Disclaimer: ni Akagami no Shirayuki o Izana Wistaria son de mi posesión, solo soy una amateur que goza de escribir distintos escenarios.

—Shirayuki— llamo Zen suavemente— ¿te sucede algo?

La pelirroja se detuvo sorprendida antes de esquivar su mirada en gesto nervioso.

—No es nada—dijo rápidamente— solo estoy algo distraída, no te preocupes Zen.

El segundo príncipe no hizo ademán de seguir caminando, simplemente la siguió observando, tenía el presentimiento de que se trataba de algo más, y si estaba tratando de esquivar su pregunta seguramente era por qué aquello que la molestaba tenía alguna relación con él.

—Shirayuki—volvió a llamarla antes de sujetarla por los hombros— ¿haz hablado con mi hermano últimamente?

Abrió los ojos sorprendida, por un instante pensó en negarlo, pero viéndolo a los ojos sabía que no podía mentirle. No quería preocupar a Zen, pero era inevitable contarle la verdad, así que con firmeza asintió en una silenciosa afirmación.

—tengo la impresión de que a su alteza le molesta mi cercanía contigo— removió su manos nerviosa— aún más que al principio, es casi como si estuviera esperando el momento para decirme que me odia, yo...— su voz se corto mientras unas cuantas lágrimas se escapaban por su mentón— sé que es absurdo, pero no quiero que me deteste, él es tu hermano Zen y quiero agradarle.

La miro enternecido, Shirayuki tenía un bondadoso corazón, sus sentimientos eran tan abiertos que era imposible de imaginar que tuviera segundas intenciones, y sin embargo su hermano seguía sin creer en Shirayuki. Le molestaba, pero no podía culparlo, Izana había sufrido decepciones profundas y dolorosas que evitaban que pudiera abrirse a otras personas.

—Shirayuki, no es algo personal— le confesó lentamente— hace tiempo, incluso antes de que conociera a Mitsuhide, había alguien importante en el palacio, su nombre era Yuki Ookari— recordó con melancolía— Izana la amo sin percatarse, y perderla lo destrozo— suspiro mirando al cielo— ella era su guardia, y murió protegiéndolo de alguien en quien mi hermano confiaba, por eso le es difícil aceptarte, sin importar que, él sigue amándola y simplemente se niega a cometer el mismo error una segunda vez... Poner su confianza en la persona equivocada.

Shirayuki se limpió sus lágrimas con el dorso de su mano, lo que acababa de oír era simplemente cruel, no podía siquiera imaginar un mundo donde Zen no estuviera a su lado. Pero el príncipe Izana se levantaba a diario consciente de que había perdido el amor de su vida, Shirayuki no podía más que llorar de tan siquiera pensar en ello, ahora podía entender su recelo, ya había perdido alguien importante, su alteza solo quería asegurarse de no perder a su hermano menor.

—no tenía idea— dijo entre sollozos Shirayuki— Zen, gracias por contarme.

—no te preocupes Shirayuki— le dijo mientras la abrazaba fieramente— mi hermano terminara por ver que mereces su confianza, solo dale tiempo.

Asintió con su rostro hundido en su pecho, solo quería sostenerlo entre sus brazos ahora que casi podía sentir el dolor del primer príncipe, Shirayuki necesitaba abrazar a Zen para eliminar cualquier pensamiento de perderlo, imaginarlo dolía más de lo que podía expresar.

Recuerdo la primera vez que lo conocí, Izana Wistaria, tan solo era un año mayor que yo, pero ya podía ver su sangre noble denotando en sus gestos.

Me pare imperturbable a la espalda del rey Kein, había venido explícitamente por un favor personal de su majestad, y tal cual lo imagine, la noticia no sentó bien al primer príncipe. No le hubiera culpado si hubiera creído que se trataba de una broma, después de todo tan solo tenía diez, realmente no lucía como alguien temible. Y sin embargo había vencido a uno de los mejores espadachines de la guardia real, recordar la estupefacta cara del príncipe Izana aún me hacía reír, después de tal hazaña su alteza se disculpó por dudar del buen juicio de su majestad, había demostrado mi fuerza, sin embargo llevo unos meses a que ambos nos acostumbráramos a nuestra mutua y constante presencia. Pero me alegra decir que nuestro trato paso de cordial a amigable.

Si mi memoria no me engañas pronto se cumpliria dos años desde que había asumido mi puesto como su guardia personal, y de manera extraoficial también como su ayudante, pasaba tanto tiempo como la sombra del príncipe que me había resultado casi natural ayudarle con el papeleo que comenzaba a ser parte de sus labores diarios.

—¡Aniue!— llamo una infantil voz desde la entrada.

Sonreí, el príncipe Zen era un niño adorable, y tan tierno cuando se sonrojaba, había hecho mi misión personal encontrar formas de avergonzarlo, y también de molestarlo, sencillamente sus pucheros gritaban por ser fastidiados, y yo no me negaba tal placer.

—Z...

No llegue siquiera a pronunciar su nombre cuando de repente paso, en una milésima de segundo el pequeño príncipe había tratado de ver que estaba haciendo el príncipe Izana cuando sin querer tiro el tintero sobre los papeles de su alteza. Me congele, aquel día no había sido precisamente calmado.

—¡ZEN!— exclamó colérico Izana — ¡ERES UNA MOLESTIA!

El príncipe ni siquiera noto la consecuencia de sus palabras, estaba más concentrado en tratar de salvar los papeles arruinados, pero yo vi con claridad el dolor en los ojos de Zen, y las finas lágrimas en sus ojos antes de que saliera corriendo como un animal herido. Fruncí el ceño, a veces mi encargo podía ser algo insensible.

Me acerqué al príncipe Izana y con un movimiento fluido lo golpeé en la nuca.

—fue bastante cruel príncipe Izana— comente mientras caminaba a la salida— el príncipe Zen solo tiene seis años, su intención no era molestarlo, fue un accidente.

