El triunfo de la Perdedora.
Capítulo 1. Cuando el Sol te ciega.
No estás solo. La soledad es tu única compañía.
Abrió los ojos sin realmente querer abrirlos.
Odiaba el Sol. Lo odiaba más que nada.
La luz de la mañana significaba un nuevo día. Para muchos, eso simboliza la alegría de vivir un día más, pero, para ella, simbolizaba una muerte lenta, cada mañana.
Caminó, contando sus pasos, hacia el baño. Se deshizo de su ropa y entró en la bañera, dejando que el vapor caliente entrara por cada uno de sus poros. El agua era relajante y la hacía sentir liviana. Era la sensación que siempre la animaba en días como esos, en mañanas como esas.
Se sentía libre. Libre. Le agradaba sentirlo.
— ¡Sakura! —su ensoñación terminó con la voz de su madre golpeteando la puerta del baño— ¡Apresúrate, vas tarde a la escuela!
Suspiró. Su madre sí que era inoportuna.
—Ya voy —dijo sin ánimos, pero asegurándose de que su madre la oyese.
Tomó la toalla blanca sobre el lavabo. Se secó y finalmente salió, envuelta en ella; encontrándose a su madre y su no muy feliz cara tras la puerta.
—No quiero repetirlo —regañó— ¡Vas tarde! ¡¿Qué hora crees que es?!
—Ya sé, ya sé —su pelinaranja madre, Mebuki, era irritante. Pero tal vez había heredado eso de su progenitora.
Mebuki suspiró.
— ¡Te quiero abajo en diez minutos! —advirtió.
Sakura asintió frenéticamente mientras corría hacia su ropa. Lo de siempre: Una camiseta sencilla con un estampado de, esta vez, Angry Birds con unja camisa a cuadros encima y un jean junto con sus ya desgastados converse. Se vistió lentamente, pero calculando su tiempo. Su madre era alguien a quien no convenía provocar.
Bajó a tiempo para ver como la mujer colocaba su plato en la mesa. Cereal. Sí, la rutina. Lo de siempre. Observaba fijamente el plato frente a ella, luego de sentarse. Pensar en ese día le revolvía el estómago; y sí, eso era algo de todos los días también.
Algo normal, fuera de lo extraordinario. Como cada Sol.
Sacudió la cabeza negándose a sí misma, prometiéndose, como todos los días, y a cada hora, que todo mejoraría.
O tenía que mejorar.
Mejor dicho, ella deseaba, con todas sus fuerzas, que así fuese.
«Vaya mentirosa.»
Lo era, en todo el sentido de la palabra, lo era. Y una cobarde.
«Como siempre, ¿eh?»
Negó, de nuevo, esta vez más fuerte. El cereal ya parecía burlarse de ella.
—Demonios, Sakura —reprendió—. ¡Deja de distraerte tanto y come! Hasta te tengo que regañar como si fueras niña pequeña.
Miró de reojo a Mebuki para introducir la primera cucharada al tazón y llevárselo a la boca. Froot Loops.
¿Podían culparla por ser una pequeña en el cuerpo de una adolescente?
Una sonrisa no tardó en llegar a sus labios, pero se desvaneció de nuevo con su turbio remolino de pensamientos. Sí, la alegría dura segundos.
—Hace un lindo día hoy, ¿no crees, Sakura-chan? —dijo su madre.
—Ajá. Lo es —mintió.
Mebuki la miró de reojo y suspiró. Cómo deseaba poder ayudar a su hija.
—Bien, Sakura-chan —empezó—; hora de ir a la escuela.
El mundo de la pelirrosa paró. Como siempre. Estaba acostumbrada, pero cada vez el vacío era más grande.
Escuela:esa palabra debería ser ilegal.
No pudo hacer otra cosa que tragar fuertemente. Sentía una ligera acidez en la boca del estómago, tenía un nudo en la garganta y unas ganas de vomitar que podían con ella. «No, no. ¡Por favor!»
Increíblemente, estuvo tentada a patalear; como una insufrible niñita de cinco años a la cual no querían comprarle una muñeca o un puñetero dulce. De verdad que quiso, pero se contuvo, igual que siempre, manteniendo la rutina.
«Seré una buena hija, ¿sí? No me obligues, por lo que más quieras.» Casi imaginó su rostro al momento de decir eso, que sucedió solamente en su perturbada mente.
