenzada, de la que se habían soltado unos rebeldes mechones que bailaban sobre su rostro. Tenía la piel suave y morena. La joven se fijó en su vaso casi vacío— ¿Le sirvo otro a la chica que está de cumpleaños?

—Sería estupendo, Kya. Gracias. —sonrió ante la invitación.

Había llegado una hora antes, cuando el bar estaba prácticamente vacío, y entabló conversación con ella. Al poco tiempo el whisky le soltó la lengua y desgranó su historia al más típico estilo de endosarle-el-rollo-a-la-camarera. En realidad, su padre no la había llamado para felicitarla por su cumpleaños en su nueva residencia y le costaba asimilarlo. Se sentía como una niña necesitada de cariño. Rondaba los treinta; por consiguiente, los cumpleaños ya no deberían importarle tanto. Al parecer, eso pensaba su padre.

Molesta por el olvido, agradeció la atención de Kya, que tomó de buen grado un tequila con ella para celebrarlo. En ese momento Asami se preguntó si podría ser que Kya fuera su primera amiga en esta enorme ciudad.

La empresaria echó un vistazo al local, sin dejar de sonreír, y reparó en el grupo de tres mujeres del otro extremo de la barra la miraban. Se le aceleró el corazón. No era raro que la mirasen. Sabía que era atractiva y no le molestaba que la observasen; sin embargo, se puso colorada. Kya se detuvo junto al grupo cuando se disponía a llenar su vaso. Mientras le servía el whisky, señaló a las mujeres con un gesto.

—Invitan ellas, cariño.

Miró al grupo de mujeres, levantaron sus copas y brindaron:

— ¡Feliz cumpleaños!

Asami lo agradeció con una gran sonrisa y un –gracias.

Luego, lanzó una mirada a Kya, que le guiñó un ojo. Dos de las mujeres se dirigieron a la mesa de billar, y la otra se acercó a ella. Era alta y guapa, tenía un peculiar lunar debajo de uno de sus ojos; una mujer poco musculosa que caminaba con confianza, sin tratar de disimular su tamaño. Esta señaló el taburete próximo a ella.

— ¿Te importa que me siente contigo?

—Por favor —respondió—. Gracias por la invitación.

—De nada, es tu cumpleaños —replicó la mujer a modo de explicación, extendiendo la mano—. Me llamo Kuvira.

—Asami. —Kuvira tenía una mano grande y fuerte, pero la piel era inesperadamente suave. La saludó con firmeza, aunque sin excederse.

— ¿Te apetece jugar al billar? —preguntó.

—Oh, no. Procuro no hacer cosas que no se me dan bien.

Kuvira sonrió con gesto cómplice.

—Disculpa, pero no te había visto antes por aquí. —Bebió un sorbo de cerveza

Asami se rio.

—Tal vez sea porque es la primera vez que vengo.

—Eso lo explica todo. -Asami aprovechó la ocasión para examinar a su nueva conocida.

Kuvira debía de medir casi 1.70, tendría treinta y pocos años y sin la menor duda levantaba pesas, tenía el pelo negro, largo, arreglado de forma sencilla y elegante a la vez. Su ropa era limpia y sin pretensiones, pero sin caer en lo cotidiano. Daba la impresión de que le habían hecho los vaqueros a medida, pues realzaban los trabajados músculos y ceñían suavemente sus curvas. El escote en pico atenuaba el aire masculino de la camiseta blanca, que dejaba al descubierto una piel bronceada que enseguida suscitó su interés.

Cuando Kuvira clavó los ojos verdes en su nueva amiga, Asami estuvo a punto de reírse por posar su vista mucho tiempo en ella y se apresuró a fingir que contemplaba un cuadro. -No es mi tipo —pensó—. Pero desde luego no es mala la vista.

—Dime, Asami —comenzó—. ¿Por qué no has venido antes a El clan?

—Porque acabo de llegar aquí.

— ¿En serio? ¿De dónde eres?

—De Los Ángeles

—Vaya. Una chica de gran ciudad. ¿Y cuánto tiempo hace que vives en la ciudad?