Sin mirarlo salí en busca del pequeño príncipe, por un momento la culpa me invadió ¿por qué demonios había golpeado al príncipe? Suspire, con suerte mi golpe le daría un tiro de realidad.

Me llevo unos minutos de merodear y preguntar a los guardias si habían avistado al príncipe Zen, finalmente lo encontré escondido en los jardines, entre las raíces de un viejo roble. Me acerqué y sin decir palabra desordené su cabello afectuosamente, me miró con sus triste ojazos azules mientras retenía las lágrimas.

—¿mi Aniue me odia? —pregunto inocentemente.

—por supuesto que no Zen— respondí honestamente— eres demasiado adorable para ser odiado— comenté con picardía mientras pellizcaba su mejilla— el príncipe Izana ha tenido un mal día, eso es todo, realmente no era su intención gritarte.

No estaba realmente segura de lo último, pero confiaba en que así fuera, y por la mirada esperanzadora que recibí de Zen sabía que él también esperaba lo mismo.

—Yuki, gracias— susurro limpiándose las mejillas con sus mangas— ¿p-podemos quedarnos un rato? aún no quiero regresar al castillo.

—no tengo prisa— acepte mientras me sentaba a su lado.

—Yuki— llamo suavemente— ¿me contarías una historia?

—supongo que podría hacerlo— medite mientras despeinaba sus hebras— antes de nuestro tiempo, incluso antes de que Clarines existiera, hubo un hombre común, sin bienes o prestigio, pero con un espíritu fuerte, más noble que cualquier otro. Él no tenía nada y aun así en su carencia encontró corazón para ayudar a un pequeño niño que había quedado huérfano ante la enfermedad que plagaban estas tierras, le enseño la nobleza que había al cuidar en otros, y el orgullo en seguir tus ideales, pero sobretodo le enseñó que sin importar qué tan dura fuera la vida había esperanza para ver un nuevo amanecer— relate mientras el aire hacia danzar las copas de los árboles— aquel hombre era menospreciado tanto por su pobreza como sus sueños por ver a su pueblo florecer, el niño al principio no entendía el odio de la gente por su benefactor, pero con el tiempo descubrió que se trataba de la ira contenida que guardaban ante los males que los embargaban. La enfermedad les atacaba, sus tierras no eran fértiles, y poco podían hacer para seguir sobreviviendo. Aunque es cruel decirlo, la gente encontraba cierta satisfacción en culparle, la naturaleza humana a veces puede ser sombría.

—eso es horrible— musitó Zen.

—lo es, pero aquel hombre fue recompensado— le asegure de inmediato— El niño que adoptó, no era un infante cualquiera, todo el tiempo se había tratado de un dios disfrazado en forma humana. Aquel sufrimiento por el que la tierra estaba pasando se trataba de un castigo, nosotros los mortales habíamos comenzado ahogar nuestros corazones en discordias y envidias, no parecíamos tener salvación, pero aun así nos dieron la oportunidad para demostrar que teníamos esperanza —Zen se acomodó en mi regazo sin dejar de oír la historia— en medio de tiempos oscuros, al borde de la desesperación, ese hombre no sólo fue bueno, fue magnífico, y el dios supo apreciar su espíritu de oro. Un hombre no podía justificar la maldad humana, pero un hombre podía inspirar a otros a ser buenos, así que dotó al mortal de tres regalos, oro para que empezara a reconstruir su tierra natal, fortaleza para el camino que le aguardaba, y su protección hacia él y sus descendientes

—¿el dios aún sigue protegiendo a sus descendientes?

—se dice que el tiempo en la tierra y su amor por una mujer lo convirtieron en mortal, pero su linaje conservó su promesa, y hasta hoy son fieles guardianes de los descendientes de aquel hombre.

—Yuki ¿crees que algún día podré tener un espíritu de oro? — murmuró adormilado— papá suena parecido al hombre de la historia, ambos cuidan su tierra natal, yo también... Yo también quiero proteger Clarines.

—y así lo harás— musité mientras caía rendido— después de todo...— susurré a su oído sabiendo que estaba profundamente dormido— tú eres heredero de ese legado.

El rey no sólo me había pedido que fuera guardia de Izana por mis habilidades en combate, entre los Wistaria y los Ookari había siglos de historia, mi casa siempre protegería la digna sangre Wistaria. Así lo había hecho mi padre con el rey Kein, y así lo hacía yo ahora.

—Ookari-san— escuche la voz del primer príncipe llamarme— ¿has estado con Zen todo este tiempo? — asentí sin levantarme, no quería despertar al pequeño príncipe— no debí gritarle— confesó con un suspiro antes de sentarse sobre las ramas del árbol— supongo que merecía ese golpe— murmuró volteando el rostro a dirección contraria— no te estoy dando permiso para volver hacerlo— farfulló con una pizca de molestia— no perdonare una segunda ocasión.

—El rey me dio la responsabilidad de protegerlo— dije con simpleza— y si golpearlo es la solución para salvarlo de la estupidez entonces lo volvería hacer.

Me miró sorprendido antes de fruncir el ceño.

—me irrite, eso está lejos de ser estupido— soltó mordaz— ambos tuvimos la culpa, Zen por no fijarse en lo que hacía y yo por gritarle.

Sonreí, realmente le faltaba un largo camino por recorrer.

—no le llame así por enojarse— argumente con seriedad— príncipe Izana, no puede dejar que las emociones influyan sus decisiones tan libremente, debe pensar antes de reaccionar súbitamente— le mire a los ojos— toda acción tiene consecuencias, le grito a Zen y ambos sabemos lo sensible que es, sobre todo cuanto lo admira, por supuesto hirió sus sentimientos. Pero piense esto ¿y si hubiera corrida a las afueras del palacio? Todavía es muy joven para poder guiarse, se hubiera perdido, y ni usted ni yo pudimos haberlo encontrado— con cada palabra vi su irritación cambiar a culpa— ¿puede imaginar la infinidad de cosas que pudieron pasar por qué no tiene más control sobre su lengua? — me permití suspirar y relajar mi postura—por favor, no confunda mi lealtad con adulación, es por qué le respeto que estoy dispuesta hacerle ver sus errores.