«Já. Cada día más patética, Sakura.»Su voz interna, o "Inner", como ella la bautizó, en definitiva, no tenía compasión.
—Bien —respondió después de un tiempo.
De nuevo hizo aquello de contar sus pasos: le quitaba los nervios.
—Trece pasos al baño —murmuró para sí, sonriendo. Ya se sabía el número de memoria. No variaban, ella trataba de mantener una distancia similar entre cada pie cada vez que le daban sus ataques de soledad, mientras contaba.
Comedor, trece pasos, baño. Era su vida.
Cepilló sus dientes y al terminar observó su reflejo en el espejo. Un cabello rosa como el chicle, ojos jade, mejillas rosadas y la frente de proporciones colosales que poseía. Se acercó al espejo y pensó que si tuviese pecas podría verlas claramente, hasta contarlas. Era así siempre. Entonces, ¿por qué cada vez que se veía, sentía que algo cambiaba?
—Olvídalo —volvió a hablarse.
Al salir del baño se dirigió hacia su mochila, sobre el sofá del living. Lo tomó y lo puso sobre sus hombros, dispuesta a salir. Dio su recorrido a la puerta —nueve pasos— y la abrió mirando con nostalgia el interior de su casa. Sí, era patético, pero, para ella, era el pan de cada día.
No apuró el paso. «Ni que quisiese hacerlo», se reprendió. Caminaba lento, observándolo todo a su alrededor; a pesar de conocerlo, a pesar de que indudablemente estaba ahí. Sin embargo, quería grabarlo en su mente, mantener ese recuerdo diario firme. Como roca: como lo que ella no era, pero quería que sus recuerdos sí fuesen.
El cabello le molestaba, así que movió su flequillo tras la oreja. «Uhm, creo que debería cortarlo.»
«Sí, pareces una degenerada, ¡Shannaro!»
«Jajá. Muy graciosa. Te recuerdo que tú eres yo y yo soy tú; así que si me insultas, te insultas a ti misma.»
«Meh. Como sea.»
Rodó los ojos ante el pensamiento tan simple de su Inner. Era algo así como su "verdadero yo"; y eso, no hacía más que aterrarla. El hecho de que pudiese ser así era una locura, pero a la vez era divertido.
— ¡Hey, mira quien viene allá! —una voz gritó.
Pegó un salto y pronto sintió como la ansiedad y los nervios la invadían. «No, estaba bien, no, ¿Por qué?»
—Vaya, vaya —soltó una chica de voz melosa y nasal—. ¿Pensabas pasar desapercibida, Chicle?
«Dios». Tragó saliva y casi juró que sus acompañantes lo escucharon.
La chica se acercó. —Pues —empezó, susurrando a su oído—… eres pésima para eso. Alguien como tú es notada por todos.
—Cierto, Karin —soltó la otra chica: Ino—. Nadie ignoraría una cara tan horrible.
Se mordió el labio y fingió no escuchar; pero el primer gesto la delató. Lo mejor sería ignorarlos, salir de allí e ir a clases que, por cierto, estaban a veinte minutos de comenzar. «Habría podido dormir más», pensó amargamente.
Estuvo a segundos de soltar una carcajada por la diferencia entre las situaciones. ¿Qué tenían que ver sus horas de sueño en eso? Sí que tenía problemas.
Un jalón de cabello la hizo volver a la realidad con un leve quejido.
—Sabemos que nos escuchas —empezó Karin, la pelirroja—, así que no tiene sentido el que nos ignores.
Volvió a quejarse. Karin jalaba demasiado fuerte de su cabello y eso la molestaba ya, más que la risa de Ino en ese momento.
—Suéltame —dijo, apenas audible.
— ¿Disculpa? —Ino soltó con burla.
— ¡Suéltame!
Por un momento se quedaron en silencio y Sakura vio su salida. Trató de zafarse, pero Karin ejerció más presión en su agarre. «Demonios.»
— ¡Ow! —frunció el ceño al oír a Ino y Karin hacer un ruidito como el que haces cuando algo te parece en demasía tierno.
— ¡Qué linda, Frentezota! —continuó Ino— Te pareces a mi gatito: igual de tiernos.