—Me acabo de mudar el miércoles.

—Pues sí que eres nueva. ¡Qué bien! —Bebió un gran trago de la botella—. ¿Apartamento o casa?

—Apartamento de momento. A ver cómo van las cosas.

— ¿Ciudad o alrededores?

—Cerca de Park Avenue.

—Ah. Esa zona siempre es buena elección. Creo que te sentirás a gusto aquí. Es un sitio genial.

La conversación fluía con naturalidad, y Asami enseguida se sintió cómoda hablando con ella. Era algo que no solía ocurrirle cuando no estaba en su ambiente de trabajo; tendía a ser reservada y tímida y no hablaba de buena gana con desconocidos a menos que se tratase de cuestiones laborales.

Kuvira le invitó a otra copa, impidiendo que la ingeniera pagase la ronda.

—De ningún modo. —Apartó el dinero y le dijo a Kya—: La chica que está de cumpleaños no paga. A Asami le hacía gracia se limitó a sonreír, divertida por la situación.

La noche transcurrió entre algarabías. Las otras dos mujeres del grupo original dejaron el local no sin antes despedirse de su amiga, Asami consciente de que tenía que conducir hasta su casa, limitó el consumo de alcohol después de que Kuvira la invitase a otra copa. Lo estaba pasando muy bien con aquella mujer y de ningún modo quería emborracharse. No había mejor forma de espantar a las nuevas amistades que obligarlas a responsabilizarse de ti.

Como si le leyese la mente, Kya puso un vaso de agua junto a su whisky y le acarició la mano. Tomó nota para dejar propina doble. Sentía un leve mareo, pero centró la atención a Kuvira quien le había preguntado algo:

—Dime, Asami. ¿Por qué aquí? ¿Por qué dejaste Los Ángeles para venir al norte del estado?

— ¿Sinceramente? Necesitaba distanciarme de mi familia. —Era verdad. Tal vez no toda la verdad, pero Asami estaba nerviosa por la nueva sucursal de su empresa que iba a empezar el lunes. Lo estaba pasando bien, así que dejo el tema y se centró en otras cosas.

Kuvira la miró con gesto comprensivo.

—Entiendo. ¿Les molesta que seas lesbiana?

—Tienen un problema con eso, entre otras cosas. —El tono de su voz debió dar a entender que el tema estaba zanjado porque su nueva amiga se calló.

A partir de medianoche la clientela de El clan comenzó a disminuir poco a poco mientras lesbianas de todos los tamaños, formas y colores se perdían en la noche como un lento chorro de agua. Ya era hora de irse.

—Me ha encantado conocerte —dijo Asami—. Muchas gracias por las bebidas y la compañía.

—Ha sido un placer. Feliz cumpleaños. Le tendió la mano—. Chica de cumpleaños, ha sido un privilegio pasar la noche contigo. —Cuando Sato estrechó su mano, ésta la atrajo hacia sí y le dio un beso en la mejilla, susurrándole al oído, de modo que sólo ella la oyera—: Espero volver a verte.

Asami sonrió,

Cuando la mujer del lunar se marchó, Kya retiró las copas vacías e introdujo el vaso de Asami en el fregadero lleno de espuma de debajo de la barra.

—Es evidente que le encantas —comentó en tono intrascendente.

— ¿A quién?

—A Kuvira

—Oh, no creo.

—Yo sí. La conozco muy bien. Se ha encantado contigo. Asami arqueó una ceja y apoyó los codos en la barra, mirando a la camarera con una sonrisa.

—Vaya. En realidad, no es mi tipo.

— ¿No?

—No

— ¿En serio?

—No me cambie de ciudad para encontrar el amor, solo estoy aquí por negocios.

—Huuummm, cuidado con lo que dices, quizás tu no quieres encontrar el amor pero te aseguro que el amor te encontrara a ti.

—seguro. Muchas gracias por el consejo.

—Un placer, sé que eres nueva en la ciudad así que puedes considerarme una amiga si quieres.

—Gracias Kya—bebió el vaso de agua y lo dejó frente a ella — Nos veremos después.