—adulación— repitió en un susurro— difícilmente lo eres Ookari-san, puedo respetar eso—confesó en un murmuró—además no necesito que me adules, bastantes personas ya cubren ese campo— por un segundo poso su mirada sobre la durmiente figura de Zen— si él te hubiera detestado te habría relevado de tu puesto, sin importar lo que mi padre hubiera dicho— hablo con seriedad— pero supongo que me siento aliviado de saber que cuento contigo para protegerlo.

—deberíamos entrar al palacio, está templando príncipe Izana.

Su alteza se levantó con gracia, y sin decir más, tomo al príncipe Zen entre brazos. El segundo príncipe realmente tenía un sueño pesado.

—Ookari-san es bastante absurdo que me sigas llamando príncipe o su alteza— comunicó con calma— simplemente llámame Izana, me agobia que me llames tan formalmente.

Sonreí, era más sencillo pedirme que lo llamara Izana que fingir que le molestaba ser llamado por sus títulos, pero su alteza tenía una extraña forma de comunicar las cosas; y realmente no me importaba seguirle la corriente.

—Yuki es más corto que Ookari-san — fue lo único que replique.

Quién diría que nuestra precaria amistad pronto se vería empañada por un trágico suceso.

Todo había sido tan vertiginoso, súbitamente el buque real había estallado en caos.

Por cerca de dos meses habíamos estado navegando entre las costas de países aliados, el rey siempre procuraba tener estrechas relaciones con otros reinos, era algo rutinario. Sin embargo parte de la tripulación nos había traicionado, no sabíamos a ciencia cierta que querían, tampoco habíamos sospechado que polizontes habían abordado en el reino de Lydis con ayuda de los traidores.

Parte de la guardia real había enfermado en el trayecto, ahora sospechaba que habían estado envenenando la comida para debilitarlos. La pelea era estrecha, apenas era consciente de los cuerpos que caían bajo mi espada, mirara por donde mirara no podía encontrar al príncipe Izana, mi corazón se agitaba con preocupación.

—¡YUKI!—grito el rey Kein con un gruñido— ¡por el lado izquierdo de la cubierta!

Mire a donde indicó su alteza, entre las manos de los forajidos se encontraba la figura inconsciente del príncipe Izana, estreche los ojos, estaban tratando de llevarlo a un bote, tal parecía que él era el objetivo del ataque. Para alcanzarlo tendría que moverme a través de todo el tumulto, sería desperdiciar mucho tiempo, así que con rapidez comencé a escalar el mástil más cercano, corte una de las sogas que mantenía izada las velas y me balance hasta el otro extremo del barco. Caí con poco equilibrio, pero ilesa.

—me parece que ese príncipe me pertenece— solté mordaz mientras los hacía víctimas de mi cólera.

El barco crujió y se sacudió, leguas de fuego se agitaban salvajemente sobre la popa, pronto el humo espeso sobre todos. Escuché chillidos de agonía y percibí el olor a carne quemada, aún podía oír el filo de las espadas blandir y chocar, pero pronto el ruido sucumbió entre el fuego y el humo. Pensé en el rey, que aún seguía ahí, pero me frené de ir en su ayuda, tenía al príncipe Izana entre mis brazos. La rabia comenzó a embargarme, vi con impotencia como siluetas difusas caían entre el humo ¿aliados? ¿enemigos? No sabía quién era quién.

—Yuki

Una sombra se acercaba tambaleante.

—Rey Kein— dije con alivio— su majestad debemos irno.

Mi fortuita paz se esfumó cuando vi su estado, parte de su brazo había sido quemado por las llamas, pero aquello no era nada comparado con la tajada en su abdomen. El rey cayó de rodillas frente a mí, agotado, apenas respirando propiamente.

—le falle— susurre entre lágrimas— jure proteger a los Wistaria y falle.

—Yuki, no te culpes por lo inevitable— dijo mientras acariciaba la mejilla del príncipe— ¿recuerdas lo que me prometiste?— lo recordaba perfectamente— que te convertirías en aquella persona con la que Izana siempre podría contar, así como tu padre lo fue para mí— sonrío cálidamente a pesar de la agonia— dile a Haruto y a mis hijos que los amo y que lo siento, realmente me hubiera gustado volver a casa.

Llore, no sólo había fallado, el príncipe Izana aún no estaba listo para ser rey, y la reina Haruto tendría que componer su dolor ante la necesidad de su guía para Clarines.

—cumpliste con tu deber Yuki—me aseguró— sigue protegiendo a Izana, y también a Zen ¿de acuerdo?— asentí rápidamente— sé que mis hijos siempre podrán confiar en ti, ahora es tiempo de que me encuentre nuevamente con mi viejo amigo— susurro con el poco brillo sobrante de sus ojos— saludare a Fanel de tu parte.

Su cuerpo sin vida cayó con un sonido sordo a mi lado. Poco soy consciente de lo que hice, me encontraba semi catatonica, pero en mi estado calcule que no estábamos muy lejos del reino de Atahue, donde habría sido nuestra última visita antes de volver a Clarines.

En mi luto por la pérdida de mi rey y de los miembros de la guardia y tripulación real aclare mis ideas lo suficiente para apresurarme a preparar un bote. Empecé a remar, alejándome del buque, a la merced del mar, con el sol desapareciendo en el horizonte. No recuerdo si dejé de llorar, o si me detuve a descansar, en mi mente solo veía las llamas consumir la embarcación mientras está empequeñecía cada vez más, pronto solo las estrellas me hicieron compañía, pero seguí remand, necesitaba poner al príncipe a salvo.

—lo siento, Izana— fueron las primeras palabras que susurre después de horas de silencio.