Rieron y Sakura frunció aún más el ceño, todavía con la fuerza de Karin atentando contra su cabello.
—Aunque, Ino —empezó la otra; y eso no le gustaba, en lo absoluto—, esta… cosa —dijo con desdén—, no llega a ser un animal. Pero… ¿Sabes? Tal vez, recapacitando, podríamos divertirnos con ella.
La rubia rió. — ¡Claro que sí! ¡Podemos entrenarte como a un perro inútil!
—Oh, te divertirás, seguro, los perros como tú aprenden los trucos rápido —la malicia brilló en sus ojos que poseían lentes de contacto— Pero, me gustaría primero enseñarte esto… ¡Siéntate!
Cuando dijo eso, lo último que sintió Sakura fue el empujón de Karin que la hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás. De inmediato, su espalda le dolió como nunca, sin contar que se golpeó un poco en la cabeza. «¡Maldición!», pensó, mientras sus ojos se humedecían debido al fuerte golpe.
—Oh, eso no está bien, perrito —reprendió Ino, que tenía una de esas revistas de chismes enrollada en la mano— ¡Perro m…!
—Ya basta.
Sakura alzó la vista y se encontró con dos pares de ojos: unos azules como el mar y los otros negros como el carbón. Los conocía, iban con ella en su clase.
Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha.
Sin duda alguna los playboy y más populares de todo el Instituto Konoha. Naruto era rubio, moreno y ojiazul; mientras que Sasuke era lo opuesto: pelinegro, blanco —casi como el papel— y oijnegro.
— ¿Cuántas veces te debo decir lo mismo, Ino? —reprendió el ojiazul— Ya deja a los demás en paz. Mismo para ti, Karin.
Ambas rodaron los ojos. Sakura se concentró en ellas y por ello no notó la mano que Naruto le ofrecía sino hasta que este carraspeó. —Tómala. Te ayudo.
El rubio estaba sonriendo radiantemente y ella se la devolvió, pero más tímidamente. —Sakura-chan, ¿no?
La ojiverde se sorprendió ante el sufijo, pero lo dejó pasar. —Sí —sonrío aún más.
El chico le ayudó a levantarse y ella sacudió su ropa, aunque no estuviese sucia.
—Mi nombre es Uzumaki Naruto —dijo, haciendo el signo de "bien" con el pulgar y guiñando el ojo—. El tonto de atrás es… bah, no interesa.
—Ya lo sé —dijo, riendo un poco—. Uchiha Sasuke, ¿no?
—Hn —el pelinegro sólo asintió y desvió la mirada.
En ese instante sonó la campana de clase y tanto el rubio como la pelirrosa giraron la cabeza en dirección de su salón. Tenían diez minutos.
—Debemos ir a clase —dijo—. Un gusto, Sakura-chan. Nos veremos después.
—Igual —una sonrisa triste apareció en su rostro. «Vamos a la misma clase», quiso decir.
Naruto volvió a sonreír y tomó la mano de Ino. Todo el mundo sabía que ellos eran pareja; y que Sasuke y Karin seguramente lo serían pronto.
La pelirrosa dio una vuelta al edificio y se adelantó. Y de verdad deseó no haberlo hecho. Estaba escuchando, muy claro.
—Naruto —lloriqueó— ¡Nos estábamos divirtiendo!
—No es justo que traten así a las personas —empezó—. Sakura-chan parece ser muy amable.
Sonrió un poco por eso. — ¡Oh, por favor! —habló esta vez Karin— ¡Ni siquiera sabías que estaba en nuestra clase!
De acuerdo, eso la borró.
— ¿Huh? ¿Lo está?
Sakura estaba oculta tras un muro, observando y agudizando su oído. Sabía que era malo escuchar conversaciones, pero por una vez no pasaba nada, ¿verdad?
—Demonios, Dobe. Eres idiota —insultó Sasuke.
El rubio iba a replicar pero Ino se adelantó. —Sí, Narutín, lo eres… un poco. Después de todo, nadie dejaría de notar una frente como la suya.
Las chicas rieron, como siempre que comentaban algo de ella. Sin embargo, lo más doloroso fue ver a Naruto tratando, sin éxito, de contener la risa diciendo entre carcajadas ahogadas «No es gracioso»; mientras que Sasuke formaba una sonrisa burlona.
Supo en ese instante que no tenía nada más que hacer allí, así que sólo ingresó al aula.
No podía recordar algo que le sacara una sonrisa igual que la clase de Literatura.
Ese día hablaban de Cumbres Borrascosas. Podía haberse leído ese libro cerca de tres veces, pero no le importaba. Lo encontraba fascinante como la primera vez cada que lo leía.
—Bien, ya hemos discutido de generalidades e interpretaciones del libro, pero ahora quiero que me den su opinión en máximo diez renglones y la pasen. Tienen los quince minutos restantes —anunció Kurenai Yuhi, la maestra. Sakura la encontraba como alguien fascinante. Algo como un modelo a seguir. La mujer tenía piel blanca, cabello negro, un cuerpo de infarto y unos hermosos ojos escarlata.
La pelirrosa definitivamente podía pensar que su vocación sería la medicina, pero no podía ocultar su gusto por los libros. Amaba todo de ellos, los personajes, las situaciones, cada página… era algo mágico para ella. Mágico el poder imaginarse todo en su mente con tan sólo palabras. Podía crear su propia versión de la historia, su propio mundo.
Mordió su lápiz y acomodó el cabello detrás de su oreja. Aún no se decidía cómo empezar su opinión. Tenía tantas ideas en la cabeza que era complicado desarrollarlas.
Finalmente, se decidió.
«Cumbres borrascosas es sin duda una historia dramática y trágica. Significa…
Sí, definitivamente ahora sabía qué escribir.
A diferencia de la clase de Literatura, la clase de Historia no era precisamente su favorita. Bueno, de nadie lo sería considerando las fechas, los nombres, sucesos… Aquella materia era sin duda una forma extenuante de ejercitar la memoria. «Maldito Hitler,… ¡Maldito Hitler!»
Le gustaría poder decir eso en voz alta. La Segunda Guerra Mundial era algo no muy divertido. Vamos, que conocer como un sólo hombre masacró a un pueblo no era lindo. A ella le parecía algo triste; sin embargo, su atención estaba lejos en ese momento. No le parecía necesario prestarle atención a lo que su profesor Iruka —un hombre moreno, de ojos y pelo café y una cicatriz que surcaba su nariz—, decía.
En ese instante sintió un leve impacto en su cabeza. Apenas un roce, pero algo molesto. Se fijó en su mesa para encontrar una bola de papel arrugada. La abrió y encontró garabatos, distinguibles, pero al final garabatos.
El dibujo la mostraba a ella sobre un mal hecho Empire State con jeroglíficos que podían interpretarse como aviones. Lo único perfectamente claro en esa nota era su gran frente y su cara que tenía moretones en todos lados. Sakura lo comprendió en ese instante. Era una representación de ella haciendo aquella escena memorable de la película de King Kong donde el gorila gigante se subía al edificio mientras manoteaba hacia todos los aviones.
Había algo escrito en el papel. En una caligrafía perfecta y delicada que hacía contraste con el mal dibujo estaba escrito: «Oye, Chicle, ¿tu frente es la octava maravilla del mundo?»
Sintió un nudo en el estómago en ese momento e inconscientemente llevó una de sus manos a su frente. No lograba entenderlo aún. Era grande, sí… De acuerdo, colosal, pero… ¿Era tan necesario resaltarlo de esa forma?
Volteó a ver su acostumbrado remitente y encontró su sonrisa habitual. Karin. Esa chica pelirroja teñida. Sus ojos eran del mismo color que su falso cabello y siempre cargaba con una sonrisa sarcástica en su rostro, que aumentaba cuando la veía a ella. Era una de las chicas más populares y deseadas de todo el Instituto; y no era para menos: su cuerpo era bastante desarrollado. Pechos proporcionados, curvas definidas, piernas largas y torneadas… Sakura se sintió poca cosa cuando se le ocurrió compararse con ella.
Eran muy diferentes. Mientras Karin parecía una diosa a sus ojos, ella apenas y tenía pechos, era delgada y su pelo tenía un corte no tan definido y estilizado como el de la pelirroja. Torció un poco la boca.
Karin luchaba por contener la risa desde su lugar y Sakura en ese momento estuvo agradecida de que Ino no tuviera esa clase con ella. Si bien por su lado ambas eran el tormento de Sakura, juntas eran peor que el huracán Katrina: destruían todo a su paso. «Antes,… Antes no era así», pensó.