No volví a decir más, y su alteza no despertó, posiblemente a culpa de algún narcotico con el que lo habían dejado inconsciente. La noche era tan oscura que no me percaté que habíamos tocado tierra hasta que los remos se hundieron entre la arena. Baje los brazos y me quedé sentada ¿ahora que debería hacer? El suave suspiro del príncipe me saco de mi ensoñacion. Debíamos movernos, nadie tenía idea de lo que había pasado, necesitaba llevar al príncipe a un lugar seguro y notificar a Clarines de lo ocurrido.

La noche helaba, la fatiga trataba de vencerme, pero no podía siquiera pensar en recostarme un momento, así que con imprudencia tome una pastilla que siempre tenía reservada en mi bolsillo, me mantendría alerta por las horas venideras. Envolví a su alteza con una frazada que había hecho el trayecto con nosotros, y después, tratando de evitar pensar en el dolor, cargué al príncipe sobre mi espalda.

—te llevaré a casa, te lo prometo.

Mis pasos comenzaron a temblar, no por falta de fuerza, mis pies dolían por la fricción de los zapatos, pero me empuje a seguir. Calambres, sudor, calor, no me pare por ninguna queja, camine entre los desniveles de la selva, y fui recompensada con unas cuantas luces a la lejanía, no sólo habíamos llegado a un pueblo, si no a la capital costera de Atahue, incluso a la distancia podía ver el perlado palacio de aquel reino.

Ver tan cerca nuestra salvación incremento mi ansiedad e hizo más largo el camino, así que me limité a mirar a mis pies, solo subiendo la mirada por momentos para ver que seguía el camino correcto.

—¿quién eres tú?

Mire al hombre frente a mí.

—soy Yuki Ookari, traigo conmigo a Izana Wistaria, por favor, pídale a su rey que nos brinde su auxilio.

—¿Wistaria?— respondió atónito.

Otro guardia se acercó, pero desconfiada me aleje bruscamente, el sujeto ni se inmutó, seguía mirando a Izana.

—¡Dai!— exclamó repentinamente— ¡esta niña no miente! ¡es el príncipe Izana! Lo reconozco, fui de los que acompañaron al rey a Clarines el año pasado— explicó— ¡informen al rey!

—¡hai!

—por favor Ojou-san pase— dijo con apremio— cargare al príncipe Izana por usted, debe estar agotada.

—¡no es necesario! — exclamé crispada— lo siento— me disculpe inmediatamente— gracias por el ofrecimiento, pero me encuentro bien.

Mentira. No pensaba dejar a su alteza solo, no hasta que alguien de Clarines llegara, ya habían tratado de secuestrarlo, no pensaba arriesgarme a que sucediera una segunda vez.

—Majestad, Lord Haruka— entró un guardia apresurado— ha llegado una carta urgente de Atahue.

—¿el rey?— pregunto confundido el marqués.

—No, lo envió Ookari-san.

Lord Haruka se apresuró abrir el contenido, con rapidez leyó las apresuradas y temblorosas líneas. Arrugo la carta entre sus manos, su rostro no denotaba sentimiento, pero sus ojos ardían en ira.

—El buque real fue atacado — informó con voz contenida— el rey ha muerto.

La reina se paralizó, su corazón estrujo fuerte su pecho, tan fuerte que sintió que la vida se le iba tratando de respirar. Pero seguía allí con lágrimas cayendo de su rostro, en cambio Kein... Grito con dolor, con agonía, su cuerpo se rindió al suelo y apenas pudo sostenerse del borde del escritorio de su esposo.

—Izana—dijo con voz rota— ¿dónde está Izana?

—Ookari logró llevarlo con el rey Gin, no ha informado a nadie del deceso del rey, parece que no quiere poner a Izana en una posición arriesgada— miro a la reina con pesar— arreglaré una escolta rápidamente, Atahue es un país aliado, pero con la muerte del rey el príncipe podría estar en una posición comprometedora.

La reina asintió.

—solo tráelo de vuelta.

—Lord Haruka— saludo cordialmente el rey Gin— me alegra que pudiera hacer el viaje rápidamente, francamente aún estoy desconcertado por el estado en que llegaron los dos pequeños— dijo con franqueza— Ookari-san no hablado mucho de lo sucedido, pero ese es la menor de mis preocupaciones, lamentó decirlo, pero no hemos podido tratar propiamente de ella.

El marqués enarcó una ceja.

—¿a qué se refiere?

—es muy testaruda, desde que llegó no ha dejado de vigilar al príncipe Izana— se aclaró la garganta— a lo que me refiero es que se rehusa a dormir, el príncipe ha despertado pocas veces, pero se encuentra tan aturdido que vuelve a sucumbir al sueño, sin embargo mis sirvientes me han informado que en esas ocasiones Ookari-san ha logrado que coma un poco— suspiro— realmente esa niña es muy leal, pero su falta de descanso es alarmante, después de todo llego cargando a su alteza, ni siquiera sabemos por cuánto tiempo estuvo caminando con él a su espalda.

El marqués escucho en silencio, realmente era admirable. Cualquier otra persona hubiera deseado que Ookari hubiera descansado, sin embargo él agradecía que la guardia del príncipe se tomará tan en serio su trabajo como para no tomarse ni un descanso.

—los dejare conversar—comentó el rey antes de dejarle pasar al cuarto donde se hospedaba su alteza Izana.

Suspiro aliviado al ver al príncipe Izana, pero pronto su mirada cayó en Ookari. Ella regresó la mirada. Su aspecto era fatal, su piel blanquecina ahora era casi traslúcida, solo hacía que sus ojeras resaltarán más.

—Ookari ¿qué sucedió?

Su rostro ensombreció con pesar, pero comenzó a relatar lo sucedido.

—fuimos atacados por parte de la tripulación y polizontes que abordaron sin que lo notáramos— farfulló con cansancio— el buque estalló en caos, estaban tratando de raptar a su alteza Izana— restregó su mano contra su rostro— fui por su alteza en cuanto logre localizarlo, estaba sedado, así que no podía volver a lado del rey mientras estaba indefenso— su mano tembló junto con su aliento—el barco estalló en llamas, posiblemente alguien incendio los barriles de aceite, muchos fueron alcanzados por la explosión, y muchos otros se intoxicaron con el humo, lo que seguían conscientes no pararon de luchar— una fina lagrima escapó de su ojo— el rey logró encontrarnos en la confusión... Estaba muriendo, tenía una herida mortal surcando su abdomen, pero me ordenó llevarme al príncipe Izana, así que eso hice, remé hasta la costa y encontré mi camino hasta aquí.

Lord Haruka asintió, en cuanto regresarán a Clarines tendrían que verificar los registros de la tripulación, tal vez podría encontrar alguna anomalía entre las recientes contrataciones. Miro a Ookari, seguramente no tenía información sobre quienes querían raptar al príncipe, si era un evento aislado o financiado por una tercera persona. El secuestro había sido frustrado, pero con la muerte del rey tenía que ver que la justicia llegara aquellos que tenían culpa en lo ocurrido.

—Lord Haruka— giró su atención a Ookari— hay una última cosa que debe hacerse antes de que volvamos a Clarines.

—¿qué cosa es?

—el cuerpo de su majestad— susurro tan imperceptible que apenas pudo oírla— tuve que dejarlo en la costa, pero lo cubrí con el bote— dijo con un pequeño sollozo— no podía dejar que se quemara, se merece más que eso.

Palabras reconfortantes no salieron de su boca, pero un profundo respeto le embargo. Había hecho todo por llevar a salvo a Izana Wistaria, difícilmente se podría criticar su desempeño, pero podía ver que se sentía culpable. Suspiro, Clarines le debía más de lo que se imaginaba. Traía vivo a su alteza, y le daba la oportunidad al reino de tener un funeral digno para su majestad.

—Bien, dame las indicaciones para encontrarlo— dijo tranquilamente— iré con un par de guardias, el resto se quedará con ustedes, por favor descansa Ookari-san.

En pocos minutos emprendió rumbo, dos días había pasado desde que el mensaje había llegado al palacio, tan solo podía imaginar en qué condiciones se encontraba el cuerpo de su majestad.

La reina se sentó junto a los líderes de los otro cuatro grandes reinos. Cada sucesión requería de una reunión privada entre los cinco grandes reinos... Tanbarun, Clarines, Bluma, Kiyoki, y Noubu.

—reina Haruto, la situación de Clarines puede tornarse inestable— dijo el rey de Bluma— el príncipe Izana aún no está en edad de asumir el trono.

—lo sé muy bien— comentó tranquilamente— he venido aquí para comunicarles que he decidido asumir la total responsabilidad del reino.

El único que pareció tranquilo, incluso satisfecho con la respuesta, fue el rey de Tanbarun.

—¿está segura? Si me permite, yo sugeriría que dejará que Clarines tomará un lapso subrogado— se apresuró a decir el rey de Bluma— un rey con más experiencia podría administrar los asuntos de Clarines hasta que el príncipe Izana llegara a edad.

La reina podía oler sus ambiciosas intenciones, pero se negó de comentar un insulto desdeñoso.

—me parece que el rey Taeko se encuentra en lo correcto— dijo el rey de Kiyoki— no podemos permitirnos que Clarines sucumba por alguna equivocación, afectaría al resto de los reinos.

—Reina Haruto, tal vez se sentiría más cómoda si firmáramos un acuerdo que no prolongará el poder concedido más allá del cumpleaños número veintiuno del príncipe Izana—comentó el rey de Noubu— verá, se trata de algo muy sencillo...

La reina escucho imperturbable. Estaban tratando de tomar el poder de Clarines en su cara, empezaban a discutir como si hubiera accedido a su ridícula petición, bufo, era más bien una demanda. Aquellos hombres no temían por el bien de su país, sus codiciosas mentes pensaban en los beneficios de tener el control sobre Clarines.

—Caballeros, creo que se olvidan de un pequeño detalle— hablo por primera vez el rey de Tanbarun—cierta casa noble maneja gran parte de los asuntos de Clarines, todos sabemos que nadie fuera de los reyes... Y reina conocen de ello— el gobernante de Tanbarun sonrió con malicia—pero hace años dejaron en claro lo que sucedía con los reinos que trataban de establecer su control sobre Clarines.

La reina Haruto le miro desconcertada ¿a qué casa noble se refería?

—p-por supuesto— titubeo el rey Taeko— podríamos hablar con ella, estoy seguro que entenderá lo beneficioso del asunto.

Una sombra se movió desde la esquina más alejada.

—lo oigo— dijo una voz a su espalda— pero me parece que mi reina ya tomó su decisión.

La reina Haruto vio con sorpresa a Yuki Ookari ¿ella era de la casa noble a la que se referían? Le parecía de lo más absurdo, los Ookari no eran más que una casa noble menor, tenían un poco de tierras, pero su poder no iba más allá de unas cuántas hectáreas. Frunció el ceño, pensó con cuidado, podía llegar a ser cierto... Pero de una u otra manera le resultaba extraño que pudiera ser verdad.

—deberíamos dejar de tener estas reuniones por la noche— comentó aburrido el rey de Tanbarun—me apena decirlo, pero fui el único que noto a Ookari-sama.

—es bueno volver a verlo Reji-dono—proclamó con una sonrisa Yuki— caballeros, antes de que se anticipen a tomar una decisión, me gustaría que recordarán que yo controlo el ejército de sombras— tomó asiento con elegancia mirándolos con desafío implícito en sus ojos— fue muy descortés de su parte no invitarme a esta reunión, después de todo siempre tuvieron esa cortesía con mi padre, pero no vine aquí a quejarme— sonrío fríamente— traen a mi reina a esta reunión a mis espaldas, tratan de hacerla ceder a su inepta demanda, y fingen que tienen el mejor de los intereses por mi país— ladeó la cabeza y les miro con desprecio—creo que todos podemos recordar lo que ocurrió con Erisma.