Dejó la nota a un lado de su cuaderno e hizo como si nada hubiese pasado, pretendiendo que las lágrimas no iban a salir. Eso no era nuevo. La pelirroja le enviaba esa clase de notas todo el tiempo: Cada día, a la misma hora. No sabía si el destino era demasiado cruel con ella, pero la segunda hora de la jornada siempre la compartía con Karin. Recordaba aún una de las notas que más le dolió.
En ella ya no era King Kong, era Regan MacNeil. No interpretaba esa famosa escena donde giraba la cabeza 360°, no. En ella estaba bajando por las escaleras de cabeza y la frase de aquella ocasión era: «¿Segura que no protagonizaste esta película? Si no lo hiciste, hubieses sido perfecta. No habrías necesitado aprender a contorsionarte de esa forma, tu frente hubiera hecho el trabajo por ti» Aquella vez se sintió pésimo. De alguna manera Karin había descubierto una forma de burlarse ella involucrando la física. Parecía que su coeficiente intelectual había aumentado. Y eso no hizo más que afectarla a ella.
Todo lo que tenía que ver con Karin acababa jodiéndola a ella. Desde que había llegado allí era así. Ya no sabía qué hacer para cambiarlo.
Dirigió su vista a su libro para ver una de las imágenes —sin en realidad verla— donde aparecían los hornos crematorios para los judíos. Por un momento deseó que la quemaran a ella ahí, pero pronto el pensamiento se dispersó con el timbre que anunciaba el final de la clase.
Estaba por sobrevivir a otro día de tortura. Sonrió por eso.
Era una estupidez emocionarse por algo así, pero para ella lo significaba todo. Salir viva de ese Infierno diario era su meta para cada día, siempre que se levantaba deseando que cayera un meteorito directamente en su Instituto y no tuviese que ir de nuevo.
Se acercó a una mesa que vio ocupada sólo por tres personas. Dos chicas y un chico, para ser más exactos. Una de ellas era castaña con ojos azules y la otra pelimorada con ojos cafés. El chico era rubio con ojos cercanos al gris. Compartía clase con Ushio Furukawa, la castaña, en Biología; mientras que con los otros dos no lo hacía, pero sabía sus nombres. Saeko y Tetsuya. Les regaló una sonrisa tímida y colocó la bandeja sobre la mesa. Los tres dirigieron su mirada a ella y automáticamente hicieron mala cara.
— ¿Nos vamos ya? —preguntó sin nada de tacto Saeko mientras tomaba su botella de Coca-Cola y se levantaba de su lugar. Tetsuya y Ushio la imitaron.
Sakura observó cómo se alejaban borrando su sonrisa al instante. Sintió un apretón en el pecho y se sentó lentamente en el lugar que ocupaba anteriormente el rubio. El viento golpeaba su cara porque estaba junto a la ventana y se estremeció. En ese instante comprendió que pasaría algo malo.
— ¡Diablos, Karin! ¡Eres tan mala! —dijo entre risas la voz de una chica que la pelirrosa identificó al instante.
Alzó su vista y se encontró con la mesa predilecta de Karin y su grupito. Quedaba justo al centro de todo el comedor. Se encontraban allí Karin, Ino, Hiroshi, Deidara, Sasuke, Naruto y Kin, la chica que se había reído.
Hiroshi y Deidara eran repitentes de año y habían quedado entre su promoción. Hiroshi tenía el cabello gris y los ojos morados y Deidara era rubio, de un cabello largo y recogido a la mitad y ojiazul. Karin los había incluido entre Ellos* apenas tuvo clase con ellos ese año.
Kin tenía un cabello bastante largo y de color negro, casi azul oscuro. Sus ojos eran también del mismo color. Era una de las chicas más populares del Instituto, pero también de las que encabezaba la lista de chicas con menos posibilidad de ser vírgenes.
La ojiverde se maldijo en ese instante por haber olvidado el hecho de que Ellossiempre se ubicaban ahí. Decidió que sería mejor irse, pero, por supuesto, no le permitirían hacerlo.