—¿nos estás amenazando? — exclamó incrédulo el rey de Bluma.

—no lo sé— soltó mordaz— ¿es necesario que lo haga?

Lentamente negaron con la cabeza, Yuki Ookari era una persona comprometida, al igual que sus antecesores, y cualquiera hubiera dado lo que fuera por hacerla leal a su reino. Sin embargo los Ookari habían elegido a los Wistaria siglos atrás, lo único que les aliviaba era que ambas familias denotaran por su justo carácter, carente de avaricias.

—bien— exclamó el rey Reji levantándose— creo que eso concluye la reunión, reina Haruto bienvenida al consejo de los cinco.

Uno a uno los reyes fueron despidiéndose, no se sentían derrotados por haber perdido la oportunidad de controlar Clarines, ciertamente sentían alivio de que la joven maestra de los Ookari no sintiera que la habían ofendido al punto de de querer mandar al ejército de sombras a sus respectivos reinos.

Con mirada apacible la reina observó la fiera persona frente a ella, era muy distinta a la joven que había conocido durante todos esos años, la pequeña que siempre tenía una sonrisa gentil para Zen, que procuraba a Izana con pequeños gestos desapercibidos, pero que ella como su madre notaba y agradecía profundamente.

—Majestad— se arrodilló frente a ella respetuosamente— disculpe mi intromisión. Sé que debe tener dudas, le prometo aclarar cualquier pregunta que tenga.

—Ookari-san— gentilmente acaricio su rostro— no es necesario que te arrodilles, toma asiento, yo te oiré mientras me explicas lo que debo saber.

—con gusto su majestad—obedeció sin titubeos—mi familia a protegido a los Wistaria por más de quinientos años, siempre desde las sombras, con el tiempo nos vimos en la necesidad de formar un ejército oculto del ojo público, el ejército de sombras es leal a los Ookari, por ende son fieles a ustedes y Clarines— aclaró brevemente— siempre se nos ha considerado una casa noble de bajo rango, mis ancestros creyeron que una fachada débil podría ocultar que tenemos el manejo de unos de los pilares ocultos que mantienen de pie a Clarines.

—asumo que Kein sabía de esto— musitó la reina— Ookari-san, hay registros de una gran masacre hacia tu linaje alrededor de treinta años atrás, los registros dicen que fueron bandidos ¿pero es realmente cierto?

Había leído al respecto mientras trataba de averiguar sobre Yuki Ookari, después de todo había querido asegurarse que su hijo estaba en buenas manos.

—esos registros fueron alterados— confesó— fue una época sombría, incluso para el reino. Como sabrá el padre del rey Kein, Veinmus Wistaria, comenzó a comportarse de manera extraña, paranoica— la reina le escucho con cuidado, su esposo pocas veces había hablado de su padre— Veinmus Wistaria se descontrolo, mancho su apellido con actos atroces, comenzó a subir impuestos desenfrenadamente, casi quiebra nuestra economía, y todo por complacer a una mujer, su amante. No es raro que reyes busquen compañía fuera de sus matrimonios, pero los Wistaria siempre habían sido fieles a sus reinas. Mi abuelo era uno de sus consejeros, trato de advertirle que tomara precaución con la dama extranjera que comenzaba a embaucarlo, pero él no escucho, y mi abuelo llego a un punto en el que negó su reino—la reina escucho estupefacta— mi familia comenzó a prepararse para tomar el control del reino, pero desafortunadamente el rey había hecho capturar a Eri Ookari, el hermano mayor de mi padre, y el heredero de nuestra casa.

—Veinmus Wistaria— saboreo la reina su nombre con amargura— él ordenó la masacre a tu familia ¿por qué lo ocultaron?

—es mejor si no se sabe— el rey y su padre habían acordado ocultarlo para evitar la desconfianza de otras casas nobles— padre solo hablo una vez de ello, pero recuerdo la furia de sus ojos cuando me relató cómo se habían arrodillado frente al rey, y le juraron no intervenir en el reino— suspiro— si amamos algo más que nuestro pueblo es a nuestra familia, el rey lo sabía y lo uso para someter a los Ookari. Pero como dije antes, el rey estaba en un estado de paranoia inducido por su amante, así que con sangre fría mato a Eri frente a mi familia— la reina apartó la vista compungida— mi abuelo en su estado de cólera logró liberarse y hacerse de un arma, más miembros de mi familia siguieron su ejemplo y pronto se encontraron luchando con la guardia real, pero sabían que no ganarían, y con lo gritos del rey ordenando que los mataran sabían que no podían esperar ser aprisionados para después ser liberados por el ejército de sombras.

—tu padre fue el único que sobrevivió ¿cierto?

—si— asintió Yuki— pusieron sus esperanzas sobre él, dejaron de pelear impulsados por la ira, y aceptaron su destino, morir con la seguridad de que mi padre protegería Clarines en nombre de todos ellos— Yuki miro a la reina— mi padre se reunió con el ejército de sombras... antes de seguir debo informarle que esto ocurrió con el conocimiento y consentimiento del rey Kein— suspiro pesadamente— la reina había sido exiliada, y el rey Kein había sido recluido a un monasterio, pero mi padre logró contactar con él, y le dio dos alternativas... Su país o su padre.

—y Kein eligió a su pueblo— musitó con pesar la reina.

—una decisión noble a pesar de las restricciones que mi padre se vio obligado a poner— entendía los motivos de su padre, no quería ver que la muerte de su familia era en balde— el ejército de sombras se infiltró al palacio, y tras cierto tiempo de espera envenenaron al rey, después simplemente dejaron evidencia para culpar a la amante— la reina Haruto asintió solemne—el rey Kein tomó posesion, pero mi padre fue quien manejo al reino por los primeros cinco años, entre los Ooakari y los Wisteria se abrió una brecha a causa de Veinmus, nosotros habíamos sido leales y nos pagaron con esa masacre,por ello mi padre desconfío del rey Kein por largo tiempo.