— ¡Oh, mira quien se ha vuelto valiente! —Sakura en ese instante quiso correr. Correr y hacerlo tan rápido como fuese posible. Ino la miraba con una sonrisa macabra desde la mesa con Karin enviándole una mirada venenosa. Hiroshi no paraba de reírse mientras Kin decía algo en su oído. No vio qué expresión tendrían Sasuke y Naruto en ese instante.
Ino lo había dicho tan alto que ahora todos los que estaban en la cafetería tenían su vista fija en ella. La pelirrosa no sabía dónde meterse y sus piernas tampoco querían responder: estaba completamente pegada a la silla.
El hambre pasó a un plano completamente desconocido para ella en ese instante.
Deidara siempre había encontrado muy divertido molestarla y ese día no sería la excepción. Se puso de pie ante la atenta mirada de todos los presentes; que no serían menos que la mitad del Instituto. Caminó acercándose a ella, para quedar justo al frente de la mesa, con su bandeja aún en sus manos.
—No crees que estás comiendo muy poco, ¿Sakura-chan? —dijo por lo bajo con una sonrisa. Echó una vista rápida al sándwich y la Spriteque reposaban sobre la bandeja de la pelirrosa.
—Yo… n-no… —Sakura no pudo terminar porque vio una sombra encima de ella y que quedó reflejada en la mesa. Hiroshi sostenía su botella de Pepsisobre su cabeza y mantenía una radiante sonrisa. Lo último que sintió fue el líquido vaciarse sobre su cabello junto con el puré de papas y la 'carne misteriosa' de Deidara.
La cafetería estalló en carcajadas. Y a ella le estalló de nuevo el corazón.
— ¿Qué pasó, Haruno? ¿Tienes trabajo como bandeja ahora?
— ¿Bandeja? ¡Yo diría basura!
Sakura no identificaba las voces.
— ¿Se te olvidó bañarte hoy, Rosada?
Eran demasiadas, sumándole las risas que le estaban destruyendo los oídos.
Se levantó y corrió. Corrió como nunca. Sin embargo, no le duraría siempre.
Apenas sintió como golpeaba un obstáculo en el camino supo que estaba jodida. Un chico que ella ni siquiera conocía —o al menos no identificaba en ese momento— atravesó su pié justo en el momento en el que ella cruzaba por su lado haciéndole zancadilla y provocando que, inevitablemente, cayera al suelo de forma dolorosa.
Sakura detectó al instante el dolor en su rodilla y en su brazo izquierdo, a causa de haber caído sobre él. Pero lo que estuvo presente primero fue el ardor en su pecho, que hizo que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
Tastabillando un poco logró levantarse y llegar a la puerta de la cafetería, que empujó con todas sus fuerzas.
Sollozó hasta llegar al baño, donde las chicas que estaban saliendo le dirigieron una sonrisa burlona. Entró y se miró directamente al espejo. Tenía comida en todo el cabello, en la camiseta y parte del pantalón. Justo allí se fijó que tenía un pedazo de puré en el ojo izquierdo. Lo retiró y sonrió. Con una sonrisa triste y rota, pero al final una sonrisa. Luego la sonrisa se convirtió en más lágrimas y las lágrimas en desesperación.
Empezó a quitar toda la comida de forma histérica, arañándose la cara en ocasiones mientras de su garganta salía un llanto roto. Terminó y golpeó la encimera del lavamanos haciéndose daño.
El pecho lo sentía seco y como si algo demasiado afilado estuviera punzando allí constantemente. Abrió uno de los cubículos y se encogió sobre inodoro. No importaba si se quedaba allí; después de todo… Nadie iría buscarla.
Ellos: Karin y el grupo que conforma con Sasuke, Ino, Naruto, Hiroshi, Kin y Deidara.
Bueno, ¡Hola!
Se me ocurrió esta historia y aquí estoy.
Quise explorar un poco el tema del Bullying con algo de romance. No me culpen a mí, culpen a mi cabeza y mis traumas de infancia.
Aclaro: Sakura no usa gafas, ni brackets, ni nada por el estilo. NO HABRÁN CAMBIOS DE APARIENCIA, pero sí de personalidad. Sakura tendrá confianza en sí misma y será alguien digno de admirar.
Por eso mismo, el OoC en ella se irá haciendo cada vez menor.
Publicada en Mundo SasuSaku bajo el seudónimo de Mordor Girl.
Dicen que si me dejas un review cosas mágicas podrían pasar.