—permitió que asesinaran a su padre ¿cómo fue eso posible? —pregunto indignada la reina— Kein era bondadoso, uno de los mejores reyes que se hayan visto.

—lo sé— dijo con honestidad Yuki— pero mi padre temió que hubiera aceptado por ambición al trono, y claro, él se disculpó con el tiempo por desconfiar de su majestad— sonrío con melancolía —nuestra lealtad a los Wistaria floreció nuevamente, mi padre lo llamo con orgullo su rey, y yo aprendí hacerlo también. Su majestad tenía un corazón noble, y una fortaleza insuperable, que me pidiera ser la guardia de príncipe Izana me lleno de honor.

—Ookari-san tu padre falleció pocos meses antes de que llegaras al palacio ¿cierto? — Yuki asintió— recuerdo que por esos días mi esposo se tornó algo melancólico, e incluso un poco taciturno ¿eran muy allegados?

—mejores amigos— respondió con sinceridad— al rey siempre le dolió no asistir al funeral de mi padre, pero ellos jamás fueron más que conocidos ante el ojo público, y nosotros somos una casa menor, su presencia hubiera llamado la atención.

La reina de cierta forma se sentía aliviada de que Kein hubiera tenido alguien en que confiar, un buen amigo con el cual charlar, en su posición siempre resultaba difícil encontrar sinceridad en las personas. Empezaba a sospechar que por ese motivo Kein había asignado a Yuki como guardia de Izana, porque en ella podría encontrar la misma amistad que él tuvo con el padre de Yuki, pero su difunto esposo se había asegurado que Izana no sufriera ocultando su estrecho lazo.

Sonrío, iba ayudar con la última voluntad de su esposo.

—Ookari-san sé que no han sido los dos meses más fáciles para ti— tomó sus manos cuidadosamente— no apruebo la conducta que mi hijo a tomado contigo, por favor, discúlpalo, es el dolor el que no lo deja actuar con propiedad.

Yuki apartó la vista avergonzada.

Lord Haruka había informado a la reina que Izana había despertado durante el trayecto de vuelta a Clarines e irremediablemente le fue contado lo sucedido, su hijo no lo tomo bien, y por ende Lord Haruka decidió que era mejor no informarle que disponían del cuerpo de su padre, de querer verlo Izana se hubiera encontrado con una imagen espantosa.

Pudo notar la palpable molestia de Lord Haruka, y cuando le preguntó el motivo, él la sorprendió contándole con más detalle lo sucedido. Izana comenzó a gritarle a Yuki mientras la culpaba por no haber salvado a su padre, en su arranque de ira le grito que se fuera, grito cuanto la odiaba, y todo lo hizo mientras Yuki lo escuchaba imperturbable. Pero Lord Haruka le había confiado que mientras cabalgaban de vuelta vio unas cuantas lágrimas en el rostro de Ookari-san.

Suspiro, Izana le había pedido que la relevará de su cargo, pero ella se había negado, incluso confrontó a su hijo por su ingratitud, con unas pocas palabras logró resolver por qué sentía tanta furia contra Ookari-san.

Aunque parecía que tendría que hablar nuevamente con Izana.

Paro en seco sus pasos, desde su posición podía escuchar a Yuki entrenar. Suspiro con frustración, su madre lo había visitado y le había preguntado por qué seguía con su actitud tan fría contra Yuki.

Estaba avergonzado, había dicho cosas horrendas sin saber lo que Yuki había hecho por él... Por su padre. Equivocadamente había pensado que Yuki había dejado el cuerpo de su padre quemándose, pero ella... Apretó los puños. Lord Haruka y su madre le habían contado con gran detalle las acciones de Yuki, había cuidado de él sin pensar en su bien estar, realmente era un ingrato.

—Yuki— la llamo con valentía.

La pelinegra giró a verlo sorprendida, pero de inmediato agacho la mirada.

—su alteza

Sabía que él había provocado aquella situación, Yuki ahora ni siquiera podía verlo a los ojos, y había dejado de llamarlo Izana... Realmente no sabía cómo disculparse.

—realmente fui una carga durante el ataque al buque— incluso el mismo se sorprendió de sus palabras— fui vencido fácilmente.

—su alteza, mi obligación era protegerlo, fue mi...

—basta— interrumpió con dureza— Yuki, lo siento por haberte culpado, diste tu mejor esfuerzo y yo lo desprecie— apretó el mentón con enojo— me sentí impotente, desee haber hecho más, desee haber salvado a mi padre— suspiro con dolor— pero no lo hice, y debo reconocer que la culpa no recae en ti, así que... Por favor, entrename— Yuki levantó la mirada y lo vio a los ojos— sé que puedo confiar en que me protegerás, pero quiero defenderme, quiero ser un príncipe que pueda salvarse a sí mismo.

Saber que no la culpaba aliviaba su corazón.

—entonces comencemos mañana por la mañana, todos los días, hasta que esté satisfecho con su destreza su alteza.

—entréname hasta que pueda vencerte— respondió con una sonrisa pequeña.

—eso llevará tiempo, su alteza— respondió alegremente.

—Yuki, ya te lo había dicho, odio las formalidades.

Todo estaba perdonado.

—Mitsuhide— salude con un asentimiento.

—Y-Yuki-san— tartamudeo sorprendido— es la primera vez que la veo con un vestido, realmente le sienta bien.

Sonreí, era gracioso que se sonrojara.

—no recuerdo cuando fue la última vez que te vi vestida tan formal, Yuki— comentó Izana llegando repentinamente— pero Mitsuhide tiene razón, realmente te sienta bien.

—alteza Izana— saludo respetuosamente Mitsuhide— feliz cumpleaños.

—nee Gracias, Mitsuhide— dijo con soltura— aunque tal vez deba felicitar a madre, se esmeró especialmente este año.

—es tu cumpleaños número dieciocho— le recordé— finalmente eres mayor de edad, por supuesto iba a ser una ocasión especial.

—y demasiada larga si me lo preguntas—respondió con fastidio.

Oculte mi risa con una tos, a su alteza comenzaban a lloverle pretendientes, y eso lo molestaba profundamente, las jóvenes que trataban de ganar su favor podía llegar a ser de lo más perturbadoras.

—Mitsuhide— llamé tratando de cambiar la conversación— oí del incidente que hubo, me alegra saber que eres bastante apto para cuidar de Zen.

Lamentablemente no había estado durante el percance con el muchacho de la guardia, había salido a un corto viaje por encargo de Izana.

—hmm— asintió avergonzado—a mí también me alegra haber podido protegerlo.

Realmente era dulce.

—bueno, si nos disculpa Mitsuhide— comentó Izana tomando mi brazo— Yuki prometió salvarme de jóvenes prospectos a princesa, así que no puedo dejar sola a mi acompañante.

Reveló para sorpresa del peliazul.

—por supuesto, yo seguiré esperando a su alteza Zen—respondió con mirada incrédula

—nos vemos— dije sonriente.

Había sido divertido ver el rostro derrotado de las valientes que habían intentado bailar con Izana, su alteza las había rechazado cortésmente alegando que hoy era su acompañante.

—acabas de romper unos cuantos corazones— me burle— eres realmente cruel Izana.

Reí mientras girábamos con los acordes de una suave melodía.

—lo haces sonar como si lo hiciera intencionalmente— respondió con una suave sonrisa— creo que me conoces mejor que eso.

—por qué lo hago me preocupa que termine soltero, alteza— comente divertida— tiene suerte con las jóvenes nobles, pero las rechaza tan constantemente que me temo que pronto las ahuyentará.

—eso me alegraría— dijo honestamente— los dos sabemos que la mayoría está buscando convertirse en princesa, y tal vez mi atractivo juega un papel en ello, pero no busco alguien tan frívola.

Lo entendía perfectamente, y no podía estar más de acuerdo, su alteza merecía alguien que mirará su corazón y jurará cuidar de él.

—rezaré para que encuentres a la mujer de tus sueños, Izana—respondí amablemente.

Su alteza sonrío, paro nuestro baile por un segundo, y me miró a los ojos.

—solo necesito a la indica, Yuki.

—si resulta ser pedante o pomposa voy a resignar el encargo de madre— comentó Izana con mirada aburrida— es una lástima lo que está sucediendo en su país, pero no pienso sufrir ningún carácter de princesa malcriada.

Reí en su cara.

—te lo pidió personalmente la reina, no vas a huir de su encargo por qué odies a la princesa de Larzec.

—lo sé—suspiro derrotado— solo quería quejarme, no voy a poder hacerlo cuando ella este aquí.

Un reino pequeño del sur estaba teniendo dificultades, un conflicto de interés con un país vecino. Eran aliados de Clarines, pero no era nuestro asunto intervenir en conflictos exteriores, sin embargo el rey de Larzec había pedido que hospedáramos a su hija hasta que todo fuera resuelto, y la reina no había encontrado problema en ello.

—ya ha tardado demasiado—comentó fastidiado.

Irónicamente un guardia se acercó a notificarnos que la princesa de Larzec estaba pronto a llegar.

—perfecta precisión— alabe a su lado.

Las puertas se abrieron y un carruaje entró con trote lento. Unos segundos después nuestra invitada bajo de la compuerta. Era realmente bella, su cabello bronce caía en suaves cascadas, pero tenía unos particulares ojos verdes que me recordaban a la primavera, era todo lo que podías esperar de una princesa, tenía gracia y parecía perfectamente educada.

—soy Mizuki Ume, un placer conocerlos— dijo con una reverencia.

—Izana Wistaria— saludo cordialmente su alteza— si gusta podría indicarle su habitación princesa Mizuki, debió ser un viaje agotador.

La princesa se removió incomoda, enarque una ceja mientras Izana fruncía el ceño desconcertado por su actitud.

—yo, bueno... Quisiera saber si podría ver algún farmacéutico, por favor— pidió con un sonrojo avergonzado— verá príncipe Izana, encontré una pequeña ave, se rompió un ala y quisiera que alguien me ayudara a curarla, si no es mucha molestia.

Izana parpadeó sorprendido, y yo solo pensé que era bastante tierno que quisiera ayudar al ave. Era un alivio, no íbamos a lidiar con una princesa consentida.

—claro— contesto— si gustas seguirme.

La princesa sonrío agradecida y volvió al carruaje por una pequeña caja, un gorjeo se escuchó desde el interior. La princesa abrió la tapa revelando un pequeño pichón de plumaje blanquecino, el pobre realmente se veía incómodo con su ala rota.

—muchas gracias—dijo con una sonrisa aliviada.

Izana simplemente se limitó a asentir, con un gesto le indique que me quedaría para arreglar las pertenencias de la princesa con ayuda de los guardias en turno.

—de acuerdo—respondió— asegúrate de regresar en media hora Yuki, necesitamos acabar el papeleo.

—por supuesto... Alteza.

Me miró extrañado por la repentina formalidad, sonreí, Izana rodó los ojos y siguió con su camino. Tal vez había sido mi imaginación, pero cierta pizca de molestia había aparecido en los ojos de la princesa de Larzec cuando su alteza me había llamado Yuki. Era demasiado extraño, parecía una princesa dulce, bondadosa de hecho, pero parecía no aprobar la falta de formalidades entre Izana y mi persona. En efecto se trataba de algo sumamente curioso ¿quién era realmente Mizuki Ume? ¿una princesa bondadosa o intolerante del trato igualitario a causa de mi rango menor? Tendría que observarla con más cuidado.

Nota de autora.

Muchas gracias si llegaron hasta este punto, por lo pronto esto se trata de una historia corta, que posiblemente solamente contara con un capítulo más.

Realmente espero que les guste esta historia, la idea me cautivo, y la reescribí varias veces tratando de que tuviera agilidad en la trama y no fuera muy pesada de leer. Espero haberlo logrado.